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El sol y las cosas. Vanni Bianconi

vanni-bianconiBarbara Bertoni, traductora, profesora de la UNAM, nos hace llegar la presente selección del poeta suizo-italiano Vanni Bianconi, cuyo libro El sol y las cosas fue publicado recientemente por la editorial Textofilia. La traducción es del Laboratorio Traduxit.

 

 

 

El sol y las cosas
Vanni Bianconi

 

El jilguerillo

Desde la gran ventana de tu sala
observamos los pájaros en su casita
que a su vez tiene una gran ventana
en miniatura, el amplio techo inclinado y una terraza
donde a lo largo de todo el invierno has sembrado
algo semejante a la amistad.
Los observamos a la hora de la comida
de los pájaros, más o menos las once para nosotros,
cuando se arremolinan todos entre aleteos
destellos de color picos engallados ojillos.
Has descifrado las costumbres de las distintas especies
como lo hiciste con las de los vecinos
pero ahora con mucho más afecto,
y lo mismo vale con su aspecto,
no las melenas con manchas amarillas de las viejas ridículas
provistas de perrito o las quemaduras cutáneas
provocadas por el astro de la estupidez
que orbita cada vez más cerca,
no no, el herrerillo con su antifaz,
el murmullo naranja del petirrojo,
el pinzón que les tiene miedo a todos,
y el más temido aunque grácil y entre los más bellos
amarillo brillante en el costado y rojo encendido en la cabeza
pero con el pico terrible, pico que no es de broma,
el jilguerillo.
Estamos en primavera pero a su hora de comer
los pájaros todavía son fieles a tu mesa,
qué les pasará en verano no se sabe, como tampoco
se sabe, no tardas en añadir,
qué será de ti
(rápido en negar que con toda probabilidad
estarás en la mañana en los senderos de tus crestas preferidas
y en la tarde aquí mismo en el jardín
con radio libro lentes y periódico).
Pero antes de que tomemos el sendero circular
de renuncia futilidad caducidad y fin
te acuerdas de que tienes algo que mostrarme
y con un lacito desde una bolsita salida del refri
columpias un espléndido ejemplar
de jilguerillo macho congelado, mira
el amarillo en el costado y la cabeza rojo encendido    
ve qué ligero es, tan suave, pero ese pico,
pico terrible el jilguerillo…

Mientras escribo de ti aquí afuera traquetea,
tal vez emite alguna chispa,
la podadora manual (tu Ford Gran Torino).

 

Gatomaquia

Un gato se mete a mi jardín
por un hoyo debajo de la empalizada de allí
y es gris, el otro es negro y salta
sobre la de allá, si lo hacen
al mismo tiempo, como suele pasar,
o uno ya está aquí cuando se asoma el otro micho
a veces es una escaramuza de ojos amarillos
o airadas persecuciones entre mis flores pero siempre
va a acabar con la fuga gris en su hoyo –
del cual, si el negro insiste, de nuevo se asoma
la garra y un bufido. Cuando tengo un gato
solo, en el jardín, merodea en torno a mí.

Uno en particular se posa en lo alto y fija la vista,
generalmente sobre mí, si lo miro me maúlla en la cara.
Si me muevo el gato, negro o gris, se mueve
nunca demasiado cerca, nunca demasiado lejos.
Si entro a la casa, vienen a arañar el vidrio
de la puerta, y hay maullidos y mentadas de madre. Si intento
acariciarlos, rascarles la cabeza o bien
llevarles algo de comer, ¡ni de chiste!, se escabullen
y se largan los gatos: ningún contacto. Me siento.
Reaparece uno encaramado. Como si
hiciera ruido a propósito y así me entero de dónde está ubicado
(normalmente, atrás, a la izquierda).

A una distancia de seguridad. Extremadamente
presente, jamás apapachado. Significativo
y jamás entendido. Buido. Repetitivo
en lo inesperado. Admirado. ¿No será
así como quiero ser leído? – no será
así como quería ser amado.
Me preguntaba qué habrían hecho
mientras escribo sobre ellos y llega
el gris del hoyo y cava
y caga mirándome agachado. Qué más haría pues,
cubro de tierra esta mi poesía. Pero
la uña contra el vidrio escúchala es la mía.

 

Sed

«Und dann und wann ein weisser Elefant». R.M. Rilke

Duerme en una silla de carrusel un hombre,
no sorprende su edad aunque no parece anciano,
cuando desacelera el carrusel en la enésima curva,
justo antes de la siguiente vuelta, el hombre
baja y, del lado de la multitud, se encamina
ya sin vergüenza entre las luces festivas, falsos destellos
del más allá, la angustia de la casa de los espectros,
él sigue adelante, se inclina sobre un pequeño arroyo
que corre en el cañaveral y ahí abreva
abreva de agua transcurrida.

 

Apartamento

I. Retorno a la naturaleza

El aguacero repentino apura a los paseantes
como si las gotas fueran instantes
la calle vacía en un momento refleja
sólo el cemento de los muros chorreantes

en fuga de la evolución de su especie
un pato en vuelo las alas bate alarmado
en el apartamento la anciana resuella
simulando una carrera hacia lo sosegado

plantita en tiesto que ignora la lluvia
absorta en sus mareas linfáticas
ramas curvas bulbos hinchados apetitos
vegetativos maravillas geriátricas.

 

2. Hora exacta

Estaba yo convencido de que quien ha visto el siglo
          quien ahora está encorvado o tonto,
encorvado sobre un secreto suyo, discípulo
          de cosas perdidas
          custodiaba los insultos del tiempo:
no. Ni le importa el tiempo que queda,
          comparsa entre muchas en el acto
          único de la hora exacta.

Receptor que desvía llamadas
          tiene números en la memoria
y breves respuestas pregrabadas
          pierde el hilo cada vez
          funciona por repetidores
e interferencias, tiene escasa autonomía:
          si es metáfora de una época
          no es la pasada sino la mía.

Mas escucha al viejo hablar en sueños,
          murmura nombres tras nombres
como si despertara a un niño del sueño
          o pidiera una cosa al Señor:
          llama a sus padres,
llora, les pide perdón. Bajo la cama
          el espectro del decodificador
          acopla a Clío con un roedor.

 

Ciudad de México

Abres los ojos, cerrados sólo dos minutos,
después de la luz son los pasos los que cubren Insurgentes
pasos breves dados sobre las rutas conocidas,
son de hombre las piernas de la gente
en la mañana, y hombre es la ciudad que presta el movimiento
luego te parece un lago bajo infinitas patas y alas,
infinitos los círculos de agua que se anulan entre sí,
un infinito torbellino sin desahogo asciende.
Observas el día con ojos enceguecidos y sólo de noche
la ciudad vuelve a ser una mujer
que iluminada y lenta cae hacia el sueño;
en el sueño que dura dos minutos la ciudad abandona
las metamorfosis, la multitud, la nota roja,
y estás desnudo y ella tiene nombre, Circe, Xóchitl, Diane, un don.

 

El sol y las cosas

En Roma el sol chupa las cosas oscuras
las plantas los muros para saborear
su gusto partiendo de abajo
atrás de la rodilla entre los dedos de los pies
y ellas poco a poco se deshacen incandescentes
sueltan la luminosa tibieza que el sol
les había mordido en la boca sólo ayer.

Y la luz en Roma entra temprano a tu casa
mientras aún duermes como si fuera
la mujer que te conoce en cada cuarto
mueve algo deja que caiga el jarrón una llave
el vestido y cuando vuelve el silencio
aquí está el rosa crudo de la piel de su vientre
de la ingle cercanísima a los labios de tus ojos.

 

Pronóstico del tiempo

I.

El verano empieza normalmente con una aspiradora
a unas casas de distancia, al menos seis ventanas abiertas,
de golpe el cable envuelve veranos anteriores;
mas no para mí este año, el verano inglés es abril
y el piso veintitrés está envuelto sólo en el aliento
pastoso del tráfico, un cojín sonoro
sacudido por el viento que levanta una nube.
Suspendido en el espacio y en el tiempo meteorológico
polvillo aspirado por otra vida
me digo readiness is all cuernos
si acaso al contrario (más un olfato de gol
pero ocasional, para reducir la desventaja):
en cada vuelo me explota una pluma Pilot,
el aire rastrea los labios que lo han recalcado,
las nubes surcan un avión, o con Hölderlin
«a menudo se sorprende quien ni lo había pensado».

 

II.

Mas el reloj no se detiene, ahora por ejemplo
es de noche, las nubes se depositaron en el suelo
las barredoras que las lavan son el solo sonido que oigo,
giro los binoculares para ver dónde están:
entro a la edad de los encendedores que se acaban
sin que nadie te los robe, o dicho de otro modo
a mi vez debería dejar de fumar, para el fisco
aún no existo, comienza el miedo a volar
pero, será que mi país parece poco más que una visa,
es a esta edad cuando decidí emigrar.
La primera impresión es que el fisco tiene razón.
Pero luego está la angustia, que se podrá asociar
con el paso hacia atrás o un soplo en el corazón,
pero no sólo, quiere al menos decir que no estoy a la altura
ni me estoy preparando, sino al terror
de estar aquí, de no consumir, de recibir la factura.

 

III.

La aguja de la gota con el hilo de la lluvia zurce
mis pensamientos aquí en lo alto con el negro del asfalto
doscientos pies más abajo y con luces hasta donde alcanza el ojo –
no te asombres si salto de un nivel a otro del pensamiento.
Con una abuela de momento comparto el departamento
y los pasillos de la demencia, con la lengua inglesa la estancia:
sin una visión del mundo tengo la mirada devuelta
de las palabras, pero ¿será estrabismo de Venus eso entre dos idiomas
o esa cosa conocida como lengua bífida?
Poco importa, al fin, no por costumbre al confín
o al confinamiento crónico y privado, sino porque la poesía lleva
a traicionar lo que vives por el deseo de describirlo.
O quizá es como cuando en un cuadro el blanco
del lienzo justifica capas agitadas de colores y pinceladas,
exacto claro vuelo del borde de una nube.
La poesía es una técnica para preparar el lienzo.

 

IV.

La persona que yo era entra en un supermercado de Sonora
come de los anaqueles con niños que inhalan cemento,
alguien habla una lengua desconocida en casas como celdas
algo en la mano de ellos empuja bajo su piel y adentro,
disparos en su casa donde vive un policía
ojos de locura en el desierto posados sobre un fusil,
en un vagón abierto está apretado por hirsutos vellos masculinos
no tiene licencia y confunde millas por hora con km;
en Mülligen vive de noche entre paquetes rampas estudio de fractales
jalársela hasta que duela imitaciones de Montale;
en la universidad frecuenta casi sólo a la clase baja
mejoró su ram y sacrificó su disco duro.
Etc. En las personas que yo era reconozco la misma ansiedad, el frenesí
en los mismos órganos sensoriales, antenas de la manía
que captan señales inestables del mal de joie de vivre,
mas ahora sólo un tiempo distinto en el reiterado leitmotiv.

 

V.

Wivenhoe, un estuario; estás a nivel del mar,
las nubes présbitas se mantienen a la distancia justa
para observarse en el agua y en el fango donde barcas
se hunden como en carne bruna destazada
mientras las gaviotas atiplan los chillidos en el afilador
del mástil de la nave que vacila. Luego el sudor
de la marea cubre el cuerpo y los primeros botes
dejan la orilla para dar un gris paseo de placer.
Ya no tengo miedo. He visto a mis uñas herir
la cicatriz del rito a un tiempo fúnebre
e iniciático de primaveras atrás, para evitar que sane;
yo estaba ciego porque la cicatriz está entre los párpados.
Sí veo al hombre en las olas amnióticas
que rompen contra la última barrera
o la que sigue o en el suelo. Se regenera. Líquidas
sean las lágrimas y guardada la sangre.

 

VI. Fresh water

Reconozco la hierba alta en la sombra, herramientas,
espacios no abiertos sino vacíos entre las casas,
hollín en capas encima de las cosas,
materiales herrumbrosos corroídos –
artimañas del mundo para permanecer dúctil–,
y las frambuesas a orillas del arroyo (el Grand Union,
pero ¿por qué «agua dulce»? es un disparo de fusil),
el deglutir de lo húmedo y lo oscuro.
Y de nuevo descubro (cuando St. Mary da la hora)
que si la vida es desmesurada
sin mesura es posible vivir, mas no dura
y no basta: entonces date a desmesura
a una cosa que es más libre si tiene límites,
es finita mas contiene los infinitos,
y en la medida en que la imitas
te toca y acompaña entre tus símiles.

 

Traducción del Laboratorio Trādūxit

 

Vanni Bianconi (Locarno, Suiza, 1977) es poeta y traductor. Sus poemas han sido traducidos al inglés, ruso, polaco, árabe, español, francés, alemán, húngaro y croata. Algunos de sus libros son Ora prima. Sei poesie lunghe (Casagrande, 2008), Il passo dell’uomo (Casagrande, 2012), London as a Second Language (Humboldt Books, 2016) y Sono due le parole che rimano in ore (Casagrande, 2017). Es el director artístico de Babel, festival de literatura y traducción, y una de las mentes detrás de Specimen, revista en línea de traducción.