El poeta cubano, Alex Fleites, augura un sitio especial para el más reciente libro del nicaragüense Francisco de Asís Fernández Invención de las constelaciones. Aquí una muestra poética del también director del Festival de Poesía de Granada, Nicaragua.
Francisco de Asís Fernández
Granada, Nicaragua, 1945. Poeta, narrador, ensayista y gestor cultural. Ha publicado los poemarios A principio de cuentas, 1968, con ilustraciones de José Luis Cuevas; La sangre constante, 1974, con ilustraciones de Rafael Rivera Rosas; En el cambio de estaciones, 1982, con ilustraciones de Fayad Jamís; Pasión de la memoria, 1986; Friso de la Poesía, El Amor y la Muerte, 1997, con ilustraciones de Orlando Sobalvarro; Árbol de la vida, 1998, con ilustraciones de Cuevas; Celebración de la inocencia: Poesía reunida, 2001, con ilustraciones de Cuevas; Espejo del artista, 2004, con ilustraciones de Sobalvarro; Orquídeas salvajes, 2008; Granada: Infierno y cielo de mi imaginación, 2008; Crimen perfecto, 2011; y La traición de los sueños, 2013. También ha publicado la novelera La canción de espacio, 1974; el ensayo Introducción a la armazón teórica de la Guerra Popular Prolongada, 1977; y la antología Poesía política nicaragüense, 1986. Es Presidente de la Fundación Festival Internacional de Poesía de Granada, Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua, y acreedor de la Medalla de Honor en Oro de la Asamblea Nacional de Nicaragua.
Chi Chi, hermano querido:
No sé si por la profusión de ángeles y pájaros que me recibieron en tu constelación personal, o por lo intenso de estos días pakistaníes, te he leído en suspensión: como si durante la experiencia gloriosa de tener tus palabras entre las manos levitara. ¡Qué hermoso libro! Y qué hondo golpea y acaricia, como la vida misma. Tu voz ya era personal y grande. Y ahora, cuando lo creíamos imposible, crece y se singulariza más.
Me has acompañado esta fría madrugada, me has devuelto la fe en la belleza y en la generosidad de juntar palabras como quien une piedrecitas, tormentas, amores, constelaciones e hilos luminosos de agua.
No soy bueno con las predicciones, porque no creo en ellas. Sin embargo, aventuro dos: Invención de las constelaciones muy pronto será reconocido como un clásico, y este no será, como me dices en tu nota, «el último libro». Para ese libro final todavía te faltan muchos años.
Van con estas líneas escritas «al vuelo», el abrazo caribe de tu hermano, el entusiasmo del colega y el fervor agradecido del lector.
Alex Fleites
Lahore, a 20 de noviembre de 2016
Minutos antes del primer rezo del día.
POEMAS DE FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ
LOS DÍAS DORADOS
Qué hace Dios todo el santo día
viendo sin ver nada, sin arreglar nada,
con la cabeza vacía, con las manos desocupadas….
Para contener los mares Dios hizo las montañas
pero, ¿qué hizo para detener al hombre?
En lo más íntimo de su mano le puso flores y pájaros,
y dudas.
Dios hizo al mundo y lo pobló de dudas.
Y me di cuenta que ellas eran parte de sus planes.
La duda me besaba y salía huyendo,
llevaba una blusa marrón y rosada,
y una sonrisa tan grande como la luna.
Fugitivo y prisionero cazador de unicornios
aparece el hombre en los espejos
con la belleza del relámpago.
Y ella con volcanes de naranjas dulces
que le crecen en sus pechos
canta como ave del Paraíso.
Y el hombre descubre las sílabas de la duda
y muerde sus acentos carmesí.
Y queda todo roto y remendado
atravesando muerte y resurrección,
minas en el fondo de la tierra donde la pureza hizo los colores
para que salieran a la faz de la tierra
y estallaran en árboles inmensos,
en selvas tropicales y húmedas,
en frutas carnosas con el milagro del olor.
Dios hizo al mundo y lo pobló de serpientes
que reptan en la espesura de la geografía
hecha con las líneas de su mano.
Y así pasan los días dorados en los Reinos de la Duda
y la Serpiente.
El temor de la belleza
El hombre fue creado
para dar fe de la perfección de la naturaleza.
Pero, ¿para qué quiere tantos mares,…
estrellas, rosas, nebulosas y planetas inútiles?
¿Para qué quiere el hombre esa belleza que le sobra?
¿De dónde viene la fuerza de la savia que sube en el tallo de las rosas,
en el tallo de los hoyos negros del infinito, en el tallo de los mares,
de las galaxias, de las nebulosas que son
el Belén y el Panteón de las estrellas?
¿De dónde viene la savia de los planetas inútiles?
¿De dónde vienen la laboriosidad del desierto y las mareas?
¿De quién es el ojo que puede ver tanta belleza?
¿Quién contempla el principio y el fin?
YO TAMBIÉN QUISE LA DICHA"
YO TAMBIÉN QUISE LA DICHA
Cuando estaba muchacho
tu sombra estaba presa entre mis brazos,
tu atareada sombra, dulce déspota insaciable,…
tu sombra que me ocupaba todo el pecho.
Entonces yo tenía una bala de plata como último recurso,
la iba a utilizar cuando en la desesperación
solo me quedara el rastro humano de la lluvia íntima.
Pero la bala de plata me estalló en la cara
y la pólvora me desfiguró el rostro,
borró los rastros de ternura que me dejó mi madre,
las lágrimas que hicieron ciegos mis ojos.
Ahora ya no soporto la luz
y no puedo ni siquiera hurtar tu sombra.
Se hicieron insufribles la esperanza y la dicha
porque llevo muchos años cargando sus andrajos,
tantos que ya no recuerdo para qué las quería
ni qué iba a hacer con ellas.
CLOTO, LÁQUESIS Y ÁTROPOS
Las estrellas errantes son como los hombres vagabundos…
que se llevan bien con la vida,
son como el plancton que se mueve a la deriva
sobre la superficie del agua dulce o del agua hecha de lágrimas,
y sueñan que son náufragos que dejan la puerta trasera del mar abierta
para vivir eternamente.
Pero se equivocan,
como un barco en llamas se mueven las tres ancianitas
hilando en la rueca de la vida,
bien sosegadas,
aspirando el elixir de la vida, la sustancia esencial de un cuerpo,
contemplando las estrellas errantes,
persiguiendo a los hombres vagabundos
que andan a la deriva estirando los brazos,
y viéndose ellas mismas en el pedacito de espejo quebrado
hecho de mar.
NOCTURNAL
I
Se me vienen rostros, incorporándose…
sobre el desierto de arcilla mestiza de la memoria,
iluminaciones miserables de vasijas, huesos y rocas
del tejido precario de los sueños
en una tempestad de signos y presagios;
voces de nodrizas aquejadas
en la soledad de una mansión cubierta de hojarasca.
Se me vienen procesiones de rostros encarnados
desde la palma de la mano que contiene el infinito,
y las rutas de los mapas astrales
que disponen la casa de los astros y los hombres
con el orden de la dicha, o con el orden de la soledad
y las iluminaciones.
Nocturnal
II
Las uñas rojas de los pies descalzos…
de esta mujer sensual,
las uñas rojas de las ramas de sus manos
y la carne del labio caribe de su boca,
se le pintaron de sangre mientras se divertía,
con la violencia y levedad del instinto de un ángel,
sobre el cuerpo desfallecido de su amante
que agonizó en el candor de la impudicia.
Tirana de la imaginación
haciendo morir el cuerpo con la vida del alma,
como una flor con su perfume que se abre para adentro.
Todo sueño es imperfecto en el júbilo del delirio.
Toda vigilia es insuficiente en el escenario del crimen.
Pero ella no regresa aún,
y es la sombra del futuro la que duele.