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Curarse de espanto. Araceli Ramírez Santos

araceli-ramirez“Vivimos en un mundo asustado, el miedo impregna a la sociedad y los medios de comunicación contribuyen a acrecentarlo. La vida transcurre permeada por la intranquilidad que sentimos en las calles que transitamos, tememos al secuestro, a la desaparición forzada, a la violencia policial y al vandalismo, nos sentimos inseguros ante los extraños y tenemos miedo por ser mujeres”

 

 

Curarse de espanto
Araceli Ramírez Santos

El miedo es constitutivo de nuestra subjetividad, proviene de nuestra herencia más antigua e instintiva, nos recuerda nuestra animalidad y nos permite resguardarnos ante las amenazas vitales.  Lo experimentamos en forma íntima durante toda la vida. Miedo, angustia, terror, pánico se refieren a vivencias desencadenadas por la percepción de un peligro cierto o impreciso, actual o probable en el futuro, que proviene tanto del mundo interno del sujeto como del medio circundante. El miedo es una respuesta de autoconservación para mantener la integridad y los sentimientos de seguridad, cuando aparece ocasiona sensación de desvalimiento y vulnerabilidad corporal.

Existen miedos compartidos como los que genera la violencia de Estado, la guerra, los atentados terroristas, el exilio, o el temor ante la posibilidad de perder la seguridad económica y social como el empleo, la casa, la familia y la salud.

En la actualidad vivimos en un mundo asustado, el miedo impregna a la sociedad y los medios de comunicación contribuyen a acrecentarlo. La vida transcurre permeada por la intranquilidad que sentimos en las calles que transitamos, tememos al secuestro, a la desaparición forzada, a la violencia policial y al vandalismo, nos sentimos inseguros ante los extraños y tenemos miedo por ser mujeres en un país en el que los feminicidios han aumentado en forma tan alarmante. Este sentimiento, secretamente albergado, se manifiesta en nuestra forma de amar y de odiar, en nuestros sueños, en el despertar de cada mañana, en la esperanza o la desesperanza, en los esfuerzos realizados para obtener reconocimiento y prestigio, en el temor a ser olvidados. El miedo habita en los gritos del cuerpo: la sensación de vértigo, las gripes crónicas, los malestares estomacales, las jaquecas y hasta enfermedades más graves que susurran lo que no decimos.

Subjetivamente, el amor es el sostén fundamental y constitutivo de nuestra personalidad, somos una de las especies más dependientes sobre la tierra, desde que nacemos vivimos bajo la protección de los padres, y durante toda la vida dependemos de otros semejantes para sobrevivir y sentirnos plenos, por ello, perder el amor en cualquiera de las formas que lo contenga es un fantasma que amenaza permanente. Para el psicoanálisis, en la base de todos los miedos está el miedo a la pérdida del amor y el miedo a la muerte, de nuestros seres amados y a la propia muerte, de la cual estamos advertidos.

Tanto la realidad como la fantasía pueden desencadenar una profunda inseguridad frente a algo que se anticipa. La angustia es una reacción espontánea y desorganizadora que la ansiedad puede causar, conlleva la dificultad de identificar la amenaza vital o de discriminar su presencia, le es inherente un carácter de imprecisión y de carencia de objeto, no se puede nombrar. El miedo a la locura, está asociado a la posibilidad de perder la propia cordura, el loco nos recuerda de que estamos hechos, nuestro frágil equilibrio psíquico, nos revela algo de nosotros mismos de lo que no queremos saber, algo de lo que habita en el inconsciente y que nos interpela.

Las religiones fundan su influencia sobre la base del miedo y la vulnerabilidad humana. Nuestra cultura sobrevalora la valentía, tenemos miedo de tener miedo, por eso creamos héroes, buscamos afanosamente líderes políticos, espirituales, científicos que nos muestren un camino y nos consuelen de la incertidumbre ante lo desconocido, todo sea para no reconocer que no existe el Otro Garante de la Verdad.

Para curarnos de espanto podríamos observar nuestros temores, interrogarlos, encontrar su sentido, aceptarlos y transformarlos en empuje vital que marque nuestra forma de estar y convivir en el mundo. Para el psicoanálisis la posibilidad está en la aceptación de la falta, asumirnos como seres incompletos, en permanente búsqueda ante nuestros deseos siempre insatisfechos, ser ante la certeza de la muerte. 

El miedo es necesario para la sobrevivencia, tiene distintas gradaciones de acuerdo con cada sujeto y su historia, también puede ser síntoma discapacitante, pero en general es una señal y un motor de vida. El poeta se abisma para escribir, el escultor y el pintor lo utilizan para transformar la materia, para moldear el mármol y la piedra, para plasmar colores; los escritores y los músicos para contar historias, para crear nuevos acordes. La ciencia lo transforma en conocimiento y las sociedades y la cultura se han constituido en torno a la ley, la cual sustenta su eficacia sobre el temor a los castigos por su transgresión.

Freud en el Malestar en la Cultura, señala como los hombres hemos preferido reprimir nuestros deseos para poder vivir en sociedad «… el hombre culto ha cambiado un trozo de posibilidad de dicha por un trozo de seguridad».