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Palabras previas para intentar el vuelo. Jorge Souza

jorge-souzaJorge Souza, escritor mexicano, nos ofrece una muestra de su obra poética.

 

 

 

Palabras previas para intentar el vuelo
Jorge Souza Jauffred

Palabras previas para intentar el vuelo

 

Abuelo mío ahogado por el cáncer —ese animal del cuello, erizo negro de tu almohada— escucha

tú que alzabas la copa de la risa ante el niño que fui; que nombrabas planetas y asteroides y los poblabas de hombrecillos verdes

tú que ahora me observas en la sombra sonriendo desde la rama negra de algún cielo; que persistes aquí entre mi cráneo con esas manos grandes que rasuran tu barba ante el espejo manchado del lavabo

tú que silbas aún en los pasillos mientras la tarde cae y el agua-noche moja otra vez banquetas y empedrados

; abuelo, tienes el rostro cubierto por alhelíes y ya no miras; tocas aún la flauta de carrizo con tu camisa blanca en los patios callados de la casa y orinas larga y profundamente produciendo esa espuma abundante que yo tanto envidiaba

tus manos están cubiertas por la cal y desde el fondo de esa muerte tan tuya en que has caído miras hacia nosotros y dejas caer una palabra o dos para salvarnos.

Abuelo desgajado por la tierra, hueso y roca de mí y de mi hermano, vela
por mis palabras, por mi voz, por mis secretas sílabas, por esta lengua mía que busca su raíz para lograrse.

Abuelo bello, grande como un árbol, sereno como una navaja, abre tus amplias manos y recibe el fruto de mi lengua, la dorada manzana de mi boca, la semilla callada del corazón que te habla desde el eco que todavía me queda y que tú ya no alcanzas, ya no alcanzas.

Y tú, abuela yerta, con los ojos cerrados por mis dedos, desde tu sombra blanca sigue amándome, como si fueras siempre la misma hierbabuena llena de luz, caricias y memoria

y toca mis palabras con tu aliento y abre mi costado y de- posita en él nuevas canciones y un pez lleno de sol que se remonte al manantial primero de mi historia.

Abuela, flor profunda, toca ésta mi boca para que crezca en ella viejo fuego, y que la voz de ti, con su tono preciso, me devuelva al hogar y no me pierda.

 

La barca

1

Como si durmiera
como si un beso de mujer me cerrara los párpados
como si descansara tendido en un lecho de vapor
me dejo conducir
por esta barca que boga hacia la muerte

Duermo lo sé y dormido me acerco
al trabajo del día
abro libros, carpetas, archiveros: puertas
hacia mundos difusos,
en donde alumbran soles de granito

Dicto, reviso, doy curso a la agenda, diseño una estrategia
comercial las motivaciones el aplauso
y a las cinco sin más recojo mi esqueleto
cierro con doble llave los cajones
y vuelvo a mi refugio en una roca

A veces busco al fin reconocerme
pero no veo mi nombre en los archivos
el gafete es borroso y el cristal de mis lentes está roto

Afuera cae la lluvia y me toca los párpados
como los labios de una mujer hermosa
como si estuviera tendido en una alfombra
que se eleva sobre las azoteas
mientras abajo las luces de las barcas
esperan en penumbra a sus viajeros.

2

Luego el tiempo detiene sus relojes
la película enmudece y cada imagen cada cosa
los elementos del mundo la estructura del pensamiento
quedan en suspenso.

Entonces las palabras aparecen
fluyen sin que su movimiento las delate
impregnan mis arterias extienden sus membranas
empapan este aire que respiro en la penumbra de mi cuarto
caen sobre el pecho se hunden
debajo de la cama en las cortinas
aletean en las grietas del cemento
y abren fisuras finas en paredes y pisos
ya revientan la puerta y las ventanas
ya asoman a la calle y extienden sus tentáculos
para cubrir la redondez del mundo

Luego viene la niebla nuevamente
la torpeza del alma el tropezón del cuerpo

Me levanto de nuevo con esfuerzo
doy unos pasos hacia la cocina
: mi mano abre el refrigerador
          el tacto encuentra (siempre) la cerveza
                sacan los dedos la corcholata fría
                    la garganta se alivia al paso del remedio.

Pero los ojos en la oscuridad advierten
que el mundo que la vida el escenario
es una barca rota que se eleva
un pájaro de polvo que se mueve
entre árboles y espuma edificios letreros
luminosos abiertos (como un sol de mercurio)
hacia la línea líquida que marca el azul territorio
de la tibia garganta de la muerte.

3

El fulgor se levanta desde el lado amarillo de mi sangre
Un puñado de clavos construye mi madero mientras
los dedos buscan estrellas moribundas
a las puertas del día que ya desciende

Y yo, como si durmiera en un lecho de niebla e
n un navío construido por mis manos
me deslizo hacia la catarata

(¿He dicho manos? ¿he dicho que me deslizo? ¿he dicho catarata?)
escucho mis palabras como ajenas, como si mis labios las recogieran de algún sueño de ortigas, o del túnel que arroja, como un chorro, este golpe de letras

Suena sobre azoteas un saxofón lejano
su melodía revela el pulso de mi cuerpo
dibuja círculos dorados en mi frente
y abre el ala del alma hacia espacios que no me pertenecen

Ah, la ciudad emerge bajo el sol casi muerto
esta tarde caída saturada de ozono

La colonia esta quieta como nave apagada.
Un hombre cruza una esquina; otro
se desvanece convertido en silencio.
Hay luz en algún cuarto de aquella casa verde
Hay pasos en la calle
Enfoco la mirada para encontrar en ella
                la grácil indolencia
                de una muchacha limpia que se acerca.

Su figura es difusa entre vapores de plomo
Su sonrisa
mas allá de la bruma, es un anuncio de dentífrico

Sé que viene de lejos hasta esta puerta ámbar que la espera
hasta este cuarto oscuro donde duerme mi cama
Yo la miro llegar, entrar, nombrarme: oiga, me dice
y su voz me rodea y me toca y me cubre
y ella se queda quieta
y sus ojos me miran y es tersa como la música
y su piel es un trozo de luna
y yo
anticipo el alivio de sus manos recorriendo mi espalda
la flor del labio suyo, abriéndose, como un pequeño corazón
sobre mis hombros mi cuello mi presente
sus palabras de amor, mal masculladas
cayendo en mí, dándome forma

su abrazo su latido su caliente
aliento el movimiento lento de sus muslos
la cadera que guarda un puñado de aves
que suelta sobre mí como si fueran apenas mariposas

Mientras la veo, toca mis párpados el dedo de la noche.
Ella se acerca más, llega, me besa y caigo, bien lo sé,
en otro sueño en donde encuentro a este
hombre que soy de camiseta blanca,
tecleando en soledad y construyendo
su historia que es la misma que aquí traza
esa otra mano que me escribe a mí
y te construye a ti, lector amigo
para que estés presente en este texto

Ahora la muchacha otra vez me toca
me conduce a la cama o la conduzco
tiene los ojos verdes y su voz difumina
esmeraldas en las llanuras de mi cuerpo
cada palabra suya me devuelve un fragmento de una canción perdida
saca de la tiniebla una pieza de este rompecabezas que yo soy
y la coloca con sus pequeñas manos en mi oído

Tendido, mientras besa mis párpados
yo caigo en otra soledad, en otro viaje
y veo ahora mi cuerpo
mirar desde la barca el agua que transcurre
y el misterio del sol que adelgaza su canto
mientras cruzo por fin esta frontera
de latido y aliento, flor y carne.

4

¿Pero qué vale más?: Haber vivido.
Conocer la victoria del cuerpo sobre el alma.
De la Tierra sobre el Paraíso.

El triunfo de la desnudez sobre el dolor.
Del beso sobre la filosofía

La victoria del hombre que entregó a la mujer esa manzana
y la obligó a soñar con la serpiente

Escucha, amor
: más que la sangre fría de aquel ofidio
ardió la nuestra, Eva, como el mercurio de una playa insomne,
como la reverberación de una guitarra alcohólica
como las hojas de los tabachines bajo un sol de mediodía
como los párpados cuando una mujer desata la lluvia sobre ellos
como el cuello cuando enciende su vena y se somete al golpe del amor
como la amarga sangre que se evade benigna de tu vientre.

Ardió porque el amor,
esta presencia que nunca nos tocó en el Paraíso,
persiste aquí, mujer, junto a nosotros,
con su cuchillo hiriendo nuestros muslos

5

Y sin embargo, no sabemos por qué, el dolor no acaba;
como diente se expande
y disemina arañas en el cuerpo.

Nos mata disfrazado
emigra como cáncer entre vísceras
hasta encontrar un sitio para tejer su larva.

Y sin embargo, el hilo de mi voz
reconstruye tu rostro y mi mirada
desciende cada noche sobre tu cuerpo breve
para forjar en él puentes y mapas

Mas, ay, hermana mía
el guardián derrotado en aquel huerto
           el arcángel del acero envuelto en llamas
                asecha nuestros pasos, nos observa;

yo sostengo mi voz contra su furia
mi pensamiento puro contra su espada ígnea
pero cada mañana
encuentro ante el espejo los estragos
de estas guerras nocturnas que no cesan
contra esa sombra antigua que nos sigue.

6

Busco, una y otra vez, el licor de tus ojos
el abrazo del cuerpo tuyo, Eva,
porque sólo tu desnudez vence a la muerte.

7

Esta noche he bebido una copa de luna para abrir la esperanza
y como si despertara,
como si un beso de mujer me tocara los párpados
como si aún a mi lado la muchacha estuviera
lanzo mi alma al río en busca de una tabla
y ante el cielo confío
: que en nombre del amor
los dientes de las aguas me concedan
                           el paso
                                de una vez
hacia la tierra otra
                     hacia la otra orilla.

 

 

Jorge Souza Jauffred nació en Guadalajara en 1950. Poeta y ensayista. Fue editor en el diario Siglo 21 (1996-1997), en Guadalajara; jefe de cierre de Público hasta 2001 y editor de la sección internacional de Milenio hasta febrero de 2004. Autor de múltiples libros. Obtuvo en dos ocasiones el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo (1995 y 1998). Fue becario del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (1996 y 2000), en la categoría de Creadores con Trayectoria. Fue miembro del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco (1992-1994).