María Baranda, la poesía es un hambre
José Ángel Leyva
Miembro de una generación de poetas mexicanas nacidas en la década de 1960, caracterizada por la fuerza de sus discursos, más allá de una identificación de género, María Baranda (Ciudad de México, 1962) es una de las voces más reconocidas de la actual poesía escrita en su país y en América Latina. Es también parte de ese nuevo canon de la poesía mexicana en el que las mujeres ocupan cada día más un papel protagónico. Baranda ha recibido importantes premios y reconocimientos, como el Premio Nacional de Poesía "Efraín Huerta" 1995 por el libro Los memoriosos, Premio Internacional de Poesía "Villa de Madrid" 1998, por Moradas imposibles, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2002, por Dylan y las ballenas, entre otros importantes galardones obtenidos por sus obras escritas para niños y ediciones de su poesía fuera de México.
Su obra lírica está expuesta de manera parcial en antologías como Ávido mundo, Monte Ávila, Venezuela, 2008 y El mar insuficiente, UNAM, México, 2011. En sus versos habitan el sosiego y la fuerza de los elementos de la naturaleza, del espíritu de una época y de la andadura histórica del hombre. La poeta reconoce en sus inicios el magisterio del jesuita Carlos Palomar, convencido de la pertinencia de la Teología de la liberación, y del poeta chiapaneco Juan Bañuelos, quien condujo a numerosos e importantes autores en sus talleres literarios. María Baranda está convencida de que la poesía se busca en el lado sagrado de la escritura. Estas son sus reflexiones…
¿Te titulaste como psicóloga? ¿Cómo surgió esa determinación de dedicarte por completo a la literatura, ese impulso de vivir para la escritura?
No me titulé nunca, estudié la licenciatura casi hasta el último semestre en que decidí que nada de eso me interesaba, quería dedicarme a escribir. Fue un impulso, sí, a mitad de una de mis clases, una simple rebelión pero que me dio un aprendizaje sólido. Era una sensación de estar a la deriva y, como única ruta, la mía. Fue, también, un camino de auto afirmación, una salida de lecturas simplonas y tediosas y la entrada a un mundo único. Me quedó claro desde entonces que la escritura debe protegerse y que la aproximación a su centro es esencial, preservar lo que uno considera verdadero es la línea a seguir sin importar nada más.
¿Qué autores y qué lecturas quedan en tu vida como paradigmas de la creación, del pensamiento, de la imaginación y el sentimiento profundo de la existencia?
Han sido muchos y varios, según la época de vida, pero persisten Vallejo, Villaurrutia, Lezama, sor Juana, Szymborska, Wallace Stevens, Dylan Thomas, Marianne Moore, Elizabeth Bishop, María Zambrano, J.G. Frazer y cualquier diario o crónica de viaje, a los cuales soy casi adicta y muchos libros de cosas que no se consideran literarias, como manuales de agricultura, de ingeniería o de fisiología.
Eres poeta mujer en una época en que serlo en México ya no es sólo un estigma sino parte de un fenómeno de crecimiento en las letras nacionales ¿Qué piensas acerca de esta relación de género y literatura en un país que tiene a Sor Juana o a Rosario Castellanos como excepciones luminosas, pero al fin excepciones?
Es una pregunta que tiene varias respuestas. Pienso que la escritura va más allá del género. Al escribir se construye un horizonte de largas planicies, profundos abismos, ramales, espacios abiertos o cerrados, muchos silencios, fugas, fraguas, pero nunca un sitio determinado en donde se “es esto o aquello”. Ser mujer me determina en lo que soy, obviamente, pero el proceso de escritura no parte de ese punto en específico. Siempre he creído en una escritura entre la sístole y la diástole, no entre hombres y mujeres.
Sin embargo, en cuanto a la lectura, somos “hijos de la época”, como dice Wislawa Szymborska en un poema, y hay que leer de otra manera, abrirse a otros puntos de vista, a nuevas maneras de ver y de entender nuestro presente. La inclusión de las mujeres en el circuito editorial y social debe ser ya con lo que existe, que es mucho y de muy buena calidad, pero hay que aprender a leerlas, a saber que no es un mundo de “excepciones”, como dices, sino de grandes momentos en la escritura hecha por mujeres. La proliferación de las poetas en todas latitudes, y por supuesto en México, es muy extensa, lo que hace que la literatura se abra a distintas tonalidades.
En tu poesía hay una cierta intención narrativa que se diluye en imágenes contundentes. ¿Esa disposición a desplegar acciones en una línea del tiempo te aproxima a la narrativa? ¿Qué es lo que te conduce al relato?
Muchos de mis libros han sido escritos a partir de una idea específica, lo que hace que la escritura fluya como si fuera una narración. Me ha interesado el poema en serie que se despliega de un capítulo al otro y que resulta en una conexión íntima similar a la del viaje. Uno de mis libros, titulado Narrar, habla precisamente de esa imposibilidad de contar o de relatar dentro del poema, es un intento por trasvasar ciertas ideas que giran en torno a la sola figura de un grito y de ahí la idea de conquistar una sucesión de imágenes que muestren un instante poético. Me interesa lo que tiene de irracional la experiencia poética, el internarme en el mundo del pensamiento, en el extraordinario universo de la imaginación y en lo más puro que generan las sensaciones. En cada libro he intentado la redención ante el lenguaje, la elaboración de un vocabulario propio que me ayude a frasear mis ideas. De ahí mi interés por las fábulas y los mitos.
¿Poesía para niños? Eres de las muy pocas poetas que han cruzado la línea y se han aventurado a la escritura de versos para chicos. ¿Cómo los has logrado, cómo piensas que debe ser la poesía para niños?
Creo que hay poemas que pueden leer los niños y otros no, ése es el principio del cual parto. Me gusta distinguir entre lo que es un poema con imágenes y metáforas y las rimas o juegos que son tan concurridas en la primera infancia. He escrito libros en ambos lados, desde arrullos y cantos hasta poemas en forma para los niños. Es una exploración distinta que me hace ser más concisa y clara y que me ha ayudado mucho a involucrarme de una manera diferente con las letras. Con la literatura que escribo para niños he llegado a sitios de mucho juego con el lenguaje y de bastante reto al acercarme a lectores que son tan exigentes.
En tu obra domina el poema extenso y el de largo aliento. En México hay un tradición muy fuerte en ese sentido, tres ejemplos: "Primero Sueño", "Muerte Sin fin", "La muerte del Mayor Sabines". ¿Qué piensas de la brevedad?
Para mí los poemas tienen que ver con las respiración personal de cada quien. Respeto mucho lo que cada poema necesita, si requiere de mayor amplitud será extenso, sino, alcanzará lo breve. Creo también en el fragmento, la escritura fractal, que impulsa su elección en el instante y se desvanece en el momento necesario. Lo que quiero decir es que no es una elección sino una necesidad del discurso mismo del poema. Breves o largos es cuestión de la propia explosión de la escritura.
En mi lectura encuentro algunas líneas místicas que se entreveran con versos profundamente terrenales. Un amigo común cuando escuchó mi comentario dijo que el misticismo era el gran ausente en tu poesía ¿qué opinas de esa presencia o ausencia en tu obra?
La poesía es un hambre, un hambre por imaginar y decir. Un hambre del pensamiento. He rozado más lo abstracto en la lírica que lo comunicativo directamente, aunque siempre he buscado el diálogo. Puedo quizás decir que lo que ocurre ahí, en el instante poético, está fuera de mi alcance o control. Hay mucho de inexplicable y misterioso en el proceso de escritura, hay mucho de revelación individual y de viaje interior.
¿Y el erotismo, María, tan elocuente en la tradición mística y ahora tan socorrido en las poetas, particularmente en las que inician y ven aún el tema como el fuego perturbador? ¿Cómo lo haces presente en tu obra, qué representa para ti?
Toda experiencia de fervor pasa por el cuerpo, pienso en san Juan de la Cruz, por ejemplo, en su hermoso Cántico espiritual. No sé si el erotismo sea tema socorrido en esta época, lo que he leído en las poetas más jóvenes me ha parecido simplemente interesante o bello. Pero cada poema escrito tiene un poder propio, un fuego especial. Escribir poesía, pienso, es encontrar la vida profundamente, con toda su confusión posible y grandiosa y su desconstrucción o construcción a través del lenguaje. La escritura es un movimiento que impulsa, que atraviesa el pensamiento y la imaginación, la música esencial de la lengua y su abstracción. En el desarrollo de la escritura de un poema, el tema sale en lo que se dice de verdadero, de ahí que no pueda haber una intensión en trabajar per se.
Eres una de las poetas mexicanas que más viaja dentro y fuera del país para leer su obra poética ¿cuál es tu opinión de la poesía mexicana con respecto a Latinoamérica y España, o por ejemplo, la poesía sajona que conoces bien y traduces.
Celebro la diversidad, el espacio abierto que genera distintos diálogos en la poesía. Cada región determina el discurso poético, cada lugar le habla a su propia tradición, se desprende de ella, se confronta, se renueva. No es lo mismo ser colombiano que argentino o español que mexicano, y a pesar de todo esto, la poesía es una sola, no importa de donde se sea o desde dónde se escriba, cuando la poesía es verdadera se abre la noche como la clave de todas las sombras.
En el balance de tu obra lírica ¿qué te gustaría cambiar, hacia dónde te gustaría impulsar tu escritura para que se renueve y se despliegue?
Tengo una sensación de insuficiencia permanente, de nunca poder llegar a decir eso que imagino antes de escribir, y es justo esto lo que me hace de nuevo tomar la pluma. La poesía es un camino de constante renovación en todos los sentidos posibles.
Charla con María Baranda en «Yo es otro» La Otra radio en Código CDMX