Ese ir a lo conocido y a lo ignoto
Jorge Boccanera
El dolor es Dios es una excelente muestra de una textura poética, la de Cristian Aliaga, que hoy se impone como una de las voces destacadas de la poesía argentina merced a un tránsito singular –viaje, mirada, escritura- en el que logra vertebrar una suma de escenarios, vale decir, esa “sombra de todo”; como el autor tituló el libro que mereció el Premio Nacional del Fondo Nacional de las Artes.
La expresión poética de Cristian Aliaga hilvana fronteras rasgadas por medio de una mirada horadante que es sinónimo de interpelación. Son preguntas surgidas de un desplazamiento en una vastedad que remite al “paisaje crudo” de la Patagonia; una “llanura ocre” donde flotan galpones abandonados, huesos de peones asesinados, corrales vacíos, barcos encallados en el desierto, bandidos a caballo, carteles desteñidos y puertas que dan a la intemperie.
Un núcleo de la poética de Aliaga es el viaje. Ese ir a lo conocido y a lo ignoto, al acaso y al descubrimiento, que el poeta desarrolla en una especie de road movie mediante un hablante que se abandona a los momentos imprevisibles del desplazamiento.
Podríamos descomponer el título de uno de sus libros más difundidos, Música desconocida para viajes, en enigma del tránsito y poesía para la aventura. Aliaga se convierte en un cronista que va tomando nota de esa feria de lo herrumbrado a la orilla del camino, pero también de aquello que vibra dentro suyo: como si la conciencia y aún la imaginación fueran compaginando los paisajes exteriores e interiores al ritmo de la marcha, y la vida se sostuviera en la circunstancia del viaje.
Prologando el libro de Aliaga, el legendario poeta Francisco Madariaga trata a su autor como un: “viajero de rapidísima mirada”, que posee la capacidad de “grabar y transmitir escenarios, hombres, climas, creencias, experiencias, sueños muy diversos, es decir, todo lo que la Suerte –esa Virgen a la Intemperie- puede deparar en la aventura de vivir”.
Agrega así otro núcleo propio de la poesía de Aliaga: la mirada. Un modo de observar, de recorrer el relieve y las texturas de las cosas abandonadas, guiada apenas por el reflejo de unos vidrios rotos. Una mirada que, además, reconstruye la esencia de los pobladores y los espacios marginales, eslabonando imágenes astilladas; vale decir: lo efímero representado por lo fragmentario.
La poesía de Aliaga está atravesada por una conciencia crítica que ahonda en la historia de aquellos hombres que resisten, y rescata los motivos invisibilizados de zonas apartadas, gente en abandono y memorias negadas
Las influencias de Aliaga tienen que ver con un amplio registro de lecturas que van desde el japonés Bashö al pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz (autor de Herejía bermeja y dueño de un lenguaje que Aliaga denominó: “sistema poético pampeano-surrealista”), más la poesía ceremonial y oral de mapuches y tehuelches (que Aliaga ha investigado y difundido).
También hay que anotar la contigüidad con poetas de hondas indagaciones religiosas y metafísicas como Jacobo Fijman y Miguel Ángel Bustos. Hay una vecindad
poderosa: la que se da entre la voz de lo fluvial y la selva (la de Francisco Madariaga) y otra del desierto y la aridez (la de Aliaga).
Las herramientas expresivas de Aliaga dan cuenta de una búsqueda que salta por sobre géneros y convencionalismos, para asumir una diversidad de registros que merced a una personal operación de montaje, empalma pasajes narrativos (devenidos en crónicas intensas), poesía en prosa, zonas oníricas (que disparan imágenes) y aforismos (en un aire de corolario). Otra recurrencia de Aliaga es la lucha de opuestos y un uso impecable de la figura de la paradoja.
Poemas de Cristian Aliaga
UN DÍA VI VENIR EN FILA
Un día vi venir en fila a los jinetes del sufrir,
era yo su cabalgadura.
Procuré desordenarles el paso cerrado,
adivinar los accesos más directos al cuerpo,
tapar con trapos algunos agujeros que me hicieron
de inmediato, casi sin avanzar.
Llevo con ellos un tiempo largo, cabalgan y sólo a veces se detienen,
/ no necesitan agua ni resuello.
Uno no se acostumbra, siempre alguna creación tiene el dolor,
/ pero se viaja.
Todo lo que haga llevará el sonido latente de esos cascos.
INSERTO LA MONEDA Y SALE SANGRE
Inserto la moneda y sale sangre.
Aprieto las teclas y sale sangre.
Abro los grifos y sale sangre.
Cierro los ojos y sale sangre.
Leo los clásicos y sale sangre.
No es la enfermedad: es algo universal
para exhibir bajo el sol del mundo.
Su color es indistinto entre los naturales de todos los continentes,
y su aparición a borbotones o de a gotas
da cuenta de la simetría
de los finales que vienen, inhumanos.
EL RELATO REPETIDO
El relato repetido del dolor, los padecimientos se amontonan. No se
/ concede la gracia al sufrimiento.
Por un pabellón de luces blancas, los sobrevivientes caminan bajo
/ un ritmo que les dicta la precaución, asustado y frenético,
pero con la apariencia de un destino manifiesto,
un lugar al que llegar más allá de los ascensores.
Cubiertos de batas, trapos, lonjas de curaciones,
exhiben sin pensar fragmentos de cuerpo
que fuera de aquí serían signos de impudicia o provocación.
El erotismo de la muerte cercana, la desaparición del deseo,
las maneras baldadas del que duda todavía si el suyo volverá
a ser cuerpo que puede ser abrazado.
UNA VENTANA CERRADA
Una ventana cerrada al mundo,
hecha de vidrios invisibles.
Hay aquí marcas de quienes
ASPIRO EL AIRE QUE ME DAN
Aspiro el aire que me dan, bebo la gota
espesa donde reposa mi curación
restos de mí se anudan para resistir.
El mundo ha cambiado, el mundo es poco,
apenas queda un agujero donde sobrevivir,
aunque parece inhallable.
Debajo la luz fluye y no nos damos cuenta.
Mi ceguera viene de arriba, del sol inalcanzable.
Te llamo desde el último piso de la nada
y me contestas.
BABA SIN MÁCULA
Baba sin mácula, baba pura.
El alma está hecha de electricidad, es un hecho físico.
No podemos por consiguiente culpar
de nuestra mirada insuficiente a unos rayos
que desvelaron a tanta mente curtida en cosa filosófica.
Baba de ángeles dormidos, anclas en el sueño.
De un sitio menos etéreo que las musas
llegan los relámpagos artificiales,
la razón de tu dolor, el cuerpo.
Los relámpagos azules traen aire de otro cielo.
De la derrota sale un humo que nos convierte
en bestias a la sombra.
¿QUÉ HACE UN HOMBRE?
¿Qué hace un hombre en un día,
si sabe que al siguiente será torturado?
Si le anuncian un día de calma, de libertad para hoy,
con la previsión inalterable del dolor para mañana,
¿la mente lo alcanza?
¿O el cuerpo, como miembro separado o ave
descogotada, corre violentamente sin rumbo
hasta su nada, con fuerza sangrienta y centrífuga?
El plan de este día es infinito, y escaso.
El plan de un día es el de los desesperados.
Un día es la medida, la eternidad fingida.
La tortura, mañana, sin falta, universal.
LA DISTANCIA INSALVABLE
La distancia insalvable que va desde la intención al objeto.
La intensidad del deseo convertido en letanía.
El agua que nos espera en un río profundo al que no podremos llegar.
La sed siempre es infinita.
Nunca se satisface la sequedad de boca.
He sido condenado a penar de eso.
Nadie puede explicar el laberinto de la sed, sus imágenes de angustia.
La boca de amianto del torturado, la electricidad en las costillas,
el oxígeno faltante en los pulmones del ahogado.
Oxímoron del dolor, la ausencia del líquido y la laringe
/ que nos ahoga.
Me busco a mí mismo en el fondo de un cenote de Yucatán.
Seré el ahogado de tanta sed, el buceador inerte de ojos de piedra.
LA NOCHE VUELVE A OLER
La noche vuelve a oler a fósforo.
El poder de la caída es combustible.
La oscuridad no se deja envolver.
Llevo la manta caída, me esperan en el bosque
las botas con las que supe caminar.
La rendija de luz de una ventana que no veo.
Resplandores de una ciudad
se adivinan en la pared de enfrente.
No se trata de iluminaciones aquí,
sino de alcanzar a creer que la ventana existe.
Si cierran la puerta ajena me habrán dado la razón.
Cristian Aliaga (Tres Cuervos, Argentina, 1962-2024). Escritor, editor y docente universitario. Dirige la editorial Espacio Hudson y el periódico El Extremo Sur. Enseñó en la Universidad Nacional de la Patagonia y en Leeds University, y dictó talleres y cursos en España, Reino Unido y otros países. Recibió el premio “Raúl González Tuñón” (2005) y el primer premio del Fondo Nacional de las Artes (2007). Publicó La sombra de todo (2007), Música desconocida para viajes (2009), La causa clínica / The clinical cause (2011), La caída hacia arriba (2013), La suciedad del color blanco (2013), El rincón de pedir (2015) y The foreign passion (traducciones de B. Bollig, 2016), entre otros libros. En disco compacto editó su obra Un ring para dios (2009), junto a los músicos Palo Pandolfo y Titín Naves. Jorge Boccanera compiló su antología personal Estrellas en el vidrio (2002). En Oxford University expuso Tus virtudes son tus defectos, con obras del artista visual Alejandro Mezzano, y en 2017-2018 presentó en el Teatro Cervantes de Buenos Aires la conferencia performática “Las guerras por la tierra en la Patagonia del siglo XXI”. Compiló Herejía bermeja. Obra poética de J. C. Bustriazo Ortiz (2014), Reuëmn. Poesía de mujeres mapuche, selknam y yámana (2017), y 20 poetas argentinos del siglo XX (La Otra, México, 2018), Pánico Zen, UACM / Mantis, México, 2021, entre otras obras. Cristian Aliaga, además de poeta y académico, fue un editor y promotor de la poesía muy activo desde su residencia en la Patagonia, Argentina. En el 2013 publicó uno de sus libros más interesantes, La caída hacia arriba, cuyos poemas nos colocan ante el dolor físico, ante el cuerpo enfermo y torturado, paradójicamente en un país que hizo de la tortura una forma de manifestar el terror a las ideas. Aliaga fue el antólogo de 20 del XX. Poetas argentinos que publicó La Otra, en la que apostó no sólo por los poetas exquisitos e intelectuales sino además por la poesía contenida en el tango. Este martes 16 de abril acaeció la muerte de este poeta argentino, en su memoria publicamos algunos de sus poemas de La Caída hacia arriba y un breve texto de su compatriota Jorge Boccanera.