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Maternidad y creación poética. Grissel Gómez Estrada

Adriana Tafoya, Ciudad de México, 1974, es autora del libro Huevo Moteado, que Grissel nos abre para mostrar sus contenidos y sus formas.

 

 

 

MATERNIDAD Y CREACIÓN POÉTICA: RESEÑA DE HUEVO MOTEADO
(TRANSMUTAR LOS SERES), DE ADRIANA TAFOYA

 

Grissel Gómez Estrada

La obra de Adriana Tafoya se caracteriza por su irreverencia; por ser provocadora, por su afán de desmitificar, de hablar de lo incómodo, de lo innombrable, de lo escandaloso incluso, hasta llegar, en ocasiones, a la denuncia. Su lenguaje poético –metáforas y símbolos– dista mucho de ser sencillo, digerible a la primera leída; sus poemas son complejos llenos de referencias culturales, elegancia, inteligencia, lo cual demanda al lector tiempo y esfuerzo. A cambio, el lector tiene la posibilidad de leer un gran libro. Por eso, la poesía de Tafoya es imprescindible en la escena de la poesía mexicana actual.

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Adriana Tafoya (Ciudad de México, 1974), además de poeta, es gestora cultural, difusora de la poesía, buscadora de nuevas voces y directora de la editorial independiente Verso Destierro.

La complejidad se agradece en estos tiempos en los cual el lenguaje poético se ha confundido con la prosa: a cualquier poema se le llama arte, a cualquier texto se le etiqueta como conceptual o conversacional, y se olvida de que ambas corrientes tienen un método también complejo. Como dicen, la época se volvió laxa, tanto que incluso los críticos están siendo desterrados de la escena nacional, vilipendiados, rechazados y considerados como artistas frustrados. La obra de Adriana Tafoya, en cambio, no se resigna a la sencillez: la poeta busca experimenta, hasta encontrar la imagen precisa que concuerde con sus ensoñaciones, con sus ideas.

Un huevo queda moteado, es decir, con pequeñas manchas oscuras, durante la labor de parto de la hembra ovípara que lo expulsa: si en este proceso el huevo gira lentamente, se formarán las motas. El huevo es, para varias culturas, símbolo de la creación, el mito originario. Para los chinos, dentro del gran huevo cósmico todo era un caos. La idea del huevo primordial o cósmico griego se deriva de la religión creada por Orfeo, huevo creado por el dios Cronos, el Tiempo, de donde surge un ser andrógino, origen de los seres humanos. La explosión de este huevo se identifica con el big bang.

En este sentido, el título Huevo moteado (transmutar los seres), editado por Verso Destierro,da cuenta de un gran nacimiento, tomando en cuenta que los embriones deben trasmutar, metamorfosearse para llegar a ser. Huevo moteado es un canto onírico, un delirio, una oda a la maternidad, a la fortaleza mujer y a la vida, desde una visión surrealista. Se trata de una bella edición aderezada con las viñetas también surreales (con un toque de Remedios Varo) de Elisa Aguirre Vilchis. Los poemas aquí reunidos apenas tienen un título que comienza con un número progresivo, acompañado quizá de fecha y hora o algo así, y en ocasiones de una subtítulo entre paréntesis, sugerente, misterioso, que a veces son frases en latín, lo cual aumenta el misterio, por ejemplo: el primer poema se titula 1-41-29, uno por ser el primero; 41-29, quizá (no lo aclara la voz lírica) tienen que ver con el Evangelio 41:29 de Isaías, el cual habla sobre la falsedad de los hombres. Se presenta un juego entre la vieja Adria que teje la idea, así como la poeta Adriana –que coincide con Adria en tener una «cabe / llera sin límites»– comienza su texto. Y es que el significado de texto es, justamente, tejido. El segundo poema se llama «2-30-45 (fiat lux)», es decir, «hágase la luz»: la hora de la creación, parto, de donde surgirá la palabra primordial, sólo posible a través de una mujer:

De mi delicada hendidura
de mis sutiles labios brotará
Una palabra
una pequeña, que a sí misma se nombra
y de Ella nacen bestezuelas (32).

Esto invoca otra vez a la creación poética, así como a la idea de alumbrar, de generar vida como se ve en otros títulos: «Maternar», «Huevo menguado», el mismo «Huevo moteado», entre otros huevos.

La exaltación a la maternidad implica a todo lo que esa palabra contiene de forma implícita: erotismo, placer sexual, antepasados femeninos, niñez, fortaleza de la mujer, como creadora como diosa o novia, huevos, útero, vagina, de la cual, por cierto, encontré varias formas de mencionarla: «boca de agua», » delicada hendidura», «sutiles labios», «boca que parirá la palabra», «hinchada tierra», etcétera. En el poema «11-56-44 (arco del iris)», parte 2, la creadora genera entes poderosos femeninos:

Con lápiz negro
construyo una mariposa nocturna.
Animo los hilos poco a poco
Hago mover lentamente sus delgadas patas
                                –volar esas alas inseguras–
y con fogosidad rompa estos mismos
           de un solo trazo
                      y vuele sola.

Entonces veré a mi nieta
           alzarse entre sus abuelas
y las anclas de la sangre (p. 48).

La voz lírica, en muchas ocasiones, sueña: se sabe a sí misma soñando. En uno de estos sueños, una voz masculina surge y se contrasta con su falta de poder. El poema «26-30:40-11:27-12 (incentro)» es un texto cubista, pues posee voces con diferentes perspectivas: la del ave (primera persona), la de quien empolló al ave y la de un testigo (tercera persona). La voz del ave le habla al tú que es la figura materna; se concibe como un resultado: «tu canario de la suerte / Un canario de primavera,» figura a la que llegó también por una trasmutación. La segunda voz, la figura materna, da cuenta del resultado de la crianza: el ave que aprendió a hacer (o hacerse) «un canario de cuerda», es decir, como el reloj de cuerda precisa de que lo inciten para echar a andar el tiempo, algo así. En otro poema el «canario de cuerda» se identifica con la figura de un hijo varón. Cito a la poeta:

Pero qué sabe este niño de la guerra, si nunca ha sido una muchacha. Si es un
canario de cuerda, está cómodo en su panal de pelusas doradas.
Y todo se va al molino del tiempo, hasta el grano más precioso.

Que tus tijeras corten los higos, cuando todo está listo para nacer y no nace;
apaga sus ojos y déjalo ir con el río, no llores más, este niño ahora es agua y
se escurre entre las manos (44).

La renuncia al hijo desde la voz maternal resulta una fuerte impresión (finalmente, así sucede en la vida real). Regreso al poema «26-30:40-11:27-12 (incentro)». Para la tercera voz, «el corazón del canario / se detendrá / un segundo antes de que su ama muera», declarando con esto la falta de independencia del ave «por la impronta del amor» (pp. 78-81).

De estos ejemplos se desprende otro tema muy importante que toca el libro de Tafoya: la agresividad masculina, por ejemplo, desde la figura del tiburón, quien está «incapacitado para sentir amor», y no tiene ni empatía ni piedad. O en frases sentenciosas que rezan: «qué sabe este niño de guerra, si nunca ha sido muchacha»; «el amor no ha sido / una guerra entre iguales», por ejemplo.

De esta forma, este poemario es una reivindicación al ser mujer, a la maternidad, desde un punto de vista crítico, reflexivo, feminista, y a través de imágenes poéticas que provocarán en nuestra mente un revuelo de ideas y disfrute poético. Enhorabuena.