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La poesía de Tomás Quintero. Carlos Fajardo Fajardo

carlos-fajardoCarlos Fajardo Fajardo ensaya sobre la poesía de su compatriota colombiano Tomás Quintero, a quién define como «uno de los poetas más importantes de su generación en la Cali de los años setenta». Además nos ofrece una selección de su poesía.

 

 

La brevedad de la línea de tu mano.
La poesía  de Tomás Quintero.

Carlos Fajardo Fajardo

 

El poeta Tomás Quintero nació en Cali, Colombia, en 1945 y murió el domingo 3 de junio de 1978, en el río Agua Clara, cerca de Buenaventura -Departamento del Valle del Cauca- cuando sufrió un infarto en las fauces de las aguas. En sus 33 años de vida publicó sólo algunos poemas. Sin embargo, su obra es de una gran calidad escritural y conceptual, lo que lo sitúa como uno de los poetas más importantes de su generación en la Cali de los años setenta.

Nació y vivió en el barrio San Nicolás de Cali, barrio de bares, prostíbulos, con partidos de fútbol en  las calles, música antillana, tangos y boleros. Gran lector de Borges, de García Lorca, Antonio Machado, de Mayakovski, Miguel Hernández, Walt Whitman, de Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Nicanor Parra, de Juan Rulfo, Ernesto Cardenal, Cesar Vallejo. Como gran parte de su generación universitaria, asimiló las corrientes teóricas que fusionaban el marxismo con el estructuralismo y el existencialismo de Sartre y Camus, el psicoanálisis, la lingüística, la antropología de Claude Lévi-Strauss, la Escuela de Frankfurt (Theodor W. Adorno, Max Horkheimer, Walter Benjamin, Herbert Marcuse, Erich Fromm), el pensamiento de Louis Althusser, junto a las manifestaciones artísticas, poético-culturales de la época.

Con lucidez y valentía, Tomás Quintero registró la fugacidad de lo cotidiano, las contradicciones y contrastes de su época. De este modo rescató la memoria como elemento esencial para la poesía. Frente al olvido histórico, propuso una memoria poética; ante la amnesia, edificó una poética del recuerdo íntimo y colectivo. Ese fue su sino y su signo. La conservación de la memoria fue quizás uno de sus más altos compromisos. No se trataba de nostalgizar la vida pasada. Su idea era más alta y perturbadora: eternizar el instante, volverlo presencia donde existían ausencias. Superar la peste del olvido.

Esa condición se impone cuando leemos la poesía de Tomás Quintero. Lucidez unida a pasión y razón crítica. Tal eticidad poética se alimenta de una permanente ambición de cambio y de emancipación, no sólo de las trabas sociales, sino del mismo lenguaje. Se trata de transformar, estremecer, subvertir al lenguaje; crear nuevas maneras de cifrar, descifrar, sentir, amar. Búsqueda y conquista de una nueva sensibilidad a través del poema, que permita entender la realidad, pero a la vez rebelarse contra ella y modificarla. Crear otras orillas. Petición de una razón poética de la acción, unida a la praxis política e histórica. Entre este aceptar y rechazar los principios de la realidad fluye la escritura de Quintero.

En un primer momento Fajardo Fajardo ubica a Tomás Quintero en la Cali de los años sesenta y setenta, en los imaginarios y mentalidades que fluctuaban entre la música, el fútbol, la vida de barrio, el compromiso político de izquierda, temas que lo motivaron y que poetizó con bastante pasión. Analiza los procesos de modernización de la ciudad a finales de los sesenta y principios de los setenta, debido a las obras que se llevaron a cabo para los VI Juegos Panamericanos. En un segundo momento, indaga los contextos socio-políticos nacionales de los poetas posnadaístas que publicaron en los setenta y de la que hará parte Tomás Quintero. En el tercer apartado se compilan entrevistas y testimonios escritos por amigos, colegas de trabajo, familiares y camaradas de Tomás Quintero, donde se observa la importancia que para el poeta tenía la amistad, como espacio mágico, solidario, político, de compromiso poético y amoroso. Por último, aborda la poesía de Tomás Quintero, sus cimientos temáticos, conceptuales y formales a través de los cuales elevó su poética.

Tomás Quintero murió joven, igual que sus paisanos Julio Roberto Arenas (1943-1973) y Andrés Caicedo (1951-1977), los tres pertenecientes a una generación con ideales de transformar el mundo y cambiar la vida, golpeándose con la realidad, desengañados, desesperados, desgarrados por una historia colombiana sin rumbo, sin luz en el horizonte. Tal fue el tiempo que les tocó vivir, tal su compromiso con la escritura y la palabra en esa ciudad solar, llena de furia y de ánimo gracias a una juventud contestataria y contracultural, alimentada por las concepciones de vanguardia, viviendo intensa y tenazmente por y para la renovación de la sociedad y la cultura.

 

Poemas de Tomás Quintero

Viaje

A Hernán Toro

Caminaré contigo por Europa
sin moverme de mi barrio triste
de mi bar sembrado de botellas
de mi música vieja y mis tambores.

Caminaré contigo, por Europa,
(en París. te aseguro,
el hambre pega fuerte
si llegás allá
soñando con la nieve y sin bufanda).

Caminaré contigo por los puertos
entre los barcos Noruegos
hediondos a ballena en celo.

Entre el catarro atosigado
del viejo vendedor de castañas.
Entre libros gastados
y amores de prostitutas de otros tiempos.

Caminaré
Hacia el Are du Carroussel o Thilleries
Hacia los canales de Amsterdam
Hacia algún atardecer brumoso en Liverpool.

Caminaré contigo
y todos los días será más honda la tristeza
más agrio el vino
más duro el pan entre los dientes.

Pero caminaremos juntos por Europa
-Objeto amado-

Aunque sea largo el tiempo de estar muertos
Aunque en mi barrio pobre
el absurdo lo arruine todo lentamente…

Alma mía, cuando muramos

Alma mía
Cuando muramos
Llevadme de la mano
Hasta las playas del sol
Para secar allí nuestra tristeza
y clavar con flores
En el sexo
Nuestro amor

Alma mía
Cuando muramos
Dejemos colgando nuestra vida
En la percha
Del cuarto barato
Para que las putas vistan
Con ella
Las baratas ilusiones
De sus amantes y sus cuerpos

Alma mía
Cuando muramos
Que al menos sea desnudos
Para poder cantar
Con los niños
Las verdades de la aurora.

(Último poema de Tomás Quintero)

Sarah Yvanovich

Sarah Yvanovich,
hija de emigrados,
Nieta de bolchevique
Te encontré por la calle empedrada
De mi barrio viejo
con el cabello que la lluvia de agosto
Había pegado sobre tu rostro.
Sarah Yvanovich,
mochila y guitarra
y viejos zapatos gastados
Sobre los charcos grises.
En la mesa más íntima del bar
Bebimos ron mientras me hablabas de tu hambre.
Sarah Yvanovich, danzamos.
Tú como zíngara
Yo como antillano.
Bebimos y fumamos el tabaco negro
Que traías de Singapur.
También cantamos, al son de tu guitarra.
Sarah Ivanovich, algo recordabas de la Revolución
y habló tal vez la boca de tu abuelo,
Tal vez la boca de tu padre.
Porque tú hermosa Sarah,
Jamás has entendido en qué consiste eso.
Lloraste, sin embargo,
Por el negro humillado
De Brooklyn.
Por el Vietnamita que se quedó sin ojos.
Por el pobrecito latino, tan pobre, tan pobre.
Lloraste, Sarah Yvanovich
Hasta el amanecer,
Hasta mi cuarto
Hasta mi colchón gastado
Hasta que nos amamos.
Hasta que la risa corrió como río loco
Por tus costados y tus piernas.
Tómate el café, Sarah Yvanovich.
El tren del norte partirá a las seis.
La lluvia continúa.
Es lunes y debo trabajar.

Allí comenzó el bayano

Cuando el siglo moría de cansancio entre la guerra
Llegaron los abuelos.
Bajaron cabalgando en mulas jóvenes
por la calle Real de sol y piedra.
Cargaban con baúles y negras milenarias
– que no esclavas sino parte de su propia historia –
Mi abuelo, su guitarra y su bigote
Blanco, como ala de paloma, durmiéndose en el labio…
No quisieron
El centro del poblado de grandes casas
Con ruidos de charol en los zapatos
Y perfume francés en las ventanas:
Entre otras cosas porque las damas del Alférez y el Alférez
Y sus hijos azules y otras cosas
Cerraron los zaguanes a su paso.
Gustaron más del sitio cercano al río y al llano
Donde comenzaba el pueblo o terminaba.
y allí comenzó el Bayano, el Barrio,
Pila de aguas tranquilas
En una plaza verde.
Y comenzó la saga del adobe y la casa
Del corredor y los geranios.

Kamal Arabat, el palestino

Te esperaban en casa, Kamal Arabat,
Madre ha tendido mantel blanco
Y el vino dulce aguarda sobre la mesa.
Hermana tiene lista la camisa
Para la fiesta del viñador.
Laila sueña con tu cuerpo moreno y duro
Sobre el suyo
Y espera cantando tu regreso.
Abdul, el anciano, fuma de su pipa
Y desde la penumbra de sus ojos
Piensa en ti,
Todos te quieren, Kamal Arabat,
Todos te esperan.
Lo que ninguno sabe
Es que en este amanecer del Sinaí
Las manos judías te han dado muerte.

Estoy cansado ahora

«¿Quién podrá decir mañana
o años más tarde,
cuando vuelva a pasar por esta calle
y mire la ventana,
que fueron falsas las palabras
y falso el llanto con que quise describir
el inagotable silencio de tu presencia?»
¿Quién podrá decir que no había amor
en el deambular de mi cuerpo por tu cuerpo,
y que el último beso, el de la tarde del adiós,
hizo crecer
cantos de pájaros nocturnos
en la aridez de mi angustia?
Mujer antigua,
estoy cansado ahora.
Mira:
sólo quedan mis manos que tiemblan
cuando reconstruyen el recuerdo de tu rostro.

Siri Jahn
(Fragmento)

Siri Jahn
recuerdo que era invierno
cuando te encontré
porque llevabas mojado el rostro
y viejos jeans, y una mochila,
y la vieja guitarra
a la que le faltaba alguna cuerda
Siri Jahn
Temblabas
no por el frío porque ya conocías el frío
sino por falta de amor
y preguntasteperdida en la ilusión de la droga
si por aquí quedaban las playas del sol
para poner a secar toda tu tristeza
Siri Jahn pediste
en tu canto de sirena
un muchacho que colocara sobre tu sexo
todas tus cosas deseadas
un muchacho que te despojara
de un poco de tu llanto
para poder cantarle al llanto…»

Poema final

¿Qué tiempos son estos
en que hablar de árboles
significa callar tanta barbarie?
B. Brecht.

¿Y de qué servirán tantas palabras
si cada amanecer es un sudario
si vivir es morirse
a plazos,
lentamente
si ante cada pared
o al pie de cada árbol
se despierta la patria hecha pedazos?
(Y la patria es un niño o una huelga
es un indio o un negro que agoniza
es un pueblo de piel acribillada
es usted o soy yo,
la patria es eso…)
¿Y de qué servirán los retóricos
goces del lenguaje,
de qué, pregunto yo,
este poema?