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Verónica Ortiz Lawrenz. El lugar de donde soy

veronica-ortizDe su libro en proceso Historias de la vida real, la escritora y periodista mexicana comparte con los lectores de La Otra un relato extraído de una experiencia verídica, en la que la mujer es reducida al miedo de pensarse.

 

 

 

El lugar de donde soy
Verónica Ortiz Lawrenz

           Del libro en proceso, Historias de la vida real
Me hubiera gustado que las paredes estuvieran pintadas de colores: de verde para imaginar praderas y campos sembrados de trigo, maíz, nopales; y bosques de encinos, robles y pinos repletos de pájaros haciendo nidos y nuevos pájaros. Otra pared pintada de amarillo para que me calentara el alma, la habitación en la que vivo encerrada, mi cama compartida con un agresor. Quisiera tener un techo azul para imaginar el cielo y volar,  atravesar el aire con alas inmensas, hasta llegar a donde los hombres violentos no existen, ni las guerras, ni las cárceles.
           Llevo dos años aquí metida. La puerta cerrada con doble llave. No salgo sola, con mi suegra voy al mercado; con mi marido, pocas veces, porque no le gusta que me vean otros hombres. Me lleva a estudiar Mercadotecnia y Publicidad, a la misma clase donde él está. No puedo apartarme de su mirada. Es como si llevara un cordel imaginario que me ata a su cuerpo, a su inseguridad.
           Una noche me puse una armadura imaginaria y le dije que ya no podía vivir así. «Quiero regresar con mi madre y mi hermana», le dije. No las he vuelto a ver desde que me casé, porque él me lo prohíbe. José me mira perplejo por mi atrevimiento y niega con la cabeza. Niega. Luego me dice lo que repetirá por meses cada que vuelvo al tema. Si te vas me mato y te mato. Así, escueto, claro, terminante. Como una bala que da vueltas en la habitación y se estrella contra mis sueños.
           Entonces empiezo a planear cómo dejar esta prisión que no es hogar, ni casa, ni amor. Las amenazas son pinzas de miedo que me detienen. Impiden que mi pensamiento se abra a los deseos. Llevo encerrada casi tres años, voy a cumplir diecinueve en mayo. Pero no voy a quedarme. Sería como estar muerta y yo quiero vivir. 
           Así empiezan las preguntas. ¿A dónde iré? No puedo regresar a la casa materna, ellas son dos mujeres solas, José puede lastimarlas. Cualquier cosa que decida, tendrá que ser alejada de ellas. Las extraño tanto, pero debo cuidarlas. Me iré lejos, hasta donde el dinero, que de poco a poco he empezado a guardar, me lleve. ¿En qué viajaré? No tengo idea de dónde queda una terminal de camiones, pero pregunto. Afuera está la vida, mi vida. Nada podrá interrumpir este anhelo que fluye, nadie.
           Después de pasarme semanas midiendo los espacios entre las rejas que José ha puesto en las tres ventanas que dan a la calle, descubro dos aperturas más anchas por donde intento deslizar mi cuerpo. Nacer afuera, sola, parirme yo.
           Lo hago cuando no hay nadie en la calle; cuando José sale a trabajar. Mi cabeza va primero, con los ojos atentos, mido hacia dónde rotar el cuerpo. Llego hasta la cintura; después, la forma de la cadera me impide avanzar. Puedo disminuir el volumen, me digo, dejar la piel junto al hueso; y me ejercito, como muy poco, lo suficiente para que las fuerzas no me falten.
           La voluntad orienta el tamaño de mi cuerpo. Los días se acercan a mi cumpleaños. Salir es la única palabra que repito. Hoy, mañana, ahora. El carcelero sale temprano. Llevo una pequeña bolsa con dinero, cepillo de dientes, de cabello, un cambio de ropa.
           Atrás dejo pesadillas, ansiedad, el temor. Con mis brazos empujo. En la serenidad del atrevimiento no hay fantasía. Mirando hacia el cielo, me despido. Escapo en el momento que mis manos tocan la banqueta. En esos segundos toda la energía se concentra en mis piernas. «Camina», ordeno.
           Afuera reconozco los colores: verde, amarillo, azul. La ebullición de los sonidos anima la mañana, y corro, me alejo. Éste es el viaje que intuyo. Las calles son anchas, ríos de risas y voces me acompañan. Voy lejos,  hasta donde me lleve encontrar el lugar de donde soy.

 

Verónica Ortiz Lawrenz
*Periodista y escritora. En 1980 inició los primeros programas de televisión y radio, en México, sobre educación sexual en Canal Once, donde también realizó series críticas sobre política y sociedad, abriendo espacios en TV Mexiquense, Radio UNAM, Radio Capital, Radio 590, entre otros.
*Ha publicado las novelas: Sobrevivientes, (Planeta, 2003), selección Planeta España y Premio Coatlicue otorgado por la Coordinadora Internacional de Mujeres en el Arte (2006); No me olvides, (Planeta, 2006); La niña en el jardín (Editorial INK, e-book, 2017); de entrevistas, Mujeres de Palabra, prólogo de Elena Poniatowska (Joaquín Mortiz, 2005); Abecedario de las Culpas (poesía, Praxis, 2008); Placeres y parejas, Verónica Ortiz y David Barrios dialogan sobre sexualidad, erotismo y cuerpos (Editorial Pax, 2013) 
*Fue fundadora de los talleres y seminarios de periodismo y colaboradora del diario El Financiero (1990-1998); fundadora, ex-colaboradora y miembro del Consejo editorial de la revista emeequis.
*Actualmente conduce dos programas de radio: de semblanza, en la «B» Grande de IMER, y Reflexiones en red en Código DF, radio cultural en línea, estación de la que fue fundadora y encargada durante los primeros 6 años.