VOMITAD, MUCHACHOS
Juan Manuel Roca
Cuando se tiene por vocación o programa no mezclar la política y la escritura se huye de ese matrimonio como de la peste, así estemos rodeados por ella como lo estamos.
"Toda forma de desprecio,
si interviene en política,
prepara o instaura el fascismo", Albert Camus.
Creo y no quisiera verlo como una sentencia, que en momentos de una pandemia autoritaria como los que vive Colombia, sumados al virus que nos amedrenta y envilece, resulta impensable y criminal no pensarnos desde una práctica social ajena al "deseo de seguridad" personal. Un poco de esto recoge este acogedor espacio de "La Otra" dedicado a mirar desde diferentes ámbitos de la cultura el momento doloroso y a la vez valiente que vive la sociedad colombiana.
Una legión de otros lleva varias semanas en las calles jalonados por una juventud coherente que no es boca de partido, aunque el gobierno ande a la caza de brujas de supuestos "incitadores" partidistas, cuando quienes verdaderamente han incitado a una protesta callejera sin precedentes son los intentos de expoliar lo poco que nos dejan los grandes monopolios, los grandes señores de la banca y un gobierno que sabe que "la desobediencia es la verdadera base de la libertad". Y que "los obedientes son por fuerza esclavos", como lo señalara con certeza Henry David Thoreau.
Acá reunimos textos de narradores y académicos, de poetas, titiriteros, analistas y ensayistas colombianos que escriben sobre el momento que atravesamos, animados al ver las grandes marchas que recorren más de cincuenta ciudades y centenares de pueblos. Jalonados por una juventud que levanta sus voces y las adhieren a la esfera de las artes, reunimos estos escritos impulsados por un conglomerado de estudiantes, de mujeres libertarias y de indígenas en mingas de resistencia. Aproximadamente cinco mil indígenas a través de la llamada minga (palabra quechua y tradición precolombina de aglutinación de diferentes saberes), caminaron desde el departamento del Cauca hasta Bogotá reclamando el cese de asesinatos de sus líderes, que se suman a los centenares de asesinados a lo largo de estos gobiernos del espolio neoliberal.
La represión ha sido brutal. Muertos y heridos, mujeres violadas y oídos sordos a las peticiones masivas que nacieron del rechazo a una reforma tributaria expoliadora de clases y en beneficio de banqueros y grandes empresarios, una reforma miserable que no prosperó gracias a estas movilizaciones. Una reforma, repito, que, por supuesto, iba en beneficio desmesurado de una narcotizadora clase que siempre aspira a seguir acrecentando sus riquezas.
Quiero rematar esta breve introducción con palabras de un viejo resabiado llamado Henri Miller: "El mundo es solamente el espejo de nosotros mismos. Si es algo que le hace vomitar a uno, vomitad, muchachos, porque no son más que vuestros propios rostros los que estáis mirando".