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Alicia Galaz Vivar en el hueco de la ternura. Edson Faúndez V.

juan-egenauFaúndez, poeta y ensayista chileno, nos invita a leer y conocer a su compatriota, fallecida en 2003, fundadora del grupo poético Tebaida. Poesía y poética de la resistencia, de la insumisión.

 

 

 

Alicia Galaz Vivar en el hueco de la ternura

Edson Faúndez V.

 

            Alicia Galaz Vivar (1936-2003) comienza a producir su obra poética en la segunda mitad de la década de 1960; ésta se compone de Jaula gruesa para el animal hembra (1972), Oficio de mudanza (1987) y Señas distantes de lo preferido (1990), libros que no han recibido todavía la atención debida por parte de la crítica especializada. Las reseñas que se le han dedicado a la poeta chilena destacan de su obra, entre otros aspectos, la hábil mezcla de lo íntimo y lo social; el acercamiento a las cosas y la realidad a partir de una lengua poética distante de lo ampuloso; el aporte indiscutible a la escritura  feminista; y su participación como fundadora y líder del grupo poético Tebaida, surgido en los años sesenta en el norte de Chile, y como directora de la revista del mismo grupo: Tabaida Chilepoesía. Soledad Bianchi en su libro La memoria: modelo para armar (1995) describe las características del grupo y el importante rol desempeñado por Alicia Galaz Vivar, motivo por el que invito a su lectura. Mi propósito es, por el momento, esbozar dos líneas, profundamente relacionadas, presentes en una escritura apenas visible y audible en el escenario poético chileno, que aguarda estudios futuros que  permitirán completar los mapas de la generación de 1960 y de las poetas chilenas fundamentales del siglo XX.

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            Una de las líneas, que puede parecer más evidente, es la que conecta una crítica y una resistencia a los poderes que inciden en la construcción de la subjetividad femenina, afectando el despliegue de los múltiples rostros creativos, políticos y sociales de la mujer, como se advierte, por ejemplo, en "Hembrimasoquismo", "Persistencia del subdesarrollo", "Mi madre me tortura en la punta de la silla" y "Hombre dividido – Mujer entera", poemas de Jaula gruesa para el animal hembra. "Hembrimasoquismo" produce, en efecto, una tensión entre el poder normalizador y patriarcal, que opera sobre el cuerpo de la mujer para producir las señas de una identidad, y la voz poética de una mujer que transita más allá de los límites impuestos hasta procurar reconstruir su propio yo: "Y a ti que te sonríes, te borraré del Paraíso".

            En el mismo libro encontramos dos poemas, "Recado para el hombre de la revolución" y "Círculo cerrado", que introducen otra línea, relacionada con el tema de la muerte, que me resulta de gran interés. Alicia Galaz Vivar nos advierte en estos poemas sobre la pervivencia de los muertos, lo que puede ejemplificarse con los versos "el hambre de todas las mujeres de la pampa / que agitan y agitan los fantasmas de sus mineros muertos", que integran el deseo rebelde de las mujeres de la pampa, el acontecimiento de la muerte del otro y una crítica a la violencia social; y sobre la apertura hacia lo infinito del morir y del engendrar humanos. Esta síntesis muerte-vida se hace más patente en sus poemas del exilio (tan decisivo estética y éticamente para los escritores de la generación de 1960 en Chile), que encontramos en Señas distantes de lo preferido, donde la muerte política del desterrado pareciera intensificar la certidumbre de la condición de moribunda de la poeta, quien ya presiente en el texto "Las flores de la muerte" su transición hacia los ámbitos de lo tenue que signan la ficcionalización de la muerte propia. La fundadora del grupo Tebaida y lectora crítica de la obra de Luis de Góngora se encuentra "donde las estaciones caminan / a la inversa" y sufre "por ríos ajenos" en "un tiempo oxidado" la nostalgia de su tierra y de sus muertos amados, y produce una escritura donde la memoria de la muerte construye un territorio de acogida para los espectros de los desaparecidos. Así lo testimonia otro poema del libro, "Extremidad de la tierra", en el que el verso "los ojos se nos llenan de fotografías de desaparecidos" envía a la posibilidad de considerar el cuerpo mismo del sujeto desterrado como un cofre de la memoria capaz de preservar las pequeñas historias de los difuntos. El poema lucha contra la muerte y sus emisarios mediante una de las formas de relación con el otro proscritas por la violencia que impide la posibilidad de un encuentro hospitalario entre los vivientes humanos. Me refiero a la ternura, que ya se insinuaba en Jaula gruesa para el animal hembra ("me postergan, me limitan, dosifican la ternura / y las palabras") y se convierte en Señas distantes de lo preferido en un poder inseparable de la memoria acongojada de la muerte que convoca y protege la palabra de la poeta. Los poemas al padre y el hermano muertos, "Réquiem para Pedro Galaz" y "Hermano en Tierra", portan ese poder, que no distingue entre vivos y muertos, a la vez que hace posible el encuentro y el diálogo silencioso con los muertos: "Corazón de muchos muros construidos en la lluvia, tuya / es la mucha pena y la estatura de varón, padre / que vivo estás en tu territorio y tu voz en el silencio. / Hasta ti voy creciendo vertical hacia tu altura", "Hermano, en tierra entrabas, en la fosa, en nuestro polvo". La escritura de Alicia Galaz Vivar se erige así en defensa del "hueco de la ternura", como se explicita en el poema "Señas distantes de lo preferido". Es la ternura la potencia que le permite a la escritora chilena continuar descifrando en tiempos aciagos "palabras de amor por el ancho mundo". La poeta establece, en este sentido, afinidades notables con la poesía de Gabriela Mistral, donde el "hueco de la ternura" alberga la energía necesaria para lidiar con las potencias hostiles a la vida.

            La obra poética de Alicia Galaz Vivar ensambla la línea de la crítica a los poderes que limitan los trayectos interiores y exteriores de la mujer con la línea de las figuraciones del acontecimiento de la muerte. Tal vez la primera de las líneas referidas pueda considerarse como una más de las figuraciones de la muerte, de la muerte política, pero este asunto tal vez lo desarrolle en otro momento. Antes de cerrar, y de que puedan leer dos textos de la poeta, me parece apropiado plantear que el poder de la ternura, avasallado siempre por las durezas de la violencia y la injusticia, hace posible horadar lo duro y crear una morada protectora: el "hueco de la ternura" en donde nos refugiamos en las horas de mayor desconcierto y aflicción. El "hueco de la ternura" que comunica estas dos líneas bosquejadas y le da coherencia y actualidad a una escritura que calla y espera el contacto con las lectoras y los lectores del siglo XXI.

 

 

Hembrimasoquismo

Clasificada nazco como mujer,
eterna esposa entre ollas, platos, calcetines,
escobas, cocinas, papillas y cedazos.
Río en mi apostolado de sábanas.
Aséptica rechazo ambigüedades:
defiendo-el-legado-del-espíritu,
mientras exorcizo el presupuesto.
Funcionaria del tiempo distribuyo los mil y un días
en flagrantes compromisos, cumpleaños y bautizos.
Toda una red de conductas hidrópicas, purgativas.
La soledad me marca en las ferias y en las plazas.
En el instinto me refugio.
Me controlan la matriz.
Me postergan, me limitan, dosifican la ternura
y las palabras.
Planeamientos de alto nivel condicionan mis esquemas.
Sobre el parir o no parir
hablan.
Ponen odio y miedo.
Me lanzan por el rostro las leyes, la religión
o las costumbres.
Y a ti que te sonríes, te borraré del Paraíso.

Jaula gruesa para el animal hembra (1972).

 

Señas distantes de lo preferido

Y héme aquí en otras constelaciones, lejos del mar
y en lengua extranjera que tropieza con mis sílabas
en un rumor de how’re ya doin’ t’ day, come again
y life in the fast lane: el apremio de vivir sin tiempo
la vida que sube torrencial,
entrando en cualquier autopista
-los parámetros del próximo century-
y un sol esquivo que los huesos chupan desesperadamente.
Los Andes existen y son un largo llamado.
El Océano Pacífico es añoso de melancolía.
Y ellos no dejando piedra sobre piedra: Primavera MCMLXXIII.
La lumbre aquélla de nuestros padres
a la hora de la sopa compartida
es una puerta oscura.
A los hijos arrastramos a nuevos hemisferios
y edificamos diques -defendiendo el hueco de la ternura-
en el círculo invisible de la soledad poblada.
Traspasada del agua del silencio y de la foránea cortesía
en el orden de los días agito mi bandera
y descifro palabras de amor en el ancho mundo: hablo
y recomienzo lo imposible.

Señas distantes de lo preferido (1990).