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Floriano Martins

Floriano Martins. Teatro de cenizas

floriano-martinsEl poeta, editor y promotor cultural brasileño nos ofrece esta prosa poética en torno al miedo, al que todos podemos conocer cuando nos olfatean las máscaras de la verdad.

 

 

 

TEATRO DE CENIZAS

Cuando la cortina cae, el escenario se muestra un desierto. Como la memoria. Abandonada por todos.

 

1.
Las sombras salen a cazar sus reflejos en la noche oscura. Duelan con algunos hilos de luz como quien traslada su presencia de un cuerpo a otro. Los pequeños monstruos cultivados por la realidad pasean en las ruinas de la memoria. La noche sigue oscura sin que el miedo pueda hacer visible sus monedas de gozo. Dos marionetas se libran de sus cordones y actúan fuera del guion. La plaza central se llena de gente para ver los primeros pasos de libertad de las marionetas. Pero no son propiamente pasos de libertad, sino pasos temerosos. Como alguien que no sabe lo que sucederá en el instante en que camina. El miedo del espacio no nos libera del tiempo. Las marionetas empiezan a desconfiar que la ausencia aislada de los cordones no garantiza ninguna libertad de acción o pensamiento. Ellas deben buscar en la realidad las escuadras sinceras que les permitan descubrir de qué se hace el horizonte. No hay libros que enseñan por dónde comienza el mundo. No hay ascensores con quienes compartir la ansiedad de llegar a la cumbre o al subterráneo de la existencia. Ni siquiera los relojes repiten las horas. Los nombres son otros siempre que se pronuncian. La gente en la plaza aplaude la mirada de espanto de las dos marionetas. Nadie imagina lo que el miedo hará con ellas cuando todos se marchan.

2.
Las dos marionetas son tan iguales que parecen una sola. Tal vez sean gemelas. O tal vez fueron creadas dentro de un mismo espejo. Una misma caja de acrílico. Desde donde podían ver el mundo, pero nadie podía verlas. Un mundo horrible creó las imágenes más espeluznantes dentro de sus ojos de madera. Los más oscuros cráteres fueron sembrados como un campo de alucinaciones. Muchas veces las dos gemelas se confundían entre ellas mismas. Como actrices que barajan las frases del guion. La repetición de aquel que jamás seremos. La repetición de una fantasía. Los códigos secretos de la repetición de quién ni siquiera las marionetas serán. Aquí es lo que somos. Dentro y fuera de la caja de acrílico. Dentro y fuera del teatro que accidentalmente incendiamos en nuestra alma. Desde entonces todas las noches son iguales. No importa cuánta gente vaya a la plaza central ver las marionetas.

3.
Las tinieblas se atragantan como un mito arruinado. Como una frase suelta, que no sabemos a qué hora decir. Una de las dos debe gritar, antes de que las máscaras comiencen a identificar nuestros rostros. Toda la gente que vino a vernos clama por un número excesivo de máscaras. Mi cara está preparada. Mi cuerpo asumirá la forma correspondiente de cada máscara. Un tejido viejo con ojos luminosos y cabellos de palos de un árbol incendiado. Hay demasiada luz en mis ojos. No puedo ver su máscara. Pero yo escucho cuando usted habla con todos e imagino los rasgos de tiza en su frente. Una cascada de tiza moldeando la ira de una mirada perdida. Hay nombres perdidos en su voz. Un laberinto de nombres que desconocen su propio destino. Quiero cambiar de máscara, pero antes las dos tenemos que descubrir el origen de esos nombres olvidados. ¿Cuántas noches oscuras cavan la madera desnuda de nuestros cuerpos? ¿Cuántos personajes vendrán al centro de la plaza desmentir nuestros temores renuentes? Haz de tu cara un lago que apague la luz de mi cara. Necesito ver mi próxima máscara. No puedo perder el curso de mi representación. Me ayude a volver a ser quien aún no he sido.

4.
Yo miro a todos en la plaza y veo que no hay máscaras. Cada uno de ellos debería haber traído su propia máscara. De otro modo, ¿cómo pueden vernos? sus rostros desnudos son como los nuestros, de madera lisa. No hay reflejo de alma o sueño o recuerdo. Lo que vemos en los demás es un hemisferio perdido de ilusiones. Mientras no aprendemos a mirar no sabemos quiénes somos. Una noche oscura en el centro del mundo. Dos marionetas. Toda la gente que ya no sabe lo que está haciendo allí. Necesitamos máscaras para revelar quiénes somos, para descubrir el significado de cada cosa en el mundo, para desatar los nudos de nuestra actuación. Larvas mecánicas, el ojo afligido de un volcán, rasgos de un ritual indígena. Vamos a distribuir una máscara para cada una de las personas aquí presentes. El reloj con todas las horas concentradas en la mitad de su cara, el marfil negro de un eslabón infantil, el paisaje perdiendo sus colores desde la frente hasta la barbilla. Ustedes pueden elegir qué máscara les representa mejor. No tengan miedo. Las máscaras traerán a todos para nuestro mundo. Y entonces repetiremos a cada escena los volúmenes de nuestros incesantes descubrimientos.

5.
Ahora, todos podemos conocer el miedo. Sentir las máscaras olfateando nuestros cuerpos. Recuperar la piel perdida. Ahora podemos recordar los cantos, los rituales orgíacos, los olores de atracción y repulsión. Una serpiente en cada espinazo. Una tierra incógnita en cada paso. Los humores de la carne siendo teñida por las vertientes del deseo. Cortar los miembros. Barajar los dolores. Cometer los crímenes para los que tanto nos preparamos. Esparcir las cenizas de la repetición por la casa entera. La plaza ondulada como una residencia viva. Huesos y orgasmos confundidos. Una de las dos debe quitar los cordones de la caja de acrílico y recortarlos. La otra cuidará de dar vida a toda la gente que vino a vernos. Ahora es la verdadera hora de aprender a tener miedo.

6.
El secreto está bien guardado. El miedo colecciona ruinas en el centro de la plaza. Su primer nombre sorteado es Oscuridad. La segunda amenaza salió corriendo en busca de nuevos factores. En la tercera noche la lámpara del mito comenzó a gotear una curiosa toxina. El cerebro de las marionetas se escondió en el fondo falso de la caja de acrílico. Una pequeña multitud de cerebros prensados con sus motores emocionales dando inicio al último ciclo de su existencia. Las marionetas no dan por la falta de su cerebro y colgaban de sus cordones, silenciosos, vaciados de cualquier pensamiento. Sus cuerpos de madera empiezan a pudrir, sepultados de vacío e incredulidad. Los cerebros perdieron sus cuerpos. No hay dedos para presionar el botón correcto que pueda reiniciar el espectáculo. Las máscaras abandonadas en el centro de la plaza se entrelazan y no identifican lo que pueda ser irreal o no. El silencio duerme y sueña con la escena siguiente: ¿cuál será el entreacto? El secreto está bien guardado.

7.
No tenemos miedo de la locura. No tenemos miedo del silencio. No tenemos ninguna oportunidad contra el tiempo. No tenemos qué comer esta noche. No tenemos como hacer el amor con tantas máscaras. No tenemos miedo de caer o subir. No tenemos miedo de frases pronunciadas al revés. No tenemos para dónde ir si el infierno sale de escena. No tenemos una gota de sol en nuestras sombras estiradas. No tenemos como morir en ningún momento. No tenemos miedo de la plaza central. No tenemos miedo del miedo. Nada quedó de nosotras dos.

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Floriano Martins (Brasil, 1957). Poeta, ensayista, traductor, director de Agulha Revista de Cultura y ARC Edições.  Contacto:
floriano.agulha@gmail.com.