Reconocido poeta colombiano, Juan Manuel Roca nos comparte sus doce parábolas, creadas en estos «tiempos propicios para estas liturgias bizarras».
XII parábolas apócrifas
Juan Manuel Roca
«Todas las cárceles del mundo
están construídas con las piedras
que llovieron sobre Jescucristo».
Vladimir Holan (Una noche con Hamlet)
I.
Parábola del Rey Salomón
en Cartagena de Indias
Cuando le pregunté quién era,
Me dijo que el Rey Salomón.
Quise saber quién deslizó su canto pagano
En las hojas sagradas de la Biblia.
El Rey prefirió, mientras miraba
Tu paso de canoa, decir estos versos
De los que soy amanuense:
«He atravesado las dunas de los sueños
Para llegar a tu jardín,
Al trozo de noche que alberga tu cuerpo.
Tus pezones son negras aceitunas,
Botones de rosa a punto de aflorar».
Nazaria, muchacha de Chambacú,
Esto dijo, al verte,
El Cantor de los Cantores.
II
Parábola del hijo pródigo
A partir de una idea de Gide
Viene por los caminos
Con la piel templada como un tambor.
Se ha hecho hombre,
Ha visto guerras y mortajas,
El último animal de una especie en extinción.
Habitan su memoria
Grandes mesones y grandes catedrales.
Sus padres lo reciben con los brazos abiertos
Y una sopa de miradas y silencios.
Ha vuelto por su hermano. Le cuenta que
«Hay ciudades que alternan
Mil noches en un día,
Grandes navíos que suenan como trombones
Cuando zarpan de los puertos
Y se hacen a la mar»,
Y lo incita a dejar la jaula de los padres.
¿Y el viento?
El viento toca a la puerta de la casa
Con su puño de herrero,
Con sus gruesas manos de estibador.
III
Parábola de Job y
de los perros rabiosos e ingleses
Job escucha en la BBC de Londres
Que el Señor está implicado
En la ingesta de vinos sin impuestos
En las Bodas de Canaán,
Y en la reventa
De peces fuera de temporada.
Escucha, en el cementerio de autos
Donde espera un milagro,
Un rock que cuenta la historia de una mujer
Llamada María Magdalena,
Apedreada en un poblado de Judea.
La voz de Joe Cocker
Hace levantar a Lázaro de su tumba
Y se puede imaginar
Al cantante invadido por la epilepsia del baile.
Job escucha desde su muladar
El paso de las sirenas policiales
Y el aullido feroz de las ambulancias.
Los que cruzan en sus autos
Lo suponen un mendigo y aceleran su paso.
Él escarba una montaña de desperdicios,
Una gran cima de manubrios y de llantas.
Lee un diario atrasado de Josafat
Y espera la llegada de un ángel.
IV
Parábola
de las estatuas de sal
En algunos parques y avenidas
Se levantan estatuas de héroes
Modeladas en sal.
Los mendigos las raspan con cuchillas
Para condimentar su sopa de lluvia,
Así que hay muchas sin piernas ni brazos,
Como recién llegadas de la guerra.
Se hacen salones y bienales
A propósito de tan espléndido arte
Y recubren con lonas
A los hombres blancos que habrán de develar.
El visitante se llama Lot
Y argumenta en los museos
Sobre el arte efímero y las esculturas de sal.
Viene de trasegar
Ciudades en ruinas y palacios demolidos
Donde se hacen agua los ángeles de hielo.
El hombre traza parábolas
Sobre caballos cincelados en yodo
Y una estatuaria clásica bañada por el mar.
Le resulta imposible no pensar
En su desobediente mujer
Cuando visita una Catedral con muros de sal
A la que entra como a una catacumba.
El Señor Lot se siente en casa,
Titulan algunos diarios y revistas,
Se muestra complacido de un país que olvida
El lugar del que zarparon sus naufragios.
V
Parábola
del fraticida
Se anuda una corbata de seda
Para irse al burdel.
Busca en los bajos fondos
La droga del ángel que reparte paisajes en fuga
Y una que otra ración de eternidad.
A menudo acude a los cafetines
De la Plaza de Bolívar,
Se mezcla con tratantes de ganado
Y comerciantes de esmeraldas,
Con grandes señores de la guerra
Y guardianes de tierras usurpadas.
En la Calle de los Anticuarios
Mira estampas del arcángel del silencio
Y postales iluminadas del Paraíso.
Se fugó de la Biblia,
Se ha hecho ciudadano de un país
Donde matar hermanos es asunto corriente.
Se llama Caín
Y brilla en las noches azules de la corte.
VI
Parábola de las siete plagas
Ahora verá el Faraón. Tendrá que atenerse
A los oscuros y negros vaticinios.
Ahora verán los que nos confinaron en Varsovia,
Los que no vieron en el bigote de Hitler
Una mosca que voló de un cementerio a su boca.
Ahora verá el Faraón
Que no quiso oír la voz de los Profetas,
Las plagas llegarán en puntillas a su sueño.
Llegarán como aquellos expedicionarios del Amazonas
Que pasaron penurias y acechanzas
Para darle a una flor el nombre de la Reina Victoria.
Como esos colonos con piel de luna
Que tajaban el aire bajo sus cascos de corcho,
Llegará la primera de las plagas.
De la radio saldrá ruido, únicamente ruido
Y se acallará la voz de los Profetas.
James Cotton, Nina Simone, Leonard Cohen
Y hasta el mismo señor Bernstein
Oirán sus canciones entre sirenas de fábricas
Y anuncios de bombardeos, su música acompasada
Con palanganas y barrotes de presidios,
Un coro de tazones de estaño
Golpeados por magrebíes inmigrantes.
Los noticieros de la noche anunciarán
La llegada de la peste patrocinada por Beneton,
Los paisajes de smog pintados al carbón,
La plaga de la patria y su bandera de langostas,
Las visas para viajar a nuestro cuerpo,
La nube de moscas que brota de los gramófonos,
Los trigales sin hambre y el hambre sin trigal,
El hambre que camina como un gato
Sobre todos los tejados del mundo,
Los paisajes de hielo
Que gotean desde la patena del sol
Y en las orillas del desierto que se expande,
El vino convertido en agua y el agua en arena,
El salario del miedo bajo el capuchón de la muerte.
Ahora verá el Faraón. Tendrá que atenerse
A un Führer de opereta en los palcos de Broadway,
A la orquesta del olvido
Que ameniza los salones de la noche,
A las vacas magras que pastan en los campos de golf.
Ahora verá el Faraón.
VII
Parábola de Cristo
Judas apaga la radio y baja de su Cadillac
Para besar a Jesús en la mejilla.
En medio de las coristas que le piden al Señor
Astillas de su guitarra, Judas truena sus dedos
Y deja al pasar un aire de lavanda.
3 decenas de guardias de Wall Street
Bajan de un camión 30 sacos de dólares
Con una bandera de Oriente.
El auto de Judas parte en dos el mar de la noche
Y la tierra prometida.
2 centuriones vestidos con gabardina y borsalino
Le imponen un par de esposas al Mesías
Y lo trasladan a Washington.
El Capitolio brilla acribillado de estrellas
Como un pastel de aniversario.
Los visitantes del Pentágono
Tienen las narices blancas de polvo de los Andes
Y las manos rojas de Lady Macbeth.
Cae el precio del maná en la Bolsa de Valores
Pero graznan cuervos en el azul de Palestina.
Para Juan Gelman
VIII
Parábola con dos bribones
y un banjo
La noche
Camina en las terrazas con pasos de baile,
Con sigilo de ladrón.
Al anarquista de Nazaret
Que repartió panes y vino
En una cena de adioses,
Lo acompaña un cortejo de músicos de aldea,
Una banda de doce peregrinos
Que tocaba en las fiestas de su padre
Y en las catacumbas del amanecer.
Tocaban canciones de Galilea,
Canciones de esclavos que entonaban
/hossanas
Y llamaban al baile a las muchachas de Israel.
Un juez de Massachussets
Lo acusa de terrorista,
De robar una estación de gasolina
Y de asaltar el porvenir.
Afirman que embaucó a ciegos y leprosos
Con raciones fraudulentas del Paraíso.
Suena un banjo, un soul
Y una voz untada de luna baja desde la terraza
A las puertas de hierro del amanecer.
Es una canción que habla
De un cómico de la legua
Que aprendió a caminar
Sobre el agua vinosa del mar de Galilea.
Crucificadle, crucificadle,
Grita un mitin de tenderos en el puente de
/Brooklyn
O en los confines del mundo.
Al lado del anarquista,
De sus elocuentes parábolas con camellos
/y agujas,
Caminan dos hombres condenados:
Un matón de poca monta de Chicago
Y un relapso de Kansas
Acusado de narcotizar a la noche en un burdel.
El convicto a su diestra
Propone un asalto a mano armada al Paraíso.
El de la siniestra dice llamarse Charlie Parker
Y no temer a la muerte,
Pero pide que le entreguen su saxo
En los salones de baile del Edén.
Es un trío de sombras
Abandonadas en la alta noche del escarnio,
En la noche que camina en las terrazas
Con pasos de baile, con sigilo de ladrón.
IX
Parábola de Verónica
Noticias de última hora
Cuentan que Cristo fue crucificado
/en Wall Street.
Lo hicieron
Para vengar su gesto de ira
Al expulsar del templo a los banqueros
Y a las divas platinadas de Babilonia.
Las marquesinas de los teatros
Anunciaban con luces de mercurio
La captura y el final del Mesías,
Como se anuncia una ópera.
Sangre y sudor de Cristo
Tiñeron las nieves perpetuas
/de Wall Street.
Una mujer enjugó su rostro
Que quedó impreso en un lienzo.
La Xerox
Busca con apremio sus servicios.
X
Parábola
del carpintero
En adelante
No hará cruces por encargo,
Le murmura atribulado
A un reportero del Sinaí.
Se retira del oficio,
Entierra su garlopa
Bajo paladas de olvido.
Tiene un poco de aserrín en su cabello,
Huele a cedro herido, a resina derramada.
Las cruces son signos de más
Sobre signos de menos,
Dice el sombrío carpintero
Y piensa en el olivar
Donde atraparon a su hijo.
La cruz del buscapleitos y enemigo
Del reino de este mundo
Es fogoneada por la tormenta
Y los rayos de magnesio de la Kodak.
(Cruza un guardia de Pilatos
Buscando el apóstol que lo niegue:
Va en su Harley brillante y negra
Como un ángel caído
En un pozo de petróleo).
A pesar de no ser estadista,
De no saber de ofertas y demandas,
José desconfía de la bonanza
De los carpinteros de Beirut
Que deben fabricar ataúdes
En vez de camas o de barcas.
Para Robinson Quintero Ossa,
que conoce a los carpinteros de mi país
XI
Parábola del templo
y los exorcistas
Más que una reventa de milagros,
En el templo comerciaban
Los objetos de un culto espurio
Para acompañar la soledad de los muertos.
Mármoles podridos. Jesús entró
Como un ángel a un garito
Y descargó su látigo
En las espaldas dromedarias de los mercaderes.
Azotó el agua del Hudson
Que reflejaba el mercado de abalorios.
Cayeron copones de hojalata de los anaqueles,
Hisopos de plata, lágrimas de vidrio,
Anuncios que invitaban a un crucero
Por los casinos de la tierra prometida.
Pero la piel de los comerciantes es dura,
Templada y rocallosa. Por la noche regresaron
Con trenes y barcos y camiones
Y contenedores cargados de pieles y de encajes
E hicieron de la usura su morada.
Como no quieren que Cristo vuelva
A latigar sus espaldas dromedarias,
Los comerciantes se reúnen en el templo
Y murmuran palabras sibilinas
Que exorcizan su regreso.
XII
Parábola de Babel
y del jazz
Les hablaré de Babel.
De la trabazón de las lenguas
Cuando el vecino habla en nube
Y su mujer lo hace en jaguar,
De la algarabía de los pájaros
Que empiezan a hablar
En claro de luna o en lengua de rufián.
Son una cantera inagotable
Para los viejos lingüistas
Las tierras baldías de Babel.
En los vecindarios de la Torre
Instalan grandes reflectores
Y un sol de terracota
Modula el esperanto del calor.
Un hombre negro llamado Louis,
Traído a estas tierras
Desde las noches del Cotton Club,
Toca la trompeta que compró
En la amurallada ciudad de Jericó
E inicia un jazz que despierta
Al arcángel san Gabriel.
Cuando sopla su instrumento,
Una flor de cobre que aprieta sus labios,
Se abren fisuras
Al gran rascacielos de Babel
Y todos, absolutamente todos,
Los que murmuran en nube o en jaguar,
La parvada de pájaros
Que habla en claro de luna o en rufián,
Se saludan en la lengua deseada.
Roguemos, mortales,
Que el trompetista no deje de tocar.