Roberto López Belloso nos comparte esta selección que hizo la propia poeta poco tiempo antes de morir.
(Foto: Teresa Amy y Roberto López Belloso.)
Selección de poemas de Teresa Amy
Salvo el último texto, que pertenece al libro aún inédito «Cuaderno del Sudeste», los demás poemas fueron los seleccionados por Teresa para la antología «Voces de la poesía uruguaya reciente: Austero desorden», preparada por María José Bruña y Valentina Litvan para la editorial Verbum de España (2011)
Poema 20
comprendí perfectamente
después de un tiempo, que no sabía
trabajar el cuerpo
del texto, ni buscar el espesor
de las palabras, ni dejarse tomar
por el murmullo de las hojas ni
por la mejor
música inglesa del 70;
comprendí que no debía molestarme
que no se pareciera en nada a Scott Fitzgerald, y
razonablemente pensé que no debía
molestarle que yo (también)
quisiera ser un faro para
tener, por lo menos, barcos
que me miren
aunque nada ilumine:
es un camino lleno de desastres, desastrado,
le expliqué
In memoriam Jack Spicer
Yo le dije a Billy, ¿ves?
el lugar donde encontrarnos
The Place, donde te espero todas las tardes
tiene una ventana, Billy,
violeta como un caramelo, oval,
que chorrea luz sobre el mostrador y
sobre mi mano izquierda que se
abre
como una estrella, y entre sus rayos
entran hilos morados del borde de las esculturas delicadas
de arena, que has rondado
noche tras noche
sin descubrir a qué hora se destruyen
de la madrugada
cuando ya estás cansado, Billy,
de tus salvajes paseos y
sueñas con volver a The Place,
mientras oigo que me
dices: Jack, ten cuidado
con lo que dices, por favor.
Noche representada
no era el momento de velarme:
yo estaba cansada y me arrollé
debajo de una manta después de
un día complicado con
el caso genitivo En la otra punta
de la casa ásperas las copas de pie
en las que habíamos tomado vino
como candelabros apagados
irresponsablemente altos Con una forma
de silencio que me impedía dormir pude pensar
en mi muerte con triste exactitud:
mi dormitorio yacía estrecho de camas coloniales
el canesú de entredós
de mi traje celeste de enfant con cerquillo
arriba de la silla
Ladislao Fejn el relojero polaco
del apartamento uno
que nunca más salió al morir su mujer
y lo encontraron muerto
el recuerdo del yodo intolerable
de las lenguas de erizo
las oblongas grageas marrones
del mueblecito secretaire
que no me atreví a tocar jamás
le mur escrito con grafo en la pared
frente a mi cama Jeannée
con cinturón de cuero
debajo del vestido
cajas de laca japonesas y pinceles de marta
restos de marquetería en el apartamento nueve
mi hula hup amarillo detrás de la puerta y
la locomotora de metal en su caja de cartón gastado en el ropero
la terracita con murito quebrado
la cortina azul del cuarto de mi madre
mi madre
En la otra punta de la casa
sentado velabas pensando en
copas como mástiles abandonados:
las cortinas de dibujos egipcios
no tapaban
bastante
los últimos reflejos de la tarde
que podían resucitarme
Con un raro pudor yo no quería
romper la ilusión de mi muerte
el mundo privado de mi madre
tu cuidado Una malla indecible
me cerraba la boca
ya no había luz
pero yo respiraba
Isla de Jersey
(a Ya ar O˘guzcan)
en la ciudad vieja de Rodas te busqué
luego en el jardín de Durrell
luego en una calle de Rangoon
luego en el hotel del león de piedra
luego en el mercado de Hvar
pero en la isla de Jersey te esperé
en mis oídos el rumor de la orilla del mar:
eras como cuchillos afilados en mi tiniebla
eras un cuerpo lejano
quizás eras un puñado de cal en mi garganta
me dabas tanta sed
ni el agua del mar, ni de los viejos ríos recorridos
me saciaban
encontré pescadores que me enseñaron sus artes
y dormí con ellos
estaba recelosa
estaba abatida
tenía miedo
era yo hasta mis huesos
me transformé en una cueva junto a la casa de mi abuelo
y en la marea
los pulpos y mi zorro no pueden consolarme
Hacia Javier Héraud
pisa fuerte y sereno
la noche una metralla de alquitrán
una lluvia feroz de partículas divinas
un cauce sin saberlo un túnel
francotirador muerte furtiva
joven brillo /estalactitas estalagmitas/
malaquita ermitaña
todo huele a noche inconclusa
para el rebelde que atrocha los caminos
fugaz alud de carne joven
en magnífica espera
ebrio de enardecido corazón
reproduce la esquirla /será así en esta noche/
experto en sombras resplandeces/
obsidiana en lo oscuro/
conquistas con tu ungüento
pectorales de cuero crudo no sirven sólo exhalan
y recibes sin más el disparo en la espalda
Cortejo mínimo II
llevaban su cortejo
en las tardes y en las noches nunca
al alba que enloquece las almas
que transforma la brea roja en sangre
que apasiona los nardos nunca
al alba que prohíbe el sesgo
llamado cuerpo
la navaja llamada beso blanco:
llevaban su cortejo casi a solas
con las copas del marrasquino del
viejo armario del vaso de Dubrovnik
y el caminar en el monte
ella obsesionada en su deseo
él sosteniéndola /leve penacho de roble en primavera/
ella creía en un corazón ardiente
creía especial el amor de un corazón ardiente
daría cualquier cosa por un poco de corazón ardiente
como a una alhucema él la sostenía
llevaban su cortejo de vestido de seda
/la saluda desde lejos desde
la carretera roja/
(promesa de corazón ardiente):
sería un refugio de mirada efímera
sería como el comienzo de una llama
Angkor Thom
¿Y para qué volver?
¿Por qué camino?
(Juan Eduardo Cirlot)
aún le dije/ a mi alma:
«permanece tranquila» mientras
el tren penetraba en lo verde/ verde espeso
dejando atrás atisbos
de matas/ templos gigantes
piedras grises parasitadas por la selva
bordadas
en bajorrelieves de combates
de danzas de divinas apsaras:
todo flotaba
envuelto en una calma de ceniza
era la despedida
de una civilización apenas entrevista
absorbida por los sentidos
sospechada por la conciencia
abandonada por el riesgo de muerte
se percibía un aroma amargo/ acre/ a hierbas/ a rojo cinabrio
minerales viejos/ una música
de hilos de agua/ de cascadas
vibraciones de agua de estanques
de animales peligrosos
de adioses
pensamientos controlados : «permanece tranquila
así en la luz/ como en la sombra»
centellea el tren
entre las matas
avanza
con ritmo furioso
no volverá atrás
corre/ en un solo sentido
en tu contra/ a favor del tiempo
rosa de este mundo
hija de la noche:
te acercas/ a tu casa de la estrella
azul/ sobre campo de arroz
nada que temer
la selva en derredor
la que arde
aún por la belleza del lugar
tanto arde
que va enajenada/
hasta los ríos/ escuchando
en el estanque imperial de los lotos magenta
el roce de la seda/ de agua profunda/ pensamiento
espiral de la piedra sagrada
del templo antiguo que regresa
al tierno brillo
temblada
destellante en el agua profunda
de pronto ha vuelto a quemar
en su quemadura/ la nieve/
para dormir de nuevo con la maleza
que la invade