Guerra Sánchez nos conduce a este análisis comparativo y los vasos comunicantes entre la Oda al Atlántico del modernista canario Tomás Morales al Ancho de ánimas de su compatriota José Miguel Perera, nacido en 1978.
De la Oda al Atlántico de Tomás Morales al Ancho de ánimas de José Miguel Perera
Oswaldo Guerra Sánchez
La obra del poeta modernista canario Tomás Morales (Islas Canarias, 1884-1921) ha sido revisitada en numerosas ocasiones en estos cien años que han transcurrido desde su fallecimiento. Autor muy querido y celebrado en los círculos modernistas españoles, admirador de Rubén Darío y Amado Nervo, dio a conocer su poesía también en distintas naciones americanas, principalmente Argentina, Cuba y México. En este último país publicó en 1917, por ejemplo, su célebre poema "Tarde en la selva", en el Semanario Nacional de Ciudad de México. La obra de Morales no solo ha tenido predicamento entre críticos y estudiosos de la poesía. Su estela deja una enorme huella en numerosos poetas posteriores, principalmente de las Islas Canarias, donde el autor de Las Rosas de Hércules (1919-1922) creó escuela. Sin embargo, la huella a la que me voy a referir a continuación tiene un cariz especial por dos razones. Una, porque se materializa cien años después de su muerte y escapa, por tanto, a influjos estéticos inmediatos; otra, porque es un "homenaje", en el sentido intertextual que le dio Gérard Genette al término, a un poeta y su cultura en el marco de la construcción crítica de una tradición literaria genuina: la canaria. Hablo de un escritor contemporáneo llamado José Miguel Perera (Arucas, Gran Canaria, 1978) y a un libro concreto, Ancho de ánimas (El Sastre de Apollinaire, Madrid, 2021).
Uno de las piezas capitales de Tomás Morales es la Oda al Atlántico, gestada entre 1915 y 1919. Se trata de un poema dividido en 24 partes que canta el nacimiento mítico de las Islas Canarias en el marco de una relectura audaz y transgresora de la iconografía grecolatina en torno al relato de Heracles/Hércules, en el escenario insular-oceánico. Por decirlo en pocas palabras: Morales se apropia del relato clásico sobre la fundación mítica de Canarias más allá del Atlas, en el Océano Atlántico, lo reelabora y lo devuelve con una nueva identidad cultural. El poema de Morales es "respondido" hoy por Perera en el centenario de su fallecimiento en su libro Ancho de ánimas, cuya sección central se titula "Hado el Atlántico (Glosas postmitológicas)". Con la misma estructura que el original de Morales (24 partes), Perera reinterpreta el elemento marino a la luz de una visión crítica sobre la importancia que el océano atlántico ha tenido para las Islas Canarias, como puente entre Europa, África y América. Esta especie de "contestación" a Morales viene inserta en una estructura perfectamente simétrica de cinco partes, como veremos después. El hilo conductor del poemario es un tipo de canto tradicional de las Islas Canarias, de origen mediterráneo y presente también en algunos países americanos, el Rancho de ánimas, que aquí por aféresis resulta "ancho de ánimas" en sintonía simbólica con la anchura del mar de nuestra historia común canario-americana y con la anchura del tiempo, los cinco siglos en que ese mar nos ha dado alegrías y tristezas a través del drama de la emigración transoceánica. Ese canto que es el Rancho de ánimas se realizaba para interceder por los muertos de la familia. Un canto comunitario o popular en el que, mediante coplas y endechas, acompañadas de elementos de percusión (tambores, panderos, espadas o triángulos de metal) se acudía a las casas de las familias para rezar por sus almas.
En Ancho de ánimas, los muertos que se conjuran pertenecen a tres momentos del tiempo: los antepasados aborígenes canarios, que salieron de África continental para establecer una nueva vida en los albores de nuestra era en el archipiélago canario; los emigrantes de esas islas que fueron a América a partir del siglo XVI a ganarse la vida y a colaborar, generalmente forzados por el hambre o por cuestiones geoestratégicas de la metrópoli, en la construcción de algunas naciones americanas; y, finalmente, los nuevos emigrantes africanos de hoy, que en numerosas ocasiones encuentran la muerte en aguas canarias en el trayecto hacia una nueva vida.
Perera imprime a sus versos esa especie de letanía de Rancho de ánimas y su contrapunto crítico-épico moralesiano, un canto casi litúrgico en el que el significante es tan importante como el significado, que precisa que el lector/oyente se deje llevar por los sonidos, por las cadenas de palabras, por el murmullo rítmico, arrobado. Me voy a limitar a tocar siete elementos fundamentales del libro y así mantengo una línea segura y certera hacia el final. Cada elemento que enumero atiende a variados aspectos de la composición del libro, desde su estructura o disposición lingüística hasta su temática. Aunque los elementos que he seleccionado tienen una enorme resonancia simbólica, no quiere ello decir que siempre tengan función simbólica. Estos siete elementos son: las ánimas (halo), el número, el guineo, el trance, el hado, la barca y el éxodo.
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Las ánimas. El ánima es el alma del inocente, de aquel que queda a medio camino entre la vida y la muerte. Si esa muerte está en proceso de redención, con destino a Cielo o Paraíso, la sala de espera se llama Purgatorio. Aquí entra en juego el Rancho de ánimas. Sin la manifestación religiosa de ese ritual este libro no se entendería. Las ánimas inocentes viajan en un tiempo místico como reverso de un tiempo mítico. Perera usa ese principio para unir los tres tiempos a los que aludí y velar así por el alma de quienes han sufrido la diáspora. El libro es, por tanto, una conjura de esos tres tiempos: el de los antiguos canarios, el de los migrantes históricos naturales de Canarias hacia América, y el de los actuales migrantes del continente africano, simbolizados en la niña Sephora, de la que excepcionalmente sabemos su nombre en medio de tanta muerte anónima, lanzado ya hacia ese limbo místico. A estas alturas debemos ir entendiendo que este libro tiene, al igual que los Ranchos de ánimas, un propósito místico. Diríamos que el yo poético se erige en ranchero mayor de este frenético canto. Y que su trabajo aspira a facilitar una unión o contacto del alma con la divinidad. No olvidemos que el éxtasis que se produce durante una velada de ánimas es similar al descrito por la mística.
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El número. Tenemos que entender este elemento en relación con la simetría. En este contexto la numerología es fundamental. El libro se gobierna bajo el influjo de dos números: el cinco y el siete. Con absoluta simetría. Estas cinco partes, de ida y vuelta, en espejo se denominan: "De frente", "(A)centro-Deshechas endechas", "Hado el Atlántico", "Luestros israelitas-Endechas deshechas" y "De espalda". A su vez, la primera y última parte poseen siete poemas cada una. El único número par que encontramos viene dado por las 24 estrofas de la parte central. El 5 en la cábala judía simboliza el centro, que es precisamente el lugar que ocupa el homenaje-crítica al poema del modernista Tomás Morales. Si proseguimos con la cábala, el matrimonio entre el principio celeste del 3 y el principio terrenal de la madre que representa el 2 da como resultado el 5.
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El guineo: lenguaje. Tomo el término en honor a su origen africano, como danza de países ecuatoriales, pero sobre todo como palabra canaria que alude a una repetición monótona y duradera. Podría parecer que, en el retorcimiento de vocablos, de sonidos y de grafías hay juego. Pero no hay en absoluto juego de palabras. Las palabras son una transcripción fonética del alma, dibujan estados del alma hasta en la pronunciación, que en algunos momentos llegan a la extenuación, al desgaste, al hastío. A veces la vocalización responde a elementos prosódicos, como las prótesis en A que inundan las primeras endechas "(A)centro", con efectos rítmicos y de letanía. Pero la fonética transmite simbolismo de dolor, acercamiento a la lengua que se desmorona por el arrobamiento, disolución del lenguaje, de camino hacia el trance. El guineo es palabra canaria que se usa cuando el niño o la niña, en modo de llanto, balbucean su anhelo de modo repetitivo y cansino. Es estribillo machacón:
"Aniña, tú eres nombre concreto entre los luestros,
y en ti arrorroamos el cariño ixtranjero.
(Tu frágil cuerpo amuerto alma enforma la aboca" -
El trance: mediante el lenguaje el yo se abstrae, se hace colectivo, entra en trance, se hace comunidad. Si el "guineo" es la parte lingüística, el "trance" es la parte corporal, la respiración, el ritmo. Ancho de ánimas se va modulando en torno a esa respiración, de acuerdo con el programa establecido numéricamente, 7 estrofas de verso variable, una serie de endechas de 7+7, con encabezamiento, redoble y final. Le sigue el "Hado el Atlántico", con versos variables replicados de la Oda al Atlántico de Morales pero, como dijimos, con el mismo número de estrofas. Le siguen las endechas, cantos tristes en decasílabos, con rimas alternas. Algunas de esas endechas son homenaje, a su vez, a las antiguas Endechas de Canaria, aquellas que partieron de tierras insulares a las cortes europeas en el siglo XV como una muestra más del fagocitado colonial europeo. Y cierra "De Espalda", con tono discursivo, imprecatorio. El trance impera a lo largo del libro, con necesarios cambios de respiración, con alientos entrecortados, extenuantes, monótonos, casi jadeos.
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El hado-oda. En este punto se establece una reflexión moral, que tiene que ver con el espacio que habitamos, con el océano atlántico, con la tradición cultural canaria heredera de la mediterránea, con la específica cultural y literaria de Tomás Morales, como decimos, con su Oda al Atlántico actualizada en el contexto de la migración. Aquí la palabra "hado" viene por dos vías. La de la divinidad clásica entendida como fuerza sobrenatural que rige la vida de los dioses y los protege; o la del destino, encadenamiento fatal de sucesos. Esta dualidad impregna toda la parte central del libro. Cuando Morales invoca al Océano como Padre, Perera lo hace como Madre. Escribe Morales: "un luchador te grita ¡Padre! desde una roca / de estas maravillosas Islas Afortunadas". Dice Perera (la ortografía es del autor): "la femenina maragá, acantiladamente alada, / pronuncia ¡madrE! hacia abajo, al través de lo advenido…"
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La barca. La barca es conceptualmente omnipresente en el libro, aunque el término no aparezca sino tres veces con tres formas distintas: barca, barcos, embarcaciones. La simbología de la barca o la nave es universal, pero en el cristianismo que se asienta en la tradición clásica y del Medio Oriente va unida a los ritos funerarios, como transporte de los muertos hacia el Más Allá. No olvidemos la barca de Caronte, para cruzar la Laguna Estigia, o la Barca egipcia, que protegía al muerto en su trayecto por las 12 regiones antes de llegar a la eternidad que, por cierto, se situaba a Occidente, al oeste del Nilo. Aquella barca aparece con su forma acabada y redonda en la "endecha deshecha", de evidente resonancia en la antigua literatura canaria, titulada "Luestros israelitas", que dice:
No ya eres calma, sino brazada,
y revés eres de simple barca,
eres revuelta, devuelta larga. -
El éxodo. El éxodo es el viaje sagrado del pueblo de Israel. Se trata de otro homenaje que contiene, como todos los homenajes literarios, un espíritu crítico dado desde una visión mestiza, la visión mestiza que también es la de Perera. Se contrapone ese viaje mítico del pueblo de Israel al que realizan tantos migrantes en la actualidad en busca de la tierra prometida. Una vez más, la contraposición de realidades y mitos, de tiempos distintos, de geografías distantes, le permite a Perera poner en evidencia su discurso. ¿Es acaso menos épico, menos dramático, menos sufriente el relato del pueblo judío que el que hoy registran solo parcialmente los medios de comunicación para el pueblo africano?
Hasta aquí los siete elementos cuasi símbolos que quería comentar. Pero nos queda una cuestión. Algo que no debe quedar al margen. Aunque la poesía durante mucho tiempo ha sido lastrada por lo moralizante, este no es el caso de Perera, a pesar del contenido comunitario del libro, como tampoco lo fue de Morales. El discurso-letanía de Ancho de ánimas no es en ninguna medida moralizante, sino espiritual, lingüístico, exorcizante.
Oswaldo Guerra Sánchez (Las Palmas de Gran Canaria, 1966) es poeta, ensayista y profesor universitario. Sus últimos libros de poesía son: Un rumor bajo la rama (Trea, 2012), Muerte del ibis (Vitruvio, 2013), Si existe el árbol. Cuaderno iraní (El sastre de Apollinaire, 2019, versión francesa Si l’arbre existe. Cahier iranien en L’Harmattan, Paris, 2021) y Las siete extinciones (Mercurio, 2020). Como ensayista ha profundizado en torno a distintos aspectos de la creación literaria y artística en el marco de la insularidad, en trabajos como Un modo de pertenecer al mundo (Cabildo Insular de Gran Canaria, 2002), La expresión canaria de Cairasco (Anroart, 2007) o Dignidad creadora y lecturas de cabotaje (Mercurio, 2018). Su último trabajo es Lo que nos rodea, lo olvidado, lo recordado (2020), ensayo sobre literaturas de la Macaronesia publicado por la Academia Canaria de la Lengua como discurso de ingreso del autor en dicha institución.