José Manuel Recillas, quien ha creado su propio proyecto cultural, La Academia Mexicana de la Poesía, revisa las relaciones de selección y los objetivos entre dos organismos nacionales destinados a «apoyar» la investigación científica y la creación artística y literaria. ¿Pero para qué y a quién sirven? Kyra Galván poeta, narradora y traductora, polemiza con Christopher Domínguez ¿Debe el Estado abandonar sus funciones de apoyo a la creación artística y literaria para no complicarse la vida?
Kyra Galván Haro: Literatura y prácticas corruptas
JOSÉ MANUEL RECILLAS: ¿Es comparable el SNCA con el SNI?
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Literatura y prácticas corruptas
Kyra Galván Haro
El viernes 19 de agosto de 2016, en el periódico El Universal, el crítico y escritor Christopher Domínguez Michael escribió un artículo: «Literatura y dinero público», el cual es polémico, como todo lo que suele escribir este autor. En él señala que lo mejor para terminar con las querellas en cuanto a cómo se seleccionan los autores por medio del Estado para aparecer en dudosas antologías o en las becas que se otorgan, mejor sería apartar al Estado de tan delicadas tareas que siempre se prestarán a discusiones. Que un buen escritor es bueno con becas o sin becas y esté donde esté. En esto coincido plenamente. Pero desafortunadamente creo que el punto no es éste, ni tampoco el otro.
El problema no es que algunos de nosotros los escritores, con muchos trabajos, no podamos sobrevivir sin la ayuda del Estado y tampoco es que el Estado mejor se aparte y se lave las manos. Hay dos puntos que creo que merecen la pena mencionarse. El primero es que el presupuesto para estos estímulos debería incrementarse. El presupuesto para la cultura en general, en un país tan rico en creatividad y tan estrecho en mentalidad es de risa loca. Es increíble que se otorguen 10 bequitas aquí y diez allá. Creo que el punto medular del asunto es que el sistema de selección (que de todos modos no puede sustraerse de la subjetividad) está mal construido y por lo tanto, se ha ido viciando con el tiempo gracias a que en todo el sistema también hay prácticas corruptas que lo ayudan. Y lo digo con conocimiento de causa porque durante un tiempo fui jurado del sistema.
Precisamente porque se pensaba que debería construirse un sistema de selección lo más «objetivo» posible, se diseñó una estructura burocrática en la que los jurados sólo tenían que palomear un cuadrito de «méritos» e ir sumando la calificación. Así, de ésta manera, el que tiene más premios acumulados gana.
Claro, se suman trayectoria, número de publicaciones, veces que se les ha otorgado la beca con anterioridad, etc. pero si no tienes muchos premios pierdes por default. Por lo que el proceso de selección de candidatos más parece el llenado de una papeleta de me late que un análisis serio sobre la calidad literaria de la obra del autor.
Y si la idea de las becas es estimular la creatividad de la comunidad literaria, en la realidad ha resultado contraproducente. Esto ha distorsionado la selección de dos maneras: en la primera, la producción literaria, sobre todo entre los jóvenes escritores, la vida se ha vuelto una frenética carrera para acumular premios literarios. Con esto ya tienes prácticamente asegurada la beca del FONCA. Hay que escribir y mandar el texto a cuanto concurso literario aparezca sin ninguna condición ética a ver en cuál de los cincuenta pega y casi por probabilidad estadística pega en alguno. Ya no se cuida tanto la calidad sino la cantidad de textos que puedes mandar cada año a los premios.
Además hay que tener en cuenta que también este sistema «pega» porque la mayoría de los premiados se mueve en una red de amiguismo o en grupos de poder que tienen acceso a los concursos siendo jurados y se premian entre ellos mismos. De esto se ha hablado mucho y no voy a abundar aquí. Tampoco voy a generalizar diciendo que todos los premiados tienen mala calidad literaria o viceversa. Sólo quiero dejar claro que no en todos los casos, un premio asegura la calidad literaria del autor ni su probidad moral y menos de los jurados.
Esto ha provocado a su vez que sólo la gran mayoría de escritores que tienen muchos premios sean los únicos a quienes se les otorgan las becas. Por un lado, son los ganadores innegables del tabulador y por otro, son juzgados por otros que están ahí, porque también son ganadores del Tabulador Estatal y además, son sus cuates. Y de ese círculo no salimos jamás.
Podría enumerar una larga lista de creadores con gran calidad literaria, pero que, a falta de «suficientes premios», no se acercan siquiera a ser finalistas gracias al sistema de selección. Algunos de ellos con una larga trayectoria de trabajo, experiencia y calidad extraordinaria, pues hace años no proliferaban tantos premios como hoy en día. Todavía hace unos años se castigaba con un año y medio de tiempo a los becarios, pues no se podía volver a concursar para darles oportunidad a otros. Esto se quitó para poder repetir indefinidamente con los privilegios.
En nuestro país la gente se cree mucho el decir popular. ¿Cómo atreverse a cuestionar a quien ya lleva en su haber cinco premios de esto y lo otro? Por algo será, ¿no? Se vuelve intocable y pasa a ser así como leyenda, porque aunque nadie lo lea todo el mundo se cree que es un genio de la creación.
No es sólo cómo la mayoría de las veces estas personas – los grandes elegidos – se vuelven unos egos inflados insoportables que pierden el piso demasiado pronto y también su posible crecimiento como escritores sino los muchos escritores que quedan fuera de las mieles del Estado porque ni siquiera se les da una oportunidad. Si se les diera oportunidad – algunos con muy buenos proyectos- posiblemente podrían publicar, una cosa que va tan aparejada con el nombre y a su vez descollar y despegar su carrera literaria que de otra manera es muy difícil pues el medio literario es implacable.
Así que no creo que sea cuestión de que el Estado se aleje, creo que es cuestión de corrupción en el sistema, como en muchísimas instancias del país y falta de inteligencia y sentido común en la selección. Modifiquen el tabulador, que los premios no influyan en la selección y verán cómo cambia la lista de elegidos. Exijan un adelanto del trabajo propuesto y califíquese en base a la verdadera calidad del trabajo y a la dedicación de una vida entera al trabajo literario.
Lo único que se está logrando es crear «literatos» inflados y al ahí se va, improvisados y apresurados por tener fama y fortuna. Y, si en última instancia, la solución es desmontar el andamio del Estado, pues así sea.
¿Es comparable el SNCA con el SNI?
José Manuel Recillas
¿Cuál es la idea detrás de un sistema nacional que apoye a un grupo específico de individuos y personas que ejercen alguna profesión? El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) tiene objetivos muy claros desde su fundación. De acuerdo a su propia página oficial, «el Sistema Nacional de Investigadores fue creado por Acuerdo Presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de julio de 1984, para reconocer la labor de las personas dedicadas a producir conocimiento científico y tecnología. El reconocimiento se otorga a través de la evaluación por pares y consiste en otorgar el nombramiento de investigador nacional. Esta distinción simboliza la calidad y prestigio de las contribuciones científicas En paralelo al nombramiento se otorgan estímulos económicos cuyo monto varía con el nivel asignado».
Como es bien sabido, el SNI es un organismo jerarquizado, perfectamente organizado y regulado, con diversos niveles de reconocimiento, los cuales deben renovarse de manera anual con comprobación rigurosa para acceder a dicho reconocimiento. Hay diversos filtros que permiten regular y controlar, hasta donde es posible, su funcionamiento. Y todo el proceso de ingreso a sus beneficios puede revisarse de manera fácil y sin complicaciones. La regulación interna de ingreso permite saber quién es quién, qué está haciendo, que ha hecho y dónde, y qué beneficios pudiera ofrecer, tanto en un nivel práctico como de investigación pura, es decir de aporte teórico.
Con todo y que el SNI ha visto mellado, más mediática que práctica y jurídicamente, su prestigio en algunos casos, que no son mayoría, de descarados plagios en artículos científicos que fueron aprobados por sus pares, sigue siendo un modelo de organización y transparencia para el apoyo del desarrollo del conocimiento científico en el país.
En el ámbito de las artes tenemos al Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) cuyos fines, de acuerdo con su propia página oficial, son similares a los del SNI: «tiene la finalidad de estimular, fomentar y apoyar la creación artística individual y su ejercicio en condiciones adecuadas, así como contribuir a incrementar el patrimonio cultural de México».
¿Son equiparables uno y otro, pese a que los fines que persigue pudieran parecer similares o equiparables? ¿Operan bajo las mismas reglas, o similares? Habría que ver los números fríos para hacer comparaciones. Y allí es donde todo se viene abajo. No sólo la información de la página del SNCA es extremadamente parca y sobria, comparada con la más amplia y explícita de su similar, sino que en comparación con ésta, el SNCA vive bajo la más arcaica opacidad, y opera prácticamente bajo un secretismo casi medieval.
Si uno observa los números fríos de los apoyos, el SNI es un sistema verdaderamente nacional. De acuerdo a datos del propio SNI disponibles en línea (Padrón de benficiarios SNI: http://conacyt.gob.mx/index.php/el-conacyt/convocatorias-y-resultados-conacyt/convocatorias-sistema-nacional-de-investigadores-sni/padron-sni), vigente de enero a diciembre de 2016, el número de investigadores que obtuvieron un apoyo fueron veinticinco mil setenta investigadores, con nombre y apellido, informando al interesado el nivel y el área al que pertenece cada uno, la disciplina y subdisciplina, su especialidad y la institución a la que está adscrito, a qué estado pertenece y su país de origen, y el monto del estímulo económico percibido en salarios mínimos.
Comparado con ello, ¿cuál es el alcance del SNCA, de qué información dispone en mortal común para enterarse de su funcionamiento? De acuerdo a su última convocatoria (http://fonca.cultura.gob.mx/wp-content/uploads/2016/02/bases_snca_20161.pdf), «se ofrecen hasta 200 estímulos» para la creación artística.
Una pregunta surge inmediatamente de esta elemental comparación. ¿Cómo puede ser nacional un sistema que se dice tal si apenas otorga 200 apoyos, no jerarquizados, comparativamente hablando con los 25 mil de su similar? ¿Puede cualquier lector enterarse de cómo funciona este sistema, por qué se le otorgó un apoyo a alguien y qué va a desarrollar con ese apoyo, qué está haciendo o va a hacer? ¿Es posible revisar las actas de deliberación que, se supone, los jurados, pares de los beneficiarios, elaboraron? Más importante aún, ¿es posible comparar los proyectos beneficiados con los que no lo fueron, en virtud de ser una cantidad ínfima la de los beneficiarios en comparación de su similar? No es lo mismo pedir que se revisen 25 mil resultados con que se lo haga con 200. Si el lector no entiende de números, basta señalar que 200 casos equivalen a menos de medio punto porcentual de esos 25 mil investigadores regulados por el CONACYT, exactamente el .008 por ciento.
Si hemos de medir el alcance de uno y otro, sin preocuparnos por su efectividad, que eso es otro asunto totalmente aparte y distinto, los números son simplemente apabullantes, y sorprende que absolutamente nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, haya reparado en ellos. ¿Hay 25 mil artistas desarrollando trabajos de diversa índole, de diverso grado, jerarquizado en el país? Muy probablemente sí. Entre músicos, compositores, pintores, escultores, artistas plásticos, novelistas, poetas, ensayistas, teatreros, dramaturgos, compañías de danza y coreógrafos, y un sinfín de artistas multi e interdisciplinarios, es probable que pudiera haberlos a lo largo y ancho del país. Lo que no hay es alguna instancia que norme y regule, o pueda normar y regular esas actividades como para proporcionarles apoyos acordes a su nivel y su desarrollo e impacto en la sociedad.
En un país con los niveles de injusticia e inequidad con que vivimos, resulta insultante observar que se otorguen 200 apoyos para múltiples disciplinas (apenas 40 para el área de letras) como si la población artística del país fuese la de una isla en el Pacífico.
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