Diversa: la lectura de un cuadro y un significado que transcurre
Por Mónica Triana
“Dios no habla claro, habla en metáforas” dice un viejo proverbio de la sabiduría de la medicina ancestral amerindia. Esa misma rareza le pertenece al lenguaje abstracto poético basado en relaciones y comparaciones, el cual tiene unidades que construyen el rompecabezas de los símbolos: la imagen es una de esas unidades que puede tener personajes o partícipes de la misma.
“Diversa” de Robinson Quintero Ossa publicado por la Editorial Domingo Atrasado en la Colección Respirando el Verano es un libro de poemas, una crónica, una entrevista y un ensayo, caracterizado por imágenes, claras y definidas. Me detendré en su poesía en la cual especialmente se encuentran a menudo. Aquí la imagen está caracterizada por tener espacios específicos en los cuales transcurre el tiempo de manera muy semejante a lo que ocurre en los cuadros: podemos ver un instante y lo que ocurre después de él, y de nuevo iniciamos la escena, que es tan sugestiva como para que el instante se repita en instantes; como si tuviéramos un reloj de arena para cada poema. Entramos por ejemplo en el espacio de un bus o de un jardín: la imagen está capturada y a la vez es sucesiva, podemos percibir qué ha pasado unos instantes antes en ese espacio. Luego vemos el presente de lo que acontece allí y cómo se repite la acción múltiples veces cada vez que empecemos a leer el poema.
Un nuevo ingrediente aparece en la imagen, en ese cuadro de instantes: los personajes que las habitan. Por ejemplo nos encontramos con un fantasma que limpia hojas sucias del jardín, es tan natural como divertida y extraña su acción de apilar las hojas. Por un momento nos hacemos cómplices de aquel ser y de la importancia de lo que hace repetidamente con lo que puede ser su escoba. Entonces allí es cuando toda la imagen se convierte en una metáfora, en un símbolo o también, literalmente, nos puede indicar que es posible que, en este mundo, los fantasmas barran la hojarasca.
Por eso la poesía se abre en significados y se vuelve multidimensional; es ahí cuando la poesía ya no habla claro, como en el proverbio. Sin embargo, como lectores y espectadores podemos sentir, adivinar y transitarlas gracias a que sus dimensiones están construidas claramente, como en el caso de “Diversa”. No hay un exceso. Sus peldaños están hechos de detalles palpables, sonidos, gestos, acciones, que, como pinceladas nos permiten ser testigos: Unos pasajeros de bus que después de un accidente empiezan a encontrarse en su deseo de reparar el camino. Un chofer de bus, que, aunque está en silencio, sus pensamientos tienen una vida propia que el resto de pasajeros desconoce, pero que nosotros, quienes estamos afuera del bus, podemos empezar a visualizar.
“Todo el color del lienzo es nieve”. Es como una imagen zen. Liviana. Ligera. De nuevo en el cuadro. Pero a la vez el autor nos muestra que el mundo poético tiene niveles y que el tiempo no existe dado que hay múltiples cosas que pueden suceder a la vez en los mismos, de nuevo parece que Dios y la poesía no hablan claro: Estoy como lector (a) leyendo ahora el libro, pero a la vez estoy en el lienzo y también estoy la nieve, recorriendo un paisaje nevado, “nieve sobre las cumbres, por las colinas, en los bajos tejados de la casa solitaria”, hasta que encuentro una mancha distintiva en el cuadro y puedo volver a iniciar su recorrido o salirme de él.
Entonces cada poema tiene un espacio, un tiempo, unos visitantes o personajes propios. Sin embargo, cuando repasamos el lenguaje, la temporalidad puede desaparecer, todo depende de quien mira la escena y como por un milagro de la escritura hay símbolos que nos hablan de los secretos propios.
Como lectores de “Diversa” nos sucede esto y, a la vez, no tenemos que pensar demasiado. Esa es la destreza de un buen autor. Dios parece que riera en silencio porque hemos encontrado un significado jugando entre la niebla: en sus poemas parece que se hubieran caído las metáforas, el pájaro sigue cantando en la nieve, el chofer sigue conduciendo su bus aparentemente en silencio, el espectro sigue barriendo hojas. Sinembargo es en esas repeticiones que surge el cuadro, suenan sus sonidos, pero además puede tener un nuevo sentido. Encuentro uno, que para nada es un sermón, como siempre está sugerido y parece decir: de los obstáculos se aprende y se sigue.
Hay a veces un humor sutil, una locura y una lucidez que están presentes de tanto en tanto en éstos espacios donde parece habitar ese reloj de arena, como en todo el libro. En medio del tránsito de sus personajes, también encontramos una puerta abierta, donde Robinson nos invita con sabiduría a pasar por encima de cualquier cosa, parece que un rayo de luz entrara en esa antigua imagen, la inundara y nos dijera, de manera atemporal:
“Hay demasiado adelante para volver -dice la poesía- El atrás está lleno sin nada.
Después la carretera dice ¡adelante! ¡adelante! …”
Poemas
Pintura con pájaro
Todo el color del lienzo es nieve.
Nieve sobre las cumbres, por las colinas, en los bajos tejados de la casa solitaria.
En el camino que se curva y que nadie recorre, nieve.
Y en el recodo de un río, un árbol pelado de hojas sostiene apenas sus varas.
Y sobre una de las varas una pequeña mancha roja.
El poeta da una vuelta al jardín
El fantasma limpia de hojas sucias el jardín. Donde la tierra es húmeda barre el ramaje escurrido y hace con él un montón junto a la tapia; donde la hierba es alta, arrastra malezas flojas y espartos y hace con ellos otro montón junto al estanque. Y así, con el resto de la hojarasca, tan reseca que cruje, hace otra pila junto a la baranda, pequeña, aunque más indócil.
Tal vez no le alcance la noche para juntar en un solo cerro todas las hojas.
Almacén
Sentado en una silla, al fondo del taller, fuma el cigarrillo del descanso el linotipista. Mira un libro de gastadas tapas y de dudosas tintas que parece entretenerlo. Y pienso, mientras diviso a través del ventanal la media luz del almacén, que tal vez soñó en su juventud ser un sensible hombre de letras, pero el largo horario, la misma linotipia de los días mermó su elocuencia, y hoy, de esa firme vocación, queda apenas algún mal trazado verso.
Antes de que se esfume en espirales de humo, antes de que cierre sus puertas el centenario local –me digo–, graba en imborrables líneas el retrato del linotipista.
El poeta da una vuelta a su perro
1
Las patas de mi perro están hechas de un arte grácil: su belleza es el aire de la forma. Las patas de mi perro son hermosas como este poema que escribo, si este poema que escribo llega a ser tan hermoso como las patas de mi perro: las patas de mi perro cantan; mi poema, a veces, late. Las patas de mi perro son como versos de Esenin: pasea en su andar, si se escucha bien, una melodía.
2
Tiene mi perro un estilo de pasear que lo distingue, un paso fluido que despierta la admiración de la gente, un ir plácido por las aceras que da gusto mirarlo, un vagar distraído que dan ganas de seguir su rastro; su andar pisa entre más firme más suelto, su trote queda en el aire después de que pasa, su correteo da vueltas en redondo y pone a girar las calles. Se escucha, en lo que escribo, su paso. Con quiebres de gozque, sin lazo de atar, va mi perro en su paseo de olores.
3
El poema camina según el perro que lo pasee. Mi poema, por ejemplo, apenas puede poner su paso, difícilmente encuentra su cadencia, su estilo propio de andar la calle, si sale de ronda con mi perro. Son las patas de mi fiel amigo las que ponen el ritmo, el movimiento que le da porte a la forma, son las patas de mi perro caminero las que marcan los acentos y las pausas, las que dejan su rastro en la andadura del verso. Escuchen, escuchen bien: pisa mi perro la melodía que me escribe.
Rutas
Los pensamientos del chofer
mientras gira silencioso
con el volante el mundo
¿Qué bulle en ese solitario corredor de fondo
entre tanto pasan árboles
precipicios
y sombras?
Mientras los pasajeros cabecean el sueño
¿qué le entretiene?
¿qué le mantiene despierto?
¿Cuántos pensamientos son dolores?
¿Cuántos alegrías?
Y ¿cuáles sueños?
El bus sigue la ruta
Pero los pensamientos
¿qué rumbos llevan?
En la luz de una planicie
Para Fernando Herrera Gómez, en el camino
Es rutina entre los choferes de buses, cuando se cruzan por las carreteras solitarias, a manera de aludo, soplar a todo volumen los vientos de sus cornetas hasta que los carros se pierden en las distancias. Festejan los viajeros, con esta tromba de aires, la alegría del reencuentro después de kilómetros despoblados en los parabrisas. Va un bus de ida y el otro de regreso, y las carrocerías casi se rozan, ya sea en la saliente de una curva, en el trecho de una cuesta o en la luz de una planicie. Y truena en la intemperie, desde los altos de las cabinas biseladas, el estruendo de las trompas.
[…]
Al comienzo el impulso suave de la máquina rompe dentro un ritmo feliz que no cesa y a la ventanilla se asoman curiosos los ojos. El viento sobre la cubierta dice cosas, las calles entreveradas
a la salida de la ciudad, el verde incipiente a media marcha. A lado y lado de la autopista grandes láminas señalan la distancia de los pueblos por remontar: toda la velocidad me espera. Hay demasiado adelante para volver –dice la poesía– el atrás está lleno sin nada. Después la carretera dice ¡adelante!, ¡adelante!, las montañas abruptas, las deslizantes laderas, los llanos extensos, las nubes lejanas.
El bus llega a ser tan silencioso que medita.
Caramanta
Bañista
La tía desnuda en el baño, por la puerta entreabierta, se muestra, y yo no debería permanecer ante la hendija. Pero en el chorro sus nalgas brillan en un extremo de lo blanco y, mientras las mece, ciñe el agua. Por los corredores de la casa merodea alguien –tal vez me sorprenda–. Pero en el baño la tía se descubre para que vea cómo abunda, en la luz de la entrepierna, el vello. De pronto me apunta con sus ojos: prueba que sigo, tras la puerta, mirando.
La casa al revés
Los muslos de la muchacha que ayuda en la cocina más firmes se ponen entre más se esconden en las ropas, más duros entre más se ocultan en los fondillos, más blancos en la media sombra de las enaguas. Yo miro debajo de su falda, echado en el piso, vigilando que nadie me descubra, en un descuido de la casa miro.
Baile
Ya casi medianoche, en la alcoba de puertas entornadas –sin que crean ser vistas–, las hermanas bailan con las batas blancas de tiras azules, las batas de finos prenses que rodean sus cinturas, las suaves telas que insinúan sus hombros y sus pechos.
Las prendas bordadas con menudas filigranas que las ciñen y desciñen, que las transparentan.
Robinson Quintero Ossa, Caramanta, Antioquia, 1959. Licenciado en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad Externado de Colombia. Libros de poemas: De viaje (Fundación Simón y Lola Guberek, 1994), Hay que cantar (Magisterio, 1998), La poesía es un viaje (Colección de Poesía Universidad Nacional de Colombia, 2004; Letra a letra, 2018), El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse (Catapulta, 2006), Los días son dioses −antología− (Universidad Externado de Colombia, Colección Un libro por centavos, 2013) y El poeta da una vuelta a su casa, Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus (Gobernación de Norte de Santander, 2017). En 2020 la Editorial de la Universidad de Antioquia publicó su poesía reunida con el título Invitados del viento. Otros libros suyos son: Colombia en la poesía colombiana: los poemas cuentan la historia (Letra a Letra, 2010), Premio Literaturas del Bicentenario del Ministerio de Cultura 2010; Libro de los enemigos (Letra a Letra, 2013), Premio de Ensayo Alcaldía de Medellín, (Letra a Letra 2012), El lector que releyó a Eugenio Montejo. Arte poética de la lectura, Beca para la creación de libros de autores colombianos del Ministerio de Cultura (Letra a Letra, 2020); 13 entrevistas a 13 poemas colombianos [y una conversación imaginaria], Beca para la publicación de libros de autores colombianos del Ministerio de Cultura (Fundación Domingo Atrasado, 2008; Letra a Letra, 2014), El primer libro del poeta: Los poemas de la ofensa (Fondo Editorial eafit, 2017) y La máquina de cantar: colección de juegos literarios del profesor Rubén Quirogas (Aguijón Editores, 2015). En 2020, las ediciones Línea imaginaria, en su colección de poesía hispanoamericana Alfabeto del mundo, publicó su antología poética en prosa El lápiz del poeta.