La Otra convoca a su concurso de Minificción «Agustín Monsreal». Aquí la teoría del pigmeismo y unas muestras de gran altura de su progenitor.
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MINIFICCIONALIDAD PIGMEÍSTICA
Agustín Monsreal
MINIFICCIÓN
*El gran secreto para que una minificción resulte don perdurable radica en saber atrapar la fugacidad del instante, en hacer del relámpago y el trueno un escándalo sin fin, un eco universal, eterno.
*Lo maravilloso es que en el gran mundo de la minificcionalidad todo es posible, todas las fantasías, las aventuras, las transformaciones, los viajes estelares en los espacios infinitos, los exilios interiores, todo cabe en el minificcionismo con una sola condición, que sea verosímil: lo absurdo, lo ilógico, lo insólito, lo sobrenatural, porque la minificción suma y multiplica, siempre es incluyente, no divide ni rechaza ni excluye a nadie, que cada lector sea el que juzgue, el que disfrute, el que se deleite, el que juegue y se dé la libertad incanjeable de leer como un ejercicio gozoso perdurable.
*Conocer el sistema nervioso de la minificción para poder utilizar a nuestro favor cada uno de sus tejidos, otorgarles vida propia, hacerlos latigueadores, rutilantes, espectaculares, catedralicios. Entonces podremos imaginar los mapas más diversos y conseguir que cada trazo, cada línea, cada palabra sea una sorpresa, un asombro vital, inaudito, inolvidable. El único compromiso es descomprometerse, ser libres para responder al acto de la creación sin ninguna camisa de fuerza. No repetir ningún hallazgo, ninguna fórmula, porque de hacerlo la novedad se torna falsía, el acto creador se vuelve copia tonta. Hay que tener una entera y clara disposición para esa especie de deslumbramiento nupcial que significa la invención del mundo.
PIGMEÍSMO
*El pigmeísmo es el instante que recoge una lágrima, el roce de una piel, lo fugitivo del crepúsculo, el profundo sentido amoroso de una pérdida, la resignificación de un beso, el universo en la superficie de una uña, el desplante infantil de un amanecer, una desnudez a perpetuidad, el prodigio de un rayito de sol entre la lluvia, un dolor que nunca deja de doler, un estar aquí cuando crees no estar en ningún lado, el gran espejo donde se refleja Dios, una tarde que huele a nombre de mujer… Instantes… Instantes que perduran en los labios del corazón, en los latidos encorazonados del alma, en la verdad, en la belleza, en la paz de un último aliento, en los bordes de una cicatriz, en las orillas de una tormenta silenciosa, en la insólita humedad de un beso, en lo cadencioso de un tren surcando el mar en la alta noche, en el terciopelo de un vino leal en tu boca, en la muerte y sus arbitrariedades, en la novedad de cualquier fuego, en la inmortalidad de una estrella, de una ola, de una lágrima, el secreto fugaz de un pájaro que dibuja la tarde, la neciedumbre de un amor contrariado, instantes, lunas para siempre, pasiones, soles fríos, músicas efímeras, ciudades edificadas por fantasmas, amantes que duermen al filo de la desmemoria, alaridos en algún rincón del sueño, plegarias para desmortificar el espíritu de los difuntos, niños ahogados en gotas de tinta china, besos en su sitio, tazas de café envueltas en milagro, obsesiones descarriadas, sílabas desobedientes, puertos de los que no se parte y a donde nunca se llega, nubes prácticas, paisajes acurrucados en el recuerdo, instantes, inocencias que mis sentidos han espigado acá y allá, en todas partes, en algunas calles del cielo, en algún delirio, alguna locura insomne, instantes que son la parte de un todo y una porción de nada, instantes que recojo y vuelvo palabras, para decirme, para tratar de saberme en lo que soy, en lo que dudo que soy, en lo que creo que soy, en lo poco que sé de mí, en lo pasajero que es todo lo que sé y que se va conmigo cada que me ausento, cada que me dejo de lado, cada que parto hacia lo más profundo de mi yo desconocido, cada que me desdibujo cada que digo yo… Instantes… Instantes que abren por primera vez los ojos a la luz, y uno sabe con certeza que ahí se encuentra el porvenir. ¿Qué otra cosa soy, finalmente, sino memoria de mí mismo?
*El secreto del pigmeísmo está en hacer los cuentos menos largos para que parezcan más cortos. Porque si a los cortos los hacemos menos largos, corren el peligro –la verdad innecesario– de desaparecer, como una persona que va desnuda por la calle y la gente sólo se fija en que no va vestida correctamente, si es que la ve. Lo que sí es indispensable es que, en el núcleo de la cortedad de su largura, haya un universo.
DIOS. OCTAVO DÍA
¿Y ahora qué?
CUERPO PRESENTE
Soy un sexópata casto.
SENOS
Dos no son suficientes y mil no son demasiados.
ASÍ LAS COSAS
¿Quién mejor que yo para firmar mi acta de defunción?
PECADO Y PENITENCIA
Desde que vivo contigo, nunca he vuelto a vivir a gusto conmigo.
AGUIÑAPADO
Estaba enfermo de algo muy doloroso y desesperante, estaba enfermo de vivir.
CUENTO SIN RED
Cuando la trapecista falló y se precipitó al vacío, el público aulló, febrilmente fascinado.
A TIRO DE PIEDRA
Brazos raquíticos, pecho hundido, piernas enclenques, hombros retraídos, caderas huesudas, ojos aguanosos. Pinche espejo.
COMO DIOS MANDA
Si te peleas con tu mujer y quieres ganar, ponte del lado de tu mujer.
SIMPATÍAS IMPERFECTAS
Cristo te ama y cree en ti; todos los demás creemos que eres un pendejo.
VANIDAD OFENDIDA
Así que no me conoces, eh, pues pregúntale a tu mujer quién es el padre de tus hijos.
ANONIMADO
Un pigmeísmo que de tan penoso, de tan piojito que se siente, se hace cada vez más chiquito para no pasar inadvertido.
LA FE Y LA CIENCIA
Casi desahuciado entró al quirófano. La operación duró más de diez horas. Lograron salvarle la vida. Su esposa suspiró: Otra vez será.
INTIMIDAD DE ALCOBA
Marido y mujer duermen. Ella sueña que mata a uno de sus hijos. Al despertar, él le pregunta: ¿A cuál de los dos?
PRENATAL
Para no dejarle nada al azar, decidieron saberlo de antemano. Iba a ser niño. De inmediato, el futuro papá presintió a un enemigo.
AL CONTRARIO DE LO QUE PODRÍA PENSARSE
Le dije, mediante gestos universales, cómo me llamaba. Ella, con un sonido gutural, me dijo su nombre. Así fue como nos hicimos amigos.
TESTIGO DE CALIDAD
Cada que veo a la pobrecita de mi sombra, tan frágil, tan contrahecha, tan perdida en las llanuras de la tristeza, lloro por mí.
LA FÓRMULA EXACTA
Hubo una vez un niño que deseaba con todas sus fuerzas ser escritor, y que perdió la fuerza del deseo en cuanto probó el dinero.
SENCILLECES
Se deshizo de mí como de un zapato viejo, más o menos de la misma forma en que la dinastía Ching logró desplazar a la dinastía Ming.
¿TAMBIÉN ESTO PASARÁ?
Miré de frente al espejo y sentí una gran compasión por él, por la inmensa carga de soledad que llevaba a cuestas, por el vacío infinito que derramaban sus ojos.
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