Margarito Cuéllar hace un recorrido por la poesía china y alude a la fortuna que ha tenido ésta en nuestro idioma.
EL DENSO BOSQUE DE LA POESÍA CHINA
Margarito Cuéllar
Umberto Eco llama la atención, desde la mirada de Occidente, que la lectura de un poema chino se manifiesta como una obra abierta. Esto es así porque en el poema chino la unidad métrica es el ideograma (palabra) y no la sílaba, como sucede en otras lenguas. También lo es por la asociación entre el trazo caligráfico y la pintura, y hasta –me atrevería a decir- con la música.
"El poema se arma –dice Miguel Ángel Flores- como una especie de rompecabezas: a cada lector corresponde reconstruir el sentido de un verso y del poema completo."
Lo que nos llegaba –hasta hace muy poco- a los lectores de habla hispana eran traducciones de traducciones, traslaciones de traslaciones, traiciones de traiciones.
El mundo moderno no le perdona aún a Goethe su famosa interpretación sobre la poesía china: "…en los versos de los poetas chinos hay pececillos, se escuchan también las ráfagas del viento del huracán que siembran destrucción, hay lamentos por las inclemencias del otoño y el invierno y tristeza por la ausencia de los seres queridos." Si bien la lectura que hace el escritor alemán puede resultar un tanto chocante y poco profunda, dado que la temática de los poetas chinos es mucho más extenso, es indudable que el prolongado aislamiento de la cultura china generó un vacío de siglos.
Por otra parte, resulta un tanto complejo para el lector en lenguas distintas a la oriental, encontrar los claros en lo profundo del bosque de la poesía china. Sobre todo si tomamos en cuenta aspectos como los siguientes: desde el año 136 antes de nuestra era, cuando el confucianismo se volvió motor de la educación en China, hasta principios del siglo XX, la enseñanza en ese país estuvo moldeada por los cinco libros clásicos. Esto es: Libro de las Mutaciones (Yìjing) o I Ching. Libro de la Historia o de los Documentos (Shujing). Libro de la poesía o de las Odas (Shijing), Libro de Ritos (Lijing) y Anales de primavera y otoño(Chunqiu).
Tan solo el Libro de las Odas integra alrededor de 300 poemas con temas relacionados al amor y las emociones: "Aires de los Estados" (Guofeng); textos en los que se aborda la crítica social: "Odas menores" (Xiaoya ); poemas en los que se cantan loas a la Dinastía Zhou: "Odas mayores" (Daya) y "Los Himnos" (Song), que reúnen rituales de diferentes dinastías.
¿Cómo atravesar las murallas de un mundo aislado al menos hasta el siglo XIX? Sus primeros documentos, nombres de reyes escritos en caparazones de tortuga (dinastía Chu), se remontan a los siglos XII y XI antes de nuestra era. Es hasta el siglo IX, en la quinta dinastía Chu, en que las primeras manifestaciones literarias se hacen presentes. Se trata, en la mayoría de los casos, de dedicatorias e inscripciones relacionadas con la caza. Después, lo que sigue es una larga noche oscura. En el 480 antes de nuestra era los chinos hacen sus primeros pictogramas, escritura que se ha mantenido hasta nuestros días, aunque simplificándose de alguna manera. Xavier Zambrano, en el prólogo a Introducción a la cultura china de Ernest Fenollosa afirma que éste (Fenollosa) ve en los ideogramas chinos "las heridas abiertas de la etimología."
La puesta en marcha en 2019 de la antología Un mínimo destello en el mar del atardecer, publicada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, preparada por Sun Xintang y Sara Alicia Ancira, me encaminó a indagar qué poetas y obras relacionadas con la poesía de ese país llegaron antes a nuestro idioma. Tengo en mis manos la Segunda antología de la poesía china que preparara Marcela de Juan (Revista de Occidente, Madrid, 1962), reeditada por Alianza Editorial en 2007. En el prólogo se habla de una Breve antología, que data de 1948, publicada por la misma editorial. Me entero además que hay una tercera: Poesía china: del siglo XXII a. C. a las canciones de la Revolución Cultural (1973). Las aportaciones de Marcela de Juan son fundamentales, en el sentido que provienen directamente del chino.
En México, el primero en traernos noticias de la poesía china es Octavio Paz. Y hay un libro, ya inconseguible a estas alturas y que afortunadamente es parte de mi biblioteca: Ventana al oriente, Li Po, Tu Fu y Wan Wei, una paráfrasis de la poesía china a través del francés realizada por Miguel Ángel Flores (Verdehalago, 1997).
El poeta norteamericano Kenneth Rexroth publicó a su vez 100 poemas chinos (Lumen, 2001): las traducciones al español en este caso vienen del inglés y el francés.
Del sello español Hiperión, que dirige el decano de las ediciones de poesía Jesús Munárriz, conservo en mi biblioteca dos títulos: Han Shan el maestro del Monte Frío (2008) y El cielo a mis pies, antología de la poesía china moderna 1918-1949 (2013). De China Intercontinental Press conservo dos títulos que han ampliado mi mirada de la poesía china actual y que llegan a América latina gracias a los buenos oficios de Sun Xintiang: La piedra de Kata Tjuta (2015) de Yu Jian, traducido por Miguel Ángel Petrecca y Poemas oscuros, antología de Gu Cheng en traducción de Martín Ríos.
Del Festival de poesía de Medellín me traje Aflicciones de Zhao Lihong, publicado en Argentina en 2016 y no sé de qué manera llegó a mis manos Murciélagos al atardecer de Xi Chuan (Bajo La Luna, Argentina, 2017).
Una soledad de cien años. Nueva poesía china 1916-2016 fue publicado en México por Ediciones Valparaíso en 2017. En esa misma editorial apareció Promesas escogidas de Duo Duo.
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Un mínimo destello intenso en el mar del atardecer es la primera reunión de textos que se hace en México y América latina a partir de poetas que han incursionado en América latina en la última década. Entrando en la materia de sus páginas encuentro en la poesía de Cai Tianxin una preferencia por las rutas que se extienden en la geografía del mundo. Su mirada está atenta a los latidos de las ciudades y es así como emerge la cartografía colombiana, mexicana, venezolana o panameña, conformando un mosaico que se configura en el tiempo. Sus trazos de figuras en la playa dan un trazo preciso a la memoria, así transcurran en la placidez de la playa o en un no-lugar. Me queda la sensación de que escribe con pinceles. No sólo por su aguda mirada y su evocación a Joan Miró, sino por su capacidad para observar tanto los detalles soleados como las sombras. El azar quiso que un día coincidiéramos en Monterrey, cuyo emblema es el Cerro de la Silla, a quien le escribe un poema en este libro. Los asistentes esa tarde a la presentación de uno de sus libros -del cual escribí un texto breve, tropezándome a cada rato con mis propias palabras al pronunciar el nombre del poeta, disfrutamos de una tarde fabulosa. Cai Tianxin venía de Medellín con un libro nuevo traducido al español y con una portada con imágenes japonesas. Al leer sus poemas me explico por qué enseña matemáticas: sus poemas son precisos, exactos y luminosos como una ecuación.
Los poemas de Lan Lan se van desplazando por las líneas de la página con suavidad y en silencio. Por momentos parecen un desprendimiento de ella misma en armonía serena con la naturaleza y con el golpe del día a día del poeta en la piedra de la vida que da como resultado el poema o una flor, al fin lo mismo. "La lejanía es una ola vieja, la cercanía es una ola joven", dice, y el poema se despliega como una cordillera, un cactus en el desierto o una enredadera en las fisuras negras de la ciudad. Hable de la extranjería y de la soledad que encierra la distancia, sus trazos conducen, desde la intimidad, a un paisaje mayor en el que emergen las voces de los seres queridos. Lan Lan Sabe que la poesía es magia y misterio y que la palabra construye y escapa. La recuerdo contagiada de alegría en un festival de literatura de Yunnan, en Kunming, antes de partir en grupo a la celebración del Medio Otoño.
Con Yu Jian entramos paso a paso la ruptura. Una rasgadura que no niega su tradición, no abrupta, que hace del plano lingüístico y de lo coloquial un campo propicio para el poema híbrido. En un principio sus textos son breves crónicas del día que irrumpen en la existencia desde lo íntimo: el envejecimiento de la madre en "su viejo corazón de Bodhisativa", la partida de un obrero anónimo, una piedra que como un objeto mágico se desplaza de Kata Tjuta a una silenciosa maleta de viaje. Después, como si cada poema cargara en vez de metáforas una serie de secuencias fotográficas, el poeta se explaya hacia la música de las cosas, hace suya la voz y el espacio marítimo de Pablo Neruda y a través de espacios, la ausencia de puntuación y la irrupción de mayúsculas el poema se ofrece como una ofrenda al sol.
Ju Yian organiza cada dos años, en el sureste de su país, un Festival de Literatura. Los flashazos de mi memoria lo reflejan ahora atento a los movimientos de los participantes de ese encuentro con la palabra, atento al mínimo detalle. Los poetas, dispersos por las calles, entre la gente o entre la abundancia de motocicletas, parecíamos más bien un ejército de gatos. A distancia lo veo como esos extraños seres que así lo frecuentes cada mil años, siempre estará en tu memoria. Aunque no tuvo que pasar tanto tiempo para oírlo leer sus poemas en las montañas del norte de México, en Monterrey.
Luruo Diji (Cao Wenbin) es por demás otro caso extraño en la poesía. Los rasgos étnicos de sus poemas dan como resultado una oralidad que trasladada al papel, en este caso al idioma español, resguardan nociones muy características de la cultura Mesoamericana, sobre todo en lo que tiene que ver con esa cercanía entre la vida, la muerte y la fugacidad de las cosas. Y digo extraños no para referirme a una rareza, sino más bien a un aspecto peculiar. El hecho de que su lengua, la de la etnia pumi, sea solamente oral y no escrita, ya encierra en sí una simbología más cercana al viento, a la montaña, a la voz como guía de la tribu, antes de ser atrapada por el papel. Alto, silencioso, lo recuerdo en el campus de la escuela Normal de Kunming arrojando tierra al árbol de la poesía. Y años después en Monterrey leyendo sus textos, en su colorida vestimenta pumi, ante el público joven del Instituto Confucio en Monterrey. Casi veo el reflejo del lago Logu a través de sus poemas.
Con Li Cheng’en el viaje a través de sus textos se da en varios planos. Por una parte, el geográfico, desde donde se va de la estepa al vacío, aunque el hecho de que estas figuras tomen forma humana les da una dimensión poética mayor. De esta forma, yo como lector puedo sentir las aguas del El Río Bianhe lavar la alegría de la adolescencia como si fuera la mía, aunque mis ríos hayan sido otros. Y los peces saltar, crecer y adelgazarse en el tiempo como un destello de luz. No en vano la mirada de Li es cinematográfica. La recuerdo en México un auditorio de jóvenes hablando entusiasmada sobre Piedra de sol de Octavio Paz.
Zhou Sese: de las alas de los muertos a los árboles del bosque Li hay un largo camino por recorrer. El padre y la madre aparecen a lo largo del horizonte lo mismo el abandono que un aire nostálgico por lo que se marcha o se transforma, envejece o desaparece, aunque siempre dejando una huella perceptible. De la aldea a la gran ciudad el ancho cielo del mundo, las alegrías y las tristezas aderezadas por el sol. Y luego ese bestiario, ese zoológico del que parece que hemos escapado los seres humanos, acentuado en los poemas de Zhou como una herencia antigua.
Liu Chang o la experiencia del viaje, la línea del tiempo haciéndose corta o extendiéndose. Sus poemas son como cuadros en los que asoma lo mismo el entorno cotidiano que los sueños y las estaciones.
"Un hombre callado es un muro de Berlín;/ Tratas de tumbarlo durante toda la noche / a fin de ver paisajes del lado oeste", escribe Quin Fei y de inmediato el lector sabe que está ante una visión lúdica y una forma fresca y profunda de hacer poesía. Textos que brillan desde el sol y las hojas caídas con inusitada belleza.
En Gong Hangyu la poesía se da a pausas mediante un ritmo en el que lo perecedero permanece un momento para perderse en los fuegos artificiales de la vida.
Leo los poemas de Zhao Lihong y pienso en la palabra libertad sobrevolando los espacios del poema en tres direcciones. El cuerpo en la vida terrenal, el alma en un pasado que da luz al presente y la mente adelanta el misterio de lo que vendrá. Un el poema "Puertas" la pisada es una especie de pasword que le permite al poeta entrar a dimensiones desconocidas.
Volver al origen de las cosas, parecen decir los poemas de Yan Li, pero las cosas son perecederas y como el mismo poeta dice: ya no nos pertenecen, son otras, han sido traducidas por la humanidad al idioma de la nieve o al del sol, al de la noche o al del viento.
Los poemas de Shen Haobo son una especie de valija con doble fondo: en la superficie podemos encontrar elementos cotidianos, por ejemplo, historias que hablan de la amistad, de un atardecer, del enamoramiento, la desesperación, la infidelidad o del país; si buscamos en otros compartimentos ocultos, el sentido figurado, la sutilidad, la sonrisa irónica o la carcajada abierta nos sugieren otros pasajes, otro paisaje y otros referentes en los que la poesía se transforma en diálogo de muchos.
Los textos poéticos de Jian Rufeng establecen una conversación con el tiempo, por lo tanto, un diálogo imposible, paradójicamente motivado por la esperanza.
Algunos versos de Zang Di incluidos en este libro celebran el encuentro con el paisaje, la arquitectura y el entorno mexicano. Ve con nuevos ojos el orden del amanecer y crea su propio imaginario a partir de una mirada atenta a los cuatro puntos cardinales.
De lo anterior se desprende que aún tenemos que aprender mucho de la poesía china y que seguiremos encontrando en sus poetas los secretos de la inmensidad del tiempo y la grandeza y la ruptura de lo actual.
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Como se verá, los textos poéticos de Wen Yiduo son una especie de avanzada de la poesía china que surgirá a partir de la segunda mitad del siglo XX. Anuncian desde el "té amargo" y la negación del yo poético que emerge de poemas como "Tentación", los nuevos matices de la poesía oriental que cierran un siglo y abren otro.
Y qué decir de Echo Chen, viajera incansable cuyo eco sigue pregonando de la montaña a los olivos los motivos del viaje, la melancolía de los desiertos y el aullido del viento que nos dejan sus poemas.
Más reciente es la voz de An Qi (seudónimo de Huang Jiangspin), la cual del fuego a la soledad busca en la territorialidad el espacio para vivir, morir y transformarse en piedra.
De Zhao Si se desprende el estallido de la urbe en la que oscila el tiempo como una canción lejana, el transcurrir humano y las estaciones, en un devenir en el que todo parece incierto.
Las líneas escritas por Xu Lizhi predicen su partida, anticipada por una realidad asfixiante en la que el poeta emprende por su propio pie el camino sin retorno. Sus poemas son el reflejo de ese choque social donde la impotencia, la angustia y la oscuridad conforman una muralla impenetrable para la vida.
De tal forma que mientras más nos adentramos en la lectura de la poesía china lo que se abre es una fuente inagotable, una música que no cesa.
Margarito Cuéllar es originario de San Luis Potosí, México. En 2020 obtuvo el Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, España) y en 2021 el Premio Internacional de Poesía Golden Magnolia (Shanghai, China). Su libro más reciente es Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas (Salamanca, España, 2021) y Heridas luminosas que se quiebran (Bogotá, Colombia, 2021).