Mi nodriza es la muerte. Ivan Blatný

ivan-blatnyLes presentamos al destacado escritor checo, Ivan Blatný (1919-1990), un "poeta faro" para numerosos autores de su país, en definición de su traductora Teresa Amy. La presente selección forma parte de la antología Poetas Checos, publicada por La Otra en 2017.

 

 

 

Mi nodriza es la muerte
Ivan Blatný

 

Acontecimiento

Todas se aprestaban a partir, hacia alguna parte.
Adónde, le pregunté a Edwige.
Al entierro.
Sin ganas, dijo ella. Con esos zapatos tan usados.

No vale la pena, con un tiempo así.
Los trenes refunfuñaban sobre el viaducto.
Todo el mundo, en definitiva.
Tan sin ganas.

Que pasen bien, entonces.
Todas se sonrieron.
La nuera lustraba los zapatos.
Llovía. Adiós.

 

Tercero

                    Espero a mi nodriza
                    —es la muerte.
                    ……………………
                    Pero los tipos toman la ruta.
                    (Langston Hughes)

Espero a mi nodriza —
Es la muerte.
Ella se arrastra todavía en alguna parte en la calle.
Se arrastra delante de la casa.
Y las cosas sobre la mesa ya están plenas de ella,
Y las cosas sobre la mesa ya están plenas de ella:
Papeles, libros, cacharros.
Espero a mi nodriza—
Es la muerte.
Ella se viene a paso de lobo, se deposita
como el polvo,
invisible todavía, pero presente.
La oigo azotar su suela abajo en los escombros
Que quedaron ahí después de la primera incursión.
El domingo de mañana. Los cañones ajustan el tiro.
Y el frío silba a través de las ramas todavía desnudas.
Un acordeón anuncia la primavera,
Un acordeón anuncia la primavera
A través de los corredores, a través de los patios.
Una veleta tironeada hacia atrás en el cielo.

Espero a mi nodriza—
Es la muerte.
Leo en las cosas sobre la mesa
Papeles, libros… Sueño.
Llamado por los desconsuelos. (Albertine, Tú.)
Pero Europa toma su camino

 

Cuarto

                    A Frantisek Halas

Un abandono sin límite, espeso polvo,
Reposaba sobre las vigas y sobre las piedras,
Un abandono sin límite, el día bajaba.
Un abandono sin límite, espeso polvo,
Reposaba sobre las vigas y sobre las piedras,
Un abandono sin límite, el día bajaba,
Raros copos de una nieve desapacible
Azotaban los rostros apretados en los tranvías,
En la ciudad de nuevo rugía el cañoneo.

Un abandono sin límite, polvo, desmenuzable,
Reposaba sobre los libros y sobre la mesa,
Un abandono sin límite, el día bajaba.
Un abandono sin límite, polvo, desmenuzable,
Reposaba sobre los libros y sobre la mesa,
Un abandono sin límite, el día bajaba.
La puerta de un inmueble, como si a menudo,
Librara el paso a un paseante nocturno, lento,
—Y la nieve le azotaba la espalda, la hacía trizas.
Página abierta donde escribían la fatiga, el miedo
y la guerra,
Revistiéndose en las vigas y en las piedras,
Un abandono sin límite, el día bajaba.
Y los rostros apretados vida contra vida
No haciendo más que uno, punto ínfimo,
Mientras en la ciudad rugía el cañoneo.

 

Quinto

Dónde podrás estar ahora, ahora en este
mismo instante,
En este instante preciso, hoy, cuando yo empiezo
A escribir.
Es ese famoso domingo vacío,
Es ese famoso domingo vacío,
Esta voz bien conocida, lánguida, que canta,
Desesperadamente monótona, da capo, da capo, da capo,
Desesperadamente monótona, da capo, da capo, da capo,
Y todavía y todavía.
Una fórmula cautivadora
Vuela de balcón en balcón: Mierda
En el profundo silencio responde gravemente
Das deutsche Volkskonzert.

Dónde podrás estar ahora, ahora en este
mismo instante,
En el instante preciso en que lees este poema.
¿Fue después de la guerra? ¿Era otoño? ¿Era
primavera? Alguien afuera me acompañaba con la guitarra
Y era yo que tocaba.
Era ese famoso domingo vacío,
Era ese famoso domingo vacío,
Ramo, sofá, cintas y así sucesivamente.
En su casa no había nadie, ella había partido con
su amante.
Un señor vestido de negro arrastraba una corona
fúnebre.
Era ese famoso domingo vacío.

Acuérdate, Albertine, de esos días siguientes,
Una piéride blanca yacía por tierra,
Se cavaban trincheras, caían bombas sobre
Praga,
Una piéride blanca, transida de frío.
Usted debería haberla matado, dijo Françoise,
Pondrá huevos, ¡y hará estragos!
¡Acuérdate Albertine, de esos días!
Das deutsche Volkskonzert arrastraba por alguna parte una
corona fúnebre.
Esa voz bien conocida, lánguida, que canta.
Desesperadamente monótona, da capo, da capo, da capo,
Desesperadamente monótona, da capo, da capo, da capo,
Y todavía y todavía.

 

Años más tarde solamente

                    Para Adolf Kroupa

Años más tarde solamente él vendrá a verme
Por la brecha de las casas destruidas de la calle de Vaux
Donde se aproxima el horizonte
O todavía por encima de los tejados nuevos
Como los pájaros que sobrevuelan el paisaje detrás de Špilberk
Como las cizallas del jardinero que tiritan en los
hangares de vidrio
Del parque de exposiciones desierto
Como los tiestos brillantes de los jardines después de la lluvia
Como la mano
Que conduce las cizallas entre los tallos irisados de rocío

Años más tarde él vendrá a verme, París
Como hoy
No se sabe qué camino lleva a una aldea somnolienta
Donde la Señora institutriz corta las rosas de noche
Frente al cementerio
Los escolares se inclinan
Y una rosa cae
Cerca de otra
Con cada nueva caída el ramo ligeramente oscilante
Crece un poco y la aldea se ensombrece.

 

La escena

Fin de agosto en una cierta pradera en dirección de Kunstát
Alguien hace girar una llave que a lo lejos ilumina los teatros

Es la hora en que los actores llegan de lugares diferentes
Llamados por un murmullo apenas perceptible entre la
reverberación
En los árboles de los grandes bulevares
El aire a su vez se ha enfriado de golpe
Impregnado del extraño frescor nocturno
Lazos entre las ciudades tamizado de voces

En Colombes-sur-Seine
Matorrales verdes y leves atraviesan pequeñas garras
El vapor que sube
Un instante parecido a una flor ramificada
Toca aún el suelo con la punta de su tallo
Todavía estamos en vida
Todavía oímos peleas melodiosas
De vecinas con sus gallinas de mañana en Colombes-sur
Seine todavía
Palillos de ropa juntos en la palma como pinceles
Emiten su fino campanilleo.

 

Sábado de tarde en Woodford

El primer equipo recoge miosotis
El segundo equipo aparece del vestuario.
Llega el árbitro.

Escondidos bien debajo de la división de Delphes,
nosotros no tenemos un terreno para profesionales, no conocemos otros
barrios, en Londres,
no detentamos la verdad, la ignoramos en su conjunto.

Ah hojarasca empujada por barrenderos a lo largo del murito.
Los talleres ya limpiados, el parque, sus árboles todavía demasiado desnudos.

 

Ocaso

Subir al silencioso piso por un ascensor de la Ópera es imposible
Los que lo han intentado tocan el arpa en algún lugar
del entresuelo por el que el ascensor no ha pasado

Las preguntas sobre la identidad de Josef Mach sobre qué hora es
sobre las circunstancias que permiten trabajar
han quedado sin respuesta

Por el contrario uno llega siempre a abrir la estación
con una clave en morse
Los trenes repletos de canela se enlentecen para nada.

 

Recoveco

Cae la noche sobre la place Saint-Castule
se cierra con llave además de las rejas

El ciervo es repelido hacia atrás
Ciudadanos titubean y mueren de peste

Cuando alguien de noche topa un reverbero con el pie
un bosque emerge
la cabellera diamantina de un fresco bosque que el reverbero oculta

 

Los recintos

Usted estaba de pie en la puerta de un corredor que conducía a algunos
talleres

Alguien hurgaba entre los objetos depositados de
la descarga
barras de hierro rosas de papel tabiques de armarios

Alguien más atravesó el patio

Usted salió por la puerta de los recintos
a la luz de marzo de un domingo inglés

 

Nocturno

Durante la noche, cuando el grano se ilumina
En los graneros que el claro de luna dibuja
Cada grano de trigo brilla por él
Las brujas son llevadas sobre sus escobas hasta los cielos.
El idiota del pueblo, que piensa que no morirá nunca
Se levanta y parte en dirección de Morton Morell
Yo lo sigo un trecho del camino. Lo acompaño.
Nos rencontramos los dos invitados por el verano.

 

Los lugares

Los lugares que hemos dejado siguen viviendo.
El caballo galopa, el niño grita, la madre abre la puerta
«No es ahí, no es ahí, entonces no sé en qué se ha
transformado.» Ellos buscan.
Buscan alguna cosa, se agitan a través de la vivienda.
Buscan los lugares que hemos dejado, los lugares
donde estuvimos antaño.
Ellos corren a la estación y piensan: la casa.
La casa quedó.
¿Adónde se van?
Al entierro de la hermana. Para siempre. A lo del hijo.
La abuela queda. A la abuela ellos no
la llevan.
Dejan a Mélusine silbando en su casa.
El reloj no lo llevan.
El reloj suena en una habitación vacía.

Traducción de Teresa Amy

 

Ivan Blatný (Brno, 1919 — Colchester, Reino Unido, 1990). Procedente de una familia acomodada de la capital de Moravia en la entonces Checoslovaquia, poeta nato muy pronto señalado por su lirismo brillante y sutil. Se integra al Grupo 42 con cuyo contacto su ensoñación, al mismo tiempo endurecida y ampliada, toma dimensiones unanimistas y la evidencia de una revelación. Habiendo viajado a Inglaterra gracias a una beca, elige el exilio luego del golpe de Estado de 1948. Con dificultades para afrontar los problemas prácticos de la existencia, ingresa al cabo de varios años en un asilo psiquiátrico donde permanecerá hasta su muerte. La escritura que allí practica en abundancia muestra la constancia de su inspiración, nutriendo por encima de los textos aislados un solo flujo poético libre en el que otras lenguas se entrecruzan frecuentemente con el checo. Numerosos poetas de su país de origen, incluidos los más jóvenes, consideran actualmente a Blatný como un autor-faro.