Una reflexión sobre lo que es la colección Respirando el verano, así, con el gerundio por delante, hace homenaje al poeta colombiano Rojas Herazo, con el sello de la editorial Domingo Atrasado que dirige el generosísimo y buen poeta Jaime Londoño. Quiénes y por qué la constituyen, de eso nos habla Victor López Rache.
Fin de un largo silencio
Victor López Rache
¿Una colección de poesía en plena expansión de la banalidad y el miedo? Sí. Y el proyecto tiende a salir de las duras fronteras de la actualidad para adentrarse en el imaginario de las futuras generaciones. Tiene un sello de seriedad: sus promotores son poetas. Se llama Respirando el Verano en honor a la obra del polifacético Héctor Rojas Herazo, 1921-2002, cuya primera novela goza de este afortunado título. También porque indica miles de posibilidades que el verano le ofrece al ser humano y a la naturaleza. Desde la honda asfixia hasta la plena contemplación. Avisa la llegada del invierno o parte llevándose la sed y la desesperanza. El verano crea las condiciones para que el fuego ejerza su papel de purificador. Álvaro Marín, poeta y ensayista, ha estudiado la obra de Rojas Herazo, cada vez profundiza más en la poesía colombiana y en los altibajos de la sociedad. Para él no está enferma la época, sino la civilización. Marín es el segundo autor publicado en esta colección, su libro se titula Quemaduras y no es raro encontrar versos de esta contundencia:
¿Qué puede haber en el Museo de América más que el vacío de nuestro largo silencio?
No hay nadie tan optimista como un poeta cuando se propone realizar sus ideas y, en oposición a la política oficial de negarles a los creadores un espacio, la colección insinúa un amplio espectro. En la página de presentación dice: En este ultraje a la creatividad surge Respirando el verano. Su deseo es congregar a las distintas propuestas literarias, atomizadas en las regiones del país, sin necesidad de aglutinar ideas y autores; pues la diversidad propicia un diálogo con futuro. Y no es un optimismo vano. Se viene imprimiendo un libro cada mes y en el lanzamiento el autor dialoga con un conocedor de su trabajo y tiene la oportunidad de contar secretos de su obra, de su vida; de la literatura en general. En Bogotá, normalmente, se presentan en la Cooperativa de Maestros y en la Librería Luvina. A raíz de la acogida empieza a recorrer las ciudades del país.
Han aparecido Mónica Triana, Luz Helena Cordero, Celedonio Orjuela. Son poetas con una obra consolidada en poesía, ensayo y prosa. En su larga vida de trabajadores con la palabra sabíamos del silencio que encerraba a cada uno. En las presentaciones los habita la lucidez y con respuestas certeras ubican a los auditorios en un contexto amplio, sin alejarse del mundo en que permanecen de pie. Luz Helena Cordero venía trabajando en calma desde los 90 y, además de Los pliegos del cordel, ha lanzado varios títulos. Mónica Triana desentraña los peligros de dejar el alma sola con una página, una escena, una enseñanza; en la contraportada de Limpia la casa dice, «abrir este libro es abrir una puerta, es incursionar por los corredores de una conciencia y una imaginación». Celedonio Orjuela fortalece sus poemas con un ensayo que, cita tras cita, nos pone de presente la ausencia de las expresiones libertarías en Colombia y, por ello, su libro se titula El Anarquismo está en otra parte.
Manuel Pachón es un poeta silencioso y de matices extraños. A su profesión de maestro le agrega el cultivo del ensayo y el cuento, y sus vitrales deslumbran. Y Vitrales se llama su libro, y con él se inauguró la colección. En alguna parte escribí que cambiaría la poesía de su generación por este poema:
Quien dijo
que no debíamos preocuparnos
por pequeñeces,
no sabía
que en una caja de cerillas
caben sesenta incendios.
La situación del país es difícil y la de la creatividad imposible; sin embargo, la colección ha venido creciendo y sus autores son responsables con la palabra, la imaginación y el pensamiento plural, componentes esenciales en toda creación. Unos se ocupan del presente, otros evocan el pasado y no pocos visualizan el futuro. Son propuestas distintas en tonos, registros y temas, y las diferencias se irán perfeccionando con la aparición de nuevos títulos. En ninguno de los autores publicados y, quienes vienen (Santiago Mutis, Camila Charry Noriega, Robert Max Steenkist, Juan Manuel Roca, Nelson Romero, Clemencia Sánchez, Horacio Benavides, Jeny Bernal…), se encontrará esa sumatoria de frases que sus propagandistas llaman vitalismo, coloquialismo, repentismo, «neo-post-ismo». No es un capricho ni obedece a la tradición heredada de los literatos excluyentes de la oficialidad; la colección tiende a interesarse por las manifestaciones del talento poético al margen de la alucinante arremetida de aquellos que pretenden imponerse a través de las redes, la frivolidad normativa de la globalización e incluso de la corruptela internacional.
Maríamatilde Rodríguez vive en San Andrés, Isla lejana del centro burocrático de la nación, cuyos habitantes parecieran sufren un eterno exilio en el mar. Según Juan Manuel Roca, Los hijos del paisaje, de Maríamatilde, «es uno de los libros más asombrosos de nuestra poesía que incluye reveladores episodios de nuestra historia común, de nuestra historia clínica».En Respirando el verano ha publicado Poemas para los pájaros y es el libro que le ha permitido ser escuchada y leída en Bogotá.
Los autores de Respirando el verano cuentan con una obra amplia, profunda y sugerente; pero merecerían alcances mucho mayores para que no lleguen a sufrir la misma experiencia de los autores de la lengua española que no rellenan el formato de las multinacionales de la publicación.A los nacionales se suma un autor internacional cada seis meses, y ahora aparecerá En jaque de la poeta polaca Marta Eloy Cichocka; también, vendrá un autor consagrado con su obra completa en poesía. Y para celebrar el primer año se aspira a publicar la novela Respirando el verano de Héctor Rojas Herazo, aparecida en 1962.
María Tabares es una poeta que ha habitado la intimidad de la creación y viene a sorprendernos con un trabajo que tenía guardado en el estricto silencio. Su libro se titula Al filo del mundo, y en él Carolina Dávila encontró que la «palabra de María Tabares oscila entre los extremos que lo son sólo apariencia y de esa nos hablan de un fluir inagotable. Animales humanos y no humanos, plantas, ríos plasmados desde una decantada distancia sin renunciar al asombro de lo minúsculo». Lo confirma su poema:
TRAMPA
La flor carnívora
come carne
y luego llora sangre.
En los inicios de la colección se pensó en salvar del olvido algunas voces que el desdeño del sector publico y privado, en décadas, no les había brindado una primera oportunidad; pero como la obra de los poetas trasciende barreras, en el décimo libro se proyecta con una fuerza de impacto: los primeros autores van en una segunda edición. La poesía vuelve a demostrar que ni siquiera el veneno verboso de los medios de comunicación la podrá aniquilar. Y no puede ser de otra manera: sobrevivió a los clarividentes del fango que ven poesía en todas partes así no hayan poetas de talento; tampoco la exterminaron los poetas oficiales y ha esquivado la torpeza peligrosa de los censores de los tiranos. Y los autores de Respirando el verano no serán figuras espléndidas de vitrinas y, menos, imágenes de apoyo de los persuasivos festivales de la mediocridad sin fronteras, más será una semilla que impedirá que la burocracia inerte sepulté las distintas manifestaciones de la creación de nuestra época.
El fin del largo silencio no se quedó en la mesa de sus organizadores como es tradición en las revistas y publicaciones similares, gracias a Jaime Londoño, director de la editorial Domingo Atrasado. Él ha sido fundamental en la realización de la idea que sugirieron Santiago Mutis Durán y Juan Manuel Roca y se fortaleció con el trabajo de los otros siete poetas que, con ellos, conforman el comité editorial. En el futuro si alguien desea saber quiénes tuvieron una empatía cierta con la poesía en las fronteras del siglo XX y XXI deberá acudir a la colección Respirando el verano…