César Trujillo, poeta mexicano, cuya obra el año pasado fue galardonada con el Premio Municipal de Poesía Juegos Florales San Marcos Tuxtla y el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante, nos comparte una selección de poemas en prosa, de su libro Al amor también lo devoró la luz.
Al amor también lo devoró la luz
César Trujillo
Una mariposa entró al cuarto. Las alas enfriaron mi cuerpo. Sus limpísimas patas tocaron mi frente. La palabra —como un nervio reventando la carne—, sonó. No hacen falta trompetas (ni blanquísimos ángeles), hoy a todos nos tragará la luz.
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Mi patria es su cuerpo lleno de ámpulas, la baba escurriéndole, sus ojos marchitos. Mi patria son los dedos que le quedan, su respiración hendida y la tos que lo sacude; es mi nombre en sus pesadillas, los roetgen que me regala; la niña en mi vientre que nunca verá a su padre vuelto una masa deforme y que, quizá, nacerá con la muerte en tiempos de verano.
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Su nariz es un hilo rojo donde el mar Egeo baña los muslos de Kárpatos. Su piel se marchita bajo lo blanco de las sábanas. «¡Quiero una manzana!», dice, mientras en mis manos queda un montón de cabello. Vasia ríe y yo, con el estómago vuelto un nudo, le doy un poco de leche para matar la angustia.
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Antes de perder el cabello tenía la barba abundante con un bigote dorado como la luz del sol. En sus ojos cabía el Báltico y el vaivén de sus olas. Las gaviotas de Ross descansaban en sus arqueadas cejas y de su torso se desgarraba un tigre impreso con las fauces abiertas. No recuerdo el tiempo, pero se convirtió en un ser desdentado, con las alas marchitas y una herida como si tuviera el sol aprisionando su pecho.
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Prípiat fue testigo de nuestras manos enlazadas: mi corazón agitado y sus zapatos que se clavaban como un hacha a los maderos. Mis manos adheridas a su espalda para pasearme en medio de todos ¡Éramos felices, Vasili!, sin el hollín gruñendo en tu vientre, sin el vaho bufando por tus ojos.
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Soñé que una bestia rondaba la casa con un corazón ardiendo. El cielo envolvía todo. Tuve miedo, Vasia. Mi voz se ahogó en un ruido que era como un taladro rompiendo la mañana. Tuve miedo. Una ámpula brotó de mi lengua. Corrí por el bulevar Lenin y no estabas, Vasia, sólo la cama sin tender, y la nada. Ahora estoy aquí, acariciando tu mano para espantar esa tos que te agita y me recuerda que dentro de poco estaré sola, con el vientre abultado, el dolor de parto y la muerte esperándonos en Mitinski.
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Con un líquido rosa acaricio su cuerpo. Su piel cae como la pera a la que la desnuda una navaja. Sonríe al techo, como si en la oscuridadencontrara mis palabras. «No tiene caso», dice, y un cúmulo de baba le escurre. Finjo reír para hacer compañía a mi soledad.
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César Trujillo. Nació en Yajalón, Chiapas, México, en 1979. Ha publicado los poemarios Laberintos, Donde termina el país de las maravillas, De corazones y cardiopatías, Bitácora del capitán Francisco de Ulloa, Evocación de la infancia y Al amor también lo devoró la luz. Ha sido antologado dentro y fuera del país. Su obra ha merecido el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa 2017, el Premio Municipal de Poesía Juegos Florales San Marcos Tuxtla 2019 y el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2019.