Sofía M. Castillón Arancibia nos hace una crónica de la más reciente edición, la 26, de este prestigiado festival de poesía de Colombia que ha representado un emblema contra la violencia y la estulticia, un canto de esperanza.
«DE PIE CONTRA LA MUERTE»: 26º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Sofía M. Castillón Arancibia
sofia.castillon@gmail.com
El Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia) se inauguró en 1991 como un espacio de resistencia ante el narcoterrorismo, el sicariato, los secuestros, las masacres, la guerra. Desde la década del ’70 la ciudad de Medellín, capital del departamento de Antioquia, ha visto su historia teñirse de un rojo cada vez más oscuro: sus muertos arrojados a ríos y a fosas comunes, sus vivos desplazados y perseguidos por los paramilitares, por la guerrilla, por la pobreza. Frente a las cicatrices que se cosen con huesos anónimos en las tierras colombianas, la Poesía abre los ojos y ofrece su mano.
Lo que comenzó en 1991 como una jornada de Poesía que incluía intervenciones teatrales, música y lecturas, en 2016 celebró un encuentro de más de 102 poetas durante ocho días, al que se sumaron talleres de creación literaria, conferencias magistrales, intervenciones musicales y teatrales. La Fiesta de la Poesía se abre para que todos puedan disfrutarla: a diferencia de otros Festivales que miran la creación de puertas para adentro, el Festival Internacional de Poesía de Medellín convoca a la sociedad en su conjunto para construir una experiencia total al servicio de la paz.
El 26º Festival Internacional de Poesía de Medellín rindió homenaje a la Memoria de Eleusis, recordando los misterios eleusinos, ritos anuales que en la Grecia Antigua celebraron el culto a las diosas Démeter y Perséfone, es decir a la tierra fértil, a la vida y al renacimiento.
Además, bajo el nombre de Estación Rimbaud se celebró al poeta francés Arthur Rimbaud, el joven rebelde que una vez sentó a la Belleza en sus rodillas, y la injurió. Su ofrenda esencial, crítica y controvertida hacia la Poesía fue tan intensa como para poder decidir abandonar la palabra para siempre, y dejarnos su legado de ruptura estética y renacimiento espiritual.
Eleusis y Rimbaud constituyen memorias de un Occidente que tenemos el compromiso de volver a significar desde la experiencia artística, desde la palabra, desde el oído abierto y la mano extendida hacia el prójimo.
El 23 de junio en La Habana (Cuba) se firmó el tratado de Paz que da inicio al fin del conflicto armado en Colombia. Al cese al fuego se le sumó una hoja de ruta trazada tanto por el Estado colombiano como por las FARC para que en 180 días se finalice el proceso de dejación de armas. Más de sesenta años de conflicto que dejó una tierra sembrada con más de 250.000 cuerpos sin nombre, y ríos como venas abiertas que son tumba para carnes mutiladas y brújula para losdesplazados. El 26º Festival Internacional de Poesía de Medellín abrió sus puertas como un tributo para la reconciliación, y como si fuera la voz de Juan Gelman, continúa insistiendo: «(…) ahí está la poesía; de pie contra la muerte».
MEDELLÍN POR LA LIBERTAD LIBRE
Medellín fue bendecida con una eterna primavera, y esto no sólo implica un factor climático agradable: se vive en el calor de los paisas en una ciudad que se esfuerza por reconstruir su tejido social con hilos culturales, con la pulcritud del metro, con los sabores que ofrece su riqueza gastronómica. El invierno que nace de la despedida de la diosa Démeter con su hija Perséfone pudo haberse alojado en otros fríos: en la pobreza, en la violencia, en los silencios urbanos que dan la espalda a los gritos del campo.
En Medellín se encuentra radicada una de las industrias textiles más importantes de Latinoamérica. Medellín, centro de la moda colombiana. Medellín, capital de la deliciosa bandeja paisa, plato voluptuoso que celebra el fríjol, el plátano y el chicharrón. Medellín, que alza con orgullo sus metros y metrocables confortables y modernos, mientras mira burlona al transmilleno bogotano.
Medellín, que en 2016 celebró su salida del listado de 10 ciudades más violentas del mundo publicado por el informe anual del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal de México. Medellín, ciudad donde las Madres de la Candelaria reclaman todos los viernes por sus desaparecidos vivos, libres y en paz. Medellín, que trascendió al mundo por sus cárteles y sus muertos, hoy quiere mostrar sus primaveras.
Así, mientras las Madres de la Candelaria alzan la voz a los locales que intentan voltear la mirada y los turistas curiosos que filman con su celular, también podemos ver una multitud de jóvenes en el Parque de los Deseos dispuestos a escuchar poesía. Un escenario amplio, pantallas gigantes, vendedores de plátano frito, de mango con pimienta y limón, de raspadillas, de gaseosas, de cerveza y de ron circulan como si el espectáculo fuera un recital de rock. ¿Será que en la búsqueda por la palabra justa se aloja la determinación necesaria para la paz?
En la inauguración del Festival, el director y miembro fundador Fernando Rendón pronunció un discurso en el que destacó el hecho de que muchas de las personas que asistieron al encuentro podrían tener entre 18 y 34 años y no conocer qué había pasado en Medellín en 1991. La ciudad, si bien no es ajena a los profundos conflictos sociales grabados en el mapa colombiano, se ha elevado sobre la cultura de la muerte: la puja por construir una ciudad donde se aloje un pueblo creador, libre, cuyas identidades culturales puedan resolverse desde la resistencia espiritual, la fuerza creadora y la inteligencia. Dice Rendón: «Este Festival es la encarnación de la lucha por la paz, por la reconciliación de Colombia en el fuego vivificante de la poesía».
Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés de origen sefardí, en una carta dirigida a Fernando Rendón, expuso:
«Colombia que crea a la temperatura de su propia destrucción, enredada en múltiples conflictos, antiguos y modernos, y tantas contradicciones que lo ciegan y entristecen hasta la crueldad y el horror, en vez de servirle de barro mostrar la belleza y riqueza de sus gentes y tierras. (…) Espero que Colombia, inspirada por vuestro Festival Internacional y por la fuerza espiritual del poeta Arthur Rimbaud, pueda firmar los Acuerdos de Paz y acoger todos los influjos de vigor y de ternura auténtica. Cuando llegue la Aurora del Posconflicto, armada de ardiente paciencia, sin distinción de origen, confesión, clase ni color de piel, todos los compatriotas colombianos entran con las manos unidas en la espléndida geografía e Historia de la Paz, por todos los territorios de Colombia y todos los corazones del mundo».
El poeta colombiano Pablo Montoya, refirió a la cruzada albigense al rememorar la leyenda de Madame Carcas que da nombre a la Ciudad de Carcassonne, Francia. La voz que recupera las ruinas de un pasado europeo echado al olvido, también habla de un occidente que desdeña su Historia. Colombia reclama su pasado y su memoria, la poesía se vuelve testimonio de la indiferencia aquí, y allá:
«Carcas y el sonido de la campana. El rostro femenino que le dio nombre a este diseño de fortificaciones. Una ciudad sobreviviente a pesar de la brutalidad. Cómo no llorar ante sus torres. Palidecer de vergüenza en las almenas sin nadie. Depositar una flor o una hoja, menoscabadas por la estación de las lluvias, sobre alguna de las estatuas decrépitas. Por ejemplo, este hombre sin faz que hace una señal de esperanza en el vacío. O el cordero cuya cruz es una espada fragmentada que penetra su lomo. O el ave que abre el pico y no tiene la espiga y es como si aullara a lo largo de los años. Cómo hacer que mis pasos sean el homenaje y también la protesta.»
Mientras tanto, un vendedor de cerveza y agua que ofrecía sus productos con gritos vigorosos, fue interrumpido por otro vendedor de plátanos fritos: «¡no grite, no ve que están escuchando la poesía!».
El poeta francés Alain Borer compartió la idea de Rimbaud sobre la libertad libre. La apropiación del espacio público, el silencio respetuoso de la escucha, la poesía como lugar de encuentro y el arte para la reconciliación construyen caminos reales para esta libertad libre.
CELEBRACIÓN DE LA IDENTIDAD
Gcina Mhlophe, poeta sudafricana, durante la inauguración del 26º Festival Internacional de Poesía de Medellín reflexionó: «Cuando conoces a alguien de otro lugar no lo envidias; lo admiras, pero estás orgulloso de ser quien eres. ¿Saben ustedes quiénes son, de dónde vienen?». La búsqueda de la identidad es una de las funciones sociales de la poesía. El encuentro con el otro permite encontrar aquello que nos identifica y aquello que nos diferencia; nos enseña a ser tolerantes y respetuosos con otras culturas, y también a valorar en los demás el encantamiento de lo distinto.
Toda creación artística supone un trabajo de Memoria. Existe una reflexión estética que sitúa al artista en su tiempo. La revista Prometeo nos permite leer en su número 104-105 a los poetas invitados al 26º Festival Internacional de Poesía de Medellín, y allí encontrar la pregunta por el lenguaje en América, en Asia, en África, en Oceanía y en Europa. Koulsy Lamko, poeta de Chad, proclama «(…) Sólo los dioses y las diosas saben bailar / Necesito una tierra de paz… de paz, de paz, de paz. / ¡La tierra de los dioses está muerta!».
Juliane Okot Bitek, poeta de Uganda, estremeció con sus poemas durante el cierre del Festival. Se puede leer su poema «Día 87»:
«La reconciliación es algo grandioso
la reconciliación es fotogénica
la reconciliación hace que todos sonrían
la reconciliación se siente bien se viste bien
escribe bien conjura sueños buenos
La reconciliación se ha metido en mis asuntos
la reconciliación se ha metido con mi vida
la reconciliación apunta a mi cabeza
la reconciliación no me deja otra opción
no me malinterpreten
la reconciliación quiere que limpie mis lágrimas
que deje bien limpio el pizarrón
quiere que olvide a mi primera hija
la que no pude enterrar.«
Samm Monro, de Zimbabue, y Deeb, de Egipto, son poetas y artistas del hip-hop. Las presentaciones bilingües contaron con lectores preparados, que en este caso, también propusieron un ritmo acorde a la versión original. Samm Monro, en su poema «Casa de hambre», dice: «Sé bienvenido a la Casa de Hambre / Bienvenido a las paredes de miedo e ira / Escucha los gritos de niños violados / Oye la sangre de esperanzas heridas / Escucha cómo retuercen las muñecas de los activistas / Mientras abandonados y ampollados quedan los sueños / de vida. (…)».
En mismo tono de protesta social, Deeb dice en «Aves migratorias»: (…) Ser un extranjero te puede afectar, especialmente / si extrañas a tu familia, amigos, comida / cuando regreso a casa encuentro a mamá preparando / mi plato favorito, / al día siguiente me uno a una protesta a exigir libertad / para mi país,/ mi país, como una mariposa que acaba de abrir sus nuevas alas, / y luce sus colores en el jardín, / mientras hace el juramento de nunca volver a sus penas. (…)».
Marianela Medrano, de República Dominicana, rememoró la masacre que en 1937 se ejecutó debido a la exigencia del dictador Trujillo de que todos pronunciaran la palabra «perejil», develando la identidad de los haitianos que no podían pronunciar la «r»: «(…) Somos jardín y tierra semilla y flor / Pistola y bala cadáver y muerte / El pasado nos divide y nos junta / Sé que Shibboleth es real / cuando mi lengua se tropieza / con la piedra gigante de la historia.»
La poesía, testigo de la Historia, archivo biográfico que permite recuperar el mundo interior y más humano, se ofrece como testimonio imperecedero del dolor. El lenguaje se alza sobre los cielos fatigados por la violencia, y forma un espejo en el cual todos podemos reconocer nuestras miserias, nuestra capacidad divina para construir a pesar del horror. Dice Freddy Ñañez, de Venezuela «(…) 141 Todo poema es en el fondo un testimonio del conflicto universal. Cada intento se inscribe en el ominoso momento aquél en que todo se partió en dos». Agrega Fredy Yezzed, de Colombia: «(…) 1.3 El mundo siempre ha sido una colección de murallas, & y el lenguaje no es más que una de esas inquisiciones del cielo. La poesía sólo comete la osadía de saltarla. (…) 1.32 Anudar una palabra a otra, con la esperanza de unir un hombre con otro».
La admiración hacia el otro permite que todos reconozcamos que vamos «Por el país oscuro» que escribió el poeta suizo Jochen Kelter:
Voy rodando por
el país oscuro y leo
como lector viajando
por el país oscuro
por el país más oscuro
viajo leyendo
iluminado sólo en sus
márgenes que leo
viajo por la oscura
vida y leo
releo el desconocido
país lo que desde el nacimiento
nos queda para morir
lo que impulsa gente
guerra voy rodando
por el país leo
sobre la flor de paz
junto a guerras por temple de lobo
y existencias ajenas
sueño muerte nacimiento una vida lograda en
el país oscuro me
adormecí y despierto
en la vida oscura
por la que viajamos
que ensoñamos
en la que morimos
mil muertes y no
sabemos si estamos
en la vida o en el sueño
Más de 102 poetas compartieron la cultura espiritual de sus pueblos, permitieron abrir la puerta al reconocimiento oportuno del dolor ajeno y propio, si es que son diferentes. La reflexión sobre el lenguaje es, también, un puente para la comunicación, para el entendimiento, para la aceptación del prójimo y de su historia como un componente necesario y vital para la propia identidad.
Medellín/Buenos Aires
Junio/Julio 2016