El reconocido crítico mexicano de arte nos abre la puerta a la obra plástica de Sol Álvarez, quien hasta ahora había sido más conocida por su trabajo sobre artistas como Francisco Toledo y Silvia Barbescu y sus investigaciones de semiótica y promoción cultural.
Sol Álvarez: expresar, comunicar
Alberto Híjar Serrano
Es tal el desastre en esta hora de la crisis total, que lo mismo procede significarla con los detalles minuciosos de los pequeños incendios que con la furia que todo lo arrasa. Sol Álvarez opta por esta significación desarrollada por una tradición expresionista concretada en poesía, teatro, pintura y gráfica durante las guerras iniciadas en el centro de Europa para mundializar los horrores del Holocausto, de los bombardeos criminales, de las esperanzas canceladas en España. El sentido de todo esto, influye en el expresionismo de Sol Álvarez por razones familiares republicanas españolas y por sus trabajos de investigación histórica sobre las vanguardias artísticas y sus avatares institucionales. Familiarizada también con las relaciones afectivas con intelectuales y artistas distanciados pero afectados por los horrores de la economía-política neoliberal, encuentra al expresionismo como dimensión estética cotidiana mucho más allá de las formalidades artísticas. Georg Lukacs en los 20-30s descubrió el irracionalismo como sustento del nazismo y atribuyó al expresionismo un sentido decadente. No advirtió el filosofo húngaro la reivindicación de vías no racionales de apropiación de la terrible realidad, ante la crisis de los métodos y protocolos académicos y los limites de un materialismo histórico incapaz de explicar y menos transformar las pequeñas minucias que llevarían a Hannah Arendt, su discípula, a descubrir el mal como espantosa normalidad de las buenas conciencias, esa masa instalada en reconocer que no hay nada que hacer.
Sol Álvarez emprende la crítica a todo lo existente en los términos de generalización propios de la pintura para no confundirla con la ilustración naturalista y caricaturesca. No elude las referencias particulares, en especial, al insertar una foto de sus padres para deconstruirla amplificada con el poder de los brochazos de colores muy bien aplicados para alertar a los sentidos de la vista y el tacto y dar lugar a una significación irreductible al caos sin apropiación posible. A esto alude con cuadros construidos con gestos pictóricos furiosos encimados para ofrecer veladuras de colores cálidos deconstruidos por oscuros brochazos que no permiten reducción al agrado de contentillo. Al usar como soporte dos frágiles placas de cemento, alude al significar como sea, sin cánones técnicos ni recomendaciones de conservación de por medio. Algo así como cuando Siqueiros paupérrimo en Taxco, pintó sobre costales cuadros tan importantes como El Accidente en la Mina. En medio del caos, contribuyen a la desesperanza los pequeños horrores cotidianos y para significarlos, nada mejor que actuar sin protocolos propios del mainstream. Perros como ojos desorbitados y corporeidades en tensión rematadas con cabezas como puntas clamantes y agónicas en el derrame petrolero, son cuadros de formato mayor que van mucho más allá de la denuncia ecológica para aludir a la dialéctica materialista del combustible fósil y sus efectos en la salvaje acumulación capitalista. Este señalamiento es por supuesto excesivo, pero tiene que ver con el poder comunicante de los variados recursos expresionistas echados a andar por Sol Álvarez para dar cuenta de las cosas que pueden estar alineadas y parecer gratamente coloridas pero que también son violentas y brutalmente materiales.
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