CIELO CARMESÍ DE AGAMENÓN
A Agamenón le aprisionaban las orquídeas,
soñaba con ellas cuando estaba en Troya,
en las orquídeas salvajes que lo esperaban en Micenas
(a Agamenón le gustaban el pelo y la tristeza de
Clitemnestra)
Los sueños que me trajo la luna
se me los llevó el sol.
Casandra soñaba con orquídeas manchadas de
sangre y con un relámpago cruzando el azul del
cielo, cuando dormía con Agamenón en la noche
cruel, la oscuridad y el frío.
Clitemnestra no tenía cielo interior, era vela rota
y timón torcido de Micenas,
muda como un árbol, bella como la luna,
como una hechicera oscura que prepara la tiniebla.
“Yo maté a Agamenón porque el mató a nuestra
hija Ifigenia, la más pura de mi vientre,
la que me hablaba con la magia del lenguaje de
los pájaros”.
UNA INSPIRACIÓN SOBRENATURAL
Cuando estaba niño me pregunté
si mi vida sería un monólogo interior interminable
o una metamorfosis con demonios.
O si sería una revelación divina caída del cielo
o un fuego carmesí de la soledad
o una confesión de amor in extremis.
Dejé de preguntar cuando vi a un alquimista
transformar el agua en vino
y a unos ángeles buscando las respuestas a mis
preguntas en el nácar y el coral.
SHEREZADE
Hay más estrellas en el cielo que arenas en el mar
porque el mar es más pequeño que el cielo.
Los dinosaurios antes de desaparecer
habían contado las arenas del mar
y las estrellas del cielo.
Lo supo Sherezade cuando navegó
guiada por el ángulo del sol, el vuelo de los pájaros,
la temperatura, la estrella polar
y la humedad de la brisa.
Lo supe yo cuando soñé con ella.
Para mí ahora es imposible decir por qué un poema
o una canción me conmueven tanto.
UN SALVAJE OPTIMISTA
Jimmi Hendrix y Erick Clapton estaban en lo profundo
de su aliento, buscando la luz de su vida.
Y yo siempre fui un salvaje optimista que no supe de ellos,
que buscó versos en los recuerdos,
en las noches de pájaros.
Siempre quise tener a alguien adentro de mis ojos.
Yo andaba con Hikmet, Kafka, Nguyen Giap, Ho, pensando que pensaba.
Hendrix y Clapton estaban lejos de mi. No existían para mi.
Yo estaba metido en la historia de Nicaragua,
Sandino, la guerrilla, el amor.
Queríamos volver realidad la irrealidad,
la mala levadura del hombre en lirio divino.
ME LLEVÓ LA VIDA AL BOSQUE DE LOS CEDROS
Mi amor fue forjado por las estrellas
por la luna y las mareas.
Por eso conozco la libertad.
Soy un hombre roto en la impureza.
Tengo miedo a la quimera, al delirio, a articular
pensamientos que azoten mi corazón
El cielo ruge y la tierra se estremece,
el agua salada no se ha separado de las aguas
dulces, el cisne es salvaje en un capullo de estrellas.
En mi vida todo lo veo a través de un cristal empañado.
Todos los recuerdos que tengo de mi vida
están heridos, aterrados.
Me veo muerto cubierto con plumas de pájaros
y pieles de mujeres lunares
o en los Jardines Colgantes de Nínive.
¿Soy un sonido desolado, una arenisca,
una roca maciza, unas hojas de otoño
una bandada de pájaros?
Más bien, un condenado barco con demonios invisibles
con cara de león y de cuervo, un toro alado
con cabeza humana.
Me llevó la lluvia al bosque de los cedros
ahora que tengo la imaginación de una persona
envejecida,
cuando ya no puedo chupar de sus labios la
impureza exquisita
y cuando ya estoy viejo y cansado de preguntas:
Ya no sé si todo esto lo viví o lo soñé.
EN UN DIAMANTE HECHO DE ROSAS
Cuando me gustaban las mujeres imprudentes y salvajes
no vivía realidades imaginarias.
Ahora vivo sin certezas, viendo pájaros en el aire,
soñando con las cumbres nevadas del Pamir,
tocando los secretos del universo.
Ellas venían a mi en el resplandor de un sueño,
en un diamante hecho de rosas,
así, como me ha venido la vida,
así, como me vendrá la muerte.
SI UNA BOCA ARISCA
En las comarcas de mi vida
no aprendí a morir, nadie aprende a morir.
Aprendí a engañarme, a bailar, a oler a las mujeres.
Si una boca arisca me besara
podría enfrentar el aire, el fuego, la muerte.
Solo quiero sentirme amado antes de morir.
Con ese romance me puedo sumergir en el sueño.
SOY UNA HORMIGA ENTRE LAS HORMIGAS
En el campo del cielo
me di cuente de que yo soy una hormiga entre
las hormigas,
de qué soy insignificante.
Pero me da curiosidad
¿hay jerarquía en mundo de las hormigas?
Las abejas tienen reinas,
y los leones son los reyes de la selva.
¿Se aman las parejas de hormigas?
¿Tienen coleras como la de Aquiles?
¿Tienen tragedias como la que se cuenta
en el Cantar de los Nibelungos?
¿Lloran por amor lágrimas en la oscuridad?
Porque el orbe de mi amor
abarca los cuatro puntos cardinales
de la peligrosa selva humana.
EL AMOR MUEVE AL MUNDO
Cuando la lava ilumina el cielo con un resplandor rojo.
Que no desaparezcan el infierno, el purgatorio, ni el cielo
para que puedan llegar Dante y Virgilio
o un pescador de perlas.
En el infierno los condenados
gritan su agonía toda la eternidad,
ahí ya es muy tarde para el examen de conciencia,
para un propósito de enmienda.
Ahí llegan los que envilecen el amor.
Porque tu y yo vivimos con pasión
sin conocer la conciencia.
El amor mueve al mundo bajo el cielo infinito.
No hay que ponerle tornillos al amor,
el error nos hace humanos.
Al poder hay que ponerle tornillos, amarrarlo,
quemarlo en el infierno, en la lava que ilumina el cielo.
¿QUÉ RAZA TIENE LA LLUVIA?
¿Qué raza tiene la lluvia?
Los esclavos amaban la lluvia,
tenían el corazón abierto como sus heridas.
¿Cuándo es que la casa va a estar llena de lluvia?
Dios creó a la lluvia para que tuviéramos cantos
espirituales y llamas azules.
Los esclavos tenían el alma abierta para que entraran
las tormentas, eran ángeles caídos, escrutadores del cielo.
El sol trágico de los esclavos, una lluvia constante
de piedra y polvo herido.
RACIÓN DEL PARAÍSO
¿Me toca una ración de paraíso?
¿Quién lo merece?
Ya le pregunté a la noche estrellada,
a los dioses antiguos tallados en piedra.
Un ojo ve la tiniebla y el otro la magia de la creación;
Jeronimus Bosch, El Bosco, tocó el paraíso y la culpa,
la realidad y la fantasía,
el símbolo y la alegoría, el mundo de los sueños y la locura humana.
¿Cómo puede haber paraíso en medio de la guerra?
¿El amor es un paraíso?
Yo conozco el dolor, he tocado el amor
y no sé si esa es mi ración del paraíso.
Francisco de Asís Fernández (Granada, Nicaragua, 1945) Poeta, narrador, ensayista y promotor cultural. Es Presidente del Festival Internacional de Poesía de Granada, Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Medalla de Honor en Oro de la Asamblea Nacional de Nicaragua, Cruz de la Orden al Mérito Civil otorgada por el Rey Juan Carlos I de España, Doctorado Honoris Causa en Humanidades otorgado por la Universidad American College. Sus últimos libros publicados son: “Hay un verso en la llama” (2020) Detente, cielo mío (2020). Quiero morir en la belleza de un lirio (2020); La Tempestad (2021); 63 poemas de amor a mi Simonetta Vespucci (2021).