Javier España, poeta, cuentista y ensayista mexicano, nos ofrece una selección de sus nuevos poemas.
Javier España
El alquimista
Remembranza de olvido
El rey Arturo besa la serpiente
José Lezama Lima
De reojo se escribe la codicia,
remembranza de olvido pestañea,
como un rey que la sierpe transfigura.
En hado serpentino se envanece
la herejía de dones y doncellas,
vestigios que se escombran intramuros.
Cuánta ebriedad serpea contra el báculo
que arremete infecundo su linaje,
su bastión de bufones disecados.
Si Arturo aún viviera, la serpiente
tejería el destino del pasado
en los labios icónicos del miedo.
Galgódromo sin fuga
No incita el equilibrio
carnalidad más pura
que un galgo sin gruñir.
Se prostituye en liebre,
en la búsqueda albina
del pubis al cerrojo.
¿Qué signo ciego alude
su alarde sin final
o veste de ramera?
En pos del fugitivo
deleite que se ignora,
se enturbia la osadía.
El alquimista
El alquimista
transgrede el orden,
la hipótesis en forma
se decanta.
Desde el Egipto,
la emanación de un Dios
corrompe la tenacidad aristotélica
que sitia el cautiverio, la materia.
Como el custodio
que cifra un estater de mercurio
al pneuma de los cambios,
el secreto de Zósimo
fermenta en el azufre
el ensayo perenne de los dones.
Epígrafes velardianos
I
y conocía la o por lo redondo
El entorno camina en círculos.
Su presentir de esfera ufana
cabe en un diente de pigmeo.
Ceremonial de ombligo sabio
es conocer la o por lo redondo,
lentejuela de abismo encinta.
En vientre de diamante rudo
forja su embrión sin armadura,
obesidad que embosca al canto.
Tosco sopor o fondo blondo,
como frondoso logos, todo
rima en la o dolor o gozo.
II
Gemía el vals por ella,
y ella era un boceto
lánguido
La danza diametral
de los matices lánguidos
respira en su estertor.
Valsa en el arco núbil,
como esguince entre las aristas
que apura su reverso.
En el porte del alfil
de burladero breve,
se degusta el relámpago.
Humo en puntillas sabias
asciende en espiral
su frágil erección.
III
Entonces era yo un seminario
sin Baudelaire, sin rima y sin olfato
Agotar las premisas irritantes
en el credo de la razón insana,
donde transcribo en el olfato el miedo
que Baudelaire sangró desde los vicios.
Simulo en el seminarista el verbo,
esquivo al mundo que blasfema
flores del mal en la falsaria rima,
podridos ángeles de lo insalvable.
IV
pero ya tu garganta sólo es una sufrida
blancura, que se asfixia bajo toses y toses
Como un trago de azufre a medianoche
se consuma la orgía de los ángeles.
Entre vulvas antiguas se contagian
gargantas seminales y violencias.
Sinuoso es el tosido del amante,
doblegación de luz en la caída
que la fiebre reclama en meretrices:
espejismos de faros sin lucera.
De blancura perdida en el desgarre
se excreta el fárrago de coitos,
templos sin avaricia, dones
vulnerados por dioses interdictos.
V
húmedos y anhelantes monosílabos,
según que la llovizna acosa las vidrieras
Hiel, luz en mí, voz gris del ser,
monosílabos vacuos de ventisca
que enmohecen vagidos taciturnos.
Del acoso en cristales sin ventura
se diseña en el monólogo del agua,
oculto pernoctar en las esquirlas.
¿Qué sol no agrieta la humedad en ascuas?
La ambición del reflejo no proscribe
en la mirada vítrea del vencido.
VI
un encono de hormigas en mis venas voraces
Enigma a la potencia múltiple
confluye en laberintos sierpes,
despierta la ansiedad del río
en el acoso de placenta turbia.
Presagio en sombra entrecortada
oprime a la ciudad del tedio,
donde las venas paren hoces,
persianas en los poros tímidos.
El símil del breviario escinde
en el arquear de la palabra,
desfiladero en riesgo zigzagueante
que parpadea asombro, esquirlas.
VII
De súbito me sales al encuentro,
resucitada y con tus guantes negros
Del retorno al poema conjurado,
al furtivo nocturno de los guantes
que velar de farero catequiza.
¿Qué campanario emula las escancias
del temor taciturno y raciniano?
El fraseo de bronce se traduce
en el vuelo de impúberes mantillas.
En faldas del augurio se evaporan
seculares escenas sin parodia,
donde el éxtasis sitia en guante negro
el discurso profano de las pieles.
El punto de partida de la sangre
afana el apetito en el torrente
velardiano, preñez que afila al tiempo:
vestal de azogue en cicatriz abierta.
Javier España (Quintana Roo, México, 1960). Premio especial de literatura «Antonio Mediz Bolio» por el poemario Presencia de otra lluvia en 1987; Premio hispanoamericano de Poesía para niños por el libro La suerte cambia la vida en 2004; Premio Internacional de poesía «Jaime Sabines», en el 2007, con el libro Sobre la tierra de los muertos; Premio Nacional de cuento «Beatriz Espejo» 2010, por la obra Prometeo de la calle 51; Premio Nacional de poesía San Román (2011). En el año 2015 gana el Concurso internacional «El mundo lleva alas», otorgado por la editorial Voces de Hoy, en Florida, Estados unidos, por el texto Paráfrasis solar. Entre sus libros de poesía destacan: Tras el biombo, Travesía de fuegos perseguidos, Tributo del viandante, Azul deseo de la esfinge, entre otros. Ha publicado el libro de ensayos Rumores a deshora, 2011 y participado en el colectivo de ensayos Los frutos de la voz, 1997.