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El ojo de la ballena. Ronny Someck

ronny-someckJean Portante nos hace llegar estos poemas del poeta israelí Ronny Someck, tomados del libro: Yo la amo y que el mundo arda, con traducción del hebreo: Alberto Huberman y Angelina Muñiz-Huberman.

 

 

 

Ronny Someck, del libro: Yo la amo y que el mundo arda

Traducido del hebreo: Alberto Huberman y Angelina Muñiz-Huberman

 

POEMA DE FELICIDAD

Estamos colocados sobre el pastel
como muñecos novio y novia.
Aún si viniera el cuchillo
trataremos de permanecer en la misma rebanada.

 

TRIGO

A Liora y Shirly

Un campo de trigo ondea sobre la cabeza de mi mujer y sobre
la cabeza de mi hija.
Cuán banal describir así lo rubio,
y sin embargo, allí, brota el pan
de mi vida.

 

BESO

El zapato de tacón fue inventado por una joven
que siempre era besada en la frente.
Desde entonces le brilla la frente como betún,
y el cepillo de las cejas no deja de pulir
la electricidad del ojo, después de la explosión
sobre las minas de los labios.
Recuerdo el primer beso junto al limonero deshojado.
Alguien nos dijo que si frotáramos los dientes con una hoja desaparecería el olor
a cigarro.
En aquel entonces la niebla tenía finos dedos. El cuello de la ciudad era amplio
para evitar ser estrangulado, y la joven que deseé no sabía que el olor a limón
entre los dientes
y la lengua ungía en la imaginación toda su cara.

 

BLUES DEL TERCER BESO

Ella fue casi la primera y quise llamarla Eva.
Ella me llamaba Peugeot porque era su 306.
Había entre nosotros unos cuantos años a su favor, y desde entonces
no tomé aventones que no se detuvieran.
Estábamos al lado de la cerca de la escuela de agricultura, y bajo
las plantas de los pies podía escucharse cómo
por las tuberías de regadío, el agua endulzaba
secretos a la tierra.
«Si plantas en ella una herradura», dijo, «al cabo de un año
te brotará un caballo», «y si», respondí, «plantas un ventilador,
en un minuto brotar
á la falda voladora de Marilyn Monroe».
En un segundo sus labios comenzaron a desvanecerse como arena
y su lengua se precipitó hacia mi cara
como los restos de una ola.
A esa misma hora se dividía el mundo entre los que cierran los ojos
y los que tocan los tambores en las explanadas marciales
de la puesta del sol.
Por eso no vi cómo las llantas del tractor
que pasó cerca de los charcos, salpicaron el agua,
y como besos voladores esparcieron fragmentos de barro
hacia los músculos de las nubes condenadas al atardecer
a empujar al sol
hacia el mar.

 

PERO

Pero eres de la cepa de las niñas que seguro que no regresan,
y cerca del mar, con el golpe rosado de los pezones repentinos
vuela un ave envenenada a morir en la terminal de la línea 4.

 

POEMA DE ALABANZA PARA LA REVISTA DE MODAS BURDA

Soy hijo de costurera, y desde niño imaginé
un ciprés como aguja verde,
un pozo en la tierra descosida
y la tempestad marina como un ovillo que levantaba olas
con el azul de una bobina de hilos.
Al final de cada día mi padre enrollaba la cinta métrica
que se retorcía como serpiente sobre un sillón,
y yo acariciaba con un imán la cara no afeitada
de la alfombra,
hasta que las agujas que se hundían entre las cerdas
se enderezaban.
Mi madre navegó hacia países cuyas fronteras eran líneas punteadas
en las páginas a recortar de la revista de modas Burda,
y soñaba con llenar de lentejuelas el vestido de noche de
Grace Kelly, princesa de Mónaco.
Ella, no lo reconocerá,
pero yo que me pinché las puntas de los dedos hasta que aprendí
a pegar botones de sueños en las camisas de diario,
puedo testimoniarlo
bajo juramento.

 

ARGELIA

Si tuviera otra hija
la llamaría Argelia,
y ustedes se quitarían los sombreros coloniales ante mí
y me llamarían «Abu Argelia».
En las mañanas, cuando abriera sus ojos de chocolate 
yo diría: «Es ?frica la que despierta»,
y ella acariciaría la cabellera rubia de su hermana
segura de haber descubierto de nuevo el oro.
Los granos de la costa del mar serían su arenero
y en la huellas de los franceses que huyeron de allí
ocultaría los dátiles que cayeron de las palmeras.
«Argelia,» me apoyaría en el barandal de la terraza y la llamaría:
«Argelia, regresa a casa para que veas cómo pinto la pared oriental
con la brocha del sol».

 

POEMA PARA UNA NIÑA QUE YA HA NACIDO

En el día que naciste los obreros de la felicidad calentaron
sus manos frente al fuego prendido
con el cerillo de tu vida.
Noche tras noche me hipnotizo con el sonido de tu aliento
como el centelleo de un faro es para un marinero casi desgarrado
por los dientes del mar.

 

Jean Portante