Traducir Portugal
Joselo Gómez
Saltar de un año a otro, o de un continente a otro, es un acto que sorprende poco a quienes se han habituado al tránsito, a las transitoriedades. Iniciar el año con un salto al otro lado del charco Atlántico, a otra lengua y a otra cultura, es un ejercicio de calistenia para que 2022 no nos tome en frío y por sorpresa. Dedicamos este número a la poesía portuguesa con énfasis en una actividad indispensable para el tránsito: la traducción.
El interés por la cultura, la poesía y, en general, por la literatura portuguesa en nuestro país ha aumentado de manera notable en los últimos años. De acuerdo con la máxima saramaguiana de que "los traductores hacen la literatura universal" y aunque los esfuerzos puedan parecer insuficientes, es posible decir que el horizonte del lector mexicano, en su búsqueda de universalidad, ha agudizado su enfoque en las particularidades de un país, ya pequeño en territorio y habitantes, pero aún grande en su legado de poetas.
Antepongo el "ya" a "pequeño", pensando en 1961, cuando uno de los textos centrales para la recepción de la poesía lusitana moderna en México apareció con la firma de Octavio Paz y el título de El desconocido de sí mismo: Fernando Pessoa llegaba a nuestro país como autor de una nación "grande", que aún mantenía sus colonias africanas con el apelativo eufemístico de "provincias de ultramar". Aunque la página que había de ocupar la Revolución de los Claveles en la historia de la nación evidenciara poco después la fragilidad de tal "grandeza", la existencia de un autor como Pessoa, que es en sí mismo toda una literatura, mostraría que no es necesariamente en la economía, el armamento o la extensión territorial donde mejor puede dimensionarse una nación.
Por grosera que parezca la analogía, no es despropósito total decir que una nueva dictadura (literaria) sería instaurada por el interés internacional en el fenómeno Pessoa. A la sombra de su enormidad, pocos fueron los escritores y poetas portugueses que atravesaron los océanos de la lengua y el Atlántico para desembarcar en latitudes mexicanas –decir "hispanoamericanas" tampoco hubiera sido un gran atrevimiento. Eso sólo ha empezado a cambiar recientemente.
De las andanzas de Fernando Pessoa en nuestra lengua y en particular en México da cuenta un bien documentado artículo de Eduardo Langagne (2019), quien destaca los nombres de traductores, escritores y críticos mexicanos que no han pasado de largo ante la enorme riqueza de la poesía portuguesa moderna. Figuras como Francisco Cervantes, Carlos Montemayor, Miguel Ángel Flores y el propio Langagne han jugado un papel que podría decirse fundador en el campo de las traducciones mexicanas de dicho género. En la última década, el trabajo de poetas-traductores como Paula Abramo, Blanca Luz Pulido y Marco Antonio Campos destaca también en el esfuerzo por dejar escuchar al lector lo que la poesía de Portugal tiene por decir. A su empeño se debe la traducción de libros dedicados exclusivamente a un(a) poeta de dicho país, entre los cuales sobresalen los nombres de Nuno Júdice, Sophia de Mello Breyner, Ana Pessoa, Ruy Belo y Ana Luísa Amaral. Por su parte, los trabajos compilatorios de José Francisco Villarreal (UNAM) y Luis María Marina (La Otra/ FOEM), ambos de 2016, ensanchan el panorama.
Una reflexión de este último poeta y traductor español, que ha participado de manera entrañable en la labor editorial de La Otra, abre esta entrega dedicada de manera especial a la traducción de la poesía y la literatura portuguesa. En Traducir (a) Pessoa, Luis María Marina se coloca frente al dilema de incluir o no la obra del heteronimista mayor en la antología de poesía portuguesa que La Otra le solicitó para la colección 20 del XX. Los riesgos del fastidio y del lugar común frente a las grandes figuras literarias aparecen siempre que se relaciona a Portugal con Fernando Pessoa; sin embargo, es necesario hacerles frente y para ello son de gran valía las herramientas de la experiencia, no sólo desde la crítica, sino también desde la perspectiva de quienes trabajan en la mayor cercanía con los problemas de la lengua y la cultura: los traductores.
Más allá de la labor intelectual e individual del traductor o del crítico, es necesario atender a los esfuerzos institucionales que posibilitan el diálogo intercultural. El Instituto Camões posee un lugar central en ese sentido. Varias de las obras realizadas por traductores mencionados o colaboradores de esta entrega han podido publicarse gracias a las subvenciones de dicho instituto, ahora representado en nuestro país, y particularmente en la Universidad Nacional, por Ana Rita Sousa, quien tuvo también la amabilidad de colaborar en este número con un repaso, breve y sustancioso de la poesía de Adília Lopes. A pesar de su importancia para la poesía portuguesa de la segunda mitad del siglo pasado, es poco lo que ha llegado a nuestra lengua de esta poeta (tengo noticia tan solo de un par de títulos) y también muy poco lo que se dice sobre ella. El texto de Ana Rita Sousa contribuye en gran medida a subsanar tal vacío: su aguda presentación de la obra de Adília se sostiene en la traducción de algunos poemas que permiten al lector un contacto más directo con la propuesta poética de una autora que es muy necesario divulgar.
Bastante divulgado, en cambio, pero siempre cálido en su relación con México y quizá una de las figuras de mayor resonancia en las letras portuguesas actuales, José Luís Peixoto comparte un sentido testimonio de su vivencia de la cuarentena, experiencia universal en esta realidad pandémica que se abre aún más gracias a la poesía y, desde luego, al oficio traductor, pues el poema original está acompañado de la versión en español de Diana Alcaraz, conocedora desde hace algunos años de la obra de Peixoto, y traductora de su novela Livro (2017) y sus libros de poesía Regreso a casa (2020), así como de otros dos que están por salir próximamente al mercado.
Traducir parece haber llegado a convertirse en una profesión que da para vivir, al punto de que haya quien lo hace "sólo con contrato y con garantía de publicación". Es frente a estas prácticas demasiado "profesionales" que Iván García se pronuncia en favor de la "pulsión traductora" y la renuencia a ser una extensión del cada vez más voraz mercado editorial. Traductor por vocación, se muestra partidario de "traducir "por gusto", "sin idea de publicación", "en mi mesa y nada más". Entre la diversidad de sus intereses, su encuentro con la poesía de Eugénio de Andrade lo vinculó a Portugal de una manera acaso accidental que derivó en la publicación de una pequeña selección de poemas, uno de los cuales nos ofrece para esta entrega.
No sería posible traducir Portugal en México o Hispanoamérica, o mejor aún, no sería posible pensar culturas como la brasileña, sin las historias que se embarcaron hace ya más de medio milenio en busca de nuevas rutas comerciales. Las consecuencias y polémicas relacionadas con esas navegaciones siguen vivas hoy. Del rostro trágico de este hecho, que ocultaron las narrativas europeizantes, se habla mejor en los relatos traducidos por Alma Miranda, ganadora del premio Giovanni Ponteiro 2020, por su versión de la Historia trágico-marítima. En breves y amenas palabras, la también jefa del departamento de Letras Modernas en Lengua Portuguesa de la UNAM permite vislumbrar al lector las complejidades, peripecias y sensaciones que tuvieron lugar en el proceso de traducción de una obra relacionada en muchos aspectos al destino de nuestra cultura.
He hablado ya del rol de las instituciones en los intercambios que hacen realidad productos como el que los lectores tienen frente a sus ojos. Más allá de su papel como gestores (y a veces como patrocinadores del ejercicio de la traducción) pienso en la importancia que tienen como espacios de encuentro: las universidades de Porto y la de Coimbra, la UNAM y la Veracruzana están presentes de manera subyacente pero muy determinante en este número. La pugna del literato con la academia ciertamente puede señalar muchas limitaciones y prácticas fosilizadas pero omite en buena medida el carácter espacial de los intercambios.
Las universidades llevan en el nombre una alusión a la máxima de Saramago con que di inicio a esta presentación y constituyen un espacio privilegiado para la universalización de la literatura. En 2004, la UNAM recibió a José Saramago e inauguró en la Facultad de Filosofía y Letras una cátedra extraordinaria que lleva el nombre del nobel portugués. De la mano con la entonces lectora del Instituto Camões, Maribel Paradinha, el paso siguiente fue la fundación del programa de licenciatura en Lengua y Literaturas Modernas (Letras Portuguesas), que se mantiene activo y en el cual participan como docentes casi todos los colabores de esta entrega.
El contacto con Pedro Eiras, que en 2018 impartió un brillante curso en la Facultad de Filosofía y Letras, evidencia el papel del respaldo institucional. Este poeta concedió a La Otra una entrevista que tuvo lugar a inicios de 2021 con motivo de la publicación, en nuestro número 168, de unos poemas de su libro Inferno, galardonado hace unos meses con el Prémio Literario António Cabral. La entrevista versa sobre la apropiación en la poesía y la necesidad de escribir y atreverse a dialogar con muertos tan grandes como Dante Alighieri, a pesar de los riesgos.
La aportación que más podría atribuirse al azar o a la manera pos-pandémica de relacionarnos –pero que, si se le busca con cuidado, también tiene en su origen una actividad académica– es del poeta y traductor portugués Miguel Filipe Mochila. Aquí tuvo todo que ver la generosidad: el gesto de enviar un texto a una publicación sin esperar nada a cambio ya es revelador, pero agregar a ello el trabajo de autotraducirse, o de crear una versión de autor en una segunda lengua resulta difícil de agradecer. Por si fuera poco, la propuesta poética de Miguel Filipe Mochila es altamente desafiante. Saber que ambas versiones son del autor ofrece una lectura adicional y un estímulo para el lector curioso por presenciar cuán lejana y a la vez cercana es de nosotros la lengua camoniana.
Quedaron en el tintero algunas colaboraciones y en el silencio nombres incontables de poetas portugueses con quienes dialogar. Sirva esta entrega como un remo o el aspa de una hélice para las embarcaciones que, desde hace varios siglos, van y vienen entre ambos continentes y ambas naciones.
Joselo Gómez (Ciudad de México, 1984)
Es profesor de Literatura en la UNAM y candidato al doctorado en Letras por la misma institución. Ha publicado algunos artículos sobre literatura portuguesa y teoría literaria. Ha participado en talleres de traducción literaria en el Banff Centre for Arts and Creativity y en la Translation House de Looren. Tradujo en 2019 el Vampyroteuthis Infernalis de Vilém Flusser, y tiene en proceso otros proyectos de traducción y escritura.