Ausente durante largos años de su natal Buenos Aires, Bordelois, es además de una notable lingüista y ensayista, una reconocida poeta. Fredy Yezzed selecciona aquí estos poemas inéditos para La Otra.
Ivonne Bordelois es ensayista y poeta. Graduada en la Universidad de Buenos Aires, prosiguió su carrera como lingüista en Francia, Estados Unidos y Holanda. Ausente por treinta años del país, regresó a Buenos Aires en 1994, y se dedica a la escritura y al periodismo de opinión. Entre sus libros se cuentan su poemario El Alegre Apocalipsis (1995), La palabra amenazada (2003), El país que nos habla (2005), que recibió el Premio de Ensayo de Sudamericana y La Nación, y la Etimología de las Pasiones –traducido al italiano y al portugués- (2007). En 2014 publicó en la editorial Alfaguara, junto con Cristina Piña, una nueva edición de la Correspondencia Pizarnik.
Selección de los poemas Fredy Yezzed
Crédito de la foto María Zorzon
CARTA A LOS AMIGOS
Estimados amigos
tropa alegre de gente inteligente porteña y vivaracha
que puebla nuestras calles arboladas florecidas
con su ingenio y sus noches de bohemia
con sus poemas y sus libros y artículos y ensayos igualmente florecientes
siempre amaneciendo cada día en mi pantalla
con sus blogs y sus citas y sus invitaciones
y sus presentaciones
y sus consideraciones y reflexiones
con fotos de Venecia y de osos polares y de castillos húngaros
con nietos y biznietos que sonríen cual frutillas en un prado lejano
convocándome a la guerra, a la paz o a la Virgen de Luján
a recobrar un deudo o saldar una deuda
con la historia, la patria o la poesía
muy queridos amigos
vengo aquí a recordarles
que a mis setenta y cuatro años
he recordado a Mallarmé:
la chair est triste et j´ai lu tous les livres
en mi recuerdo sin embargo, la chair era gloriosa, y en cuanto a libros,
todos están en Internet,
hay noches en que Dante me persigue tenazmente porque aun no he leído su Inferno,
el Quijote me espera ansiosamente bajo un sauce a la orilla de un verano inaccesible
trabada como estoy por nuestras creatividades, amistades y necesidades
de Cruz Roja, de aplausos y pequeñas bendiciones
para nuestros narcisos heridos y afligidos
(qué es la fama? un frenesí?)
y por lo tanto ruego
un poco de piedad para esta anciana atosigada atolondrada perseguida y acosada
por el esperma incontenible de nuestro genio incomprendido
yo vengo a ofrecernos una tregua
a nadie haré leer mis poemas –salvo éste, que será el último, por cierto-
a nadie contaré mis esperanzas
de Premio Nobel,
nadie sabrá de mis diarios ni de mi mente metafísica
los yunques y crisoles de mi alma
trabajan para el polvo y para el viento,
todo me ha sido dado y sin embargo aun no he escrito el poema
(a veces me canso de ser hembra)
mis papeles se irán conmigo al río
donde Heráclito me espera en el lugar de siempre
(hoy es siempre todavía)
Y yo ofrezco en cambio este patio perfecto de silencio
donde canta la calandria inmortal de mis infancias.
CASIDA DE LAS MUEBLERÍAS DE VIEJO
A veces me pierdo dentro de inmensas mueblerías de viejo
buscando mesas, sillas, camas que hubiera podido habitar y compartir con
amigos,
con hijos, con amantes o con seres extraños
con los que nunca me encontré.
Me asalta entonces el olor de maderas antiguas que descienden de la casa de mi
abuela
un reproche de piano abandonado,
el rencor de un espejo polvoriento en un rincón de la memoria.
Allí están los roperos como oscuros ejércitos custodiando la infancia,
allí la biblioteca encantada donde surgían grabados de mujeres bellísimas
que amaban a mi padre.
Allí un color de cedro relampagueante a la distancia
entre viejas conversaciones misteriosas
palabras en francés para que nunca comprendiéramos
que se abrían como cofres de alcanfor o escondites de cartas olvidadas.
El polvo que circula en las grandes mueblerías soñolientas
despierta en mí todo un pasado traicionado
un porvenir que crecía entre los muebles como un helecho erróneo.
Viajo con melancolía entre jarrones y sillas desfondadas
dulces fantasmas detenidos en el tiempo
y un rumor de cortinas ajadas me acompaña
como un eterno llanto sofocado.
Hasta que un camión pasa, me señala la puerta como un tajo de sol en la vereda.
Salgo a la calle y me saluda el luminoso estrépito en que vivo.
ALABANZA DEL CAFÉ DE LA ESQUINA
Esa que atiende el bar nunca pidió una coima.
Aquél en la ventana no ha secuestrado a nadie.
El muchacho en la mesa del fondo no trafica cocaína.
La adolescente en esa esquina no se prostituye.
Una señora lee el diario y otra, más lejos, un libro de Neruda.
El chico que ha entrado a mendigar no piensa en asaltarnos.
Ese viejito fuma; mira el aire y los árboles.
La música es tan suave que deja oír a los zorzales.
Un mozo limpia los espejos con cariño y energía.
Entra el sol por la puerta.
Yo estoy escribiendo estas palabras.
Hemos fundado una pequeña república de paz en un mar de tiburones y pirañas.
Los poderosos pasarán pero yo sé que mi café será eterno.
VIENE LA VIDA A VISITARME
Vino la vida a mí
con ojos de torcaza y delantal celeste
mi vida vino caminando jueves
alta y silenciosa y distraída
ella siempre sonríe como si fuera vida de otro
alguien que no conozco y sin embargo vagamente me recuerda
Viene mi vida y me saluda suavemente
como si enferma yo estuviera,
como lejos.
Ella despide un aroma a veranos olvidados,
a caballos de infancia,
a carta que no fue.
Viene lenta y las manos cargadas de castañas
como si fuera el tiempo de antes
ella se sienta frente a la ventana
trae viento,
jirones de palabras que tuvimos,
alguna foto tuya,
un vals.
Yo la miro quedarse
-sus ojos de torcaza, su delantal celeste-
tanto la miro que de pronto
ya no está más y cruje
tiernamente su paso por la puerta del fondo
y sé que es nunca
ya
Y sé que es tarde.
PIDO PERDÓN
Mis antepasados no fueron ilustres.
Es verdad que he frecuentado algunas instituciones famosas
Pero también es cierto que anduve por algunos manicomios.
Pido perdón.
No me he casado.
Nunca tuve hijos.
Pido perdón.
Supe andar en bicicleta
Pero ahora tiendo a accidentarme.
No cocino muy bien.
Tampoco sé planchar.
Pido perdón.
Tuve amigos célebres
Pero los que más quería acabaron suicidándose.
Pido perdón.
A veces pienso, algunas tardes, que he escrito algunas cosas necesarias.
Pido perdón.
Siempre me asombra el mundo
Por ser tan injusto como bello.
Soy vieja.
Peso sesenta kilos.
Todavía me como las uñas.
Pido perdón.
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