Carlos Vitale nos presenta a esta poeta italiana de Riccione (Rimini), con poemas bilingües, traducidos por él del italiano al español.
Rosita Copioli nació en Riccione (Rimini) en 1948.
Entre otros libros, ha publicado: Splendida lumina solis y Furore delle rose.
Traducción: Carlos Vitale
LEJOS VIVEN
Lejos de las huellas del destino, lejos
del giro oscuro de los años, en la gloria
de cantos a nosotros desconocidos un alimento
feliz, pretendido por la voluptuosidad, allí
genera sueños en una única sonrisa. ¿Cuál,
la parte que disteis al pueblo purpúreo
de los hombres, a su necesidad?
En la luz y en el aire perdidas
palabras, retazos de sueños, restos de
comidas, miserables y escasas, huesos
calcinados, rodar de dientes y vergüenza,
no últimos, la espuma en la cual
todo se resuelve, la lenta niebla
de la pérdida, el dolor de los años
de olvido.
LONTANI VIVONO
Lontani dalle orme del destino, lontani
dal ruotare cupo degli anni, nella gloria
di canti a noi ignoti un respiro
felice, preteso dalla voluttà, vi
genera sogni in un unico sorriso. Quale,
la parte che deste al popolo purpureo
degli uomini, alla loro necessità?
Nella luce e nell’aria perdute
parole, ritagli di sogni, resti di
pasti, miserevoli e magri, calcinìo
d’ossa, rotare di denti e vergogna,
non ultimi, la spuma in cui
ogni cosa si risolve, la lenta nebbia
della perdita, il dolore degli anni
d’oblio.
UN CÁNDIDO ABISMO
Entre las más pequeñas plumas del más pequeño
pájaro, en lo sagrado del corazón y en su nido de
fuego, en el viaje intranquilo y allí donde
continúan floreciendo los Celestiales, allí donde el
deseo marchito evoca el pasado, fuera
de los ojos de la sombra, en el sol de la hora
diurna, más allá del paso de las estrellas,
más allá del azul de los dioses,
vive un soplo de
cándido abismo.
UN CANDIDO ABISSO
Nelle più piccole piume del più piccolo
uccello, nel sacro del cuore e nel suo nido di
fuoco, nel viaggio insereno e là dove
continuano a fiorire i Celesti, là dove il
desiderio sfiorito evoca il passato, fuori
degli occhi dell’ombra, nel sole dell’ora
diurna, oltre il passo delle stelle,
oltre l’azzurrità degli dèi,
vive un soffio di
candido abisso.