A finales de abril, el escritor holandés Cees Nooteboom ganó el prestigioso Premio Formentor 2020. "Con su creatividad ha desbordado los géneros literarios", destacó el jurado. Les compartimos tres poemas de la antología Luz por todas partes, publicada por La Otra en 2013. Sobre la poesía de Nooteboom ensaya el escritor y diplomático colombiano Pedro Alejo Gómez Villa.
Luz por todas partes
Cees Nooteboom
Atardecer
In memoriam Hugo Claus
La silla azul en la terraza, café, la tarde,
el euforbio que se extiende hacia dioses ausentes,
con gran añoranza de la costa, todo un alfabeto
de anhelos secretos, este es su último rostro
antes de la oscuridad,
del velo dentro de su cabeza. Él lo sabe,
desaparecerán las formas de las palabras,
en su cáliz ya tan solo zupia,
las líneas no más unidas
que antes fueron pensamientos,
ya no llega aquí palabra alguna
que sea cierta. Gramática pulverizada,
movidas imágenes sin nexo,
del viento el sonido
mas ya no el nombre,
alguien lo dijo
y la muerte estaba sobre la mesa,
un criado remiso, que espera
en el pasillo, riendo tontamente,
hojeando las noticias
enloquecidas del periódico.
Todo esto lo conoce: el euforbio,
la silla azul, el café en la terraza,
el día que lo envuelve lentamente
y luego se aleja nadando con él,
un animal manso con su presa.
Figura
La flor del hibisco es flor de un día,
estrella de fugaz fuego que contradice
jardín y cielo, y el hombre dentro un cuerpo
que se defiende, como toda flor.
Lo que él no sabe: cuán cierto es todo esto.
¿Es real esta figura que en el último
brillo de las estrellas se sienta afuera,
no ve la flor, se abrasa
a la luz fría, y al alba temporal
recoge flores de un suelo negro
rehuyendo la violencia
de la luz del sol?
El ansia de duelo que fermenta en él
recuerda a un amigo, una amistad
que pierde su medida
entre tanto quebranto.
¿Qué es lo que hay allí, un hombre o un poema?
El cartero con su camisa amarilla llega hasta la verja
en bicicleta, cuenta el mundo, entrega su carta
a un ser viviente, no sabe de duelo o alma.
Ve las flores rojas en el suelo,
dice «va a hacer calor hoy»,
desaparece luego en la luz
y en este poema.
Trixy
Inhóspita especie, la humana.
Todo ha de conquistarse,
ni mil budas invierten la corriente,
la piedra en el centro queda sin pulir.
Enseñanza del pájaro carbonero.
¿Y eso qué quiere decir?
Diez grados bajo cero y él trabaja en el seto
pasa el día entero buscando una minucia.
A lo lejos veo el mundo,
en la esquina, detrás de aquel coche;
y una música apasionada
amontona la basura de la calle.
Es estar solo aquí o de otro modo.
Ay de aquellos que tienen más palabras.
Hundidos hasta las rodillas en la noche,
su libro de rostros repleto de nombres
y moho.
En el establo han nacido trece cabritos.
Trixy ladra a una sombra de lo blanco.
Traducción de Fernando García de la Banda
Peregrinación a la poesía de Cees Nooteboom
Pedro Alejo Gómez Vila
Sólo quien se arriesga a ir muy lejos puede saber hasta donde se puede llegar.
T. S. Eliot
I
La mayor parte de los poemas de Luz por todas partes fue traducida por Fernando García de la Banda para esta edición. Su rigor recuerda el trabajo minucioso de un orfebre. Cees Nooteboom, cuyo expresivo español se lo permite con autoridad, intervino a lo largo de todo el proceso. El libro solo se completó luego de que el autor encontró que las traducciones de dos poemas —"Trixy" y "Esto"— reflejaban con exactitud la intención que tuvo al escribirlos. La traducción conserva en gran parte la sintaxis original y las inversiones, más frecuentes en neerlandés que en castellano, se preservan en los casos en que tienen una intención. Algunos finales —"Ungaretti" y "Nieve"— son tan abruptos en su idioma original como en español. Así, donde el poema se desvía de la norma de su propia lengua, por deseo del autor, la traducción reproduce la extrañeza. El lector encontrará algunos de los poemas que hacen parte de este libro en Tumbas de poetas y pensadores, ilustrado con fotografías de Simone Sassen, cuya calidad sólo es apreciable en la edición de gran formato. Ese libro es la peregrinación a 90 tumbas dispersas por el mundo, que va, a lo largo de muchos años, siguiendo el curso de los innumerables viajes de Nooteboom, de la Nieuwe Kerk en La Haya natal del autor, donde está Spinoza, hasta el monte Vaea, en la isla Upolu en Samoa donde está Stevenson. Quiero decir que la medida de un viaje es indeterminable: puede ser la de ir a las antípodas como la de salir a la calle o asomarse a la ventana. El libro es un panteón personal, de manera que allí está la lista de muchos de los nombres que tienen significaciones para el autor. Los hombres, como las ciudades, estamos habitados por los vivos y por los muertos. También hay entre los muertos algunos que nos son más queridos. Al leerlo, he recordado sin remedio los versos 86 y 87 del Canto XXXIII del Paradiso:
"legato con amore in un volume cio che per l´universo si squaderna"
"encuadernado con amor en un volumen aquello que en el universo se descuaderna"
Encontrará allí el lector las reflexiones sobre la poesía elaboradas por un hombre que ha vivido siempre con la poesía. Y encontrará lo que ha pensado sobre los autores que le han mostrado el camino, palabras en ese otro camino de la poesía. De la poesía y de esa otra música que es el pensamiento, a veces sinfónico y otras para un instrumento solo, como en los casos de Spinoza y Wittgenstein. Ninguna ciudad hay más populosa que la muerte. Sólo que entre tanto silencio apenas se oyen unas voces. "Hemos venido –dice en Tumbas– a dar nuestra aquiescencia, a estar cerca de las palabras que ya se han dicho. El que escribió estas palabras murió, pero las palabras siguen viviendo. (…) Por eso vamos allí: para oír esas palabras en el silencio de la muerte y a pesar de la muerte". Ésa, por insólita que parezca, es la razón central de esa peregrinación: visitar palabras.
"Me detuve en las calles donde viven las palabras" dice en Cebo, y luego:
"Escuadrones de poemas están buscando sus poetas Vagan sin mando por el amplio territorio de las palabras y aguardan el cebo de su perfecta, hermética, condensada, acabada e irreductible
forma".
Después en otro —"Llegada a casa"— las palabras se visitan entre sí, y lo visitan. Su poesía es un viaje que lo "lleva a un territorio desconocido en el que las palabras son". Sin duda los primeros mapas fueron verbales, postula Nooteboom en Hotel nómada: "No te alejes de la costa y déjate guiar por el viento que en esta época del año suele soplar desde el sur. En un momento dado llegarás a las rocas, que te parecerán un rebaño apiñado de bueyes. Una vez allí…" Sólo que las palabras han sido y serán siempre, las únicas líneas posibles de los mapas de la terra incognita del tiempo.
II
No encontrará el lector de Cees Nooteboom "poesía poética" —la expresión proviene de un poema dedicado a Basho, otro peregrino.
"Sabemos de la poesía poética los arteros peligros de la melopea y el frenesí. Es aire embalsamado, si no lo conviertes en piedras que brillen y hagan daño.
Tú, viejo maestro, puliste las piedras con las que das muerte a un mirlo."
Esas piedras son las 17 sílabas del haiku — "Diecisiete el número sagrado destinado a la visión"— y el mirlo que muere es el pájaro de más bello canto, es decir la poesía poética. Queda de ello la verdadera poesía, ajena a la retórica. Es cierto que la belleza es verdad. Pero también que no es toda la verdad. Lo que adorna la belleza, la opaca; lo que adorna la verdad, la oscurece. El mundo es más grande que el bello canto de las sirenas. Pienso en el aguafuerte de Goya. Una mujer que sabe que los dientes de un ahorcado poseen virtudes mágicas, se cubre el rostro para no ver la escena, mientras que tienta con la mano para arrancárselos y adueñárselos. Nada quiere ver ni saber más que los dientes mágicos y el resto desaparece. La suya es una poesía del conocimiento. Y el asunto del conocimiento es todo. Pero sobre todo, sumergida en el tiempo, más líquido aun que el agua, más ligero que el aire, busca un punto, un punto de mira.
"¿dónde quedan esos segundos?"
III
Otro es el horizonte de su poesía: el tiempo. Más desconcertante aun que el mundo es el tiempo que lo multiplica. Otros son sus innumerables puntos cardinales. El mundo no es más que una provincia del tiempo. Esa poesía es, como su asunto, vertiginosa. Tiene la velocidad del pensamiento, la única que nos permite alcanzar el tiempo. "El huracán es el mundo, el ojo aquello con que el viajero contempla el mundo", dice en Hotel Nómada y: "La meteorología nos enseña que en el interior de ese ojo reina la calma, tal vez la misma calma que en la celda de un monje. Quien aprenda a mirar por este ojo, quizá aprenda también a distinguir lo esencial de lo fútil…" A un hombre que ha recorrido el mundo no le queda otro camino que el de recorrer el tiempo. De ese otro viaje da cuenta su poesía: "tan sólo quedó el giro que antes era el tiempo "dice en"Finis Terrae", y en Nerval dura "un signo que merma donde el tiempo aun vaga". Más que lugares, habitamos instantes. Siempre es después.
IV
Hay en sus poemas la disposición de una sabia pintura hecha con "piedras de piedra" y"cielos de cielo". Al cabo el que dice muestra. Ése es el oficio de "La secta de la creación como creador que existe al ver". No salva la melancolía sino la lucidez que proviene de una mirada sin engaño. "Diecisiete el número sagrado destinado a la visión".
Ver es de por sí un relato. Todo ocurre por segunda vez al verlo. El asunto de muchos de sus poemas es la mirada, el ojo. Una poesía del conocimiento no puede ser sino una poesía de la mirada porque la mirada sigue, igual que el conocimiento sigue, siempre va en pos. Quiero decir el ojo en todas sus formas y no sólo el que ve las cosas que la luz ilumina. El ojo es un ojo porque puede verse. La memoria es un ojo porque ve lo que recuerda. También el pensamiento es un ojo que, asomado al tiempo, trata de ver con claridad. El correo es un ojo. Todo lo que percibimos nos da noticia de afuera. Todo lo que pensamos nos da noticia de nosotros. La mano es un emisario y un correo. Tocamos con los ojos. El oído es un mensajero en lo invisible, un ojo que ve en lo oscuro y que alumbra con sonidos en la oscuridad del mundo y con palabras en la oscuridad del tiempo.
"Pero entonces ¿son muy claras tus ideas? preguntó el cartero. En ese instante se oscureció el cielo, aunque no tenía nada que ver, eso es lo que pasa siempre aquí en el momento más inesperado."
Es irrelevante que haya una respuesta. Preguntar es ineludible y hay preguntas que son ineludibles. Está perdido no el que no tiene la respuesta, sino el que no conoce la pregunta. Nada habría más insoportable que una indefinida sucesión de días azules, dijo Goethe. Digo que todo ocurre por segunda vez al verlo. Lo digo otra vez. Todo lo que vemos nos indaga. La mirada es una pregunta. Nada tiene que responder la poesía. Todo, para el que sabe ver, es una pregunta. Y los poemas de Nooteboom son preguntas. La vida pregunta. Y no sabemos más.
Cees Nooteboom nació en 1933 en La Haya (Los Países Bajos). Es conocido tanto por su obra narrativa como por sus excelentes poemas y ensayos, sobre todo los dedicados a la literatura de viajes. Además, es un reconocido traductor e hispanista. Ha publicado más de 60 libros entre ensayos, novelas y recopilaciones de artículos. Es precisamente su pasión por el viaje y otras culturas la que le ha convertido en un adalid de la unión entre países europeos.
A lo largo de su carrera, ha recibido premios como el Anne Frank, el Ferdinand Bordewijk, el Pegasus, el Aristeion, el Goethe, el Nacional de las Letras de Holanda o el Austriaco de Literatura Europea, entre otros muchos, siendo, además, uno de los eternos candidatos al Premio Nobel de Literatura.