En julio próximo aparecerá «Suomalainen Iltapäivä», en la editorial Olifante, de España. Aquí cuatro textos de esa futura edición revisado por el poeta Antonio Gamoneda.
Cuatro poemas de «Suomalainen Iltapäivä», Olifante, España, Julio de 2017
Mohsen Emadi
1
Me miras
y, en la lejanía, una ventana se abre y vuelve a cerrarse.
Me acaricias
y, más allá de la ventana, la lluvia empieza a caer,
y la lluvia cae también sobre mí.
Estás a mi lado
y cada movimiento tuyo
hace que algo se mueva en la lejanía, algo que retorna
y es causa de que algo se mueva también en mí.
Yo nací en el año de tu exilio.
Una mujer construía muñecas dentro de tus ojos.
Las muñecas tenían las formas de tus muertos,
y se sentaban en el alféizar de una ventana
frente de mi rostro.
Una tenía mi sombrero sobre su cabeza
y la otra llevaba puestos mis zapatos.
Yo fui creado con la materia de las pérdidas.
Tú me mirabas
y la lluvia seguía cayendo; caía sobre tus maletas
y en los zapatos y en los sombreros de los muertos.
Ahora te beso y, besándote,
intercambiamos nuestras pérdidas.
2
De cada pérdida nace un fantasma:
la hija que nunca tuve
y está llorando en la azotea;
el poema que nunca escribí
y se convirtió en un mal sueño de papel.
La hija que nunca tuve
lee el poema que nunca escribí.
Está lloviendo en la azotea,
y la lluvia lava el papel y, después, lo desgarra.
El papel se convierte en el sujeto de la pérdida.
Así sucede con mi piel: yo pierdo mi piel
cuando tus manos
no están en mí.
3
Los objetos útiles no deberían repetir sus funciones,
pero el mechero arde,
y la pluma escribe,
y tu memoria invade los objetos.
Cada resistencia debería transformar las funciones de los objetos.
Debería ser posible escribir con el mechero y encender un cigarrillo con
/la pluma,
o poder ir muy lejos; a un lugar donde los objetos se nieguen a estar en
/nuestra vida,
como harían tus ojos si me mirasen dentro de esta noche enmascarada
/por la nieve;
dentro de esta noche en que la nieve arde
y el fuego posee las temperaturas del frío.
4
Cada vez que el hombre se acercaba a los sueños de la mujer,
algo desaparecía de su alrededor.
Si cesaba la conversación,
la ventana se hacía invisible.
El retorno de los objetos ya no podía suceder salvo que el hombre hiciese
/un camino inverso,
la totalidad del camino
hasta el punto en que la distancia se convierte en una masa gravitante
y el tiempo tiene las mismas dimensiones que el espacio.
Alrededor del hombre todo se volvió invisible salvo él mismo.
Trató de imaginar sus objetos perdidos
o (es sólo un ejemplo) de robar un muro de las manos de la mujer,
pero en todo hallaba la realidad de otro objeto:
el muro en la ventana,
la ventana en los árboles,
los árboles en el papel desgarrado,
y a sí mismo en el papel desgarrado.
Advirtió que estaba muerto desde hacía mucho tiempo.
Sueño a sueño,
la mujer fue borrando los recuerdos, los recuerdos de los objetos:
el amor de la
/mujer
se había depositado en otra existencia.
Revisión de Antonio Gamoneda.