Carlos Vitale nos presenta a este poeta nacido en Vittorito (L’Aquila) y asentado en Florencia. Entre otros libros, ha publicado: Il fumo degli anni, A sud della luna y Altre evidenze. En español: Alegorías de la memoria, Olifante, Zaragoza, 1988.
Pietro Civitareale
Nació en 1934 en Vittorito (L’Aquila) y reside en Florencia.
Entre otros libros, ha publicado: Il fumo degli anni, A sud della luna y Altre evidenze.
En español: Alegorías de la memoria, Olifante, Zaragoza, 1988.
RELATO
RACCONTO
Traducción del italiano: Carlos Vitale
1
Bajo los árboles de la estación
se encienden las luces. A esta hora
la mente regresa a misteriosas
lejanías. En la espera miramos entre
el verde y las casas con el extraño
pensamiento de detenernos entre las vías
a recoger las cosas abandonadas.
Todas las tardes partimos con la oscuridad
y en el tren nos sigue un recuerdo
de escaparates reflejantes y personas
que pasan y no miran a la cara
(la ciudad es un patio cerrado
entre murallas y la gente mira
desde los balcones), cada tarde regresamos
con los ojos distraídos de colores
y de deseos y observando desde el tren
pensamos en el canto de los grillos en la
noche, en las estrellas que se encienden
con el viento, en el río que corre tranquilo
espumado por los últimos pájaros.
1
Sotto gli alberi della stazione
s’accendono i lumi. A quest’ora
la mente ritorna a misteriose
lontananze. Nell’attesa si guarda tra
il verde e le case col pensiero
strano di fermarsi tra i binari
a raccogliere le cose lasciate.
Tutte le sere col buio si riparte
e sul treno ci segue un ricordo
di vetrine specchianti e persone
che passano e non guardano in faccia
(la città è un cortile rinchiuso
tra muraglie e la gente guarda
dai balconi), ogni sera si ritorna
con gli occhi distratti di colori
e di voglie e spaziando dal treno
si pensa al canto dei grilli nella
notte, alle stelle che s’accendono
col vento, al fiume che scorre tranquillo
schiumato dagli ultimi uccelli.
2
Entretanto miramos. Como el aliento
de quien está a punto de morir se abre
la tarde sobre el convoy que espera.
Desde lejos nace un soplo de viento
que lava el rostro y lapida
el pensamiento que consume la vida.
Recuerdo vago, de ansias y escalofríos
antiguos (ya he sentido estas cosas
una tarde, solo; velaba bajo una luz
ausente y acusaba al destino
que nos tiene clavados en nuestros años).
Sombras largas visten ahora la calle
recta como dos cuchillas, ensombrecen los ojos
apenas entornados. Y la locomotora
vibra en el adiós dilatado de las manos
y de los ojos, el aire exhala
su jadeo apagado, el aliento que enferma
los cobertizos y el cielo amontonado.
Las ruedas que pisan el hierro
parecen grabar palabras ligeras.
2
Intanto si guarda. Come il respiro
di chi sia per morire s’apre
la sera sul convoglio che attende.
Da lontano nasce un fiato di vento
che lava il volto e lapida
il pensiero che consuma la vida.
Ricordo vago, di ansie e brividi
antichi (ho già sentito queste cose
una sera, da solo; vegliavo ad una luce
mancante ed accusavo il destino
che ci tiene inchiodato ai nostri anni).
Ombre lunghe ora vestono la strada
dritta in due lame, incupiscono gli occhi
appena schiusi. E la locomotiva
vibra nell’addio esteso delle mani
e degli occhi, l’aria ne esala
l’ansare sommesso, il respiro che ammala
le tettoie e il cielo accatastato.
Le ruote che calcano il ferro
pare incidano parole leggere.
3
Así sonreímos, cansados de ir
y de venir, pensando en abandonar
la ciudad. Escuchamos el vacío
que hay bajo las estrellas. Quedarnos
solos a esperar, no pedir
nada porque no hay nada que sirva
a nadie. Y hasta que las casas
hayan reaparecido, angustiarnos
por estos absurdos deseos,
mirando desde el tren que corre.
3
Così si sorride, stanchi di andare
v venire, al pensiero di lasciare
la città. Si ascolta il vuoto
che c’è sotto le stelle. Restarsene
soli ad aspettare, non chiedere
nulla perché non c’è nulla che serva
a nessuno. E finché le case
non saranno ricomparse, struggersi
di queste assurde voglie,
guardando dal treno che corre.