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Marco Antonio Campos y las buenas amistades

marco-antonio-camposSugey Navarro nos habla del libro Retratos con deuda de Marco Antonio Campos y el magisterio aprehendido.

 

 

 

Anécdotas de Marco Antonio Campos: historias de amistad en la literatura mexicana

Sugey Navarro

 

Hace dos años la grata visita de Marco Antonio Campos en esta ciudad hizo ese octubre inolvidable: nos trajo una pequeñísima muestra de su vasta producción, con la lectura de los poemas como solo lo puede hacer quien tiene un fiel compromiso con la creación literaria; pero también por la cena y el café compartido, entre anécdotas contadas por él y Guillermina Cuevas, gracias a los caminos donde la escritura les ha llevado a encontrarse con quienes admiramos en sus líneas impresas, pero ellos tienen la fortuna de poder nombrar amigos.

Este pasado jueves 18 de noviembre, de nuevo nos vimos complacidos con su presencia, en el evento organizado de manera conjunta por la Universidad de Colima, Puertabierta Editores y el Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Colima; como parte de las actividades presenciales en el Archivo Histórico del Municipio de Colima.

Por si se lo perdieron, los invito a ver el evento que se encuentra grabado en redes sociales, por los valiosos apuntes de Jorge Vega y Carlos Ramírez Vuelvas, con quienes tuve el honor de presentar su nuevo libro y sin duda, por las anécdotas contadas de viva voz por el autor. De igual forma, les cuento del placer de leer este libro y un poco de lo que se puede encontrar en él:

Si bien no es un libro de poemas, construye pasajes e imágenes desde la mirada poética y a partir de la transparencia con que él mismo ofrece su amistad; pues a decir del propio autor, Retratos con deuda es una serie de textos en que reconoce el cariño interminable hacia sus protagonistas, a quienes rinde homenaje.  Aunque tampoco es ficción, pues procura con atención el retrato fiel de cada uno de sus personajes: escritores, talleristas y otros elementos indispensables de ámbito literario en la UNAM y la literatura mexicana, en general; como los buenos cuentos, a veces es necesario dejar un respiro entre uno y otro texto, entrecerrar el libro para procesar el peso de una frase, o permitir que se asienten las aguas de lo entrañable.

Con la sencillez de quien hace parecer cosa fácil el arte de contar, nos lleva por recorridos entre el Café París y Plaza México con Alí Chumacero; a Italia entre las traducciones de Guillermo Fernández, de quien señala "vivía en italiano"; a Nueva York con Carlos Montemayor y Bonifaz Nuño; a Jerusalén, bajo la guía de Esther Seligson; caminando entre calles de la Condesa, mientras Gelman traducía su nostalgia en pasos; hasta el poético diario de viaje por Grecia, en su carta tardía a Hugo Gutiérrez Vega, texto del que es difícil elegir solo un fragmento y me permito citar el siguiente:

… al llegar al anochecer a Nauplia, subí la fatigosa escalera del promontorio y vi, no sin honda melancolía, el mar bajo las estrellas, y me dije que el mar en este sitio llevaba en las olas las palabras "última despedida". En el atardecer del día siguiente, en Epidaurus, un arquitecto italiano nos pidió silencio y dejó caer una pequeñísima hoja de papel y se oyó en todo el teatro el sonido de la hoja y ese mínimo hecho –ese levísimo sonido– aún me resuena en los oídos de la memoria y lo vuelvo a oír emocionado cuando quiero."

Como Borges reconoció en alguna entrevista, ser "todos los autores que leído toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas la ciudades que he visitado, todos mis antepasados"; este libro sintetiza el universo de Marco Antonio: las personas, viajes y libros que lo conforman.

Cuando agradece a Abelardo Villegas haber mostrado a los amigos que la disciplina del estudio no está divorciada de la alegría de vivir, nos sentimos envueltos en esta filosofía, como si hubiéramos presenciado la coincidencia de los encuentros, cuyos hilos se extienden hasta donde la literatura y el viaje de la palabra alcanza.

A través de su prosa fluida, nos lleva a imaginar a quienes con el ímpetu de escribir y conectar con otras mentes que escriben, entre charlas, publicaciones, talleres y encuentros literarios, tal vez sin saberlo en su momento, han impulsado el nacimiento de los libros que les situaron en la historia de la literatura mexicana. Así, vuelve aún más entrañable y significativo el quehacer de personajes como, por mencionar algunos: Emmanuel Carballo y su crítica de hierro; el entusiasmo inagotable de Augusto Monterroso, con su visión aguda y antologadora; los Inventarios de José Emilio Pacheco; el Sábado de Huberto Batis; la Editorial Joaquín Mortiz que gracias a Díaz Canedo nos acercó a títulos que pesar de los años siguen resultando imprescindibles e inolvidables.

El autor nos permite ver que "la grandeza de los grandes" radica en la humildad y la sencillez con que viven su tiempo, con pasión e intensidad por lo que se hace, sin atisbar que el resultado de su labor y obra puede perdurar, dejar una huella para siempre.

No obstante que el orden de los protagonistas ha sido propuesto a partir de su año de nacimiento, fue un acierto o gran coincidencia abrir con Edmundo Valadés, a quien le reconoce que "pensó más en el goce del lector que en el panorama de autores de una literatura"; pues a pesar de que el origen de este recorrido tuvo como motivación el agradecimiento y muchas despedidas, como si de se tratara de una carta, es innegable que se desdobla en su lectura y las vivencias alcanzan al lector como si estuviera presente en las escenas que Marco Antonio nos cuenta de primera mano. 

Mónica Nepote, señala que la lectura de cada poema se siente en alguna parte del cuerpo; así mismo, alguien habrá visto en nosotros la mueca de preocupación cuando leemos noticias, o el ceño fruncido ante la concentración que requieren los temas ríspidos… Y parecerá contradictorio hablar de celebración, mientras les cuento de este libro que en su nota inicial nos recuerda "El género obituario" como le nombró Augusto Monterroso y al que pueden pertenecer varios de estos escritos, pues advierte que la mayoría textos fueron forjados a partir de la muerte de amigos; pero no hay otra manera de leerlo que con la sonrisa que uno descubre dibujada en el rostro, después de adentrarse en cada uno de estos treinta y multiplicados recuerdos.