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Presentación La Otra 159, julio de 2020

Pandemia
Evodio Escalante
evodio-escalanteEvodio Escalante, con certeza uno de los críticos literarios más lúcidos y agudos de México, es nuestro editorialista invitado. Aquí su palabra al comienzo de La Otra.

 

 

 

De modo inevitable, con la Pandemia que nos asola en este 2020, los humores están apocalípticos. Es el fin del mundo, o casi. Los nuevos Jeremías le echan la culpa de la colosal calamidad al capitalismo y a la globalización, dos figuras odiables a cuan más. Pero en la Edad Media, me viene a la cabeza, no empezaban aún el capitalismo ni la acumulación originaria, y tampoco se sabía nada de la globalización, y ya cundía la peste que acababa en pocos días con poblados enteros. Me parece que el virus, cualquiera que sea su nombre, es inocente y no tiene culpa de nada. El élan vital al que se refería Henry Bergson sin duda incluye también a estas partículas microscópicas, que no son la vida, pero la acompañan, haya capitalismo o no, haya globalización o no. Cuando pase todo esto, proclaman muchos, seremos mejores: conoceremos el brote de una nueva solidaridad. O igual seremos peores: más encarnizados, más en lucha por la supervivencia, más desalmados; el hombre como lobo del hombre en su máxima expresión. Me confieso abiertamente pesimista y me gana la bilis negra, que ahoga y pasma.

            Empero, al acompañar este número de La otra, quiero pensar que me equivoco. Basta echarle un ojo a los contenidos de la revista para encontrar razones para creer que hay futuro y que es sano apostar por la convivencia. Los tres poetas seleccionados, Julio Félix Royano, Pedro López Adorno y Ethel Krauze, abundan en tonos de luz que sorprenden y animan. Félix Royano (Buenos Aires 1928-2015) aporta una frescura vital que es como un vaso de agua fresca traído de la fuente. Su poema "Espejo", de ambientación campirana, alcanza a ver en la figura inocente de un caballo una suerte de prisma que permite, ingenuidad o malicia poética de por medio, atisbar de nuevo la realidad en la que vivimos. Piedra de toque poderosa: "En el caballo está lo que está lejos / y se lo siente aquí." Pero igualmente en el otro extremo: "Sólo en la forma de un caballo / está lo que no está ni va a venir." Es como si el poema nos reinventara la mirada y la sensación de ser.

            Pedro López Adorno (Puerto Rico, 1954) encuentra en la compleja imagen del Polifemo (Homero, Ovidio, Góngora) un motivo para reintroducir paletadas de frescura en una poesía del todo contemporánea. Se trata de un Polifemo lúdico, desdramatizado, fuera de serie, que tiene la rara sabiduría de disfrutar su entorno –a esto, al menos, invita el texto literario. Este Polifemo es "como el ogro que busca / su alma entre los árboles." Hay algo más. Después de evocar, en un poema distinto, a un "San Sebastián en las barrancas", López Adorno, evocando acaso una cierta resonancia platónica, sintetiza de modo inmejorable: "Vuelva a la caverna la hermosura…" 

            Dentro de la caverna o explayándose al aire libre, en plena libertad, la poesía de Ethel Krauze aquí seleccionada revela un toque bíblico contundente, en la que el nombre de Dios, del Ser Altísimo, está obligado a ser también el nombre del poema. Esta es una propuesta muy atendible y de un vigor enorme. Se diría que, de otro modo, la poesía mengua y desfallece. Los textos de Krauze, como lo anticipa el inteligente comentario de la notable poeta Angelina Múñiz-Huberman, hace suyas armonías arcanas de un misticismo que nos viene de lejos. Las religiones del libro, no hace falta decirlo, son también religiones de la palabra. El salto cualitativo podría concentrarse, se concentra, de hecho, como en una clave, en una sola palabra: "Nómbrate" Sí, yo pondría este sintagma entre admiraciones, para resaltar su carácter imperativo e inexcusable. Es que el lenguaje, como lo saben los filósofos, no sólo nombra o denomina, antes que ello, y de modo primordial, ordena. Todo nombre algo tiene de sentencia. La orden perentoria que surge de estos poemas de Ethel Krauze me sorprende por las muchas tonalidades en que se articula: lo mismo puede ser un imperativo furioso que una súplica tierna: "Nómbrate". –Nómbrate porque, al nombrarte, yo igualmente puedo tener nombre, así de simple. La criatura depende del creador. Pero también la poesía puede hacer una promesa: "No tendrá fin / tu nombre / en nuestras manos."

            Se celebra la vida. Se celebra la vida en el Nombre y en todo lo que él evoca. El título del poemario es de goce y celebración del alma y los sentidos, arrobados de ser: Un nombre con olor a almizcle y a gardenias. Jardín en tierra que es también jardín celestial. Pero sobre todo disfrute, disfrute como promesa tendida al porvenir. Por eso afirma Krauze: "Por el mundo iremos / colocando tu nombre entre los surcos y las calles / para que nazcan nuevas ramas." A lo que añade, segura de sí: "No tendrá fin tu nombre en nuestras manos."

            Felicidades a La Otra por este nuevo número. ¡Larga vida a La Otra!