José Ángel Leyva

Presentación La Otra 114

La Cultura, ese bien tan mal interpretado.
José Ángel Leyva
José Ángel LeyvaHace pocos años, cuando la crisis económica arreciaba en Europa, un académico francés, de izquierda, que asesoraba a un alcalde de derecha en el sur de Francia, afirmaba que en una cosa estaban de acuerdo la mayoría de sus compatriotas, que la educación era el fundamento ciudadano, su lugar en el mundo, y la cultura la esencia de la dignidad y el porvenir de un pueblo. Sin cultura el pasado es un monstruo y el futuro un miedo presente. Por eso, me decía, «cuando hay crisis, invertimos más en cultura, porque es la voluntad común, la fuerza, para vencer adversidades, reconocemos más cómo somos y cómo podemos ser.» En México, donde la dignidad se arrastra con mirada estúpida y el bien común se rige bajo el principio del profesor Hank González de que «un político pobre es un pobre político», la educación y la cultura no pueden ser vistos de otra manera que como males necesarios.

 

Es cierto, para los franceses hay un principio que cambia la perspectiva ciudadana, la educación no es un derecho, es una obligación. La cultura no atiende a caprichos u ocurrencias sexenales, son políticas de Estado. Hay una diferencia básica y es la perspectiva, los plazos. Unos miran en la inmediatez de lo que llaman fomento y que en realidad son acciones de campañas políticas, proyectos o programas que no contemplan la concatenación con programas de desarrollo que pasarían de sexenio en sexenio como encomiendas para las administraciones por venir, trátese de funcionarios del partido que sea, de cualquier ideología. Hay una legislación en este rubro que nadie puede alterar sin enfrentar sanciones rigurosas. La cultura como tal es un patrimonio inalienable, es tangible y es intangible. Es pasado pero también es futuro, es debate que se actualiza.

En las redes sociales hay campañas para que los mexicanos no hablemos mal de México. Pero es que en realidad muy pocos hablan mal de México. Se habla mal de los políticos mexicanos, se habla mal de quienes tienen una función y no la cumplen, de quienes se hacen del poder y se olvidan de trabajar por un bien común, por una patria, por una cultura, pues sólo cuenta la oportunidad de saquear o pasarla bien, o cuando menos de lucir por un momento un instrumento de influencia. No, ni siquiera Donal Trump, que hace gala de su racismo y su banalidad habla mal de México, habla mal de quienes no han sido capaces de abrir fuentes de empleo a millones de mexicanos que se ven forzados a jugarse la vida para cruzar la frontera en busca de un porvenir y de una patria para sus hijos, de una oportunidad para que no los maten en este país sin leyes ni justicia, donde la impunidad es la reina no solo del Pacífico, sino la reina de todas maldades.

presenta114

Donal Trump se burla de nuestro sistema político y económico, de quienes lo invitan a defecar en la Casa, no de los mexicanos, de quien se supone nos representa y tiene el honor de ocuparla, pero a la que no hace honor ni dignifica, de quienes en el fondo son como él, ignorantes y burdos personajes de la historia. Nunca, este peligroso demente, este bufón de la política estadounidense, pero amenaza real para el mundo, se ha referido a un intelectual mexicano, no ha aludido a nuestros artistas o nuestros académicos, no ha hecho caricaturas de nuestros museos o de nuestras tradiciones, de nuestros héroes, de las riquezas naturales del país, de las mujeres extraordinarias que dan voz a las nuevas generaciones de mujeres, porque simplemente no sabe lo que es México, no sabe lo que es América Latina. El problema entonces es que nuestros políticos, que recortan el presupuesto a la cultura, tampoco lo saben. Entre ellos y Donald Trump no hay mucha diferencia, no entienden el sentido de la patria, ignoran en verdad los valores humanos que conforman una historia, el patrimonio no de una nación sino del mundo, simplemente están parados en la tierra conducidos por sus intereses más elementales.  Ellos en el fondo si se sienten despreciados por Donald Trump. Desearían ser parte de su equipo y lo invitan con honores de presidente anticipado.

No se puede hablar mal de México cuando se critican sus males. Es lo contrario, se habla mal de lo que le hace daño. En qué cabeza cabe la represión de los maestros, de educadores a quienes se les prepara mal y luego se les pretende evaluar para despedirlos, en lugar de ofrecerles primero programas ambiciosos de capacitación en el diseño de una educación de perspectiva clara para la sociedad y no para unos cuantos. En qué mentes brillantes se despierta la lógica de que ante la crisis lo primero que hay que reducir es el presupuesto cultural, en un país castigado por el crimen, la corrupción, la pérdida de ética social y política.  ¿No es el momento de recuperar el tejido cultural y social que ha desgarrado literalmente el corazón de México? ¿No es el momento de revisar los programas de esta Nueva Secretaría de Cultura, que es más de lo mismo, que despide un tufo de negligencia y vicios enquistados?

No es pues hablar mal de México cuando uno piensa que México es otra cosa y otra causa, más allá de los gustos por el picante, el tequila, los mariachis, Televisa, o TV Azteca, Juan Gabriel o Vicente Fernández, de los clichés de fiestas patrias. El amor por Mexico está en su cultura, y de eso no saben, no entienden,  y no les interesa Peña Nieto ni a Donald Trump. Amor por México es la conciencia de pertenecer a una cultura que no inventaron en una administración, ni en un programa, sino que se reinventa y se revuelve para vencer el olvido y la indolencia, el cinismo y la tristeza, la estupidez y la banalidad.

 

Un comentario

  1. Agustin Abreu