El presente texto del poeta luxemburgués, radicado en Francia, es la base de la conferencia que ha dictado el pasado mes de octubre en la Benemérita Universidad de Puebla y en la Universidad Nacional Autónoma de México. Compartimos con los lectores de La Otra este asomo a las relaciones entre tres grandes luminarias de la poesía y el pensamiento.
Jean Portante
Celan, Adorno, Heidegger / desencuentros
(Puebla, 22 de octubre)
La palabra «desencuentro» tiene en castellano por lo menos dos sentidos. Si se trata de un encuentro fallido, puede ser que no tuvo lugar o no cumplió con las esperanzas que lo nutrían. Paul Celan experimentó ambas posibilidades del desencuentro con Adorno y Heidegger, las dos figuras que dominaron el campo intelectual de la posguerra en Alemania, así como Celan dominó y sigue haciéndolo el campo poético. Si bien tuvo lugar uno que otro encuentro físico del poeta con Heidegger, Celan nunca logró reunirse con Adorno, y tal vez no lo quiso. Lo cierto es que leyó y apreció a Adorno y a Heidegger tal como los dos filósofos lo leyeron y lo apreciaron a él. De manera profunda. Pero, tal vez, allí también, en el ámbito de las lecturas recíprocas, se deslizó la serpiente del desencuentro.
Antes de entrar en el corazón de mi propósito, quisiera recordar unos cuantos elementos de la vida de Celan, sin los cuales la relación compleja entre él y los dos filósofos no puede entenderse. Dicho sea de paso que una gran cantidad de pensadores han reflexionado sobre la obra de Paul Celan, entre otros, Jacques Derrida, el italiano Giorgio Agamben, el francés Jacques Rancière, el anglo-francés-americano Georges Steiner, y muchos otros más, pero con ellos Celan no anudó una relación profunda como lo hizo con los dos filósofos alemanes, ni de encuentro ni de desencuentro. Ellos fueron, simplemente, lectores que admiraban al poeta, y trataron sobre todo de arrojar la luz del pensamiento sobre la compleja polisemia de la poesía celaniana. Una poesía que no puede ser separada de los acontecimientos trágicos de la vida del poeta. Y son precisamente estos mismos acontecimientos trágicos que condicionan los desencuentros entre el poeta y Adorno y Heidegger.
Paul Celan nace en 1920, como ustedes saben, en un lugar y una época equivocados. El lugar es la Bucovina, y más precisamente la capital Czernowitz. La Bucovina cuyo norte, incluyendo Czernowitz, forma hoy parte de Ucrania, mientras que el resto es rumano. Pero, en aquel entonces, es decir después de la primera guerra mundial, y por causa de ella, había sido enteramente anexada en 1919 a Rumania. Antes, había estado integrada, durante muchos decenios, al Imperio Austro-húngaro. Sea lo que sea, en la ciudad de Czernowitz vivían, en una atmósfera de tolerancia, muchos miles de judíos que formaban casi la mitad de la población. Como lo eran los Antschel, es decir la familia de Paul Celan (recordemos aquí que después de la Segunda Guerra Mundial nuestro Celan romanizó su apellido, remplazando el «tsch» de Antschel por un «c» , antes de invertir las dos sílabas y llamarse Celan). Eran, entonces judíos los Antschel, y la madre de Paul, Friederike Schrager, era, como muchos, de habla alemana. Celan frecuentó, además de la escuela judía, la escuela alemana; en casa se hablaba alemán, y el empezó a leer y a escribir en alemán. Insisto sobre esto, porque es uno de los elementos fundamentales de su poética y del desencuentro con Heidegger y Adorno.
Me gustaría enfatizar que Celan no es un poeta alemán, es un poeta de lengua alemana. Aquí se podrían trazar unos paralelos con Kafka que nació, como ustedes saben, en Praga, o con Elías Canetti, nacido en Bulgaria, ambos judíos y escritores de lengua alemana, pero esto sería otra conferencia. Celan es, al nacer, ciudadano rumano. Luego, cuando se fue en 1947 de Rumania, para pasar a Austria, lo hace clandestinamente, sin papeles, como los migrantes de hoy. El año siguiente se instala en París y adquiere en 1955 la ciudadanía francesa. Nunca fue ciudadano alemán. A veces aparece como poeta rumano, otras veces come francés, pero sin duda forma parte de la poesía alemana. Un poeta de lengua alemana inmerso en una complejidad lingüística particular. Era consciente de tal complejidad. Debajo de una carta al escritor Reinhard Federmann – es del 1962 – firma: «Pavel Lvovitsch Tselan (lo escribe con «ts» / Russki poët in partibus nemetskich infidelium / s’ist nur ein Jud«, o sea: «Paul Celan, hijo de Lev / poeta ruso en el territorio de los alemanes infieles / nada más que un judío.»
No quiero alargarme demasiado sobre la biografía, pero sí sobre el hecho que a finales de los años treinta, cuando se firmó el pacto germano-ruso Ribbentrop-Molotov, la Bucovina fue ocupada por la Unión soviética, y, en julio 1941, los alemanes, los nazis, la invadieron; como resultado, miles de judíos fueron deportados, a partir del 1942, en campos de concentración y, luego, de exterminación. Cabe aquí decir que el nombre alemán de la Bucovina es, triste profecía, Buchenwald, el nombre de uno de los trágicamente célebres campos de concentración nazis situado cerca de Weimar, en Alemania oriental. «Buche» significa «haya» en español. «Bucovina» y «Buchenwald» corresponden a «Bosque de hayas». Entre los deportados del 1942 estaban los padres de Celan, mientras que él logró esconderse. El padre muere de tifus y de agotamiento, la madre fue asesinada de un balazo en la nuca. Él mismo fue detenido poco después en un campo de trabajo en Moldavia, donde fue liberado por los soviéticos en 1944 (de allí quizás la denominación «poeta ruso» de la que hablé). Toda su vida, Celan se sentirá, a la manera de Primo Levi, como un sobreviviente, toda su escritura tendrá que ver con ese sentimiento y con la exterminación de los judíos, exterminación cuyo símbolo más trágico es Auschwitz.
Aquí entra la figura de Theodor Adorno. Todos los poetas conocemos su célebre afirmación sobre la poesía y Auschwitz. La vuelvo a citar, para que circule por el aire de esta sala: «Después de Auschwitz, escribir un poema es un acto de barbarie, y esto corroe incluso el pensamiento que afirma por qué hoy se ha vuelto imposible escribir poesía.» Esta cita es de 1949, y aparece en el ensayo «Kultur und Gesellschaft» (Cultura y sociedad). Más tarde, en un entrevista radial de 1962, Adorno vuelve a subrayar dicha afirmación e insiste: «No quisiera atenuar la frase según la cual, después de Auschwitz, seguir escribiendo poesía es una barbarie.» Sin embargo, cuatro años después, en 1966, Adorno, en su Negative Dialektik (Dialéctica Negativa), la atenúa de golpe escribiendo lo siguiente, que muchas veces los poetas olvidan, en un capítulo que precisamente tiene como título Después de Auschwitz. Dice Adorno: «La perpetuación del sufrimiento tiene tanto derecho a expresarse como el torturado a gritar (…), tal vez por eso haya sido equivocado afirmar que, después de Auschwitz, ya no es posible escribir poemas.» ¿Qué pasó en el entretiempo de las dos afirmaciones? ¿De dónde proviene tal retractación? Pues Adorno leyó los poemas de Celan, y entre ellos la Todesfuge (Fuga de muerte).
Este poema central de Celan, uno de los primeros, fue escrito, según lo fecha el mismo Celan, en 1945. La primera publicación fue en rumano. El primer título de Celan fue Tango de la muerte (lo cual alude al hecho que los verdugos nazis ponían música de tango tocada por los presos mientras torturaban o mataban).Celan hablaba perfectamente rumano, y escribió incluso algunos poemas en esa lengua, pero fue su amigo Petre Salomon quien tradujo el poema, escrito originalmente en alemán, al rumano y lo publicó en 1947 en la revista de Bucarest Contemporanul. En alemán, el poema aparece por primera vez en Viena en 1949, en una edición de Der Sand aus den Urnen (La arena de las urnas), donde Celan firma aún con el nombre de Antschel. Celan retiró estelibro de circulación, dado que contenía muchas erratas. Hay entonces que esperar hasta 1952, con la publicación en Suhrkamp, en Alemania, de Mohn und Gedächtnis (Amapola y memoria), en el cual Celan incluye «Fuga de muerte», para que empiecen a circular sus poemas en Alemania. En aquel momento hay, de parte de algunos escritores alemanes, especialmente los del Grupo 47, y de la prensa, un rechazo a la poética de Celan, acusado de no ser un poeta comprometido políticamente, durante el postnazismo y en una Alemania traumatizada por el horror y la culpa (a veces también por el cambio de bando de los escritores que, antes, como muchos del Grupo 1947, habían sido miembros del Partido Nacionalsocialista y ahora querían ser más católicos que el Papa). Para muchos de estos escritores, el arte tenía que expresar claramente, sin polisemia, su rechazo al horror. O, como lo proponía Adorno, callarse. Hay también que añadir que circulaba en aquellos años en Alemania el rumor, propagado por Claire Goll, la viuda del poeta Yvan Goll, amigo cercano de Celan, de que el autor de la Todesfuge había plagiado a su marido. Fue una acusación terrible que dividió en dos el campo de los poetas e intelectuales en Alemania, entre los que estaban a favor y los que estaban en contra de Celan, y que frenó la notoriedad del poeta. Dicho sea de paso, Celan sufrió mucho por aquella falsa acusación, que no fue ajena a su suicidio en el 1970. Tres años antes, en 1967, había ya intentado suicidarse después de haberse encontrado de nuevo con la viuda de Goll.
Las cosas empiezan a cambiar cuando, en 1958, Celan recibió un premio en Brema, e hizo allí un discurso donde explica por primera vez su poética. Y dos años más tarde, en 1960, se le otorgó el famoso premio Büchner, máximo galardón de la literatura alemana, y entonces pronuncia su celebre discurso llamado del «Meridiano», donde propone el concepto de «contra-palabra», fundamento de su poética.
Adorno había leído a Celan, y no sólo su Fuga de muerte.Cuando se retracta en 1966 y dice: «La perpetuación del sufrimiento tiene tanto derecho a expresarse como el torturado a gritar«, no hace alusión a otra cosa que a lo que Celan llama «contra-palabra» en su discurso del Meridiano. Hablaré de esto más adelante. La contra-palabra que es la palabra del torturado, la palabra de la víctima. No hay duda sobre el conocimiento que Adorno tenía sobre Celan, también, y sobre todo, porque casi se encuentran, en 1959, y aquí entra el primer desencuentro de mi ponencia, es decir la cita que tenían ambos hombres en Sils Maria: la cita frustrada, el rendez-vous manqué, como dicen los franceses.
Sils Maria es un pueblo en Suiza conocido por los filósofos porque allí escribió Nietzsche gran parte de su Zaratustra. A Adorno le gustaba retirarse allí, en las montañas, en el hotel Waldhaus. Celan había leído las Notas sobre la literatura de Adorno, libro en el cual el filósofo habla sobre todo del poeta Heine, quién, dicho sea de paso, se exilió como Celan en Paris. Celan entonces acudió a Sils Maria, con su mujer e hijo, para encontrarse con Adorno, en el mes de julio de 1959, pero Adorno no se encontraba ahí en ese momento. Le dijeron que iba a regresar pronto, pero no se sabe por qué razón, Celan no se quedó a esperarlo, y regresó antes de lo previsto a Paris. De ese desencuentro nació sin embargo un texto en prosa de Celan, escrito un mes después del desencuentro, dirigido directamente a Adorno, y cuyo título es Conversación en las montañas. En aquel momento, Celan pensaba que Adorno era judío. Todavía no sabía que el filósofo había tomado el apellido de su madre que era católica y que se llamaba Maria Calvelli Adorno della Piana. Mientras que su padre, que sí era judío, tenía el apellido, Wiesengrund, el cual Adorno usaba sólo como inicial entre el nombre y el apellido, como si quisiera esconderlo.
La Conversación en la montaña es el encuentro literario que Celan propone a Adorno, después del desencuentro físico. Encuentro que se prolongará con una correspondencia de unas cuantas cartas, quince más o menos, y que va a provocar la retractación de Adorno respecto a la cuestión sobre Auschwitz y la poesía. Muchos elementos del texto de Adorno ya citado, en el cual abre la posibilidad de la poesía después del Holocausto, provienen directamente de Celan y de sus poemas, y antes de todo de la Fuga de muerte. No voy a alargarme, por falta de tiempo, demasiado sobre esto, pero daré un ejemplo del encuentro poético-intelectual entre Celan y Adorno. Cité, anteriormente, la frase de retractación de Adorno. Pero antes de esa oración, el filósofo escribe lo siguiente: «Cuando en el campo de concentración los sádicos anunciaban a sus víctimas: ‘mañana vas a serpentear hasta el cielo como el humo de esa chimenea’, eran exponentes de la indiferencia por la vida individual a que tiende la historia.» Lo que Adorno pone en la boca de los verdugos, el «serpentear hasta el cielo», es, en realidad, casi un cita del poema Todesfuge de Celan. El poema empieza así: Ein Mann wohnt im Haus der spielt mit den Schlangen (en español: «Un hombre vive en la casa que juega con las serpientes»). Un verso repetido como una letanía en el poema. El «hombre» de Celan es el «sádico» de Adorno, el verdugo: en el poema, ordena, silbando, a los judíos «cavar una tumba en la tierra» y tocar música (un tango) mientras cavan. Luego los manda a «cavar una tumba en el aire», y el humo que serpentea al cielo, mencionado por Adorno, aparece tres versos más adelante en el poema. La filiación entre el poema y la reflexión de Adorno saltan a la vista. El poeta convenció al filósofo. ¿De qué? ¿De que la poesía es posible después de Auschwitz? ¿Y de que no sólo es posible sino necesaria? Las cosas no son tan sencillas. Es lo que nos dicen tres textos de Celan, dos de ellos ya los mencioné, son los discursos pronunciados al recibir sus premios. Hablaré luego sobre ellos. Vuelvo al poema en prosa, cosa muy rara de Celan, cuyo título es Conversación en la montaña, y que describe el ya mencionado encuentro no concretado de Celan con Adorno. Poema escrito en agosto de 1959, un mes después del desencuentro de Sils Maria.
El texto relata el encuentro de dos personajes en un camino de montaña, dos judíos. Uno se llama Klein, el otro Gross. Es decir, el Pequeño y el Grande. Dice Celan que el Grande tiene un cuarto de vida de judío más que el Pequeño. Todo indica entonces que el judío Klein es Celan, y Gross Adorno (recordemos que Celan pensaba aún que Adorno era judío). Este último, Gross, lleva un bastón gordo que ordena a Klein de hacer callar el suyo, más pequeño. Como para decir que la filosofía es más fuerte que la poesía, dado que logra silenciarla, y aquí encontramos la afirmación de Adorno sobre la imposibilidad de la poesía después de Auschwitz. La poesía tiene que callar, ordena el bastón gordo al pequeño. ¿Qué pasa entonces? Al callarse el bastón pequeño, la montaña se calla también. Escribe Celan: «Entonces calló también la piedra, y todo era silencio en la montaña, allí por donde iban, éste y aquél. Hubo silencio entonces, silencio ahí arriba, en la montaña.» Y enseguida Celan añade: «Pero no por mucho tiempo, pues cuando el judío viene de allá y se encuentra con otro, de pronto ya nada más se calla, ni siquiera en la montaña. Pues el judío y la naturaleza son dos cosas distintas, siguen siéndolo, aún hoy, aún aquí.» Lo que sigue es más explícito aun: «Calla el bastón, calla la piedra, y el callar no es callar, ninguna palabra ha enmudecido y ninguna frase.»
Ésa es la respuesta que da Celan a Adorno. Hay que callar después de Auschwitz, pero este callar no es callar. Es un hablar callado. El silencio de la poesía se transmite a la piedra. «Y la piedra, dice Celan, ¿con quién puede hablar la piedra?» La piedra representando el mundo arruinado. Es el mundo de los que fueron derrotados, de los que murieron, de los que no tendrían palabra si la piedra no hablara. Tal vez, la piedra sea muda, pero esta mudez habla a los que saben escucharla y darle una voz, como lo hace el poeta. En otras palabras, para Celan Auschwitz es a la vez la imposibilidad de la poesía y la condición para que se pueda seguir escribiendo poesía. Es lo que Celan quiso sin duda decir físicamente a Adorno en Sils Maria. Pero decidió decírselo a través de un poema. En el territorio del poema. El otro, el del encuentro físico, el de hablar cara a cara, no le convenía. Lo dice explícitamente en La conversación en la montaña: «Yo aquí, yo; yo, que a ti puedo decírtelo todo, que podría habértelo dicho, que no te lo digo y no te lo he dicho.» Por eso se fue de Sils Maria antes de encontrarse con el filósofo. Y también porque a finales de los años 50, el poeta aún estaba forjando su compleja poética fundada a su vez sobre el hecho de que la poesía es una necesitad, una imposible imposibilidad, y que, para él, sólo la lengua alemana podía darle sus palabras: una lengua ensuciada por una década de nazismo y la exterminación de los judíos. La lengua de la exterminación. ¿Cómo entonces escribir en alemán, es decir la lengua del verdugo, sin hacerse cómplice? La respuesta está en la «contra-palabra». Celan la explica en sus dos grandes discursos que mencioné, sobre todo en aquel pronunciado cuando recibe el premio Büchner en 1960, el famoso discurso del Meridiano, pronunciado un año después del desencuentro con Adorno.
En este discurso, Celan evoca la obra de teatro La muerte de Dantón de Büchner. Y pone su enfoque en la figura de Lucile, la esposa del revolucionario Camille Desmoulins. Después de que su marido ha sido guillotinado, ella, de repente, grita: «¡Viva el rey!». Dice Celan en su discurso: «Después de todas las palabras habladas en la tribuna (es el cadalso) —¡qué palabra! Es la contra-palabra, es la palabra que rompe el «hilo», la palabra que ya no se inclina ante los «mirones y los caballitos de gala de la historia», es un acto de libertad.«
Y yo añadiría que puede ser que este «Viva el rey» suene como un grito a favor de la monarquía, pero es más bien, un «no» universal contra la barbarie evocada por Adorno. Y ese «no» es la posibilidad de la poesía, dentro de su imposibilidad. Ese «no» es un acto de libertad. Ese «no» no es solamente el derecho de la víctima de hablar después de la barbarie sino también su deber. Ese «no» es la contra-palabra. La palabra que no sólo es posible sino también urgente después de Auschwitz. Lo que significa que la poesía después de Auschwitz debe contener necesariamente, para Celan, el «no» a Auschwitz. De otro modo se inclinaría ante los verdugos. Es de ese «no» que se dejó convencer Adorno.
Para Celan, esto significó que debía constantemente construir una contra-lengua, lo cual explica que hiciera un uso sistemático de los neologismos, para no tener que utilizar las palabras ensuciadas. El alemán es una lengua que se presta a eso. Como ustedes saben, las palabras alemanas son palabras compuestas de muchos elementos. Por ejemplo, para decir «brillo de sol», a las lenguas latinas les hacen falta tres palabras. El alemán lo dice con una sola: «Sonnenschein». Lo cual sería en castellano: «solbrillo». Casi un palabra gelmaniana… La contra-palabra de Celan trabaja con esto, en la medida de que descompone las palabras compuestas y las recompone de otro modo, con pedazos distintos, creando así neologismos, es decir lengua nueva, contra-lengua. Así puede nacer la palabra «Niemandsrose», el título de un poemario de Celan, que en español se diría «Rosa de nadie». En alemán es una palabra nueva, nacida probablemente de «Niemandsland» (tierra de nadie), pero descompuesta y recompuesta diversamente. De ese modo, puede contener restos de la palabra inicial y al mismo tiempo la nueva palabra. Las dos se contraponen. Están en guerra una contra la otra. La contra-palabra de Celan es una declaración de guerra contra el alemán, la lengua del verdugo que mató a sus padres y a millones de judíos. Es como si Celan lanzara una bomba adentro de las palabras que, después de haber estallado, ven sus fragmentos reunirse de otro modo para crear palabras nuevas. Sea dicho de paso que estos neologismos son intraducibles en español, y en las lenguas latinas en general, que tienen pocas palabras compuestas. Nuestras lenguas transforman el neologismo en metáfora, lo que desnaturaliza la poética de Celan puesto que tiende a desaparecer la contra-lengua.
He dicho todo esto para subrayar que, al final, el desencuentro físico de Celan con Adorno se transforma en un encuentro poético. Y quisiera que se entienda este adjetivo, es decir «poético», en los dos sentidos que contiene, el sentido obvio que tiene que ver con la poesía, y el sentido escondido filosófico que hace de la poética una ética. Ese doble sentido es el territorio del encuentro entre Adorno y Celan. Ambos tienen una concepción ética de la poesía. Esa ética contiene a la vez la imposibilidad y la urgencia de la poesía después de Auschwitz. La imposibilidad y el deber de decir lo indecible.
Ahora bien, curiosamente, si con Adorno hay un desencuentro físico y un encuentro po-ético, con Heidegger, y esto me lleva a la segunda parte de mi propósito, las cosas suceden al revés. Celan encuentra físicamente a Heidegger, pero poéticamente o éticamente, a pesar del respeto mutuo que se tenían, y a pesar de que en cierto modo Heidegger influenció bastante en Celan , no hay verdadero encuentro.
Mencioné, arriba, sin detenerme en éste, el discurso que Celan pronunció en 1958 en Brema, cuando le dieron el premio de esa ciudad. En ese discurso, Celan alude a Heidegger, y en primer lugar a su libro Was heisst Denken (Qué significa pensar), un libro de 1954. A Celan le fascinaban la fuerza creativa de las palabras de Heidegger y las conexiones que las palabras entablan entre si. Así le es revelado que el verbo «denken», es decir «pensar» tiene, en alemán, la misma raíz etimológica que «danken», «agradecer». Y, a partir de allí, Celan, apoyándose en Heidegger, abre su campo léxico y semántico, para llegar a «gedenken», «conmemorar», o a «Andenken» que significa «recuerdo», y entrelaza el pensamiento con la memoria. Esto, por primera vez, hace explícita su propia búsqueda poética, la búsqueda de palabras para expresar la memoria de un desgarramiento que lo separó del mundo de sus padres y de sus ancestros. Es conmovedor escucharlo hablar de todo lo que desapareció, pero lo interesante, para mi propósito aquí, en este discurso, es que empieza con una referencia a Heidegger.
Celan siente que su manera de escribir poesía, su uso de la lengua alemana, tiene mucho que ver con la escritura heideggeriana, el poeta tenía un conocimiento profundo del Sein und Zeit (Ser y Tiempo)y apreciaba los escritos del filósofo sobre Hölderlin. Celan tenía en su biblioteca unas 27 obras de Heidegger. Hay incluso estudiosos de Celan, Philippe Lacoue-Labarthe por ejemplo, que pretenden que la poesía de Celan es un continuo dialogo con Heidegger. Lo confirma, en cierto modo, el hecho de que Celan forjó una palabra sobre la relación estrecha de su poesía con Heidegger. Se trata de la palabra «Heideggängerisch», intraducible al español, y que significa más o menos: «pasando por Heideg(ger)», pero como siempre con Celan hay polisemia, puesto que «Heide», además de ser el inicio del apellido del filósofo, significa en alemán también «brezal», y «pagano». Para dar la totalidad del sentido del neologismo, en español debería decirse «pasando por el pagano brezal de Heidegger».
Sea lo que sea, desde este entonces, el Celan del discurso de Brema tenía el deseo de encontrarse con Heidegger. Es algo comparable, sin la fuerza del enamoramiento, con la relación que tenía Hannah Arendt con el filósofo. Arendt fue toda su vida una admiradora de Heidegger, en cuanto a Celan, si bien admiraba al filósofo, él quería verlo, cara a cara, para que le explicara sus años turbios de su compromiso con el fascismo, y principalmente su silencio con respeto al Holocausto y a la «solución final» de Hitler. Es un poco lo que hizo el poeta norteamericano Allen Ginsberg con el novelista francés Céline que había sido abiertamente antisemita durante la ocupación alemana de Francia. Sus amigos, me refiero a Celan, se quedaron perplejos. ¿Cómo era posible que un poeta judío, y sobreviviente de la Shoah, pudiera encontrarse con el filósofo que con su silencio avalaba tal exterminación? Porque, si al inicio, tal vez incluso en el momento de su discurso de Brema, Celan no sabía nada sobre el pasado de Heidegger con exactitud, tal como Heidegger no estaba al tanto de que Celan era judío, en el momento del encuentro físico entre los dos, Celan no desconocía los hechos y la postura de Heidegger.
El encuentro entre Celan y Heidegger, muy comentado después y hasta hoy, ocurre el 25 de junio 1967, tres años antes del suicidio de Celan. A sus amigos desconcertados, por ejemplo a Jean Bollack, les dijo que vería a Heidegger para obligarlo a romper el silencio. En aquel entonces, Celan se sentía bastante mal, psíquicamente. Desde algunos meses, estaba internado, después de su primer intento de suicidio, en el hospital psiquiátrico de Sainte-Anne, y sólo podía salir en ocasiones especiales. ¿Pensaba acaso que el encuentro con Heidegger le haría bien? Hay que dudarlo. Una carta que le manda su esposa Gisèle habla del dilema contra el cual lucha Celan. Escribe Gisèle: «Sí, entiendo que la lectura de Friburgo con la presencia de Martin Heidegger te ponga algunas dificultades.»
El 24 de junio 1967, Celan dio, de hecho, como lo sugiere la carta de Gisèle, una lectura en Friburgo, y entre las más de mil personas que acudieron, estaba Martin Heidegger, sentado al fondo del salón. Para el filósofo, Celan era la voz sobresaliente del momento de la poesía alemana, era la prolongación de Hölderlin y Rilke. Celebraba Heidegger, en los tres, la grandeza de la lengua alemana, el pangermanismo. Y en esto hay el primer desencuentro ético entre el poeta y el filósofo. Celan no se ve como un continuador de esa grandeza que llevó Alemania a la barbarie. ¿Hablaron de esto cuando se vieron? Lo cierto es que sí hablaron, brevemente, el mismo día de la lectura. Pero cuando alguien quiso tomarles una foto juntos, Celan se negó. Sin embargo aceptó la invitación de Heidegger para que se vieran con más tiempo al día siguiente en Todtnauberg, un sitio en la Selva Negra, no lejos de Friburgo, donde el filósofo tenía su famosa cabaña en la cual se retiraba para escribir, ahí escribió, entre otros, el libro Ser y tiempo. Fueron juntos en coche, y cuando llegaron, hicieron un largo paseo, admirando la naturaleza y hablando de botánica, paseo y conversación que fueron interrumpidos por la lluvia, pero que continuaron en dicha cabaña. Lo que hablaron, nadie lo sabe exactamente. Al regreso, Celan envía una carta a su esposa, y le dice: «Querida Gisèle, acabo de regresar y me apresuro a enviarte estas palabras. (…) La lectura en Friburgo fue un éxito excepcional: 1200 personas me escucharon, conteniendo su respiración, durante una hora, luego, aplaudiéndome largamente, me escucharon otra vez un cuarto de hora.
Heidegger se acercó de mí – al día siguiente fuimos con Neumann, el profesor que me invitó, a la cabaña de Heidegger en la Selva Negra. En el coche tuvimos un dialogo serio, con palabras claras de mi parte. El profesor Neumann que fue testigo de esto, luego me dijo que para él, esta conversación tenía una dimensión epocal. Espero que Heidegger tome su pluma y que escriba algunas páginas haciendo eco a esto, alertando también, mientras que el nazismo vuelve a remontar.»
Heidegger no tomó la pluma. Las «palabras claras» no hicieron que Heidegger rompiera el silencio sobre su pasado, y no explicó ese silencio. Pero lo esencial es que Celan habló con él. Esto lo liberó de un peso. Celan estaba satisfecho. Fue testigo de su estado, el profesor Neumann que estaba presente. Quedó sorprendido por la repentina serenidad del poeta. Todos los que lo vieron después del encuentro quedaron asombrados. No sabían que esta serenidad tenía sobre todo su fuente en el hecho que, durante el encuentro, Celan no sólo había dicho a Heidegger lo que tenía que decirle, sino que también se dibujaba en su cabeza un poema, de cierto modo simétrico a La conversación en la montaña, y este último, como lo señalé, fue escrito después del desencuentro con Adorno.
Y es con este nuevo poema, tal vez el más célebre de Celan, junto con la Fuga de muerte, que quisiera cerrar mi presentación, dado que es, tal como la Conversación en cuanto a Adorno,la respuesta que busca Celan en el comportamiento de Heidegger. El título del poema es Todtnauberg,es decir el nombre del lugar del encuentro. Fue escrito la semana después del encuentro, y salió primero en una edición bibliográfica limitada, de la cual Celan mandó un ejemplar a Heidegger, y después en el poemario póstumo Lichtzwang (Coacción de luz). Heidegger agradece el envió, pero sin comentarios.
El título, Todtnauberg, alude, por supuesto al lugar del encuentro. Pero las cosas nunca son tan transparentes con Celan. En alemán, «Tod» significa muerte (palabra que en antiguo alemán se escribía con «t» al final, y he aquí un lazo directo con la Fuga de muerte. Como si Celan quisiera recordar a Heidegger lo que fue el Holocausto. La silaba «au» puede ser la palabra «Aue», que significa «vega». El significado de Todtnauberg entonces es «montaña de vega de muerte». Además, «Todt», con «t» después de «d», alude también a la organización nazi que tiene el mismo nombre, la tristemente célebre organización Todt, llamada así por el apellido de su fundador, el ingeniero Fritz Todt, responsable del trabajo forzado de millones de judíos en los campos de concentración, entre ellos, probablemente, los padres de Celan. Y no hay que olvidar que la sílaba «Au» es el inicio de la palabra «Auschwitz». Todo esto le quiso decir Celan al filósofo sobre el lugar donde este último tenía su cabaña. Es a la vez un agradecimiento (recuerden que se dice «danken» en alemán) y una invitación a rememorar («Gedenken») el pasado. El tono y el objetivo del poema se establecen desde el título.
Este no es el lugar para analizar el poema, hecho de una sola oración, dividida en ocho cortas estrofas, y 26 versos igualmente cortos. Pero sí quisiera detenerme, antes de cerrar, en las estrofas centrales del poema, la segunda y la tercera, es decir los versos 3 a 12.
(…)
en la
cabaña,
la línea en el libro
–¿cuál nombre acogió
antes del mío?–
en este libro
escrita desde
una esperanza, hoy,
de una palabra
por venir
de un pensante
en el corazón
(…)
He aquí casi la transcripción autobiográfica de lo que pasó en la cabaña de Heidegger, en Todtnauberg. Sabemos que Gisèle, la esposa de Celan, le pidió al hijo de Heidegger que le mandara, para completar la documentación sobre el encuentro, lo que Celan había escrito, ocho días antes de componer el poema, en el libro de huéspedes de dicha cabaña. Y el hijo de Heidegger le mandó la siguiente inscripción de Celan que en alemán suena así: «Ins Hüttenbuch, mit dem Blick auf den Brunnenstern, mit einer Hoffnung auf ein kommendes Wort im Herzen. Am 25. Juli 1967 / Paul Celan.» Lo cual significa más o menos: «En el libro de la cabaña, con la mirada sobre la estrella del pozo, con la esperanza de una palabra por venir en el corazón.» Pero se podría traducir también «con la esperanza en el corazón de una palabra por venir«. O sea, en la segunda traducción, el poeta tiene la esperanza en el corazón, mientras que en la primera, se espera que la palabra venga al corazón (del pensante).
Con esta inscripción, Celan no hace ninguna alusión directa a Heidegger. Dirige sus palabras al libro. En el poema, no obstante, aparece el «pensante», es decir el filósofo. Celan explicita en ambos textos el propósito de su encuentro con Heidegger. Es decir «la esperanza de una palabra por venir». ¿No sería acaso la palabra perdón? Sobre todo porque sabemos que para Celan, y para Heidegger, el verbo «pensar» («denken» en alemán) tiene, cómo lo recordé más arriba, que ver con la memoria, con la conmemoración. Es decir ambos sentidos se plasman en la palabra «pensante», que a su vez hace referencia al pensador, que es Heidegger, y a su deber, desde el punto de vista de la ética, no sólo de pensar, sino también de recordarse y de conmemorar. Eso es lo que dice también la pregunta de dicha estrofa hablando de otros nombres que el libro contenía, incluidos, seguramente, los de algunos dignatarios nazis durante el Tercer Reich, dado que Heidegger construyó su cabaña desde 1922. Separar recuerdo y pensamiento es sin embargo lo que hace Heidegger, cuando continúa callando su pasado: pensar sin recordar. Sin recordar lo que para Celan es el centro de su poética, es decir el Holocausto. Si bien en Todtnauberg se da un encuentro entre los dos, en el ámbito de la ética el desencuentro es completo. Todo el resto del poema habla, de hecho, de los alrededores de la cabaña, de las flores, de la naturaleza, de temas que fueron, según el acompañante que es Neumann, los de la conversación entre Celan y Heidegger.
Se subraya, con estos versos y con la inscripción en el libro de huéspedes, que Celan fue con un objetivo para encontrarse con Heidegger. No obstante, hacia el final del poema, encontramos el participio «halbbeschritten» que se refiere a los senderos que recorren los dos: se trata de una palabra típicamente celaniana, hecha de dos palabras, «halb» que significa «a la mitad», » a medias», mientras que «beschritten» corresponde a «pisado». Los senderos no son pisados por completo, sólo a la mitad. El objetivo que Celan se puso al ir a Todtnauberg solo fue alcanzado a medias. Celan dio el paso, pero no hubo respuesta de Heidegger.
El título del poema, y con esto concluyo, es decir Todtnauberg, alude como ya lo dije, con la palabra «Todt», a la «Fuga de muerte», primer gran poema de Celan. Ese es el vínculo entre los dos poemas que Celan le señala a Heidegger, al momento de enviarle el poema. La conmemoración de los muertos de Auschwitz. Pero, al final del título está el elemento «berg» que significa «montaña». El hilo va, de este modo, también, hacia el poema en prosa Conversación en la montaña enviado a Adorno, el poema donde Celan revela a Adorno que la poesía después de Auschwitz no sólo es posible, sino sobre todo es la única manera de ser. La conversación con Heidegger ocurre también en la montaña. El hilo poético llegó a su fin.
Los dos, Celan y Heidegger, vuelven a verse un par de veces, el último encuentro ocurre en 1970, un mes antes del suicidio de Celan, en marzo entonces. El poeta había sido invitado a los festejos del bicentenario del nacimiento de Hölderlin en Stuttgart, donde la Sociedad Hölderlin celebraba un encuentro. Heidegger, el gran estudioso de Hölderlin, acudió por supuesto también. Los organizadores le pidieron a Celan que leyera unos poemas inéditos. Fueron estos poemas difíciles de entender por un auditorio obviamente aburrido. Y Heidegger tampoco demostró interés en la lectura. Decepcionado, Celan, reprocha al filósofo su comportamiento. Heidegger por su parte declara que, en verdad, Celan está muy enfermo, sobreentendiéndose que se refería a que estaba enfermo de la cabeza. Es con este último desencuentro que se pone un punto final a su relación. En la noche del 19 al 20 de abril del mismo año, Celan se tira al Sena. Su cuerpo fue hallado el 1 de mayo. Es probable que Celan se lanzara desde el puente Mirabeau, cantado por Apollinaire, para rendir un último homenaje a la poesía. Y que Celan se haya suicidado en el bicentenario de Hölderlin no desmiente esta hipótesis.