Poeta y traductora, quien ha vertido y promovido al polaco a grandes poetas latinoamericanos y españoles, es también una de las traductoras más reconocidas de la obra de Proust a la lengua de Wislawa Szymborska. Aquí tres poemas de su autoría.
Krystyna Rodowska
Originalmente escritos en polaco, estos poemas fueron traducidos de la versión francesa por José Ángel Leyva y revisados por la autora.
El jubileo
Por primera vez, tío Leonard volvió a su país
después de cincuenta años de ausencia,
vino directamente de un reencuentro de veteranos
de la batalla de Monte Casino
(donde sus conocimientos médicos fueron tan valiosos).
Su pecho estrellado refulge como cielo
con todas sus medallas de guerra.
En la mesa de la cocina
come con apetito su pan seco con mostaza
(con certeza se reaniman sus hambres antiguas
en el campo de Pechora, debajo del círculo polar) (1)
Siempre firmaba sus cartas «Leonardo».
Como si con la última vocal españolizara su nombre
y expresara su reconocimiento a la patria de Borges,
Cortázar y Astor Piazzola
(aunque él no los haya leído ni escuchado;
desde lejos él conservaba su mano sobre
el pulso de Rusia).
En español, Leonardo se extendía sobre la historia de Polonia
con el único fin, en un país de generales – vérdugos
de prevenir a la juventud ante al espejismo comunista.
Tio Leonardo me llega apenas al hombro,
es casi sordo, pero aún conserva cierta gallardía
cuando recorre a buen tranco las calles silenciosas de San Isidro.
Once años antes él saltaba solo al tren
o ágil descendía en la estación del Metro
Retiro de Bueno Aires,
( cuya fama se la debe a Gombrowicz).
A los 82 años de edad, el médico «tradicional»
se especializó en acupuntura,
se casó en segundas nupcias,
tres meses después de enterrar a su primera esposa.
No quería esperar más, tenía un gran apetito de vivir.
(«Me preocupas – intervenía desde lejos–
deberías de tener un marido o por lo menos un amante»)
Tío Leonardo cumplirá, en unos cuantos días,
99 años de edad.
Ha practicado siempre
ejercicios tibetanos de longevidad,
con gran éxito como puede comprobarse, y natación;
Él nadaba en el mar, en la piscina e incluso en una pila de libros,
de cartas leídas sólo a medias,
con naturalidad se calentaba durante horas como un lagarto,
como si deseaba integrarse al sol y no a la tierra.
A causa del exceso de sol le escurre del ojo un hilillo de sangre,
del único ojo que ve un poco todavía.
El jubilado no duerme mal, cuida de su persona
(tiene una sirvienta paraguaya que lo atiende),
pero él vive en su mundo,
en sus paisajes imaginarios,
en todas las variantes de sus recuerdos de Pechora,
Irán, Irak, Italia, incluso Inglaterra —
«él espera la llegada de su centenario»,
como lo explicó muy bien en polaco María, su mujer,
mucho más joven que él ( ella no ha alcanzado
a compartir con el esposo la alegría del suceso)
¿Desearle 105, 110 años?
¿O un encuentro más en el más allá del poema?
Agosto 2011
Productos de limpieza
Los días y las noches
lavan sus largas manos
y al fin nos borran
como mancha sobre la ropa
que aún debe servir
mas no para nosotros
Humo
Mis recuerdos de la infancia
comienzan en un bosque
(aún las frambuesas no apestaban a la sangre)
Entonces, en esa época,
yo descubría por todos los senderos la herradura de la luna
Enredada en los pliegues del perfume
de los pinos –principitos en las danzas celestes–
yo tocaba escamas en los caparazones de las piñas
antes de que el cielo descendiera con estruendo
Mi primer bosque crece
en un mundo incomprensible
Mi memoria defectuosa
claudicante
no llega a sus raíces
Aquel bosque susurra en otro idioma
El poema se levanta como humo entre las llamas.
Mientras, los borrachos duermen tras la fiesta
1. Campo de Pechora, en Siberia, bajo el círculo polar, en la época estaliniana.