A propósito de la edición ecuatoriana de la antología Götterdämmerung, del poeta mexicano Luis Armenta, el director de El Ángel Editor realiza esta entrevista sobre diversos temas que conforman la obra.
LUIS ARMENTA MALPICA
El poema debe resistir a la inteligencia
Xavier Oquendo Troncoso
Luis Armenta Malpica (Guadalajara, México, 1961) es, sin duda, uno de los editores de poesía más importantes de nuestra lengua. Dirige desde hace algunos años el sello editorial Mantis, una de las firmas más responsables en editar libros con verdadera responsabilidad y cuidado en Hispanoamérica. Pero además es uno de los poetas contemporáneos más importantes del país azteca. Su amplia obra poética se ha hecho acreedora a los reconocimientos más influyentes de la literatura del continente y su obra ha sido ampliamente difundida y traducida a varios idiomas.Hace pocas semanas estuvo en Ecuador participando en el Encuentro “Poesía en Paralelo Cero” y presentando el libro eQuinoccio 50 poemas ecuatorianos del siglo XX. A su vez, la Editorial El Ángel publicó, en su colección “El otro Ángel”, una antología de su obra: Götterdämmerung (o “el ocaso de los Dioses”), haciendo alusión a la famosa ópera de Wagner que lleva el mismo nombre. Luego de una lectura apacible, pacienciosa y responsable, entablamos una conversación sobre su poética tan influyente, actualmente, en muchos de los poetas de América Latina.
- Luis, lo primero que pienso luego de leer tu libro es que el poeta y el cronista de Indias son muy parecidos. En tu libro hay una enorme capacidad para el asombro. ¿Qué piensas de esto?
- Una de las potencias de quien escribe (poesía, narrativa, ensayo, etc.) es su capacidad de asombro. Hacerlo desde la vida, de las emociones, ya implica esta dosis de milagro laico, de éxtasis o epifanía sobre los acontecimientos del diario. En mi caso, como soy una persona muy distraída y tiendo a olvidar los acontecimientos (relevantes o no), lo que intento con la poesía, en una de sus vertientes, es el rescate de lo que está a la sombra, a la espera de luz, para ponerlo al día con otras palabras, aunque con esto a veces se resignifique el acto y las personas no sean las mismas o la emoción se distancia de la original. Por algo la poesía y la vida no son lo mismo. Y yo prefiero, de lejos, la vida.
- “…morir es quedar uno/ inmóvil/ mirando lo que ya no se mueve”, dices en uno de tus poemas. Le das una importancia terrible al sentido de la vista y a tus versos en braille. Crees, como Carrera Andrade, que la poesía es una labor de observación de las cosas, como cuando dices: “El mar está en los ojos: lo que miro regresa”. En tus poemas habita el fantasma de la enfermedad ¿Por qué?
- Desde la infancia padezco de agudos problemas visuales: miopía, astigmatismo, resequedad y, últimamente, se me había diagnosticado degeneración macular y desprendimiento del humor vítreo. Los anteojos han sido otra manera de observar el mundo y, por supuesto, esa visión cerrada, modificada por el aumento o transformada por la visión de líneas más redondas en mi ojo izquierdo, en contraste con las líneas rectas del derecho, me han hecho pensar en un mundo diverso: femenino (circular) y masculino (con aristas) intercambiable y polimorfo. La muerte sería la negación del cambio, de la mutabilidad, de ser parte de un mundo que gira. La poesía es, además, una manera de observar las cosas. También es mi forma particular de preguntar y, a veces, de responder por esa labor de observación. Como Ashbery, creo que el poema es otra tradición (no la personal) en la que nos embarcamos sin más explicaciones que lo que intuimos. La observación (la intuición) emocional es lo que acuña mis palabras. Y si uno es capaz de inventarse en la poesía, con mayor razón es capaz de modificar el sentido de su vida. No quisiera entrar en esa categoría de poetas que sólo escriben de la enfermedad o padecen su locura en hospitales psiquiátricos y con ello se ganan la devoción de los filisteos sofisticados (para seguir con Ashbery). Escribo con algunos elementos del lenguaje braille porque hubo un tiempo, en mi libro Luz de los otros, en el cual pensé que sería el camino que tendría que recorrer mi poesía una vez que se cumpliera la degeneración macular diagnosticada. Luego, ya con más calma, supe que el braille es un lenguaje más entre las múltiples llaves y cerraduras que nutren mi trabajo. Me gusta narrar, soñar, reinventar, decrear, deconstruir, extrapolar las citas e incluir un bagaje de emociones que se citan a través de otras artes y de otras experiencias. La diabetes es una enfermedad con la que dialogo desde lejos, pues la padecen algunos amigos y mi padre. Representa ese dulzor amargo que nos recuerda el cuerpo, que nos hace más frágiles y, por lo mismo, más humanos. Tan solos, dirías tú, Xavier.
- En tu poesía también hay una voz poética que tiene miedo. ¿El miedo es poesía?
- Me gustaría pensar que en mi voz existen muchas emociones y el miedo es una de ellas: la angustia, el gozo, la desesperación, el agradecimiento. Escribo desde la emoción (incluso en la poesía más experimental) y el miedo es uno de esos pasos que enfrentamos al avanzar hacia el poema. Primero, porque no sabemos hacia dónde van esas palabras que ya tienen impulso y cuerpo propio, pero por cuya sangre estamos conectados. Temor no a la equivocación sino a no hallar el misterio; si un poema no lo siento diferente a otro, un libro a uno, incluso con las obsesiones y ciclos personales, sí podría entrar en pánico. Admiro a los poetas que se reinventan en cada libro y cuya voz, en el fondo la misma, resuena diferente. Mi miedo en la poesía sería a repetirme, tal vez. No me importan la trascendencia, la fama, ni si tengo lectores. Lo que no podría soportar es mirarme en un espejo y ver siempre el mismo rostro.
- La figura del padre siempre es un tema de choque en los poetas, sobretodo en los hombres. ¿Qué piensas de ello, a propósito de que en tu obra hay una presencia importante de esta figura?
- En la primera etapa de mi trabajo no aparecía mi padre como ahora: la madre, la abuela, la mujer en general tuvo un lugar de privilegio en la conformación del mundo natural o panteísta. Incluso en el aspecto religioso, el padre era más Dios que un ser humano. Con la edad y las enfermedades de mi padre es que empecé a buscarlo en los poemas. Me di cuenta que no he estado tan cerca de él y me hace falta. Al gustarme los ritos, el drama de la ópera, fue muy fácil convertirlo en un dios escandinavo y acercarme por medio de la música a lo que no sé de él, a su misterio. Mi padre es un poema en construcción del cual sólo tengo la música.
- Otra preocupación en tu poesía es la figura de Dios, muchas veces ligada a la concepción machista que rechazas haciendo una gran defensa poética al género femenino. ¿Qué opinas de esta lectura?
- Es curioso cómo enlazas cada pregunta con el discurrir de la entrevista y el devenir del libro. Hablamos de Götterdämmerung, una antología personal, que da cuenta de una parte de mi trabajo poético, pero no del resto de una obra más vasta que no entró por características de tema y de discurso. En efecto, me disgustan el machismo y la intolerancia de nuestra sociedad, su falta de respeto hacia las minorías y esa manera de creer que el hombre, por mandato divino, es dueño de lo que está a sus pies, sean mujeres, animales o cosas. En el fondo, soy un poeta romántico al que le gustaría que el mundo fuera más apacible e igualitario. Soy homosexual y de allí se deriva que la actitud machista no sea mi fuerte, aunque también soy católico y el hecho de vivir en México no me desliga de cierta formación que no siempre se mantiene en armonía con mis ideales.
- Hay muchos ángeles en tu poesía. Dices por ejemplo: “El ángel está hecho a imagen de los pájaros”, ¿cómo volver poético a los mitos del universo celestial del Cristianismo?
- La distancia más corta entre el poema y el lector es el poeta. No tengo clara la intención de volver poético un mito, justamente porque creo en la poesía como una revelación. Si esa epifanía se auxilia de la figura del ángel es bienvenida, como lo es si se aparece con la forma de una piedra o de un relámpago. El canto, que es pieza fundamental en mi literatura, sí que está más ligado a las aves. En algún momento digo que las ballenas son ángeles y me refiero a su capacidad de cantar y no, como pudiera pensarse, a la facultad del vuelo. El poema es una liturgia, lo dijo Octavio Paz, y yo, como Walt Whitman, lo celebro y lo canto.
- Tienes un gusto por transgredir poéticamente todo lo establecido por las cosmogonías. ¿Te gusta dialogar poéticamente con los mitos y sus personajes?
- La poesía nos enseña que las palabras nunca son idénticas ni se les permite corresponder exactamente con algún objeto. Desde allí existe una transgresión. Un poeta que observa su propia poesía termina sin observar nada, ni a sí mismo. Más que la rebeldía gratuita del adolescente, por ejemplo, mi empeño está en el cuestionamiento difuso, en la pregunta sesgada, en el camino tangencial de nuestros propios pasos. No me ocupo de los temas que adornan y alivian sino de los que son, a la vez, bendición y sentencia.
- Leyendo algunos poemas asumo que en algún momento quisiste ser Sacerdote. ¿Qué sucedió?
- Asumo la liturgia del poema desde el ofrecimiento, no desde la opresión. No hubiera sido sacerdote ni en mis sueños porque soy muy carnal y me encantan los hombres. Dios, sin embargo, es un hombre al que amo enormemente: le pongo pantalones y también lo desvisto. Me gustaría pensar que ejerzo un sacerdocio en el poema, pero hasta allí. Al hombre lo que es del hombre.
- En la antología que publicamos en Ecuador: Götterdämmerung hay poemas de varios libros tuyos en donde encontramos distintas formas y estructuras versales, así como momentos de riesgo: caligramas, transtextos, transpolarizaciones, voces poéticas distintas que dialogan, poemas visuales, poemas en prosa. ¿Esto tiene que ver con la gana de ser “vanguardista” desde la forma y no desde el contenido?
- En principio, no me interesa ser vanguardista sino experimental: la diferencia estriba, según yo, en que veo cada poema o cada libro como una obra arquitectónica que exige su propio trazo. Prefiero ser malinterpretado, malentendido, que estar por encima del lector indicándole el camino, el único, por el que debe desplazarse. En un poema sencillo puede haber una sola ruta. Un poema complejo me da la oportunidad de explorar distintos caminos y texturas. Ningún poema puede leerse tal y cual fue concebido por el poeta y yo juego con esta imposibilidad al máximo. Mi incapacidad para entender del todo un poema de John Ashbery no afecta su belleza o su fealdad. Por el envés, cuanto más rápido entiendo un poema y se desgasta, menos me interesa.
- Siento que tu poesía es fiel a lo verdaderamente poético, sobre cualquier novelería formal. ¿Qué piensas?
- El menos interesado en reflexionar sobre mi trabajo soy yo. De verdad lo digo. Disfruto el proceso de la creación de un poema y mayormente su revisión, por eso la extiendo por años. Sin embargo, pocas veces me detengo con el pensamiento en la poesía. Mi disfrute es orgánico, como en el sexo. Lento, sí, pero con más cuerpo que ideas. El poema debe resistir a la inteligencia.
- En muchos de tus poemas “místicos” he sentido que para ti la naturaleza es la materia prima de la poesía. ¿Qué opinas de esto?
- Definitivamente un poema es una extensión natural del ser humano. Y, como seres humanos, somos naturales: piedras, agua, aire, luz. NO sé si haya misticismo en mi trabajo; religiosidad, sí: un re-ligar con todo y con todos. Los elementos de mi comunión son los de la naturaleza, insisto, pero un poco más allá. Eugenio Montejo dice que “la terredad del pájaro es su canto”. A esta terredad aspiro.
- Otro eje importantísimo en tu obra es el tema del amor y el erotismo. ¿Cómo lo asumes si se supone que está gastado y ha sido maltrecho en muchas ocasiones en nombre de la misma poesía y de los mismos “poetas”?
- ¿Cuándo uno debe escribir sobre el amor?
- Cuándo deben escribirlo otros poetas, no sé. Yo hago poemas de amor porque estoy vivo. El erotismo nos mantiene con vida y en contacto con los demás. Hablo de enfermedades del cuerpo y, entonces, hablo desde el ser orgánico que sufre. La felicidad se desborda entre la multitud y, en cambio, la soledad se refugio en las esquinas de los huesos. Quien maltrata el amor o lo desgasta tendrá que encontrar otros poemas, otros poetas, otra persona que lo reconcilie con la vida. Yo persigo esas páginas que no han sido leídas (o se han leído mal) para volver a numerarlas y ponerlas a prueba. Para los que piensan que el poema de amor es un somnífero, yo prefiero decirles: la poesía es un umbral.
- Siento que tus poemas de amor no son hechos de hipérboles o lirismo mentiroso. ¿Qué piensas?
- Qué te puedo decir. En uno de mis poemas digo: “toda la historia es falsa. Sólo es cierto el amor”. Y lo suscribo.
- La Mantis religiosa está presente siempre en tu poesía. ¿Qué representa para ti este insecto que además lleva el nombre de tu editorial?
- Insistiendo en las citas que tanto me cobijan y enriquecen, te diré que “yo soy otro”. La mantis religiosa es un insecto sin facultad de canto, agresivo en la supervivencia y cuya postura nos remite al rezo. El insecto me representa bien y por eso lo tomé como figura para la editorial que dirijo. Con humildad, realizo mi trabajo y aspiro al canto: si no está en mí, que esté en los otros que publico.
- ¿El amor y la muerte son el complemento perfecto?
- La mantis religiosa sobrevive cuando la hembra, después del coito, mata al macho y asegura el alimento de sus hijos. Esta es una gran lección: “lo que era se mueve hacia lo que es, desmembrado pero duradero” (Laura Riding, poeta.)