La poeta mexicana María Rivera responde al ex funcionario de la Secretaría de Cultura y miembro de la revista Letras Libres, Julio Trujillo, en medio de un debate que ha levantado ámpula en el ámbito literario mexicano, porque bajo criterios, absolutamente parciales, se ha beneficiado a un grupo de amigos que han determinado, con recursos públicos, erigirse como la nueva poesía mexicana y viajar, también con recursos públicos, y argumentos privados, por Europa con el estandarte oficial, no crítico, de una antología formulada desde los escritorios de la flamante nueva Secretaría de Cultura del país.
Por María Rivera
En días pasados se publicó en el suplemento Confabulario de El Universal una crítica que escribí a propósito de la antología México 20. La nouvelle poésie mexicaine que puede leerse aquí. Ante mis señalamientos, si bien no ha habido ningún pronunciamiento oficial, el poeta Julio Trujillo, ex funcionario de la Dirección General de Publicaciones y encargado de la confección y publicación del libro, hizo un comentario que alude a ellos desde su columna del periódico La Razón. El texto puede leerse aquí.
En su artículo Trujillo confirma los señalamientos hechos en mi texto y trata infructuosamente de justificarlos. Admite, por ejemplo, que México 20. La nouvelle poésie mexicaine no es una antología de la «nueva poesía mexicana» sino un compendio de poetas seleccionados arbitrariamente, al que llama de manera eufemística «un libro digno de poesía mexicana reciente». Asimismo, sostiene que quienes firman como «antologadores» no escogieron ningún poema ni llevaron a cabo ningún ejercicio crítico debido a que «trabajaban contra reloj», justificación inaceptable tanto para quienes se comprometieron a hacerlo como para la autoridad responsable. También reconoce que el trabajo de los antologadores se limitó a discutir una lista en la que se repartieron y negociaron autores, y en redactar una cuartilla con generalidades. Igualmente, que fueron los propios poetas los que se encargaron de antologar su propio trabajo y que el libro no es plural ni representativo aunque se presenta como tal.
Me permito citar, nuevamente, el prólogo firmado por Esquinca, Moscona y López Mills donde se evidencia la simulación y no se le da el debido crédito ni a los poetas autoantologados ni a Julio Trujillo: «Nos fue solicitado que eligiéramos veinte poetas de menos de 50 años para realizar una antología de poesía mexicana. Una tarea ardua porque el rostro múltiple de la poesía que se escribe en México admite seguramente más de 20 nombres. Nuestro trabajo se trató de examinar y de excluir, a pesar nuestro. En primer lugar nosotros escogimos a los poetas y después cada uno de nosotros hizo su propia selección. Así el libro contiene 20 breves antologías.» Estas líneas, simplemente, faltan a la verdad.
Estas confirmaciones hablan del desaseo y la poca seriedad con la que se llevó a cabo el proyecto y señalan, inequívocamente, la discrecionalidad en la asignación de recursos públicos para la promoción, no de «la nueva poesía mexicana» en el extranjero, sino de un grupo de poetas, cuya selección no fue debidamente explicada.
La única novedad que Trujillo aporta, y que merece un comentario adicional, es su reconocimiento de que fue él mismo quien seleccionó finalmente los poemas que se publicaron de entre las páginas proporcionadas por los propios poetas. Esta no fue una gestión administrativa sino sustantiva. Trujillo debió haber añadido su nombre al de los antologadores. El que no lo hiciera –y que no se mencionara su papel en el prólogo- es anómalo e indebido ya que actuaba en su calidad de servidor público y funcionario, no de poeta oficioso. En el mejor de los casos su papel en la confección de la antología fue opaco. Esto se agrava por el hecho de que la verdad sobre el procedimiento seguido sólo empezó a develarse hasta que se hizo pública una crítica al libro. Es presumible que los contratos de los «antologadores» incluían la obligación expresa de hacer una antología. De ser así, habría motivos para exigir responsabilidad a los funcionarios públicos involucrados. En aras de la transparencia sería conveniente que dichos contratos se hicieran públicos para conocer sus términos y la contraprestación que recibieron por realizar una lista de autores y redactar una cuartilla.
Tal vez no sobra decir que el manejo desaseado de La nouvelle poésie mexicaine merecería la censura, más allá de los poetas que aparecen o no en ella. El punto no es que México 20 sea «un libro digno de poesía mexicana», sino si el libro se hizo con la pulcritud y dignidad suficiente como para presentarse como «buena, presumible y exportable poesía».