Angela García, poeta radicada en Malmö, Suecia, nos aproxima a la poesía de esta escritora cuyos poemarios fueron censurados en la Ex Unión Soviética, luego vendría otro exilio, de Israel por ser católica, para morir en su última morada, Suecia. Su traductora nos dice: su obra preserva la herencia de Joseph Brodsky, pero también ciertos matices de influencia de la poesía de Les Murray a quien tradujo al ruso. Aquí su poesía.
Regina Derieva
Nació en Odessa, Ex – Unión Soviética) en 1949 y murió en Estocolmo en el 2013. Sus primeros poemarios fueron censurados. Al inicio de los años noventa tuvo que exilarse junto a su esposo e hijo en Palestina e Israel, donde vivieron hasta el final de la década. Deportados por ser católicos conversos de nuevo se vieron obligados a exilarse, encontrando refugio en Suecia. Gran parte de su mejor obra pertenece a esta época de traslados y búsqueda de un hogar estable, así como a la subsiguiente secuencia de adaptación al nuevo país y a la nueva lengua. Se ha dicho que su obra preserva la herencia de Joseph Brodsky, pero también ciertos matices de influencia de la poesía de Les Murray a quien tradujo al ruso.
Su trabajo literario consiste en una veintena de libros de poesía, ensayo y traducciones. En el 2003 recibió el premio de traducción Shannon Fellowship of the International Thomas Merton Society por haber traducido e introducido a Thomas Merton a la lengua rusa. Ha sido traducida a más de diez idiomas. Los siguientes poemas son traducciones realizadas de su poemas publicados en sueco.
Ángela García
Toda mi vida
he estado buscando
un ángel.
Pero cuando él se dejó ver
fue para decir:
«Yo no soy ningún ángel»
Sólo resta
leer y leer
hasta llegar al conocimiento
de lo que en ningún lugar está escrito,
absolutamente en ningún lugar:
que pueda escribirse con signos cuneiformes
en una tablilla de arcilla
o con el pico de un ave
que huye de su lugar de origen.
El humo de la Patria,
ha minado la vista.
¿Fue por eso que se volvió ciego el rapsoda?
En mis viejas
cuencas, viven
búhos, en torno a mis huesos marmóreos,
ondea un mar de lágrimas extranjeras
Mi blanca túnica
se ha vuelto vela en cada
buque que deja el puerto.
Ya no puedo leer el catálogo de los buques
más que hasta la mitad.
Ahí donde la respiración se detiene
empieza lo irreversible.
¿Fue por eso que se volvió ciego el rapsoda?
Bellamente hablaban los viejos,
concisos y brillantes.
Sus pensamientos tenían alas,
justo como Hermes.
Los viejos no se inquietaban
si eran malentendidos.
Todos los entendieron,
y si hubiese aparecido alguien
incapacitado intelectualmente
se habría sentado sin ser notado
junto a alguna de las nueve musas,
para que lo pudiera instruir.
Y la musa, recostaría en él graciosamente
su rojiza cabeza
y le habría enseñado a continuar callado
callado, callado, callado – y si él
alguna vez hubiese hablado
habría sido sólo en hexámetros.
Cuando se queman
todos los puentes,
no queda nada, evidentemente.
Ni siquiera el camino
te reconoce, por eso
te tropiezas con él.
Los ojos se vuelven ceniza,
la boca, un pozo de cuyo fondo
ya no surgen palabras.
No hay nadie sin embargo
que te crea.
Que crea
que estás muerto.
Cada poeta
tiene su propio
cementerio de poemas
que a veces
visita
para depositar
un ramo barato
o un manojo
de aéreos pensamientos
junto a uno de los celadores.
Mira,
cómo el espejo
ha envejecido
reflejándote
Como uno habla, cuando se acerca a sí mismo
Cada quien tiene un pasado
para poder dar la vuelta y decir:
Nunca he estado ahí.
Cada quien tiene un futuro
para poder encogerse de hombros y decir:
Nunca llegaré allí.
Cada quien tiene un presente
para poder cruzar los brazos y decir
No estoy aquí tampoco.