La patria, ¿en dónde está?
Jotamario Arbeláez y López Velarde
José Ángel Leyva
Primero un anuncio, este viernes le será entregado el Premio Ramón López Velarde al poeta colombiano Jotamario Arbeláez en Zacatecas, México por su trayectoria literaria, por parte de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Segundo, en la historia no hay nada predecible. Marshal McLuhan anunció un mundo intercomunicado por herramientas cuyos propósitos originales eran los de comunicación: “formamos nuestras herramientas luego éstas nos forman”.
Tras la caída del muro de Berlín y la emergencia del Euro con la Unión Europea, se pensó que en verdad habíamos arribado al fin de la historia y que el mundo se alistaba para borrar fronteras y rencores. Hoy vemos cómo la amenaza de una guerra nuclear reaparece con verdadero ímpetu y cómo las trasnacionales contratan ejércitos de mercenarios para mantener el control de los recursos naturales, de los mercados, de los Estados más pobres. Guerras silenciosas, acalladas por los medios, sin utopías de por medio, sin idealismos y sin dioses. Los frentes de batalla tienen muchos rostros pero una misma motivación, el control de los mercados y el confort propio cueste lo que cueste, sea personal, individual o de una comunidad contra otras. Los nacionalismos brotan como hongos por todos lados y el terror a los bárbaros es un sentimiento más que una realidad. Un fenómeno que recrea muy bien Italo Calvino en su cuento “Los Dinosaurios” o Coetzee en su novela “Esperando a los bárbaros”. La Aldea Global reclama con furor una nueva historia de libre movilidad y de más equidad entre los pueblos, de ser más que tener.
Ahora que los flujos migratorios son tan fuertes motivados por la necesidad y los pobres, los desplazados por el crimen organizado, la violencia política, la miseria, el hambre, las guerras nacionales y trasnacionales, el cambio climático, los países ricos se aglutinan de nuevo en conglomerados de intereses para levantar grandes muros de diversa índole contra la migración no deseada. Hay, por supuesto, migraciones deseadas y hasta promovidas, sobre todo si se trata de migrantes de países desarrollados, blancos, europeos, o de perdida con índices aceptables de educación, como es el caso de los sirios. Pero la gran mayoría no proviene de universidades sino del campo, de la carencia y de la marginación, de la injustiticia social y económica.
La patria pues la encuentran esas hordas de pobres donde encuentran qué comer, donde hay un porvenir, podría decirse que muchos nativos al perder la esperanza han perdido la patria. Pero el tema es el siguiente, muchos intelectuales y artistas han abandonado sus lugares de nacimiento forzados por la represión y la persecución política. Los nacionalismos se hacen visibles desde el poder económico, lo demás es resistencia. Cientos o miles de pueblos originarios de América defienden la permanencia de sus lenguas y sus culturas desde la marginación y la invisibilidad, desde reservaciones soterradas o evidentes. Ser vasco o catalán, israelí o ucraniano no es lo mismo que ser mapuche, wayúu, huichol, ñañú, zoque o quechua, porque los primeros representan un poder económico y los segundos una franja enorme de discriminación. Pero nos olvidamos que una parte importante de nuestras poblaciones, Europa y América somos producto de migraciones y de invasiones, de choques culturales y de encuentros étnicos. El gran potaje cultural, étnico, lingúistico tuvo lugar aquí en este continente, para bien o para mal, somos más de 400 millones de hispanohablantes y más de 200 millones hablantes del portugués, más los cientos de millones de angloparlantes que no hace muchas generaciones hablaron otros idiomas distintos a los que emplean en sus vidas cotidianas. Las patrias de sus padres, de sus abuelos y de ellos mismos quedaron atrás, pertenecen ya a otro estado y a otra sociedad.
Roberto Bolaño tendrá varias patrias y un solo lugar de origen, ahora que la posteridad lo colocó en el sitio donde todos fueron sus amigos, sus cercanos, sus personajes, pero él diría a una periodista que su patria eran sus hijos y algunos momentos; Pessoa localizaba la patria, en la voz de Bernardo Soares, en la lengua; Paz la situaba en la palabra : "No hay patria, hay tierra, imágenes de tierra"; Lêdo Ivo, y como él muchos poetas más, en la infancia. En fin, el caso es que hay escritores y artistas que han vivido la mayor parte de sus vida en otras tierras y se les niega pertenencia y reconocimientos. Muchos colombianos ignoran quién fue Álvaro Mutis y suponen que era mexicano; todos se disputan a García Márquez, pero era colombiano; Luis Buñuel se nacionalizó mexicano, pero era español. En cambio, hay casos como el de Tomás Segovia que los españoles ven como mexicano y los mexicanos como español, y casi siempre es excluido de las antologías de ambos países. Un caso semejante es el del Lobo Sapiens, Hernán Lavín Cerda, quien llegó tras el golpe militar a México y nunca más volvió a su Chile natal, pero los mexicanos, como los chilenos, no lo colocan en las antología de poetas de uno u otro país. Ya lo intuía el poeta Pedro Garfias a bordo del Sinaia: "España que perdimos, no nos pierdas". Si algo perdieron justamente las nuevas generaciones postdictaduras fue la memoria. No sé, me parece que los bárbaros viven entre nosotros, que nos dan discursos de pertenencia, que nos piden el voto, que nos aplican exámenes profesionales, que nos ven con desconfianza porque no tenemos un equipo de futbol al qué irle, porque nos da vergüenza que haya en este país hombres entre los más ricos del mundo y millones de personas en extrema pobreza, porque no nos interesa exaltar un país donde se asesina a los periodistas, a los líderes políticos, a los migrantes, donde se imparte una justicia fincada en la impunidad y la desaparición de pruebas, donde hay ciudadanos VIP y masas de tercera o cuarta categoría, donde hablamos de migraciones como si fuese un fenómeno extraordinario sin advertir que somos una fuente que expulsa millones de personas que perdieron la patria y la esperanza. La patria pues no es una bandera, un himno, ni un equipo de futbol, sino un porvenir, un territorio de afectos y de esperanzas, un sistema de símbolos que nos dan sentido de identidad y pertenencia.
6 comentarios