El sector cultural,
ignorado una vez más:
José Manuel Recillas

Carta abierta a Claudia Sheinbaum, Rosaura Ruiz Gutiérrez y Claudia Curiel de Icaza

José Manuel Recillas
Poeta y Presidente fundador de la Academia Mexicana y Festival de Poesía Manuel Andrade, A.C.

 

El pasado 4 de julio de 2024 publiqué una carta dirigida al Presidente electo de la nación, doctora Claudia Sheinbaum, y a la titular de la recién fundada Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación, doctora Rosaura Ruiz Gutiérrez, https://www.youtube.com/watch?v=72H30VBnxNo, en la cual hice una serie de peticiones, a título personal, pero en nombre de la comunidad literaria del país, a la cual pertenezco. A la luz del nombramiento de la titular de la Secretaría de Cultura federal para el sexenio 2024-2030, Claudia Curiel de Icaza, y la ratificación en su cargo al frente del Fondo de Cultura Económica de Paco Ignacio Taibo, es clara la respuesta desde las altas esferas del poder político actual a dichas peticiones. Sale sobrando recordar de nuevo su contenido, pues tales nombramientos son ya, por sí mismos, una tácita respuesta a lo allí expresado. Pese a que no voy a renegar de mi simpatía y apoyo a dicho Gobierno, con el cual en lo general estoy de acuerdo y mi apoyo es, en ese sentido, irrenunciable, debo decir, firmemente, que no renuncio a un pensamiento libre, independiente y crítico, y que eso no significa que esté en su contra. Eso debe quedarle muy claro a quien me lea, y a los destinatarios de esta reflexión. Quiero referirme a estos nombramientos, y dirigirme a sus titulares tanto como al Presidente de la nación, Presidente electo y próximamente Constitucional, así como, una vez más, a la doctora Rosaura Ruiz Gutiérrez. Se trata, como ya me lo han señalado algunos lectores de la carta previa, de una reflexión de gran alcance, y de palabras duras, pero necesarias. No por eso, repito, significa que sea un detractor del proyecto enarbolado tanto por el Presidente en funciones, como del próximo titular del Poder Ejecutivo.
Una primera reflexión sobre la que deseo llamar la atención es la ratificación en la dirección general del FCE del señor Paco Ignacio Taibo, sólo porque es, y así lo expresó la doctora Claudia Sheinbaum, “un gran amigo”. Esto es avivar el fuego tanto amigo como desde los opositores, y darles herramientas para afirmar que estamos ante el regreso de los días del viejo PRI nacionalista y revolucionario, pre-neoliberal, en que los cargos públicos se repartían discrecionalmente a amigos y familiares (“el orgullo de mi nepotismo” lópezportillista en pleno), sin importar si se trataba de la persona adecuada para el cargo. No es un error menor en un Gobierno que requiere mantener su proyecto alejado de la diatriba y la descalificación.
Taibo ha demostrado muchas cosas al frente del FCE, y no es solo la toma de decisiones a lo largo de su gestión, muchas de las cuales exceden, indudablemente, las atribuciones de un director editorial. La afectación al mundo editorial hecho por esa toma de decisiones es incalculable, y ha dañado no solo al medio editorial mismo en general, sino a la propia editorial a la cual dirige. Es evidentísimo que Taibo no era la persona indicada para estar al frente de la más importante editorial mexicana de todos los tiempos, cuyo prestigio largamente conquistado parece desconocer o no importarle a la luz de los hechos, sino, más importante aún, la ha reducido a una oficina de propaganda y divulgación de materiales educativos en favor de la formación de la población más desprotegida. No es un error menor el señalado. Demuestra no entender a la única editorial mexicana que era, antes de su arribo a la dirección general, la más importante editorial en lengua española. Hoy ya no lo es. No solo eso, que es fácilmente constatable y comprobable. Al no conocer, también, el medio literario mexicano, y en particular el de la poesía, una de sus fuentes de mayor prestigio, se puede afirmar, sin la menor exageración, que habrá al menos una o dos generaciones de poetas que muy probablemente mueran sin ver sus obras publicadas en la editorial que era el sitio natural para que estas vieran la luz. Y esto lo ha hecho el señor Taibo sin pestañear.
Siendo ya grave esta decisión, se suma quizá la más grave de todas. La pérdida de la joya editorial de su catálogo editorial: El laberinto de la soledad de Octavio Paz, que ya no forma parte del mismo. Ese solo hecho bastaría, en un régimen que habla de rendición de cuentas y transparencia, para que hubiera presentado su renuncia como director, o que alguien se lo pidiese. Pero en México no renunciar porque vivir fuera del presupuesto es vivir en el error, es una bonita tradición vigente que ni la ética política o protestante (Weber) ha podido modificar. Nadie renuncia a su cargo sin importar los costos. Es evidentísimo que al actual director del Fondo de Cultura Económica no le importa perder obras que engalanaban y le daban prestigio a su catálogo editorial. La cuestión no es solo cuántas obras saldrán de su catálogo porque no está al tanto del estatus legal y de derechos que guardan esas obras, ocupado en labores que una oficina de propaganda y formación ideológica podrían hacer con más eficiencia y a un costo mucho menor; el asunto es que las puertas de la colección Letras Mexicanas se han cerrado en los hechos a al menos dos, si no es que tres generaciones de poetas para quienes, en mitad de la vida o en el otoño de la misma, el FCE era el sitio natural para reunir su obra y que el prestigio de esa obra se sumara al de otras que hacían crecer el de la casa editora. Eso no sucede más. Ya han muerto varios poetas, sin que el director del Fondo de Cultura Económica se dé por enterado y, peor, gestione que las obras de esos poetas se integren a su catálogo, como debería ser. Yo solo pregunto ¿cuántos poetas más deberán morir sin el reconocimiento que su trayectoria merece para que finalmente se les abran las puertas? ¿Cuántos más? Y a cuántos se les seguirán cerrando las puertas porque el director del Fondo no los lee ni los escucha.
Una segunda reflexión se relaciona, de nuevo, con la necesaria diferenciación entre Cultura y Arte, y con la designación de Claudia Curiel de Icaza como secretaria de Cultura del nuevo gobierno, a quien, al parecer, le interesa más presumir su pedigrí o pasado familiar, que su capacidad intelectual o logros en el ámbito cultural, y a quien ese mundo, el cultural, le es tan ajeno y epidérmico como su relación de tataranieta de Amado Nervo, más cercana a la frivolidad y superficialidad del mundo del espectáculo que al de la cultura o al arte, donde su capacidad y cercanía con la comunidad parecen brillar por su ausencia. No solo eso, su llegada a la Secretaría de Cultura de la ciudad de México estuvo marcada por el desprecio, la altanería, la soberbia, el abuso y el maltrato tanto de ella como del policía que, como un cadenero en un antro, decide quién entra y quién no a su oficina, algo nunca antes visto desde que se fundó la SC en la ciudad de México, así como de sus subalternos, quienes operaban y operan más como golpeadores o cobradores de la mafia, que como servidores públicos. No lo digo yo, lo señalan los muchos testimonios de quienes han sido vejados, sobajados, insultados, gritoneados, abusados de una y mil formas por el equipo de la nueva titular de la SC federal, y nada parece indicar que ese trato vejatorio y abusivo hacia la comunidad artística de la ciudad de México vaya a desaparecer hacia la del país entero. A todas luces, es la persona menos indicada para estar al frente de una secretaría de Estado, y es evidente que la doctora Claudia Sheinbaum ni siquiera está al tanto de lo que esta subalterna suya hizo por su breve paso por la secretaría del ramo local. Eso significa, por supuesto, que es muy poco probable que las cosas vayan a cambiar en el sector, y que más tarde que temprano, cuando se acumulen las denuncias, enojos, frustraciones y abusos por parte de ella y de su equipo, tenga que salir por piernas por la puerta de atrás. No sería la primera vez que pronostico anticipadamente la salida de un funcionario antes siquiera de tomar posesión del cargo. Al tiempo si no.
Pero, repito, lo que en aquella carta solicitaba para el gremio no eran apapachos oligarcaminescos, sino algo muy sencillo en apariencia, que en teoría el gobierno de la 4T podría hacer suyo: la eliminación del carácter neoliberal con que fue creado el Sistema Nacional de Creadores de Arte, la imperiosa necesidad de su transformación y de que se sus actividades y procedimientos se transparenten, y de su universalidad y la ampliación de su presupuesto, bajo un esquema similar, pero distinto al mismo tiempo, ajeno al productivismo bajo el cual la ciencia y la tecnología necesariamente operan, al del Sistema Nacional de Investigadores. Esa posibilidad ha quedado clausurada con el nombramiento de alguien cuyas cartas credenciales no son logros profesionales de ninguna especie, sino algo así como un pedigrí familiar como de nobleza venida a menos en pleno siglo XXI, y de quien no sabemos ni con qué título nombrarla: Claudia Curiel de Icaza, quien es a todas luces la persona menos indicada para siquiera reflexionar al respecto, no se diga para dirigir lo que debería ser un cambio urgente en la relación del mecenazgo del Estado hacia los creadores de Arte. Para eso se requeriría un mínimo de iniciativa y de voluntad, de amplitud de miras y de criterios intelectuales, de independencia de pensamiento, nada de lo cual posee la tocaya de la doctora Sheinbaum, y cuya mayor virtud en el pasado reciente fue la de conseguir el repudio de tirios y troyanos, algo que ya se había visto en un pasado no muy lejano y cuyo desenlace todos conocemos. Otorgarle una responsabilidad mayor a alguien que ya ha demostrado no poder con responsabilidades más limitadas, es como poner al frente de un trasatlántico al señor de las chinampas en Xochimilco solo porque era el que estaba más a la mano. Y la cultura, por vago que sea ese concepto, no merecería ser entregada a alguien que a todas luces no es la persona indicada.
Es comprensible que las políticas culturales de un Gobierno en pleno ejercicio de sus funciones, o que está a punto de ejercerlas, se centren en proyectos sociales, globales, de masas, y que las preocupaciones de los creadores de Arte les parezcan absurdas, incomprensibles o estrambóticas. Lo que a cualquier gobierno interesa es llevar productos, o bienes culturales, a la mayor cantidad de personas, del mismo modo que busca llevar los servicios de salud y educación a esas mismas personas. Pero mientras en el ámbito del campo y la salud se busca pagarles, en este gobierno, lo justo por su trabajo a campesinos y doctores, en el ámbito más amplio y vago de la cultura y de las artes este mismo gobierno no actúa de la misma forma. El señor Paco Ignacio Taibo insiste en regalar lo que no es de su propiedad, en vez de regalar, si así lo quiere seguir haciendo, sus propias obras. Y en lugar de atender a las necesidades de esa delimitada comunidad, como lo hace en otros ámbitos, la ignora y coloca al frente de las dependencias respectivas a las personas menos indicadas, y cuyo proceder reciente las desacredita para estar al frente de las responsabilidades a su cargo.
Entiendo, lo vuelvo a repetir, que el diseño de políticas públicas obedece a necesidades de grupos específicos, colectivos, populares (entiéndase por populares lo que debe entenderse: del pueblo, de la población), pero si no se entiende, también, que lo que se les va a ofrecer proviene de iniciativas individuales, de gente que crea en lo individual una obra, porque no existen creaciones colectivas, y desde el diseño de esas políticas no se protege y se fomenta esa creación, se corre el riesgo del estancamiento cultural, el adoscenamiento de la producción artística a las necesidades colectivas por sobre la voluntad artística del creador de Arte, que solo puede ser individual.
Es importante no pasar por alto un aspecto sustantivo, de primer orden, en lo relativo a las prioridades de este o de cualquier otro gobierno, sin importar su orientación política, y es que es de la mayor relevancia mejorar las condiciones de vida de la población más pobre, de menos recursos. Pero una vida reducida a comer mejor y a tener mejores ingresos, sigue siendo una vida indigna de vivirse. Comer y no ser comido, es lo que hacen todas las bestias silvestres en el planeta. Reducir la vida del individuo a trabajar y comer es regresarlo a una condición de bestia de carga, de animal, en nada diferente a lo que hacen el resto de las bestias y animales en la sabana africana. Como lo he dicho: es el Arte lo que nos diferencia de esos animales, fuel el arte lo que nos hizo y hace libres, no el trabajo, que por lo general esclaviza. Solo el Arte alimenta el espíritu de un pueblo, solo el Arte nos libera y salva, pero como la religión misma, solo puede hacerlo de a uno a la vez. No hay amor colectivo, como no hay creación colectiva –la Biblia señala que solo Dios, un solo dios, hizo el mundo, no una colectividad de dioses–, y tampoco hay una salvación colectiva: todo se reduce a un encuentro inefable de uno a uno, como en el amor. Suena cursi, pero es verdad de Perogrullo.
Como lo señalé en la carta precedente, la transformación del Sistema Nacional de Creadores de Arte es urgente, debe eliminarse su estructura neoliberal, y para eso hace falta gente con iniciativa, con cultura, con pensamiento crítico e independiente, que sepa hacer alianzas y tratos con el SAT y la CHCP, como señalé en la carta previa. Ninguna de esas habilidades se vislumbra como utopía o distopia en la nueva secretaria de Cultura federal. Es evidente que las prioridades del Gobierno no contemplan una modificación de ese tipo, que es, como la operada por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador desde el Poder Ejecutivo frente al neoliberalismo, de gran calado. Posponer su transformación es posponer la justicia en ese ámbito específico, es negar la esencia misma del movimiento que ahora encabezará la doctora Claudia Sheinbaum. Como lo dije antes, lo vuelvo a repetir, al eslogan irrenunciable de Por el bien de todos, primero los pobres, debería agregarse que Por el bien de todos, también primero el Arte. Sin Arte no hay Patria.
¡Es un honor estar con Obrador!