Maribel Aguilar Aguilar, académica, historiadora de la UNAM, reflexiona sobre la Conquista y las prácticas culturales, que legitimaron la posesión territorial del Nuevo Mundo por parte de los europeos.
La llegada de Hernán Cortés.
Ritos y prácticas de posesión territorial en el Nuevo Mundo
Maribel Aguilar Aguilar
Ríos de tinta comenzaron a fluir para consignar en papel las reflexiones más profundas sobre los 500 años de la llegada de los europeos a tierras mesoamericanas. Pero, más allá de tratarse de la efeméride del año, se trata de uno de los episodios históricos que continúan generando inquietud entre los académicos y la población en general, sobre todo cuando se hace alusión al momento de la guerra entre españoles e indígenas, ya que esta contienda marcó el punto de inflexión para los estudios de la Conquista de México.
Sin embargo, la guerra por sí misma no explica el complejo proceso de Conquista, otros elementos se deben sumar para proporcionar una explicación más integral, entre ellos se encuentran las prácticas culturales, mismas que legitimaron la posesión territorial del Nuevo Mundo por parte de los europeos. Pero ¿cuáles fueron los actos que caracterizaron la posesión de un territorio? Algunos fueron muy simples, pero altamente significativos, como el cambio de nombre que sufrieron algunas ciudades mesoamericanas por otros que se consideraron más adecuados o inteligibles para los europeos, tal fue el caso de la ciudad de Cuauhnahuac que se convirtió y castellanizó en Cuernavaca.
Otros actos fueron más simbólicos, cada vez que los españoles fundaban una nueva ciudad cortaban ramas, arrancaban hierbas y lanzaban piedras, todo ello con el firme propósito de evidenciar ante los testigos presentes que había nacido una posesión real. La acción más ilustrativa sobre este tema fue la fundación de la Villa Rica de la Veracruz, sobre este acto mencionó el secretario y capellán de Hernán Cortés, Francisco López de Gómara, que el referido conquistador llegó, hasta las costas de lo que hoy es el Golfo de México, con mucha gente local que se le había unido, todos juntos fueron a cortar ramas y trajeron madera y piedra para construir casas. Una vez finalizada esta tarea, se repartieron los solares y se establecieron los lugares públicos que toda ciudad debía tener. Obviamente esta fundación tuvo tintes políticos y suscribió de manera oficial el inició de la Conquista.
En concreto, es preciso aclarar que los europeos no fueron los primeros en implementar actos de posesión de la tierra, los registros devienen de diversas fuentes. Una de ellas es la propia Biblia, libro sagrado en donde se menciona que Josué, hombre escogido por Dios para suceder a Moisés como líder de los israelitas, conquistó la mayor parte de la tierra prometida y la distribuyó entre su gente. El pasaje bíblico narra que una vez realizado lo encomendado por Dios, Josué tomó toda aquella tierra desde un monte.
Los mismos grupos mesoamericanos también realizaron actos rituales, designados por la deidad tutelar que los guiaba y se encargaba de señalar cuál sería el espacio más idóneo para el establecimiento de un grupo, en el caso de los mexicas-tenochca la tierra prometida para construir una ciudad fue donde se encontraba un águila posando sobre un tunal. Una de las primeras acciones que se llevaban a cabo, luego de encontrar el lugar adecuado de asentamiento, era construirle un improvisado templo a la deidad principal del grupo en cuestión, la edificación era acompañada de sacrificios de animales y ofrendas.
Galería «Los Teules» de Orozco
En otras ocasiones, la travesía para fundar ciudades atravesó por momentos rituales previos de posesión territorial. Para este tema, contamos con el relato de uno de los cronistas de raigambre indígena tetzcocana que recopiló la siguiente información relativa a la posesión de la tierra: en los cerros más altos se hicieron ramilletes de hierbas denominadas malinalli y se les encendió, después se flecharon los cuatro puntos cardinales. Relativo a esta particular planta, con características peculiares como su regular tamaño y los usos medicinales y pragmáticos para los que se empleó, es posible suponer que representó simbólicamente las cuatro vías de comunicación que se pueden observar en las pictografías a través de unas bandas helicoidales entrelazadas, ya que a este sistema de comunicación entre los planos se le denominó malinalli.
De igual forma, es de subrayar la presencia del fuego en este acto y su asociación con la purificación, la transformación y la regeneración. Así mismo, el fuego se consideró como uno de los principios fundadores del cosmos, pues el sol fue responsable de la creación, dicho acto era rememorado desde época antigua cada 52 años en la ceremonia del Fuego Nuevo. Al respecto, se ha señalado que la presencia de fuego estuvo presente en diferentes momentos, activando objetos y espacios rituales, por ejemplo, en el momento en el que se terminaba una casa o edificio, pues se arrojaba fuego al interior de sus cuatro partes con el afán de «estrenarla».
Como ya se indicó, para culminar la toma de posesión de la tierra se flecharon los cuatro puntos cardinales. Para el caso tetzcocano, grupo del Centro de México, la flecha representó el origen del hombre, pues del hoyo que hizo una de ellas nacieron el primer hombre y la primera mujer. De la misma forma, el acto de flechar estuvo asociado a la caída de ciudades, en estos contextos curiosamente aparece de manera complementaria el fuego.
Avanzado el tiempo, la toma de posesión de la tierra en el Nuevo Mundo dejó de ser un acto efectuado única y exclusivamente por europeos. Al respecto, es notorio que para 1563 se tenga registro de un ejemplo similar realizado por un descendiente de la nobleza indígena, don Luis de Santa María, cacique y gobernador de los naturales de México. El objetivo de este noble fue que le restituyeran la propiedad de unos terrenos que habían sido parte de su antiguo patrimonio. Estando frente a dicho territorio, don Luis entró y recorrió el espacio de un extremo a otro, en varias direcciones, después cambio de lugar las piedras que se encontraban ahí y realizó agujeros en la tierra, de no haber contrariedad ni reclamo alguno sobre estos hechos, la propiedad solicitada sería suya.
En resumen, este acto no sólo denota la pervivencia de los descendientes nobles de los grupos mesoamericanos y sus reclamos, sino la adopción de prácticas culturales relativas a la posesión territorial europea, utilizada en contextos relativos a exigir desde formas extranjeras un lugar que aún consideraban suyo los grupos de la agonizante nobleza indígena.
Para finalizar, es importante señalar que en distintas culturas y de diversas formas, se realizaron rituales de posesión territorial y fundación de ciudades, en este tipo de actos, casi siempre, estaba en medio de todo la figura divina. A veces indicando el camino, guiando a un grupo, y en otras ocasiones como motivo de las fundaciones y de los actos que se realizaban para favorecerla, es decir como motivo de justificación y legitimación de la conquista de nuevos territorios.
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Maribel Aguilar Aguilar es Licenciada y Maestra en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente imparte la asignatura «Historiografía de México» en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Ha publicado como coautora en la revista Arqueología de México y en la revista Relatos e Historias en México. Su línea de investigación es la Historia Antigua de México.