Una sola Helena. José Luis Rivas

jose-luis-rivasJosé Luis Rivas, poeta y traductor mexicano (Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para obra publicada y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, entre otros) nos comparte los poemas de sus dos libros, Pájaros y Un navío un amor.

 

 

 

Una sola Helena
José Luis Rivas

 

Pájaros

*

En nuestra lengua, pájaro es a un tiempo una voz llena de vida, de ardor y de alborozo; ágil, ligera y rápida. De su trino de sílabas, la primera de ellas –acentuada con rotundidad en la á– obra como un tónico que favorece el despegue (raudo, quedo o con cierto dejo de desaire en el manejo del cuerpo y en las acciones) de ese espléndido ser alado.
Un despegue siempre rutilante, desde el punto en que quepa imaginarlo: una tupida pradera, una rama trunca, la cresta de una ola arbolada, el tope de un mástil, la hendija herrumbrosa de algún cantil…

 

*

El gorrioncillo
que golpea su pico

contra una rama
para limpiarlo:

peluquero a la antigua
que afila su navaja

con ágiles planazos
contra recia correa

 

*

Pregunta el pájaro:
¿Quién soy yo,
Inmensidad,
ahora que ya sé
volar,
si no tú misma?

 

*

El ojo de la alondra
ducho en menudas

realidades repara
en lo más nimio

Así descubre el grano
entre la paja

la marcha exacta
–de jeme en jeme–

del estricto geómetra
/tan métrica y simétrica/

el sorbo de rocío
recogido en el vértice

de una brizna de yerba
el peligro inminente

y esa nube que nada
más ella advierte

y que la impulsa al vuelo vertical
de caza erecta

sin parpadeo alguno
sin asomo de duda

 

*

Érase una mujer
–tendida al sol que pica

sobre la arena parda–
Y a un golpe de pestaña

mil pájaros vestían
sus pechos y su sexo

Sé que olía igual
que la ribera hirsuta

con hirvientes marismas
que ondula la resaca

No eran rudos marinos
sino sencillos pájaros

que sabían posarse
allí donde sus senos

respingan en botones,
(y tupida floresta

circunda sarraceno
jardín de las delicias)

 

*

He aquí al coqueto palomo balanceándose
como para emprender un zapateado

Esponjándose como un gallo de pelea:
artista por tablado de angosta marquesina

Al filo del peligro o sobre olas de barro endurecido
que forman el tejado corre pasito a pasito

detrás de una paloma. Al sol proclama,
no cabe duda, el lujo de sus dotes y prueba

(erizado del buche con su abanico abierto)
que el amor es un acto principesco

Y echa luego a volar restallando sus alas
(multiplicadas bajo el recio estrépito)

 

Un navío un amor

*

Cuando vieron en Delfos
que el Apolo de los griegos
tenía forma humana
los celtas prorrumpieron
en grandes carcajadas

Desde luego, también
de mí se burlarían de enterarse
que te he dado aquí
Helena
fisonomía vana de criatura
perecedera. Pero ¿cómo
podría yo, mero mortal, valerme
de recursos que excedan
mi condición efímera?

La realidad de allende la palabra
es la margen que nunca
toca, ni por naufragio, la escritura
El fracaso medida es de lo humano;
y, fracaso mediante, espero
con el mío alcanzar alguna vez
el desdén de los dioses

Sé la primera
Helena
en concedérmelo

 

*

(Enya)

Cuando un mundo vencido
se impone con tristeza
de gaitas que sollozan
la bruma alrededor se cierne y baja
para asir nuestra sombra
Cargados velos de humedad se tienden
y una mujer que danza nos recuerda
que un dios
–o una diosa–
no tienen forma humana
que la danza surgente
es dicha en movimiento
Y una lid de metales
señala que el sonido
se multiplica según lo consientan
nuestras expectativas de delicia
Así (ya en Delfos)
¿cómo no reírnos de su Apolo?

No cabe el parangón:
el dios genuino insiste en ocultarse
Sólo se manifiesta por señales

La música –sinuosa
o lacia– impregna crótalos
Y un oleoso flujo de serpiente
unge las sienes
Hoy es el primero
entre todos los días
(que se repite sólo cuando danzas)

 

Una sola Helena

                    La belleza no está, según dicen, en el ojo que la contempla,
                    sino en el lente de la cámara.
                    El único ojo que ve la verdadera belleza, la belleza de la
                    mujer, es el de la cámara. La mujer es un campo visual, la mujer
                    es su propio paisaje.
                                                            John Hawkes

Que otros canten la gran alzada de sus potros
la esbeltez del navío en las gradas
antes de ser botado
O la estereotomía
de una locomotora de diamante

A mí –en cambio– séame concedido
celebrar con altura a la que amo

Y algún dios ha querido
que en los tiempos que corren
modelo sea
a la vez de hermosura y de agudeza
Que abandonado
haya su vida anterior (y a su esposo,
un renombrado príncipe)
todo ello señala que Eros
aún disfruta de espléndida salud

*

Las muchachas sandalias en la mano
de puntillas por entre resbalosos
peñascos de escollera los pies
tantean en principio
antes del salto irreprimible
de roca en roca
los vestidos al vuelo
con ráfagas que esparcen un aroma de espliego
las prendas interiores untadas en los cuerpos
transpirando salobres
los muslos por delante
asomando la espuma de la rizada blonda
los pechos estallantes
Despareja marea de grupas y caderas
el roción de las olas arrojando
su irisada atarraya
por donde todos descendíamos en escala
Risas de fulgurantes dentaduras
el sol picando el dilatado bochorno
y el aullante pinar de la avenida costera
ante la Isla de Lobos

 

*

La cabaña de otates
entre los médanos
y la muchacha
que aporta en la ribera
una proa de encaje
y la gaviota tijereteando
las espiras de su propio descenso
hasta rasar la arena
Las palmeras rizándose de brisa
como los zumbadores
de un papalote
que cosquillea nubes
cierta tarde sumida al fondo del ancón

Los horizontes
que tiran de su pecho
bajo el escote
El deseo
sus íntimas marismas
La pardela que parte en remolino
un navío un amor

Y la ráfaga
que ondula las pestañas
–correo de papel de china
que asciende poco a poco por el hilo
de vibrante pandorga–
multicolor fondo escotado de las islas
seda licra jersey
en hiladillo sobre piel
que aspira a bocanadas
inmensidad y regreso

 

José Luis Rivas (Veracruz, 1950). Poeta y dramaturgo. Traductor de Pierre Reverdy, Michel Tournier, Jean Marie G. Le-Clezio, Henri Bosco, Georges Schehadé, t.s. Eliot, Saint–John Perse, Jules Supervielle, Derek Walcott, Arthur Rimbaud, Joseph Brodsky y Les Murray. Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para obra publicada 1982 por Tierra nativa. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1986 por La transparencia del deseo. Premio Nacional de Periodismo 1987. Premio Xavier Villaurrutia 1990 por Brazos de mar y por la traducción de Poesía completa de t.s. Eliot. Premio Nacional de Traducción de Poesía 1990 por Poetas metafísicos ingleses. Premio Ramón López Velarde 1996 por Río. Medalla Gonzalo Aguirre Beltrán 2002.