Trayecto 13. Edda Armas

Les presentamos una muestra poética de Edda Armas, escritora venezolana, una de las poetas que “se distinguen por asumir y reelaborar con más acierto la herencia de la poesía simbolista”, según lo indica su compatriota, escritor Armando Rojas Guardia. Foto: Efrén Hernández.

 

 

 

Trayecto 13
Edda Armas

 

Entre los poetas venezolanos, Edda Armas es una de los que se distinguen por asumir y reelaborar con más acierto la herencia de la poesía simbolista. El atento disfrute de sus poemas reclama ese estado mental de inocencia que Bachelard enfatizaba como necesario al aproximarse a la poesía, esa actitud de humildad interior que Hanni Ossott recomendaba al lector de la misma: en definitiva, la disposición –la disponibilidad- psíquica y espiritual de dejarnos llevar a donde el envolvente movimiento simbólico y metafórico del texto nos conduzca. Porque lo que cuenta en la lírica de Edda es precisamente la enorme capacidad de sugerencia: de allí el polifacetismo, la variedad caleidoscópica de las lecturas que suscita. Hasta ese recurso procedimental que tanto utiliza, la ruptura consciente y dosificada del curso convencional, gramaticalmente correcto, de la sintaxis, está puesto al servicio de esa capacidad:insinuar, nunca explicitar, invitar a quien lee a la aventura del hallazgo del tesoro escondido, ese tesoro imaginal que es el poema mismo, repleto de riquezas, el que se atreve a aceptar la múltiple llamada de lo sugerido. (…) Edda Armas nos ofrece un universo verbal dentro de cuyo espesor podemos acceder, continua y alborozadamente, al descubrimiento de más y más recónditas pero auténticas relaciones entre las cosas en apariencia desemejantes: como si ellas, esas cosas, fueron espejos, infinitamente concatenados, en el reino de la imagen.

Armando Rojas Guardia

 

Empalmados

La mano no abrió más ni siquiera ayerque ofrecía calmadas caricias ni siquiera hoy tarareada la canciónque previamente la movía. Otras manos te sostienen. Aquellas que te colman al regreso. Ellas dicen dónde estamos. Entrecruzándolas -créeme- se dilata el silencio: ese instante azulino dónde sella tu destino.

 

Mandala del mandato

Extraño aroma
el que solo ahora, a esta edad,
comienzo a percibir.
No proviene de la flor ni del fruto
sino del querer renacer.
Levanta su apenas ala
en la idea que hace rato
con el pedaleo del andar
nos viene persiguiendo.
Esquivarla, no. Más bien
volverla carne del cuerpo.
[La libertad es ahora lo añorado] susurra.
En su incesante aparecer
con doble ala corteja
en procura de desatar los otros
nudos tramados como epifanías
en el espacio que ahora asfixia,
para que se sujete a sí misma
embalada de algunas verdades.

 

Piedra alzada

I

La niebla precipita
difusos hilos de luz
cuando creemos
danzar solos
en el universo
La altura confronta
Pura tensión
sobre el agua
o la tierra
que siempre nos espera

II

Partimos
con el corazón
cubriéndolo el silencio
imagen última
del que zarpa
aún sin despedirse
como piedra que cae
de un solo golpe

 

Alas solo tiene el pájaro que arde

I

¿Existirá otra mañana?
Este cerco inoportuno
a los días a la vida al deseo de quedarse
Las ventanas arden

II

Las llamas ahogan la noche
una pizca de aire
cabe al lado de uno
sólo eso. Nimiedad.
¿Llegará el humo a cubrirlo Todo?
Lo sabremos luego

III

Cuando regresen los guerreros
con la vida metida en una misma maleta
ahorcadas las ideas y los ruegos
quemados ya los libros y los manifiestos
escritos con celo de carcelero
con el coraje de los silenciados
de los que ya se han ido

de la fogata sacarás los ojos
para interrogarlo todo

IV

Siempre te dije que este sueño
que no es sueño
llegaría
hasta nuestra garganta
agigantándola

que se oirían […] gritos de los muertos
de esta guerra y de las otras

que la noche espesa aún más
sólo se alumbra con faroles de fuego

linternas de la jauría andante
por los caminos silenciados
por la trocha hasta el refugio

iluminados
quedan las voces amarradas
al tapiz del cielo

                    a Harry Almela

 

Mano rosa del tiempo

Si es la sombra la que anuncia
la tempestad
la rosa se la lleva
en el tintineo de la campana

ardiente llama
a cuatro manos gesticula
la llama doble
polarizada entre el bien y el mal
la certidumbre y el temor
la tiranía y la gloria

árbol ramificado de este circo
experimento salvaje que nos embiste.

                    a Adriano González León

 

Travesía

I

Vuelven los días a roer espacios amables donde tendernos. La ruina no asoma aún la tenaza que abriría labios al después. Igual que tú retengo el aliento al soplar la flor y la vela. Despedirte con el tacto ardoroso en el viaje al lomo del camello. Hendidura del arenal que el viento no demorará en borrar. Silencio franco este dormir junto a ti. Reto que le forja alas a lo inseguro.

II

Podrías despertar sobre la superficie del hielo y ver desvanecer el muro que sujeta los miedos: Dejar de preguntar sobre lo inútil: Aprender jugando las formas ingeniosas del verbo: Experimentar la pequeña luz en lo más íntimo.

III

Sucede, arrima el sentimiento. Cede el susurro ante la inclemencia del gesto. Trepa otro lugar con la voz de quien llega, herido. Supongamos que aún no lo oímos entre la espesa capa que nos cae a diario. Sucede. Tula, la gata, permanece a mi lado mientras esto escribo. No es acertijo. Es partitura del instante lo que veo, lo que leo en los tuits. Es el día a día, punzante. Orificios del aquí y del ahora de esta travesía.

Trayecto 13

pisada 0         Ojo izquierdo desafiando una mirada
pisada 1         de este lado del río
pisada 2         la mano toma una piedra
pisada 3         mira y la mira
pisada 4         estación de un sentimiento
pisada 5         va, voy a levantar el vacío
pisada 6         la piedra entonces cae
pisada 7         azul/ rodante/ gruesa
pisada 8         después
pisada 9         quién
pisada 10       un cuerpo recobrando un vientre
pisada 11       accede
pisada 12       somos quien mira
pisada 13       dentro

*

Treyolí

El ángel insistía en tocar los pechos cubriéndome decía que la madrugada reúne los espíritus y volvíamos a untar los cuerpos en la arena más cobrizaAcaso el sol surca los huesosla boca de la cueva más minúscula me llama no acepta nombresno puedo entrar con sueños
esta realidad exige flores de coraje

 

Edda Armas nació en Caracas en 1955. Poeta, psicóloga social, especialista en creatividad y promoción cultural, directora literaria de la Colección de poesía venezolana Dcir ediciones. Autora de múltiples libros de poesía. Sus poemas figuran en antologías internacionales: Rasgos comunes. Antología de poesía venezolana del siglo XX (Pre-Textos, 2019), El Libro de los animales de Santiago Espinosa (Planeta, Bogotá, 2017); Antología de Poesía Latinoamericana de Hoy (bilingüe) traducción y compilación de Emilio Coco (Rafaelli Editore, Italia, 2016), entre otras. Recibió el Premio Municipal de Literatura de Poesía «Alcaldía de Caracas 1995» por Sable; el Premio de la «XIV Bienal de Poesía J.A. Ramos Sucre» por En bicicleta en 2002, y la «Orden Alejo Zuloaga» de la Universidad de Carabobo otorgada en 2013 por su obra literaria y aportes al país desde la gestión cultural. Reside en Caracas.