Artista plástica, habitante de la Ciudad de México y psicoanalista, Jussara Teixeira nos confronta con las redes sociales como un gran medio de comunicación y ayuda y como foro de la banalidad, donde brotan expertos de la tragedia, especialistas y opinadores de todo sin ocultar su ignorancia.
La banalización de la tragedia o cuando lo único seguro es el movimiento. Terremotos…
Jussara Teixeira
«En México, la mujeres como las escopetas, cargadas y detrás de las puertas… ahora las paredes cayeron…» testimonio de una damnificada de la colonia Guerreo en el sismo de 1985.
«…Ni todos somos héroes…» rescatista en la Ciudad de México en septiembre de 2017
Puño en alto, silencio, los ruidos usuales de las calles fueron transfigurados, necesitamos escuchar, escucharnos. Primera y legítima demanda, acobijada por el psicoanálisis, la de hacerse escuchar, de espacios para la circulación de la palabra hechos este septiembre de gritos silenciosos de puños y pulsos. Oír lo soterrado no muerto, en una sonora pausa amplificada, en un sopesar cada palabra, que resuena propagando sus interminables deseos de contar, de puntuar la avalancha de informaciones. Informaciones que los medios buscaban en los escombros, que oscilaba, a través de diferentes lecturas, desde los acontecimientos tectónicos de los septiembres, en años distintos, con una misma intensidad dolorosa, hasta la solidaridad, nuestro verdadero protagonista aflorando en medio de los derrumbes en una atmósfera de fraternidad y de compromiso irrenunciable.
Noticias que mostraban en vivo, directo y a todo color, gracias, sobre todo a la telecracia, en su voyerismo combinado con el exhibicionismo de la vida privada-pública, continuo y como una intoxicación e incitación al miedo, la dimensión de la tragedia y su banalización entrecortado por algo original, lo silenciado recomponiéndose y haciéndose oír. Sin faltar los abyectos tours «políticos» por el dolor. Muchas caras de la miseria y de la solidaridad que incitó a los ciudadanos a ir a las calles con actos audaces y eficaces. A ocupar el escenario de la tragedia. A exponerse, porque cuenta más la vida como obra de arte, porque cualquier cambio puede conducir a establecer contactos con el inquietante fluir de la libido, de la vida. El silencio espera impaciente sus respuestas.
Si arbitraria y didácticamente podemos fragmentar el fenómeno y atribuir un momento exacto del desencadenamiento de su energía sentida como oscilaciones, pánicos y derrumbes múltiples, no podemos decir lo mismo de la complejidad del fenómeno que no se deja contener con los datos duros. La larga y dolorosa lista y combinación de factores desde las situaciones geográficas de los asentamientos hasta la dinámica puesta en marchas por los gobiernos nacional y locales, en nombre de la modernidad, con sus respectivas medidas macroeconómicas, de preferencia al mercado global, con consecuencias ineludibles afectando no sólo a México sino a toda la vida sobre el planeta. Todo ello, con sus alianzas ineludibles, sus corrupciones asesinas –no es necesario empuñar un arma para matar, quien se corrompe desde las salas de aula creando profesionales incompetentes, hasta todos los niveles de gobierno a fin de obtener un beneficio, está colaborando directamente en las fallas de la responsabilidad que, en muchos casos, matan a mucho más que las mismas barbaridades de las guerra– en lo que se refiere al incumplimiento de las normas mínimas de cuidado a la educación, a la vivienda, al medio ambiente, a la salud, a la seguridad, dejando aflorar los otrocidios cotidianos, crecientes, invisibles para muchos y desafortunadamente permanentes. Poniendo de nuevo en escena y haciendo audible, junto a los otros ruidos, el reclamo de muchos sectores de la sociedad por condiciones de justicia social, dejando al descubierto las fisuras de la legitimidad del ejecutivo en sus modalidades federal y regional, lo gubernamental, tan proclamada y anunciada y tan lejos de ser alcanzada. El legislativo, los legisladores y respectivos partidos –bien partidos, mostrando su pequeño mundo y los intereses en que se mueven– aportaron al desconcierto con los estrechos límites de su perspectiva, con muy pequeñas y honrosas excepciones.
Lo cierto es que muy poco podrá ser igual, después de los acomodos de las placas y su energía liberada y apenas medida, poco podrá ser igual sin escuchar las voces que salieron del estruendo, que salieron del silencio, que salían del fondo de cada uno de nosotros quizás para la creación de compromisos, mezclas de voces que abogan por acuerdos, para unirnos sin borrar las diferencias. Si el lugar donde nos encontramos nos divide también puede propiciar un cambio de paradigma.
Las redes, un espacio que, los jóvenes cronológicamente hablando o no, hicieron efectivo este lenguaje de las comunicaciones en medio de la catástrofe, agregando, ciertas posibilidades de responsabilidades, de coaliciones estratégicas, en algunos casos con todo y costos económicos y sociales, sin omitir las utilizaciones desafortunadas de las mismas. Ello como un ejemplo de ir generando propuestas novedosas de encuentros.
Aunque el episodio cambia según quien lo cuenta o se aferra a este instante del tiempo, sin pasado y sin porvenir, lo evidente es que afectó toda la estructura de la vida social directa o indirectamente, con pocos favorecidos y muchos damnificados (dañificados). Una fuente inagotable de miedo que se liberó, entrando en el mundo de los secretos sin prudencia o modestia. La condición humana llegando a extremos casi incompatibles con la naturaleza humana, condición utópica en el día a día, convertida en un espectáculo donde se sienten muchas demostraciones de fraternidad. La solidaridad civil espontánea, diversos sectores improvisando, con deseos legítimos de ayudar, compartiendo el dolor, lo que no significa apiadándose sino compartiendo y brindando ayuda. Pero también creando una proliferación de los expertos hechos a vapor que opinan y tiene la solución mágica para las afectaciones y los afectados. Entre ellos, muchos, que, comprometidos con el dolor de las víctimas se visten de profesionales de la atención psíquica a través de juegos, terapias de arte y sucedáneos. Mis elogios a los brigadistas que atienden y atendieron las traumados en los momentos álgidos con técnicas que facilitaron la catarsis de lo vivido.
En el desempeño del trabajo cotidiano y en el espacio creado para el apoyo emocional pude visualizar que compartir el dolor no significa exhibirlo sino tratar de ubicarlo, entenderlo. Cada detalle contaba y cuenta. La labor desarrollada por los brigadistas necesita un trabajo paralelo de profesionales que puedan detectar los puntos sensibles a ser trabajados.
El regreso, dictaminado por varios, incluyendo el rector de nuestra máxima casa de estudio, a la «normalidad» dejaba y deja sin alternativa un duelo congelado y muchos quehaceres por resolver en afectados directa o indirectamente. Incluyendo la poco atención a las emociones desencadenadas.
Las fridas, la ineficacia del gobierno, no dejaban llegar la ayuda, eso que sucedió en el interior de la república.
Jussara Teixeira, nació en Recife, Pernambuco, Brasil y vive en México desde hace más de 30 años. Médica, psicoterapeuta, realizó un doctorado en Psicoanálisis por la Universidad Complutense de Madrid de 1999 al 2001. Hizo estudios de pintura y escultura de 1999 al 2012. Miembro de la Junta directiva de Siglo XXI Editores y participante de varios consejos de revistas especializadas. Gusta llamarse psicoanalista plástica.