Les presentamos al poeta mexicano Daniel Wence, que recientemente fue galardonado con el XII Premio de poesía en lengua castellana (Barcelona, España, 2019).
Culpa de Narcisas
Daniel Wence
Una noche
descansé en un hotel que años después
se volvería mi héroe:
cómo no amarlo. Sin él
no habría visto así la luz
resplandeciente aparición matutina
una cortina y a propósito el humo de un cigarrillo
tu lata rota –mira– dispuesta a volverse a tus labios
a pesar de vacía.
Llena la tina, no te vistas
si te vistes está claro que te irás.
Algunas veces
dejábamos marcas –¿recuerdas?–
finalmente un ejército vino por ti, violento
por tu cola de caballo, tus ojos cerrados
tú Prometeo
ángel de Durero tú
en la sala del Aeropuerto Internacional tú
pequeño gorrión de pico roto
de pueblo pequeño que abandonas
conmigo dentro
y –no sé– tal vez repites tu canto
no sé si en la ciudad que ahora transitas
en sus árboles hay otros como tú
que aman en un código más bien oculto
–encriptan su piar–
si debajo de sus alas una calandria –dime–
se acicala el cuerpo
y este bandoneón te nombra
que bailo por ti.
Con un poco de suerte
diez pasos hacia atrás – hacia adelante
tomo vuelo, te encuentro
erguido en un cable de luz
que lleva la energía para que tu ciudad
te ilumine.
Debajo de esa, tu nariz, había una sombra inmensa
difuminando en tu carne
las cicatrices que te proferí a mordidas.
En tu ciudad lejana –lo sé– tú bailas con mujer
engendras avecitas que no se rompan
como tú
que no se oculten calandrias bajo tema de gorrión.
Mi ahora ciudad también te fuerza al escondite
es como jugar a diario
patear un bote
dejarlo que se decolore
darle un nombre
y saludarlo todas las mañanas.
De esta pedacera está formada nuestra historia
es un mirar
un dolorcito guardado
en una caja de zapatos Perestroika.
Tuvimos por enfermedades
la culpa
la resaca
lo pájaras.
*
Yan Tiersen
me regresa en el tiempo –vamos–, me rebobina:
un pequeño amigo protector me guarda
bajo la sombra de su nariz
mis labios pierden apariencia
rebobinamos un casete sin saber
que el verbo rebobinar existe,
una canción salta de cable en cable
es un gorrión que tú dejaste
acicalando en un hotel
en su charco de la habitación: en frente
donde no sabíamos – sí
que ibas a transmutar
de cable en cable
de dimensión en dimensión.
No había Yan Tiersen esa tarde
y hoy me recuerda a ti como si su existencia
fuera siempre.
En el espejo del techo una calandria desvestida.
No te vistas
cuando el último botón de tu camisa
haya hecho clic
se volverá a abrir el hastío.
La tina de baño colmada de rojo
se delinea con el negro de tus ojos
con tus pestañas firmes
de dibujar tu juventud
o disimular tu ausencia.
En el televisor dan las noticias:
en todas desapareces.
Un documental sobre gorriones,
un concierto de Yan Tiersen
con la palabra gorrión
y la portada de un filme de Almodóvar.
¿Por qué te vistes?
Es domingo por la mañana
a nadie le importa si salimos a la calle
las personas duermen
se acurrucan –¿ves?–,
empiernan su preocupación
fuman.
Las cortinas están cerradas
en tu cuadra y aquí;
pesan tus botas de campo al dar un paso
tu rímel en la sábana
irónicamente Lienzo Sagrado
escribe tu nombre: Gorrión
estampada tu nariz inmensa
olfatea el peligro de ser tú
de sentirte atrapada.
Si cierras tu blusa
se cerrará también el encaje
del mantel donde tomábamos el té.
*
De niñas
fuimos amigas que aniquilaban a los opresores
jugando a la comidita
al teatro.
Fuimos niños rudos que trepaban árboles
para escapar del puñetazo
niños zombis que mordían sus propios órganos
y deglutían la pública befa:
tú el protector, tú el héroe.
Fuimos niñas
que se dibujaban el rostro al salir de casa.
¡Oh, niña mía, te abrazo siempre!
Estoy feliz de verte en los retratos de pueblos campesinos
me alegra hallarte entre los viejos tocadiscos
que guardan las abuelas de mi barrio
en los instantes de hotel que se prolongan
en sus despedidas
en los tribunales donde otras como tú reclaman
su rostro de domingo por la madrugada.
Bella mía, me abrazo a tu recuerdo y a tu causa.
Duerme la ciudad y duerme el campo
duermo yo, intranquilo, rogando por tu regreso.
*
Desabotonas tu pantalón
bajas tu cremallera y llueve
debajo de tus plumas anidas
un odio torrencial hacia lo otro
hacia lo que tú eres/
tu orina se convierte en río
y nos inunda la risa incontrolable
de las cuatro de la mañana
toda la cerveza que bebimos
se aleja en canales que dibujamos
y se ensanchan
en esta carcajada el acto ritual
que se dispersa por mi rostro
cuello y dorso.
*
Me reúno con la familia original
a enumerar las bajas
todos dicen los nombres de los ausentes
Calandria, Gorrión, Calandria
tú estabas ausente mucho antes de la catástrofe.
En el espejo del techo tus plumas mutaban
debajo de tu necedad había una ninfa
una muchacha Narcisa que se amaba en otro
el charco donde chapotean las aves
de tu bragueta vino
a veces sucede: el agua viene desde adentro
del cuerpo amado
de su nombre de su rostro de su historia.
*
Imagino que estoy en San Francisco
y tú no estás
estoy caminando y no sé si buscarte
entre los rostros de las mujeres o de los hombres.
Es sábado por la noche:
supongo que te ruborizaste las mejillas a propósito.
La primera vez que te vi desnudo
te ruborizaste
y yo también
no supe qué hacer ante el vello
que anunciaba tu madurez
yo estaba liso, te abracé
y en el enigma de tu voz más ronca
deposité la palabra pájaro.
Cuando en otra generación desentierren
tu cuerpo para analizarlo
verán que hay plumas de colores vivos
y pensarán que fuiste un ave
pero ellos no verán en tu osamenta
la firmeza con que yo te vi
caminarán por San Francisco
y sin que lo sepan
estarás en el rostro de todas las mujeres
de todos los hombres
que posiblemente ya no tengan miedo
y tú, Narcisa, verás desde otra dimensión
cómo me sigo abrazando a tu vientre
a tus pronunciaciones dentales de una lengua
que habrá muerto.
La primera vez que te vi desnudo
sentí tristeza de que fuéramos tan jóvenes.
Pensé en la ausencia, en la adultez
en las canas que se pintan en la barba
mientras uno amanece en otras camas
en las cortinas cerradas de ciudades
que entonces era imposible imaginar.
En vano yo era joven:
destruía la historia con mi pensamiento
ya voy ya voy te repetía en la humedad
en la soledad del aliento briago con que te confesé
mi calandria.
Daniel Wence es poeta, gestor cultural y educador. Egresado de la Facultad de Letras de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Autor de varios poemarios y libros infantiles.
Fundador del Encuentro Nacional de Poetas Jóvenes Ciudad de Morelia. Ha sido becario del programa Cultura para la Armonía (Secretaría de cultura, 2016) y del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Michoacán(PECDAM) en su edición 2018 – 2019.
Recibió mención honorífica en el Primer Premio Nacional de Literatura Diversa, Zacatecas 2016. Ganador del XII Premio de poesía en lengua castellana Categoría A, de la Fundación Jesús Serra. Barcelona, España, 2019.