El cartero de Neruda

Aitor Arjol. Simplemente Il Postino

El cartero de NerudaPablo Neruda sirvió de inspiración a su coterráneo Antonio Skármeta para escribir la historia, Ardiente paciencia, que daría vida al filme de Michael Radford. Arjol revive sus escenas.

 

 

 

Simplemente El Cartero de Neruda
Aitor Arjol

Il postino. El cartero y Pablo Neruda. O simplemente El Cartero de Neruda. Como los vientos prefieran referirse a esta película italiana que cosechó un año después de su estreno el Oscar a la mejor banda sonrosa, además de otros premios en las respectivas ediciones de los Premios BAFTA, Cóndor de Plata y otros importantes certámenes internacionales.

En el año 1994 el director Michael Radford rodaba la película Il Postino, ambientada en un pequeño puerto de las costas italianas, a cuyo término llega Pablo Neruda acompañado de su mujer, Matilde Urrutia. El poeta chileno arribaba procedente de su país natal, de donde fue forzado a la clandestinidad y posterior exilio por el gobierno de Gabriel González Videla. Una villa en lo alto de un cerro próximo al pueblo se convierte en su último refugio, mientras allá abajo la vida discurre aparentemente ajena a las circunstancias sociales y políticas.

De hecho los habitantes de la localidad sienten una felicidad inconmensurable al salir en un documental ficticio que se ofrece en los preámbulos cinematográficos. En el mismo reflejan la escena de Neruda y su esposa bajando del tren en loor de multitudes, al tiempo que afirman su condición de poeta del pueblo y del amor. El pueblo también aparece entre olas y viejos muelles, mujeres cosiendo las redes, la apacible taberna donde siembran la oscuridad del vino y finalmente, la villa donde finalmente ambos cónyuges se alojarán mientras dure la invitación del gobierno italiano.

cartero de Neruda
Escena del cartero de Neruda

La presencia de Pablo Neruda en aquel recóndito puerto, escondido entre rocas y harapos marinos, vendrá a alterar la particular tranquilidad y lentitud con la que allá se vive, especialmente la rutina del titular de la oficina de correos, ante la avalancha de cartas y toda suerte de envíos dirigidos a Pablo Neruda que se prevén. Mario Ruoppolo, uno de los convecinos, consigue un trabajo como cartero encargándose de llevar la correspondencia al escritor chileno, sin mayor instrumento que una rudimentaria bicicleta con la que deberá salvar el desnivel entre el puerto y la villa donde vive su único cliente.

Al mismo tiempo que reparte el correo, Mario se enamora de Beatriz, que trabaja en la única taberna del puerto acompañada de su madre. Tal circunstancia ejerce como detonante para que surja una amistad entre el veterano poeta y el ingenuo cartero, en el momento en que éste último le pide que le ayude a conquistar a tan bella y singular dama. En ese singular camino, además de la entrañable amistad entre ambos, la película desentraña los misterios de cómo se crea una metáfora, o el mismo arte de la poesía.

A pesar de las reticencias de la madre de Beatriz, que inclusive llega a amenazar a Pablo Neruda por tener a su hija embelesada con las palabras, finalmente se casan en una boda multitudinaria en la que el vate chileno ejerce como padrino. En el mismo brindis da a conocer a los invitados una noticia deseada: le han revocado la orden de arresto y por fin puede volver a Chile, no sin antes reconocer la deuda con el pueblo que con tanto cariño le acogió en su momento.

«En mi país las cosas cambian continuamente. Hoy quieren que vuelva pero mañana puedo verme obligado a irme otra vez», aclara el propio Neruda mientras recoge en una caja manuscritos y otros efectos personales. Un breve abrazo y las olas golpeando con fiereza solitaria contra los acantilados se suceden al abrazo final da despedida. El pueblo se queda vacío de odas, pero tanto Mario como el responsable de la oficina de correos siguen pendientes de las noticias de Pablo Neruda y finalmente, Mario Ruoppolo decide grabar los sonidos del entorno en un fonógrafo y mandárselos a su querido amigo a fin de que no se olvide. Sonidos que va enumerando de uno en uno: olas en una cala; olas grandes; viento en los arrecifes; viento en los matorrales; redes tristes de su padre; campana de la iglesia de la Dolorosa con cura; cielo estrellado de la isla; y, corazón de Pablito –su hijo a punto de nacer-.

Algunos años después Pablo Neruda y Matilde Urrutia vuelven al puerto, y al entrar en la taberna de siempre se encuentran a un niño de corta edad que atiende al nombre de Pablo. Es el hijo de Beatriz y Mario. En aquel instante descubre que su amigo nunca llegó a conocer a su hijo, pues fue asesinado días antes de que éste naciera.

Mario había acudido a un acto político comunista para recitar una poesía dedicada a Pablo Neruda, pero en el instante en que subía a la tribuna «hubo una pelea, la policía cargó y él se llevó la peor parte». Pablo Neruda escucha perplejo y con tristeza la historia, y en sus ojos se reflejan las grabaciones que Mario nunca pudo enviarle. Así concluye la película, acompañada de una magnífica banda sonora que se diluye en los entresijos de la amistad creada.

Gran parte del éxito de «El Cartero de Neruda» no solo se debe a la solidez argumental y a la mágica atmósfera de la isla, sino también a la magnífica interpretación de los actores que encarnan a los diferentes personajes, tan llenos de humanidad, sencillez y simplismo; y, que bien reflejan las particularidades sociales y política de la Italia a mediados de los años cincuenta del siglo pasado.

El actor italiano Massimo Troisi se encargó de dar vida al cartero que a todas partes iba en bicicleta, mientras que su Beatriz en la película correspondía a la actriz Maria Gracia Cucinotta.
Un hombre maduro y sereno, no obstante de su peculiar forma de entender la poesía a partir de los versos de Pablo Neruda, hasta que su estilo cobra vida propia. Sin embargo, Máximo Troisi, ya aquejado de una afección cardíaca, falleció el día siguiente al último de rodaje.

De la misma forma, el veterano Philippe Noiret encarnó a Pablo Neruda, sin necesidad de esforzarse demasiado en la expresividad, ademanes y mirada, pues son notorias algunas similitudes físicas que le acercaban al poeta de carne y hueso. A este actor francés, fallecido en el año 2006, ya le acompañaba una sólida carrera profesional y espíritu en Italia, donde es recordado por su interpretación en la inolvidable «Cinema Paradiso» de Guiseppe Tornatore.

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Aitor Arjol
Para quienes se pregunten de dónde viene película tan bella, o al menos con semejante prisma de esperanza, la respuesta se halla en una novela corta escrita en su momento por Antonio Skármeta, otro de los veteranos escritores chilenos que aún goza de buen predicamento en el panorama de las letras hispanoamericanas. La novela de Skármeta, sin embargo, se titula «Ardiente paciencia» y son evidentes las concesiones entre la misma y su posterior adaptación cinematográfica. En la misma, la acción no transcurre en las lejanas y remotas costas italianas, sino en el solitario rincón chileno de Isla Negra, donde Pablo Neruda construyó una de sus moradas frente al océano Pacífico. Olas, campanas y fina arena para afrontar el exilio final. Hasta allá también llega un cartero cuyo único cliente es el poeta chileno, y asimismo surgirá una amistad prolongada y duradera entre ambos, con amoríos de por medio. Todo concluirá de similar forma a como plantea en la película anteriormente descrita: Pablo Neruda se convierte en embajador de Francia y Mario grabará los sonidos del mar chileno que el poeta tanto extraña. El golpe de Estado interrumpirá aquella solidaridad en la distancia, con el desenlace que cualquier lector conoce en el transcurso de la vida real.

Il Postino tuvo tanto éxito que el propio Skármeta decidió cambiar el nombre de la novela por otro más asequible y cercano a la memoria: «El cartero de Neruda». Además le precedía la sincera amistad que en su día le había unido a Pablo, y qué mejor que un homenaje sincero y cabal.

Finalmente, otro aspecto sorprendente es que si bien todos alabaron en Il Postino una atmósfera cinematográfica que linda estrechamente con el realismo mágico, pocos hicieron hincapié en el lugar del mapa quedan localizaciones tan bellas. A qué parte de Italia se corresponden. Concretamente la isla de Procida, no muy lejos de las estribaciones de Nápoles. Allí coinciden escenarios tan congruentes y personales como la posada del cartero, la oficina de correos, la iglesia del pueblo, la playa Pozzo Vecchio o las elevaciones que circundan tan breve lengua que tierra en uno de sus extremos. Una estancia para soñar con los ojos permanentemente abiertos.