Hace unos meses, en Estocolmo, a la edad de 71 años, murió la destacada poeta y dramaturga sueca Kristina Lugn. Ángela García, poeta colombiana que actualmente reside en Suecia, nos comparte un breve ensayo sobre la escritora y nos ofrece una muestra de su poesía.
Cuando los trenes habían pasado
Kristina Lugn
«Adiós, que lo pasen bien» Kristina Lugn
Ángela García
Kristina Lugn, poeta y dramaturga sueca, murió el pasado 9 de mayo en su apartamento de Estocolmo, a la edad de 71 años. De su muerte no tenemos otros detalles. Desde el 2006 había ocupado la silla número 14 de la Academia sueca.
La única vez que la encontré fue en Malmö, la ciudad donde resido, minutos antes de su lectura en el salón de actos de Inkonst hace más de 15 años. Tenía fama de aceptar invitaciones que no cumplía, por eso conocerla era casi un azar afortunado. Lo que me impresionó de su apariencia, fue su carácter arisco, silvestre pese a la cierta mundanidad que le daba el humo del cigarrillo. Y esa manera de hablar lenta, desganada, como a punto de dormirse en cualquier momento, acompañada de un mirar soslayado, no por cálculo, más bien una cautela a prueba de cualquier seducción, que sin embargo no ocultaba una sonrisa indicativa de curiosidad más que de simpatía. Resultaba asombrosamente atractiva esa desfachatez en su impostura que la hizo popular aún con la arrogancia de los últimos años, usada especialmente para mantener los periodistas a distancia, «estoy fumando, se pueden morir».
Hasta el momento lo que conocía de ella eran los poemas que el escritor colombiano Víctor Rojas y la traductora Maria Kallin habían publicado en la editorial Simón Editor. Pero desde mucho antes tenía evidencias del amor que su obra poética —de contados títulos, 8 en total— y su obra dramática despertaban en los lectores suecos. Una obra cruda, con atrevidos giros de lenguaje, insolente como su autora, de la que no hay que esperar referencias cultistas. Su más poderosa arma fue el humor negro y una agudeza insobornable.
Contra la normalidad de la vida cotidiana y el confort burgués afinó su observación, en reconocimiento de lo absurdo, la soledad, la condición de mujer y la dualidad del amor. Aunque auto-escarnecerse, ponerse en ridículo le procuraba cierta liberación, era en el constante diálogo con la muerte que mejor la alcanzaba. Se trataba, al parecer, de una investigación sobre sí misma, la pregunta por la identidad, por la extrañeza de su singularidad como paradigma de lo humano.
«Muchos veían en ella el patrón de la poeta desesperada que se aferraba a las pastillas para dormir y clamaba por una compañía culta», escribió la crítica literaria Ann Lingebrandt el día de su fallecimiento. Más en lo que coincide la enorme mayoría es que Kristina Lugn ha sido una de las más originales personalidades en la escena literaria sueca. Recibió casi todos los premios de poesía de que yo tenga noticia.
Aparte de una larga lista de obras teatrales menciono aquí algunos de sus poemarios: «A mi marido, si pudiera leer», «Si llegan a oír un tiro», «Lugn sólo Lugn», (donde juega con la palabra sueca lugn que quiere decir tranquilidad y su apellido) y el último, «Adios, que lo pasen bien».
Cuando los trenes habían pasado
Kristina Lugn
Al clarear el día cuando los aptos para el trabajo se apresuran, suelo pararme junto a la entrada principal de La Compañía Nórdica.
Me quedo simplemente ahí.
Y espero.
Mientras parezca una vaca chiflada nadie se enojará conmigo, pienso.
A los aptos para el trabajo por lo general les gustan los animales manejables que han aprendido a no gruñir o echarse encima o gemir o lamentarse en las animadas calles y plazas.
Buldogs condescendientes y ovejas profesionalmente inseminadas, por ejemplo.
Tales criaturas dan una atmósfera especial a la imagen de la ciudad que hace que los aptos para el trabajo se detengan y disfruten un momento antes de seguir ajetreándose.
Yo adoro toda esa maldita gente que está de paso a algún lugar.
Los adoro, maldita sea.
Precisamente porque van hacia algún lugar.
Y mucho he visto cuán hermosos son.
Y justo por eso es tan importante que me controle. Y que sólo espere.
Y muja sólo un poco.
Totalmente quieta en mí.
Mientras espero que empiece en serio la gran soledad.
En efecto hay fenómenos que ni son
comercialmente aprovechables
ni interesantes desde otros puntos de vista.
En efecto hay problemas que ni
pueden culpar a otros ni crear expectativas
de su atención.
En efecto existe un duelo
tan vivido
que se vuelve repulsivo.
Soy un inquilino
sin propia entrada a las tinieblas.
Soy una historia
sin sujeto.
Sobrevivo
sin subtítulos.
Nadie busca mi nombre
y deja un marcador
en su página favorita.
Soy un estuche.
La humanidad vive a solo un
tiro emocional
del abismo.
Todos nosotros vivimos a solo un
salto de pensamiento
de la Osa mayor.
Ahora me encuentro
sólo a tiro de un beso
de la agencia funeraria.
En mi compañía tengo
un niño que grita
desde todos los rincones de la tierra.
Me quedé cuando los trenes habían pasado
y seguí viviendo con nuevos vecinos,
extraños, de espantoso gusto musical.
Pedí perdón sin arrepentirme.
Y desprecié mi hermano.
Miré a los ojos al verdugo
y me reconocí en su desesperación.
Toleré a los que no me toleraron
y eso me hizo malvado.
Y no logré salvar mi niña
cuando la casa se derrumbó sobre su hogar.
Hay un parque infantil de las Madres muertas
al norte del cementerio, un campo de diversiones
al lado de los mausoleos, un estropeado tivoli
donde todos los niños tienen entrada gratis.
El amor no es capaz de nada
si no se aplica.
Los desamparados jamás dicen
que la tierra es la casa del hombre
¿Es un músico
quien escala por la montaña?
O ¿cambiamos de estación?
¿Es un cambio de paradigma?
El viejo ladrón de miel
sonríe en la ventana del bajo mundo.
Dejan entrar el cielo
por los mares se aleja.
Levanto mi edad contra la pared.
me convierto en una advertencia
del futuro de los muertos.
¡Ay! anhelo el florecer.
Me encontré viajeros
en estrechas cavidades
debajo del corazón
en túneles nunca mapeados he visto
ir a mis amigos
uno a uno
en gran tormento.
Ninguno de ellos fue indultado.
Tuvimos todos miedo hasta el final.
Vivíamos en la parte más alta de la casa
para poder tener la correcta altura de caída.
Todos los que saltaron murieron.
Todos los que saltaron se suicidaron.
Le digo a mi hija:
Sé combativa y tranquila
Domínate.
Lee siempre el libro completo.
Sigue la idea hasta un punto sin regreso.
El retroceso
lo matará.
No obedezcas nunca a tu madre.
Voy a permitirme unas reales vacaciones
después de la lucha mortal
voy a quedarme en casa
recargando las baterías
voy a leer los libros que no he alcanzado a leer
trataré sólo los seres más allegados
dormiré mucho por las mañanas, voy a soñar
y a estar hermosa.
Como cuando un anhelo regresa
de su largo exilio
como cuando un niño
confía en su madre
como cuando un desplazado
de repente ha regresado al hogar
— en ese sentimiento quiero descansar
después de la fase de expulsión.
La pena tiene un nenúfar en su lago.
Allí voy a pedir permiso de residencia
voy a encontrar mi mirada
en el paisaje protegido
entre mi pérdida
y yo.
Y luego van a quitarme las armas
y van a anudar mis manos
y a cerrar mis ojos
y a abrir la jaula
y dejarán mi pájaro volar
en la realidad.
La masa muscular se contrae
al envejecer.
El valor se hunde.
La capacidad de soportar
está en su cima.
Traducción de Ángela García
Kristina Lugn (1948-2020) fue una poetisa y dramaturga sueca. Debutó como poeta en 1972. En 2006 aparece su poesía reunida. En 1999 recibió el premio literario Dobloug, otorgado por la Academia Sueca. Kristina Lung mereció el Premio de Literatura: Selma Lagerlöf en 1999 y el Premio Bellman en 2003. Formó parte del comité encargado de elegir al Premio Nobel de Literatura.